EL TINTÍN MÁS INSÓLITO (2): En el Congo y América
Tintín contemplando parajes exóticos |
Tras "Tintín en el país de los soviets" (1929) se empezó a publicar el año siguiente el no menos polémico "Tintín en el Congo", otra aventura en la que Hergé, siguiendo de nuevo las directrices marcadas por el abate Nobert Wallez, se dedicó a ensalzar el colonialismo belga y la labor evangelizadora de los misioneros en el África negra. La idea era fomentar la marcha de los colonos europeos hacia allá, porque empezaban a escasear por esas tierras. En general, reflejaba la opinión del ciudadano belga corriente del periodo de entreguerras, llena de tópicos y que veía a los africanos como unos "niños grandes", con un tono más paternalista que malintencionado.
Sin embargo este álbum es el que más invectivas ha suscitado porque, a diferencia del anterior, el autor sí decidió redibujarlo en 1946 para su posterior edición en color por Casterman, no sin algunas reticencias por su parte y añadiendo varias modificaciones a posteriori. Por ejemplo, se eliminaron las referencias a Bélgica y al colonialismo en una escena en la que Tintín enseña geografía a los negritos en la escuela. En su lugar, aparece dando una inocua lección de matemáticas. Acto seguido entra en la clase un leopardo cuyo dueño es un negro empresario de un circo neoyorkino. En la nueva versión se ha transformado en un cazador blanco que provee de animales a los zoológicos europeos.
Durante la década de los 50 este álbum cayó algo en el olvido y era difícil de encontrar hasta que se volvió a reeditar en los 70, tras haberse publicado en primer lugar (dato curioso) en una revista de Zaire. Por esas fechas, hacia 1975, realizó nuevos cambios a petición de un editor escandinavo, al que le parecía inadecuada para los niños la escena en la que Tintín revienta un rinoceronte vivo con dinamita, tras practicarle antes un agujero en el lomo. En la edición ecosostenible y revisada, que desde 2012 es también la "oficial" en España, el bicho logra escapar al habérsele disparado por accidente el arma a Tintín.
Con todo, ni aún así este cómic ha logrado superar en los últimos años los estándares de lo "políticamente correcto" y sus detractores woke se esfuerzan constantemente en cancelarlo por todos los medios posibles, acusándolo de "xenófobo" y apologista de la caza mayor y el maltrato animal. Pero de eso hablaremos más adelante.
Lección de patriotismo belga |
Hergé tenía 23 años cuando empezó a dibujar esta aventura y su estilo, muy espontáneo todavía, empezaba ya a madurar. Lo que sabía acerca de África era lo que podía leer en los escritos de los misioneros y en las novelas de caza de André Mauorois o escuchar de los relatos de los colonos. Por otra parte, pudo visitar el Museo colonial de Tervuren, donde se exhibían piezas traídas del continente negro, como el célebre traje del hombre-leopardo. En cualquier caso, no debe extrañarnos que recurriera tanto a los tópicos, oscilando entre lo infantil y lo grotesco, porque sus conocimientos de la región y de sus gentes eran más bien escasos; es por tanto muy improbable que pudiera crear una historia a la altura de "El corazón de las tinieblas" de Conrad, ni nada parecido.
Desde un punto de vista artístico, aún no había desarrollado su particular estilo (el que Joost Swarte denominaría como la "línea clara") pero se aprecia una mejora considerable en comparación con su anterior trabajo. En los dibujos de animales se nota un más que probable influjo del arte de Benjamin Rabier, que tendía a la caricatura y a la antropomorfización. Las representaciones también caricaturescas y estereotipadas de los personajes africanos son muy parecidas a muchas otras comunes en la prensa europea de fines siglo XIX y comienzos del XX (véase a Xaudaró) pero ni de lejos llegan a ser tan estrambóticas como las de algunos de los cortometrajes de Merry Melodies, realizados en plena Era Roosevelt. Siguiendo su tendencia a estilizar y simplificar los rasgos de los personajes, Hergé representaba a los negros con un aspecto a lo "blackface" (como el protagonista de "El cantor de Jazz") y este estilo fue bastante persistente a lo largo de su carrera como dibujante. Recordemos que en la actualidad se considera particularmente ofensiva y racista esta caricaturización de los negros, y se produjo cierto revuelo cuando el presidente canadiense Justin Trudeau de disfrazó de esa guisa. En sus versiones en color empezó a "corregir" algo estas figuras, pero no fue así en el caso de "Tintín en el Congo".
