Las lecciones de Dagga Ramba
ARTE MODERNO Y CONTEMPORÁNEO: LA HISTORIA MANIPULADA
Aquellos que estudiamos en alguna facultad de Bellas Artes en el período comprendido entre los últimos 25 años, sabemos muy bien cual es el discurso dominante entre los historiadores que se ocupan del arte desde finales del siglo XIX, arrancando con el Impresionismo, hasta el día de hoy. Allí no faltaban profesores que nos aleccionaban, y continúan aleccionando a sus desdichados pupilos, sobre el modo correcto de entender la evolución de las artes plásticas en el último siglo y medio, justo la que más conviene a los críticos, curadores, galeristas y casas de subastas, a los amos y señores de ese gran casino en que se han convertido en la actualidad las bellas artes. Apoyándose en textos como "Del arte objetual al arte del concepto" de Simón Marchán y otros personajes por el estilo, en las facultades pretenden imponer una interpretación lineal, determinista y finalista de la historia del arte, que ha de desembocar inevitablemente en la cloaca del conceptualismo y de la videoinstalación y performance contemporánea. Hay una especie de filtro mágico mediante el cual algunos nombres pasan a ser consagrados por estos hierofantes (críticos, historiadores y directores de museos como Thomas Krens o Peter Schejdal) como los artistas que hay que reverenciar e imitar, al menos si se espera triunfar y ser alguien en el mundillo del arte, mientras que otros nombres son condenados al ostracismo y la oscuridad más tenebrosa, cuando no al anatema. Sin embargo, se sabe bien que los historiadores del arte han estado siempre al servicio de sus propios intereses personales o de los de aquellos que les pagan, desde la época de Vasari, y no iban a ser una excepción estos que ahora tenemos. Máxime cuando a nadie se le escapa que el arte es hoy por hoy pura especulación, y valor-refugio del excedente de capital de las clases pudientes.
Muchos son los falsos mitos en los que se cimienta la historiografía del arte moderno y contemporáneo, y que para desgracia de aquellos que se han servido de ellos, poco a poco se van poniendo en cuestión. El tiempo siempre se encarga de arreglar las cosas y poner al final a cada uno en el sitio que se merece. Por ejemplo, es falso como se viene afirmando simplona y machaconamente en las facultades de bellas artes que el descubrimiento de la fotografía por monsieur Daguerre en 1833 supusiera el declive de la pintura académica decimonónica y el espoletazo de salida del impresionismo y de las vanguardias. Entre otras cosas porque como David Hockney y otros han demostrado hasta la saciedad, la fotografía no sólo no negó la figuración, sino que la facilitó desde el descubrimiento de la cámara oscura (ya en los tiempos de Canaletto) y sirvió de apoyo a artistas figurativos como Delacroix, Degas, el mismísimo Picasso, y tantos otros. Muchas de las obras principales del realismo, naturalismo y academicismo decimonónico se pintaron después de la revolución impresionista, como señala muy bien Darío Ortiz, e incluso posteriormente a la última exposición impresionista de 1887, porque los salones de la Academía prosiguieron hasta bien entrado el siglo XX.
Un mito muy caro a las vanguardias fue el del artista pobre, bohemio, maldito e incomprendido al estilo de Gauguin Modigliani o, por supuesto, Van Gogh. Pero resulta que Van Gogh no era ningún muerto de hambre, sino el heredero de una pingüe fortuna que administraba su hermano Theo como socio capitalista de Goupil y Cia, la más importante galería internacional del momento.
