2017
Si 2016 fue un año que empezó entre presagios atroces y nubarrones apocalípticos, el que ahora estrenamos, centenario del secreto de Fátima, ha de ser por fuerza el del último y definitivo Armaggedon. Esa es al menos la amenaza que acongoja al ciudadano corriente, sometido al bombardeo constante de unos medios de comunicación manipulados por los poderes en la sombra, que cada día entre atentado y atentado se esfuerzan por fabricar el Miedo, ese lubricante imprescindible gracias al cual sigue engrasada la máquina de hacer borregos. Noticias falsas, noticias inventadas, falsas banderas, atentados prefabricados, posverdad, terrorismo de bricolage... cada vez cuesta más trabajo reconocer qué es real y qué es virtual en el universo Matrix en el que ya vivimos instalados. El faraón nubio Barack Obama I parece que se va, cediendo su cetro envenenado al vikingo Donald Trump y tal vez todo cambie para que todo siga igual, porque entre bastidores un ancianito Henry Kissinger se frota las manos ante las jugosas oportunidades que asoman en el horizonte. Puede que el DAESH haya dejado de ser útil ahora, y haya que desmontarlo a todo correr, pero ya se crearán otros monstruos de Frankenstein, y la Europa de Merkel parece ser el mejor campo de pruebas para ponerlos en funcionamiento. Y entre tanto, todos a celebrar las doce campanadas, mirando de reojo no sea que haya que lamentar otra masacre yihadista, y haya que poner otra vez velitas y cartelitos plañideros...Este 2017 se cumplirá también el centenario de aquella añeja revolución bolchevique que tanto entusiasmo despertó en su día entre algunos que vieron en ella una esperanza, la aurora de un mundo nuevo ... y que acabó como acabó, haciéndose ella misma el hara-kiri. A pesar de sus muchos defectos y de sus incontables y terribles crímenes, el comunismo soviético tiene sus incondicionales que aún hoy en día lo recuerdan con nostalgia y lo prefieren mil veces al paraíso neoliberal en el que ahora nos ha tocado vivir. Para bien o para mal, ninguna ideología suscita ya esa clase de ilusiones. Los podemitas de clase media-alta podrán jugar a tomar los cielos por asalto tanto como les dé la gana, pero engañan cada vez menos con su demagogia eco-feminista-multicultural de andar por casa, que al proletario o al parado medio se la suda bastante. Estos pijoprogres no traerán nada que sea de veras renovador, porque la música que tocan ya es bastante conocida y chirría a Sistema en sus más sórdidas manifestaciones... Los cambios profundos, transmutadores, los traerán sin duda las fuerzas desconocidas y primigenias que todavía están por manifestarse en nuestra sociedad y en nuestra cultura, y a las que tal vez les haya llegado por fin su año. Estaremos muy pendientes, por si acaso.