¡SUS Y A ELLOS! (HÉRCULES Y SANTIAGO)
Ya el ingenioso Ernesto Giménez Caballero había anotado, mucho antes de que Sánchez Dragó escribiera su "Gárgoris y Habidis", que existía una misteriosa correspondencia entre el mito del Apóstol Santiago y el del héroe clásico Hércules, ambos muy vinculados entre sí por haber ejercido su patronazgo en diversas épocas sobre este suelo árido de patria corrompida que ahora llamamos Ex-paña.
Es más, los lugares más emblemáticos de la vieja piel de toro relacionados con Heracles (la isla de Hércules o Sancti Petri de Cádiz y la Torre de Hércules en La Coruña) volvieron a estar presentes durante la evangelización del Apóstol, que según la tradición se produjo en el año 36 d. de C. Ese año se produciría, por decirlo así, el relevo en las funciones como genio tutelar de los iberos del Hijo de Zeus, que esgrimía el mazo, al no menos belicoso a la hora de derribar por tierra a los enemigos de la Patria y de la Fe, el Hijo del Trueno, que esgrimía la espada cruciforme. Esa misma que figura en el rojo emblema de su Orden.
Desde el año 784 en que el Beato de Liébana lo llamara "cabeza refulgente de Hispania", el hijo de Zebedeo pasó a convertirse en el santo patrón de los españoles.
Sobre los mitos de Hércules y de Santiago me remito a otras entradas anteriores publicadas en el blog:
Aunque en el presente parezca que nos hemos quedado sin estos poderosos protectores, conviene no olvidar nunca de donde venimos. Sobre todo cuando desde las instituciones religiosas o seculares pretenden disfrazar las estatuas, antaño tan veneradas y reverenciadas, disimulándolas detrás de unas macetas o retirándolas vergonzosamente a un almacén, o editan ridículos carteles con un Apóstol asustadizo escondido detrás de un bozal y con un tic cobarde en un ojo.
"Santiago Matamoros". Catedral de Santiago |
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