DESENMASCARANDO A LOS LACAYOS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
Por fin alguien ha roto el silencio y se ha atrevido a decir alto y claro las verdades del barquero sobre lo que representa el Sistema del Arte a día de hoy. El valenciano Alberto Adsuara, artista, ensayista y crítico cultural, no se corta un pelo en su libro "Del Arte y su obsolescencia", y arremete contra el ecosistema del arte contemporáneo, cada vez más dócil y mendicante respecto al Estado. Llega a decir que los artistas son "unos lacayos que se venden por un plato de lentejas". Vamos, lo que ya se venía diciendo desde hace tiempo de la gente del cine y de la música, pero que nadie se atrevía a insinuar de los cachorrillos de las Artes Plásticas.
El autor no duda en afirmar que existe una sospechosa complicidad entre los artistas de hoy y el pensamiento dominante, algo que él atribuye a varias causas. Una de ellas es que el Arte se vació de sentido en la década de los setenta del pasado siglo, y lo que se ha hecho desde entonces no ha sido otra cosa que estirar la agonía.
Otra de las causas ha sido, según su punto de vista, que el auge de las nuevas tecnologías y las redes sociales ha permitido que se cumpla "por fin" el gran objetivo del Arte en los últimos doscientos años, es decir "democratizarse" y disolverse en la vida cotidiana, despejándose así la ecuación Arte=Vida. Pero en esto la que lleva la peor parte es la propia Institución Arte, porque los creadores auténticos que existen hoy en día tienen otros canales para llegar al público al margen del Sistema.
También habría que señalar la caída de Lehman Brothers como un antes y un después, que acabó con un período de vacas gordas en el mercado del arte. Adsuara advierte que esta crisis "inoculó un nihilismo que en lugar de despertar conciencias las ha ido adocenando". En su opinión nunca ha habido tanta alienación entre los artistas como ahora, y eso se debe a su aspiración infantil de querer mantener una aparente libertad creativa al mismo tiempo que "exigen" (suplican más bien) seguridad económica, a cargo del dinero público que administra "Mamá Estada".
Esta actitud mendicante ha quedado de manifiesto en los comunicados realizados durante el confinamiento, y que han utilizado la excusa del Covid para enmascarar una situación que se venía arrastrando desde hace años. En palabras del propio Adsuara, y no podemos estar más de acuerdo con él, los artistas contemporáneos no son otra cosa que una "excrecencia política". Y el llamado Sistema del Arte ya no es más que la correa de transmisión de la que se sirve el poder político para utilizar a sus mascotas artísticas.
Aunque me gustaría complementar y matizar estas reflexiones con otras de la artista, filósofa materialista y youtuber salmantina Paloma Hernández (la Paloma Pájaro del canal "Fortunata y Jacinta") quien lleva algún tiempo denunciando la corrupción ideológica en las artes. La madre de todas las corrupciones morales que rodearían al arte de hoy estaría, según esta autora, en que el llamado "Arte contemporáneo" lo admite todo a nivel técnico. Gracias al "todo vale" no es necesario ya tener un control sobre la tecnología o la técnica para ser considerado un "artista". Y en segundo lugar estaría el subjetivismo, el relativismo moral y el escepticismo cultural, algo que nos trajo la posmodernidad de los años 80 y que consagró como único valor de referencia el dinero. Pero que a la larga ha sido en realidad el paso previo(como se está evidenciando ahora mismo) para la imposición de unos nuevos valores, una nueva ética y unos nuevos derechos, más acordes con el transhumanismo o con lo trans a secas, y que son antagónicos a los que configuraron la cultura europea y occidental en los últimos dos mil años, por lo menos.
Según Paloma Hernández, el Arte contemporáneo admite todo a nivel técnico, pero es rigorista y autoritario a nivel ideológico, filosófico, político, etc. Y no sería en el fondo verdadero Arte, al conferir mucha más importancia a los aspectos políticos o ideológicos que a los aspectos técnicos, con lo que el arte pierde así su sustancia y razón de ser para convertirse en mera propaganda o fraude. Por ejemplo, hoy en día y merced a la ideología feminista dominante, basta con ser mujer (o sentirse tal) para ser considerada una gran "artista" sin más, independientemente de si la obra aportada es buena o es mala. Lo mismo reza para los que pertenecen a algún colectivo sensible o a alguna minoría etnocultural.
Creo que este enfoque clarifica aún más las cosas acerca de lo que se nos está viniendo encima, siendo esto de la cultura y el arte, conviene recordarlo, un aspecto colateral más del Gran Reseteo que nos están cocinando los que mueven los hilos entre bambalinas.
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