Otra gran leyenda del siglo XX, Pablo Picasso, viene sufriendo en los últimos tiempos un despiadado proceso de desmitificación, sobre todo por iniciativa del gremio de las feministas, que han llegado a ver en él una especie de ogro machista, maltratador y destructor de las mujeres (habría que añadir la acusación de aficionado a la tauromaquia, para darle la puntilla y acabar de hundir al mito). Aparte de que se está juzgando a este pintor con argumentos ajenos a las cuestiones artísticas, habría mucho que decir acerca de la veracidad de lo que se afirma, que en muchos casos parecen tratarse de exageraciones y "denuncias falsas" por parte unas cuantas despechadas que bien se aprovecharon de él en vida mientras pudieron. Pero si nos atenemos a la calidad artística de buena parte de su obra, como la de otros representantes de la vanguardia histórica como Miró, Malévich,etc. sobre las que también planea la sospecha del timo, sí que pudiera plantearse un buen tema para la controversia. Casi siempre se defienden las mamarrachadas de aquellos ilustres precursores del arte contemporáneo porque, según se dice, buscaban con ellas escandalizar a los burgueses y bienpensantes. Y con esto se da alas a los artistas contemporáneos, que desde cómodas posiciones oficialistas y de "marxismo rococó" (como diría Juan Manuel de Prada parafraseando a Tom Wolfe) nos administran su dosis diaria de arte vagamente provocador, cuando bien que comulgan con los dogmas de la beatería "políticamente correcta". Mucho se viene criticando la obra vanguardista de Picasso, y no sólo por parte del "vulgo", como suele afirmarse, sino que no han faltado reputadas autoridades y colegas pintores que también le han sido adversos al autor de las "Señoritas de Avignon".
Personalmente considero que no faltan ejemplos plausibles del arte picassiano en algunas obras de sus inicios (no es que fuera un niño prodigio como sostenía Penrose, sino más bien normalito, pero su progenitor se implicó para que trabajara todos los días y progresara) y del período clásico, pero creo que, por ejemplo, se ha sobrevalorado la importancia del "Guernica" por cuestiones puramente políticas. Este icono que ha servido a tantas y variadas causas (el comunismo, incluso en su vertiente heavy-estalinista, el pacifismo, el nacionalismo vasco, o a la escenificación del penúltimo desarme de ETA) no fue, como tantas veces se ha dicho, algo que Picasso pintara "desinteresadamente", por ser un artista comprometido con las izquierdas y la causa del Frente Popular. En aquella época, el malagueño era más bien apolítico; no llegaría a afiliarse al Partido Comunista Francés hasta después de terminada la segunda guerra mundial, que se la pasó viviendo sin problemas y a lo grande (como a él le gustaba) en el París ocupado por los nazis, y realizando encargos para los jerarcas de la Wermatch. Y el "Guernica" fue otro encargo que le encomendó el gobierno de la República para el Pabellón español de la Exposición Universal de París de 1937, ya que convenía a sus fines propagandísticos emplear a alguien tan famoso como Picasso, y tras convencer al Gobierno vasco, que quería que el mural lo pintara uno de los suyos, un pura raza, Aurelio Arteta. Por eso puede representar, con leves variaciones, tanto un bombardeo como una corrida de toros, o cualquier otra cosa. Además de pagarle al malagueño 200.000 francos en concepto de "gastos" (el 15% del costo total del pabellón) el gobierno del frente Popular adquirió y habilitó un antiguo palacio del siglo XVIII en la calle Grands Agustines, que se entregó al artista en propiedad para que trabajara a sus anchas en su obra, como una forma de pago indirecto...
No dejo de sospechar que a Picasso le iba muchísimo el lujo y el afán de lucro (al fin y al cabo todos somos humanos, pero no todos abrazamos la causa proletaria con tantas alharacas) y que al convertirse su firma en algo tan codiciado por los especuladores, y que bastaba con estamparla en cualquier garabato para forrarse, se dedicó a crear más cantidad que calidad. Como les sucedería a muchos otros personajes que vendrían después.
Al agotarse el fervor picassiano, los críticos e historiadores lo han sustituido por otros mitos: los Duchamp, Joseph Beuys, Warhol, Jeff Koons, Damien Hirst...
