WILLIAM BLAKE: EL ARTISTA VISIONARIO
"¡Tigre! ¡Tigre!, reluciente incendio
En las selvas de la noche,
¿Qué mano inmortal u ojo
Pudo trazar tu temible simetría?
(El Tigre, "Cantos de Experiencia")
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"El anciano de los días" (1821) |
William Blake (1757-1827) fue un artista contracorriente en la Inglaterra de su tiempo, la del siglo XVIII, que se convirtió en la cuna del moderno materialismo científicista. En la patria del empirismo, de Francis Bacon, John Locke y de Sir Isaac Newton, apareció este poeta, pintor y grabador, poseído de un alma mística, que estaba persuadido de que la Imaginación es el poder supremo en el hombre y en el universo. En el país del parlamentarismo, del liberalismo y del capitalismo esclavista de los primeros "mills", tomó partido en un primer momento por la revolución americana y por la francesa y execró los partidos políticos y la explotación infantil y de los más pobres. Su temperamento, bastante anárquico, le llevó a exclamar: "Una ley para el león y para el buey, eso es opresión". En la tierra de los anglicanos y de los puritanos, Blake tuvo la osadía de inventarse su propia mitología (mitopoeia) y de tejer su propia teología, usando a veces conceptos tomados del cristianismo, pero dotándolos de un significado del todo propio y original. Por detalles como estos fue tildado de "loco" por sus contemporáneos, y fue ignorado e incomprendido en los círculos oficiales de su tiempo. Pero su alcance e influencia, más allá del prerrafaelismo y del simbolismo, llegó hasta las vanguardias del siglo XX, como el surrealismo, despertando el interés de autores como G.K. Chesterton, Aldous Huxley o Jorge Luis Borges. Más recientemente pudo verse su influjo en las experiencias psicodélicas de los años 60 y 70, entre artistas que como él, supuestamente soñaban con llevar "la imaginación al poder" y con "abrir las puertas de la percepción". En nuestros días autores de cómics como Alan Moore, al igual que antes hiciera el "psicomago" Alejandro Jodorowsky (no hay nada nuevo bajo el sol) lo han reivindicado, como un precursor de las novelas gráficas, en su particular cruzada en pro de la Magia del Caos. No conozco a otro al que le pueda acomodar mejor el adjetivo de "visionario" que a William Blake, teniendo en cuenta que los fantasmas, ángeles y demonios que pueblan sus obras, al parecer, los dibujaba del natural, a partir de sus propias visiones. Y los representaba con colores brillantes, gran nitidez y con unas líneas muy precisas. Estas visiones empezaron muy pronto, en su infancia, y lo acompañaron durante el resto de su vida. Chesterton, con toda su sensatez tomista y sus apelaciones al sentido común, jamás puso en duda esa especial relación del artista con lo sobrenatural , ya que como él decía "no sabemos suficiente de lo desconocido como para saber que es incognoscible". Pero en el caso de Chesterton, como buen celta, lo racional no tenía porqué estar reñido con lo maravilloso.
Blake vino al mundo, como un cockney cualquiera, en el londinense mercado de Carnaby, siendo su padre un modesto calcetero de origen irlandés y su madre una inglesa de fe moraviana. Ambos padres, al parecer, profesaban entre los Dissenters (protestantes no-conformistas, separados del anglicanismo oficial). Muy pronto el pequeño Blake empezaría a preocupar a sus progenitores, cuando a los ocho años vio un árbol de Peckham Rye poblado por ángeles, lo que casi le cuesta recibir una paliza de su padre. También en otra ocasión vio en un campo a unos segadores acompañados por ángeles, al profeta Ezequiel sentado bajo un árbol y al rostro de Dios contemplándolo a través de una ventana de su casa. Sin embargo, no fue a la escuela reglada hasta los diez años, para asistir a las clases de dibujo de modelos de escayola de Henry Pars; y hasta entonces su madre se encargó de su educación, estimulando su pasión por la lectura de Shakespeare, Chaucer, Milton, la Biblia...
