LA AMÉRICA DE LOS "PERDEDORES"
Ilustración de Tim Lane para "The Lonesome Go" |
En el país de los "winners" no hay lugar para los "rednecks", los "white trash" o para la "cesta de los deplorables", como despreciativamente los llamó en su día la satanista Hillary Clinton, durante la campaña para las presidenciales del 2016. Es decir, que están fuera de sitio todos aquellos unfortunate sons que no habiendo nacido en alguna de las grandes metrópolis de Norteamérica, y no perteneciendo a la clase de los "nerds" (la pijiprogresía que vota al Partido Demócrata) son además pobres en el País de las Oportunidades (ellos sabrán por qué pecados contra la Iglesia y la moral calvinista) y ni tan siquiera pueden alegar su pertenencia a la raza negra o a alguna de las minorías con pedigrí. Basta ver cómo les ha ido a los votantes de Donald Trump, a quienes su líder ha dejado tirados a los pies de los caballos del globalismo.
Si se habla de los perdedores por antonomasia en los Estados Unidos, hay que situar en un lugar muy destacado a la gente del Viejo Sur, a los que perdieron aquella sangrienta Guerra de Secesión en la que se dirimieron muchas otras cosas, además de la consabida cuestión de la esclavitud. Ya que buena parte de los que tomaron partido por la Confederación por aquel entonces no eran poderosos potentados esclavistas ni dueños de los campos de algodón, sino gente de condición humilde, incluso miembros de las tribus indias a las que los anglos habían arrebatado sus tierras pocos años antes. En aquel conflicto se decidió nada menos que el definitivo orden político, estatal y económico de la joven nación useña, que desde entonces ha marcado los destinos del pueblo norteamericano y su sumisión a los dictados de las Altas Finanzas. Aquí podríamos recordar la célebre frase del general Darlington Batler, hoy más vigente que nunca: "La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera".
La debacle de Gettysburg trajo consigo la ruina de los pequeños propietarios sureños a manos de los aprovechados yankis, convirtiéndose desde entonces en unos parias a los que se condenó a llevar una vida miserable y a los que se atacaba moralmente siempre que la ocasión se presentaba, tachándolos de "paletos" o atrasados, para ir minando su orgullo. A los combatientes que sobrevivieron y que formaron las partidas de partisanos, se los consideró unos peligrosos forajidos a los que había que abatir por todos los medios. Unos vieron cómo empeoraba su situación y otros no la mejoraron sustancialmente, como fue el caso de los negros, convertidos algunos de ellos en mercancía de trabajo por el pujante capitalismo industrial yanki, y en la mayoría de los casos en marginados sociales y en tristes espantajos, víctimas de las drogas y de la violencia atávica, como lo siguen siendo a día de hoy cuando movimientos como BLM los utiliza como carne de cañón. Y por último están los indios, probablemente los que más perdieron con la derrota confederada, al ver cómo se esfumaba la última esperanza a la que se aferraron antes de que se consumara su triste destino en las reservas. Por más que la resistencia india posterior fuera heroica, nada pudieron contra el superior armamento de los yankis.
Fotograma de la película "Medalla roja al valor" (1951) de John Huston |
A medida que aumentaba la desmoralización del Sur iban proliferando por doquier las sectas protestantes como los bautistas, adventistas, metodistas, etc. formándose el llamado "Cinturón de la Biblia" en esos estados. Algunas de estas sectas recurrieron en ocasiones a la autodefensa armada frente a los federales, como fue el caso de los mormones de Utah durante la presidencia de Franklin Delculo Roosevelt, o en tiempos más recientes con los davidianos de Waco (Texas). Entre muchos desposeídos fue creciendo la desconfianza hacia las instituciones gubernamentales y un exaltado individualismo, lo que se conoce como el "libertarismo" americano, un ideario de frontera muy distinto a lo que se entiende en el Viejo Mundo como anarquismo, ya que para ellos es un principio básico el anticolectivismo y defender algunos derechos fundamentales: la propiedad privada, el derecho a portar armas, etc. En esta línea nos encontramos con el personaje de Josey Wales, encarnado por Clint Eastwood en su magnífica película "El fuera de la ley" (1976).
También surgió, desde luego, el Ku Klux Klan, una organización secreta de inspiración masónica que en un primer momento formó parte del movimiento de resistencia frente al invasor nordista, derivando posteriormente en un grupo marginal, afín a la extrema derecha y dedicado al linchamiento de negros, aunque en los años veinte el Imperio Invisible llegó a convertirse en un movimiento de masas que coqueteaba con las izquierdas, los sindicatos y con el Partido Demócrata. De hecho, el Sur se convirtió durante muchos años en el granero de votos favorito de los demócratas, quienes con su demagogia conseguían encandilar a los trabajadores empobrecidos. Un político de este partido que en los años treinta llegó a ser muy popular entre los desposeídos fue Huey Long, llamado "King Fish" (el Mandamás) por su carácter carismático, autoritario y radical. Se convirtió en gobernador de Luisiana en 1928 y más tarde en senador, y le plantó cara a las grandes empresas, llegando incluso a querer disputarle la presidencia a Roosevelt, pero finalmente murió víctima de un atentado en 1935.