Algunos de los nuevos mitos fueron fabricados en Estados Unidos tras la segunda guerra mundial, en los laboratorios del MoMA y de la CIA, como fueron los representantes del llamado Expresionismo Abstracto: los Pollock, Rothko y compañía. El primero de ellos, con problemas de alcoholismo y famoso por ciertos garabatos muy parecidos a los que pintan los niños problemáticos en los pupitres de la escuela. El segundo, un maníaco depresivo que acabó suicidándose y que se dedicaba a teñir lienzos enormes con un solo color. La historiadora "revisionista" Frances Stonor Saunder ha demostrado que entre 1950 y 1960 se creó este estilo nacional estadounidense desde las instituciones gubernamentales, independientemente del gusto del gran público, como parte de la política de estado en la guerra fría en contra de la URSS (donde el arte abstracto no gozaba de muchas simpatías). Para tal fin se destinaron generosos fondos por parte de la CIA y Rockefeller (quien llamaba al MoMA el "museo de su mamá"), captando a algunos artistas izquierdistas que habían participado en el Federal Art Projet de la era Roosevelt, pero que fueron deviniendo en esta forma de arte desideologizada y sin contenido crítico alguno. Esta tendencia artística también se pretendió exportar a otros países, como a los de Europa occidental y a los de Hispanoamérica, estos últimos através de José Gómez Sicre y la OEA, para combatir el muralismo y cualquier otra forma de arte comprometido. Cuando el expresionismo abstracto se agotó apareció otro estilo nacional yankee, el Pop-art, aún más vanal y desidiologizado si cabe que el anterior, por mucho que nos digan que la silla eléctrica serigrafiada por Warhol está cargada de sentido crítico y tal (es posible que ese cenutrio ni supiera qué estaba serigrafiando). El público que iba a los museos o a las exposiciones cada vez se sentía más confundido con aquellos esperpentos que la crítica celebraba como obras maestras, sin entender muy bien por qué... En los USA el arte se había convertido en espectáculo a comienzos de los 60's, cuando la gente acudió en masa a ver la Mona Lisa a Nueva York. Un año antes, 116.000 espectadores habían admirados embelasados una obra de Matisse que colgaba de las paredes del MoMA... colocada del revés.
En cuanto a Marcel Duchamp, el apóstol del dadaísmo, ni siquiera se puede considerar que fuera un "artista" ni un "anti-artista" como se ha proclamado hasta la saciedad. Era en realidad un individuo ocioso, asiduo de los cafés parisinos, que se dedicaba a jugar al ajedrez y que yo sepa sólo fue capaz de pintar un cuadro en su vida (el famoso "Desnudo bajando una escalera", aunque tal vez ni siquiera sea obra suya). Y parece ser que su principal aportación al arte, el ready made del urinario que él se atribuyó a sí mismo en los años 50, fue en realidad una ocurrencia de Elsa von Freytag, la Baronesa Dadá, y que no tenía el significado rebuscado y "trascendente" que luego se dijo, sino que era una protesta contra la intervención de los USA en la primera guerra mundial contra Alemania. Este fraude monumental puesto al descubierto por Julian Spalding y Glyn Thompson desmonta todo el tinglado en el que se basan los artistas conceptuales contemporáneos, todos ellos descendientes directos o indirectos del supuesto urinario duchampiano. No debe extrañarnos pués que Antonio Muñoz Molina calificara de "fraude del arte contemporáneo" la obra de Joseph Beuys expuesta en el Reina Sofía en 1994. De casta le viene al galgo, pero nadie parece haberle hecho mucho caso, porque la especulación ha continuado desde entonces y la que te rondaré, moreno.
¿Hace falta decir más? El genio de Warhol consagró la idea de que no hacía falta la obra de arte única, que esta se podía fabricar en serie, "democratizarse" (esto no quería decir que los precios fueran más asequibles, sino más bien todo lo contrario). Ahora sus herederos están probando su propia medicina y la Fundación Warhol ha sido acusada de fraude... El arte es hoy más que nunca una burbuja, un valor-refugio para los excedentes de capital y para el blanqueo de dinero negro. El mercado de subastas no es ni libre ni competitivo, sino un duopolio en manos de dos grandes firmas, Shoteby's y Christie's (con problemas con la justicia por este tipo de prácticas ilegales) que entre ambas controlan el 80% de las ventas. De modo que aquí hay muchos intereses crematísticos en juego y se mueven cantidades ingentes de dinero. Y como siempre en estos casos, no faltan los que se dejan untar por los poderosos para contar un relato que convenga más a sus amos.
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