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"Nabucodonosor" (1795-1805) |
Continuó su formación artística en 1779, estudiando grabado, primero con William Ryland, y después y durante siete años con James Basire, miembro de la Sociedad de Anticuarios. En este taller, además de esbozos preparatorios para libros de antigüedades, copió iglesias góticas y los sepulcros de los reyes de Inglaterra de la abadía de Westminster, naciendo así su pasión por el Medievo que se puede observar en su gusto por lo ornamental. También estudió a fondo, a partir de estampas, los trabajos de los maestros italianos como Miguel Ángel, Rafael y Durero, de los que admiraba su exactitud clásica, siendo el primero de ellos decisivo en la creación de su particular estilo. En una ocasión Blake dijo que Miguel Ángel era el más grande artista de todos los tiempos, aunque él nunca llegara a ver en directo ninguna de sus obras, porque así se lo había revelado el Arcángel San Gabriel.
En 1779 logró ingresar en la muy prestigiosa Royal Academy of Arts, dirigida entonces por Sir Joshua Reynolds, con el que muy pronto entraría en conflicto, a cuenta de la predilección de este último por la pintura inacabada e "impresionista" de Rubens y Le Brun. Aquí se evidencia el rechazo que le merecía a Blake el mundo académico, ya que sólo permanecería tres meses como alumno en la Royal Academy.
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"Satanás castiga a Job con llagas purulentas" (1826) |
En cualquier caso tuvo tiempo de trabar amistad con el escultor e ilustrador John Flaxman, que tanto influiría en él. Entre otras cosas, le pondría en contacto con los que serían sus mecenas y con las ideas neoplatónicas, difundidas por Thomas Taylor, traductor al inglés de los libros de Plotino y Porfirio. También por aquella época conocerá a la que será su esposa, luz y sostén, Catherine Boucher, una muchacha analfabeta a la que él enseñó a leer y escribir. Realiza por entonces sus primeras exposiciones y publica su primer libro de poemas, "Poetical Sketches" (1783).
En 1780 fue testigo de cómo una muchedumbre asaltaba la prisión de Newgate en apoyo de la insurrección de las colonias; será su primera toma de contacto con el convulso radicalismo político de su época. Más tarde se hará célebre por llevar puesto en algunas reuniones sociales un gorro frigio, mostrando una actitud antimonárquica y de adhesión a los revolucionarios franceses. Pero este posicionamiento varió mucho cuando se enteró de las atrocidades de Robespierre durante el Reinado del Terror.
Junto con su hermano pequeño Robert abre una imprenta en 1784 que colabora con el editor Joseph Johnson, propagador de "ideas avanzadas", y conoce a personalidades de su círculo, como el científico y teólogo unitarista Joseph Priestley, el filósofo Richard Price, el revolucionario americano Thomas Payne, el artista suizo no menos visionario Heinrich Füssli, que llegará a ser gran amigo suyo, y la escritora feminista Mary Wollstonecraft.
Lo cierto es que el pensamiento de Blake resultaba a menudo contradictorio y difícilmente clasificable. No escapó a las influencias de sus contemporáneos ilustrados, pero arremetíó con virulencia contra los escépticos que habían inspirado la Revolución. Tiene un poema que dice:
"Seguid burlándoos, seguid; Voltaire, Rousseau,
Seguid burlándoos, seguid, aunque es inútil,
Habéis lanzado arena contra el viento
Y éste os la devuelve."