"El asesinato de Huey Long" por John McCrady, publicado en "Life" (1938) |
Esos granjeros sureños, tan ridiculizados en cómics como"Snuffy Smith" de Billy DeBeck o "L'il Abner" de Al Capp, en la forma de unos palurdos que mueven a risa, o presentados como unos míseros degenerados en películas como "Deliverance" (1972) del John Boorman, "Giro al infierno" (1997) de Oliver Stone por poner tan solo un par de ejemplos ilustres, tuvieron que sufrir cómo se les masacraba a base de estereotipos negativos, sin que nadie se atreviera a salir en su defensa. Una excepción fue el libro "Manifiesto Redneck" (1998) de Jim Goad, en el que el autor denuncia entre otras cosas el trato dispensado a los hillbillies por el Nuevo Cine de Hollywood de los años 60 y 70, presentando a la clase trabajadora del rural americano como unos individuos reaccionarios y como el principal obstáculo para la consecución de los derechos civiles. Incluso esta veta fue explotada también por el cine de terror con películas como "La Matanza de Texas" (1974) en la que se presenta a una familia de paletos sureños como unos caníbales. Según el autor del libro, el secreto más sucio de los Estados Unidos no sería el racismo, sino el clasismo y el desprecio por la "basura blanca".
Pero estos perdedores de primera hora pronto vieron como se les incorporaba una nueva remesa de "desechables" , al incrementarse el número de desempleados con las diversas crisis económicas que se sucedieron a finales del siglo XIX y principios del XX, hasta llegar a la Gran Depresión en los años treinta. El cine de la época nos mostró las vivencias de muchos de estos personajes a la deriva, en una América hostil, tan alejada ya de los ideales de los Padres Fundadores, en la que "el hombre era un lobo para el hombre". La explotación de los que se quedaron tirados y sin tierras por culpa de las hipotecas bancarias se denunciaba en películas como "Las uvas de la ira" (1940) de John Ford, basada en un texto de John Steinbeck, por más que la intención del filme fuera alabar algunos aspectos positivos del New Deal. Otros filmes, especialmente de cine negro como "Detour" de Edgar Ulmer o "La jungla de asfalto" de John Huston (en el que aparece un ex-granjero de Kentucky devenido en pistolero, interpretado por Sterling Hayden) son si cabe más tenebrosos y descarnados, mostrándonos un mundo donde reina la corrupción a todos los niveles y en el que la justicia está reservada para unos pocos siendo para la mayoría nada más que una burla macabra. Una sombra de todo esto ha vuelto a reaparecer tras la crisis de las subprime del 2008, y todos los desaguisados que han seguido desde entonces y que han dejado a la intemperie a un número creciente de norteamericanos.
Buena parte de este espíritu inspira el álbum "The Lonesome Go. Un viaje a la deriva por el sueño americano" del dibujante de cómics nacido en Missouri Tim Lane, un palimpsesto en el que se dan cita influencias de autores diversos como Kerouac, Bukowski, Raymond Carver, Will Eisner, Robert Crumb y por supuesto los maestros del cine negro antes referidos. A través de sus páginas asistimos a cómo se buscaban la vida los "hobos", es decir los polizones de los trenes, viajando de un extremo a otro del país antes de que se crearan las famosas carreteras, como la Ruta 66 o la "Dreamroad". Una especie de sucesores suyos serían los poetas de la "beat generation" o los moteros de las Harley Davidson, que empezaron a dar que hablar a partir de la posguerra. No faltan episodios oníricos, alternando con los ambientes sórdidos de los cabarets de carretera, y todo un recorrido por la otra América, la que avergüenza a los que todavía se consideran los "amos del mundo".
Otro cómic que guarda relación con el tema que estamos tratando es "Un tal Cervantes", obra del dibujante francés Christian Lax, que narra las andanzas de un excombatiente de Afganistán nacido en Arizona y que termina convertido en una especie de Don Quijote tras destruir una sucursal bancaria en plena crisis. En sus páginas se denuncian las inquisiciones contemporáneas, mucho más eficaces que las antiguas, como las que se ejercen a través de Internet, ya que se sirven de toda clase de información que suministramos sobre nosotros. También se explica como funciona la "cultura de la cancelación" (eufemismo para referirse a la censura) en las bibliotecas, retirando de las estanterías y llevando a los sótanos las obras de los autores molestos o destruyendo las fichas de lectura. En América existen ya un número considerable de autores proscritos por uno u otro motivo: D.H.Lawrence, Melville, Mark Twain, Bukowski
Ilustración de "Un tal Cervantes" de Christian Lax |
La América de los "ganadores" ya todos la conocemos. Es la de los Bush, los Clinton, los Obama o los Biden. Es hora de prestar atención a la otra América, porque ¿quién sabe? quizás tenga algo muy importante que decir en un futuro próximo.
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