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"El carro de la inspiración" (grabado para "Jerusalén", 1820) |
Llegó a abominar de los tres pilares de la intelectualidad inglesa, Bacon, Locke y Newton, y los declaró sus enemigos y una especie de "trinidad infernal" por haber inspirado el deísmo, el racionalismo dualista y el cientifismo. "El arte es el árbol de la vida, la ciencia es el árbol de la muerte." Se consagró a la lectura de las obras neoplatónicas, y de autores gnósticos o místicos como Paracelso, Jacob Boehme y Emanuel Swedenborg. Pero muy pronto, en sus Libros Proféticos, empezó a desvelar su propio universo mítico y su propio sistema, "para no ser esclavo del sistema de ningún otro hombre". Como dijimos, Blake tomaba ciertos símbolos de la Biblia, la alquimia, la cábala o incluso la masonería, pero los usaba como elementos de un "lenguaje secreto" propio, muy difícil de entender y que ha generado multitud de interpretaciones diversas, teológicas, filosóficas y hasta políticas. Como todos los místicos, desconfiaba del universo material exterior, captado a través de los sentidos corrientes, considerándolo una sombra, una ilusión o una broma del Todopoderoso. Le interesaba forzar la visión hacia adentro, la doble visión, para ver la realidad en sus minucias como algo espiritual y relacionado con la humanidad divina, frente a esa visión sencilla, que según él conducía a un tipo de abstracción algebraica, privada de todo color, sonido o perfume. Para él, el genio poético y el espíritu de profecía eran lo mismo y emanaban de la inspiración, que él explicaba a la manera swedenborgiana, como obras dictadas por mensajeros celestes.
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"Adán y Eva encuentran el cuerpo de Abel" (1826) |
Esa facultad de visión le permitía representar lo ideal de un modo más concreto que lo real, más grande y más sólido, mediante figuras bien definidas y bajo una luz más fuerte, no envueltas en un vapor nebuloso, como pretendían los filósofos modernos. "La Naturaleza no tiene contornos, pero la Imaginación sí". "Quien no imagine con rasgos más fuertes y mejores, con luz más fuerte y mejor de lo que puede ver con sus ojos mortales y perecederos, no imagina nada." Esto le llevaba a exagerar las formas para expresar con contundencia las ideas que las cosas representan. Pensaba que era posible contraer o extender los sentidos a voluntad, "limpiando así las puertas de la percepción". Las religiones convencionales, con sus dogmas y restricciones ascéticas forzosas, le parecían corruptoras al querer convertir la experiencia mística en una actividad moral deliberada. Su posicionamiento era parecido al de Hölderlin o Nietzsche, por su impulso hacia la creación de un orden nuevo mediante la poesía, pero al contrario que el autor del Zaratustra, que condenaba al cristianismo, él lo concebía de una manera vitalista, interpretándolo de una manera revolucionaria y anárquica, al tiempo que rechazaba al Dios del Antiguo Testamento como una figura castrante. "Ser artista es ser cristiano", llegó a decir. Estos versos también los podría haber escrito el filósofo de los grandes mostachos:
"Grandes cosas se hacen cuando se encuentran hombres y montañas;
Lo cual no se hace codeándose en la calle."
Sostenía Blake que el hombre no tiene un cuerpo distinto del alma, porque lo que llamamos cuerpo es una parte del alma discernida por los cinco sentidos, que son las aperturas principales del alma en esta edad. También escribió que el bien y el mal son igualmente necesarios en la vida, que necesita de la tensión de los contrarios. "Bueno es lo pasivo que obedece a la razón; malo es lo activo que nace de la energía". Él personificaba de un modo mítico los cuatro aspectos del hombre, mediante los que él denominaba los Cuatro Zoas: Los, el herrero que golpea la fragua con su martillo, el dios de la imaginación, que crea la vida y la conciencia; Urizen, encarnación de al sabiduría convencional y la ley (el racionalismo) un anciano musculoso que crea y limita con herramientas como el compás el universo, para atraparlo en una red de convenciones; Tharmas o el cuerpo; y Luvah o las pasiones.
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"Newton" (1795) |
A partir de 1788 investigó la técnica del aguafuerte hasta desarrollar un procedimiento personal de impresión, que él mismo llamó el "Método Infernal" (dictado según decía por el espíritu de su difunto hermano) y que aplicaría en sus libros iluminados o proféticos. Con él invertía el proceso habitual, empleando el ácido para grabar las partes vacías y dejando el dibujo en relieve. Poesía e ilustración serían inseparables a partir de entonces en la obra de Blake, y gracias a esta técnica podían ir impresos a la vez, recordando de alguna forma a los manuscritos medievales. Además, cada copia era una obra única, porque eran recoloreados o "iluminados" a mano y a la acuarela por él y su esposa Catherine. Cuando explica su método de grabado viene a decir, de una manera neoplatónica, que la obra preexiste ya en la plancha y es tarea del artista que mediante los ácidos salga a la luz; algo parecido a lo que afirmaba Miguel Ángel sobre sus obras escultóricas, que ya estaban encerradas en los bloques de mármol, esperando que las liberase con el cincel.
Publica entonces los "Cantares de inocencia" y el "Libro de Thel" (1789), "El matrimonio del cielo y del infierno" (1793), "Las visiones de las hijas de Albión" y "América: una profecía" (1793), "Europa: una profecía", "Cantares de experiencia" y el "Libro de Urizen" (1794). En este último volumen decidió cambiar la técnica de iluminación a la acuarela por el temple; técnica que luego empleará también en una serie de doce pinturas o grabados (porque se trata de monotipos retocados a mano) a mayor tamaño a los que llamó "frescos". Usaba Blake una témpera especial, basada más en la cola de carpintero que en la yema de huevo tradicional, lo que ha ocasionado con posterioridad algunos problemas de conservación. Los libros miniados de Blake, en los que siguió trabajando en 1795 ("El libro de Los", "La canción de Los" y "El libro de Ahania") no tuvieron el menor éxito comercial, y tuvo que ilustrar los libros de otros autores, como los de Mary Wollstonecraft ("Historias originales de la vida real", 1791) o Edward Young ("Pensamientos nocturnos", 1797), para ganarse la vida a duras penas como grabador.
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Detalle de Hombre-pájaro en "Jerusalén"
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Su primer mecenas, por mediación de Flaxman, fue Thomas Butts, un funcionario público que le dio cierta libertad para crear; al que seguiría más tarde el poeta, biógrafo y terrateniente William Hayley, quien le encomendó decorar su biblioteca y le instaló en una casita de campo cerca de su residencia, en Felpham, en el condado de Sussex. Allí vivieron, por primera y única vez fuera de Londres, Blake y su esposa entre 1800 y 1803, entre visiones místicas y algún que otro problema de orden público. El más sonado fue cuando Blake echó a empellones a un guarda borracho del Regimiento de Dragones, que había entrado como un intruso en su jardín. Por culpa de ese episodio, con todas las trazas de haber sido una trampa para castigar sus pasadas veleidades revolucionarias, tuvo que enfrentarse a un proceso penal. Se le llegó a acusar de haber dicho, mientras sujetaba al soldado ebrio por el cuello, lo siguiente: "Maldito sea el rey y todos sus súbditos, y malditos los soldados esclavos suyos; cuando Bonaparte llegue, les cortará el cuello uno a uno. Y yo le ayudaré." Aunque resultara bastante inverosímil, aunque lo pensase, que le diera tiempo a soltar toda esa perorata, fue suficiente para estar en una situación muy comprometida, de la que sólo salió airoso gracias a la intervención de su mecenas Hayley. No obstante, debido al carácter difícil de Blake, quien solía maltratar por igual a sus benefactores y a sus enemigos, eso no le libró de sufrir sus invectivas.
La relación con Hayley se deterioró, y por eso la pareja decidió regresar a Londres, embarcándose el artista en nuevos proyectos. Conoció a otro mecenas, el editor Richard Hartley Cromeck, que se aprovechó de las ideas de Blake para robárselas y encargar trabajos a otros artistas, como el pintor Stothard, quien tomó "prestado" su proyecto de representar los "Cuentos de Canterbury " de Choucer. Empieza a escribir y dibujar nuevos libros: "Milton; un poema", "Jerusalén: emanación del gigante Albión", y a ilustrar "El Paraíso Perdido" de Milton y "La tumba" de Robert Blair.
A la vez retomó su obra gráfica más personal, con su serie de monotipos o "frescos"; entre ellos la pareja formada por "Newton" (el intelectual esclavo de la Razón) y "Nabucodonosor" (el rey bíblico esclavo de sus sentidos y pasiones humanas); "Elohim creando a Adán", "Ángeles buenos y malos", "Satanás castigando a Job con llagas purulentas", "Adán y Eva encontrando el cuerpo de Abel", "El anciano de los días" (probable representación de Urizen portando el compás masónico y de la que existen varias versiones), etc. También destaca la serie de cuatro acuarelas que pintó sobre el Apocalipsis de San Juan entre 1805 y 1810: "El Gran Dragón Rojo", "El Gran Dragón Rojo y la Mujer revestida con el Sol", "El Gran Dragón Rojo y la Bestia del Mar" y "El número de la Bestia es 666". Así mismo, existe una miniatura pintada con una mezcla de temple con oro, entre jocosa y siniestra, llamada "El fantasma de una pulga" y en la que aparece un extraño ser, portando una daga y un cuenco y semejante a un vampiro.
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"El fantasma de una pulga" (1820) |
En sus últimos años tuvo la amistad y la protección del pintor paisajista John Linnell, y conoció a través suyo a Samuel Palmer y al grupo de los "Antiguos de Soreham", artistas que lo adoptaron como uno de los suyos porque como él rechazaban las tendencias modernas y abrigaban la esperanza en un renacer espiritual. Como decía Chesterton, "en todo aquel ejército (contra el materialismo), no hubo jamás un guerrero más grande que Blake". Por aquellos tiempos se ocupó en ilustrar "Las cabezas visionarias" de John Varley "La Divina Comedia" del Dante y "El Libro de Job", obra esta última que mereció los elogios de Ruskin. Falleció a los sesenta y nueve años y según George Richmond "expiró como un santo: sus ojos brillaron y de súbito se puso a cantar y a describir lo que veía en el cielo".
Tras su muerte y pasados bastantes años, lo reivindicarían Dante Gabriel Rossetti, George Watts y el grupo de los prerrafaelistas en general. En 1863 se publicó su primera biografía a cargo de Alexander Gilchrist, a la que seguiría un extenso ensayo de Algernon Swinburne. Otros poetas como W.B. Yeats o T.S. Eliot le dedicaron escritos, pero sólo cuando se cumplió el centenario de su muerte en 1927 empezó su obra a ser apreciada por los círculos oficiales, convirtiéndolo en una especie de Goya británico. Empezaron a surgir toda clase de interpretaciones y de admiradores entusiastas, como el colectivo King Mob, que en 1968 llenó las calles de Londres de pintadas con citas de sus poemas, reivindicándolo como un revolucionario psicogeógrafo y un rebelde urbano.
Una de las más interesantes aportaciones para esclarecer la obra de Blake corrió a cargo de G.K. Chesterton, quien en su ensayo "William Blake y otros temperamentos" (1910) apuntó que si Blake erraba en algunas cosas era más como intelectual que como poeta, y que si fuese cierto que estaba loco, esto sería porque sus visiones eran verdaderas y estuvo expuesto a un huracán de fuerzas sobrenaturales que abrieron brechas en la continuidad de su mente. Además expone una curiosa teoría sobre la conjugación de las tres grandes tradiciones culturales que dieron forma a Europa, y su relación con Blake. Así dice que existió un irracionalismo que se vincula con los bosques y la magia de los cazadores-recolectores. A este se superpuso el paganismo romano, racional y estoico; y por último el humanismo cristiano, que reconcilió de nuevo lo sobrenatural con la filosofía griega y romana. En las convulsas postrimerías del Siglo de las Luces, volvió a aparecer un sobrenaturalismo pedante y pomposo, a través de Cagliostro, Mesmer y la francmasonería. Sólo Blake encarnaría en su tiempo, según expresó en una de sus paradojas Chesterton, un "sobrenaturalismo natural".
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Detalle de la portada de "El Libro de Urizen" (1794) |
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