Desde un punto de vista artístico, aún no había desarrollado su particular estilo (el que Joost Swarte denominaría como la "línea clara") pero se aprecia una mejora considerable en comparación con su anterior trabajo. En los dibujos de animales se nota un más que probable influjo del arte de Benjamin Rabier, que tendía a la caricatura y a la antropomorfización. Las representaciones también caricaturescas y estereotipadas de los personajes africanos son muy parecidas a muchas otras comunes en la prensa europea de fines siglo XIX y comienzos del XX (véase a Xaudaró) pero ni de lejos llegan a ser tan estrambóticas como las de algunos de los cortometrajes de Merry Melodies, realizados en plena Era Roosevelt. Siguiendo su tendencia a estilizar y simplificar los rasgos de los personajes, Hergé representaba a los negros con un aspecto a lo "blackface" (como el protagonista de "El cantor de Jazz") y este estilo fue bastante persistente a lo largo de su carrera como dibujante. Recordemos que en la actualidad se considera particularmente ofensiva y racista esta caricaturización de los negros, y se produjo cierto revuelo cuando el presidente canadiense Justin Trudeau de disfrazó de esa guisa. En sus versiones en color empezó a "corregir" algo estas figuras, pero no fue así en el caso de "Tintín en el Congo".
En cuanto a la línea argumental, es muy simple aunque bastante entretenida, llena de situaciones arriesgadas y de gags, y se nota que los guiones los iba improvisando cada semana, a medida que iba publicando las andanzas del personaje.
Descubriendo las propiedades del caucho |
En 1930 hacía más de veinte años que el Estado Libre del Congo había dejado de ser la finca particular del desaprensivo rey Leopoldo II, quien durante algún tiempo hizo su fortuna con las extracciones de caucho rojo, que la esclavizada población nativa entregaba con su sangre. Los británicos (que también tenían trapos sucios en sus propias colonias) y los misioneros católicos, como el que aparece en la historieta de Tintín, denunciaron las atrocidades que cometían las compañías extractoras y la Force Publique, un ejército de negros dirigido por algunos blancos que perpetraban matanzas, mutilaciones y otras salvajadas por doquier, para procurar las cuotas de producción exigidas por el monarca belga. Debido a la presión internacional y a que el caucho había dejado de ser rentable, el astuto Leopoldo II vendió en 1908 el Congo al gobierno de Bélgica para que lo administrara, y aunque se suspendieron las matanzas y mejoraron bastante las condiciones de vida en general, creando escuelas, hospitales e infraestructuras, es cierto que se seguía explotando a la mano de obra nativa en las minas como las del uranio que se utilizó para enriquecer la bomba atómica de Hiroshima. La historia posterior a la descolonización ya es otro cantar, marcada por la inestabilidad, la caída de la esperanza de vida de la población por debajo de los 30 años, la violencia intertribal y generalizada, la dictadura atroz y cleptocrática de Mobutu, la "democracia" igualmente corrupta y los problemas derivados del tráfico de diamantes (esto último aparece reflejado en esta historia de Tintín).
Pero volviendo a los tiempos del colonialismo, y para ser justos, hay otro dato que no se debe pasar por alto: hasta esos mismos años 30 era corriente en Bruselas (y en otras ciudades del norte de Europa y durante las llamadas ferias internacionales) la vergonzosa exhibición en jaulas de africanos y otros "salvajes" en los llamados zoológicos humanos, un invento promovido entre otros por el empresario de circo alemán Karl Hagenbeck, que atraían a bastante público al parecer y que era similar a esas ferias itinerantes de los Estados Unidos, donde se mostraban a los indígenas supervivientes como si fueran animales. Curiosamente en Europa fue un tal Adolf Hitler el primero que los prohibió.
Atracción zoológica en la Expo58 de Bruselas |
Sin embargo, en fechas mucho más recientes, como en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, realizada un año antes de la independencia del Congo, se llegó a montar una "espectáculo etnológico" en el parque Heysel, en la que se exhibía una familia entera de africanos en sus "condiciones autóctonas", detrás de una cerca perimetral de bambú que los separaba de los curiosos. No está mal para una ciudad que presume de albergar en la actualidad al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
En comparación con estas repudiables prácticas de auténtico racismo, producto de la rapacidad capitalista y del darwinismo modernos, la ofensa que pudiera representar "Tintín en el Congo" resulta más bien insignificante, habida cuenta de que es poco probable que Hergé pretendiera incitar el odio contra los negros, sino que más bien su visión de entonces estaba influida por ese paternalismo bastante común en los medios conservadores y católicos de la época. Su propósito era fundamentalmente divertir al lector y no se le puede culpar por lo que hicieran el rey Leopoldo y otros compatriotas suyos. Por otra parte, este cómic constituye un excelente testimonio de cómo imaginaban los europeos que era la vida en el Congo en los años 30.
Y es que al parecer en un primer momento, antes de que empezaran a prestar oídos a los "ofendiditos", este álbum fue muy bien recibido por los propios congoleños y africanos del área francófona, lo que animó a Hergé a reeditarlo. Los problemas empezaron ya desde el principio con los editores ingleses (la típica hipocresía anglosajona) que se negaron a publicarlo por "racista". Pasaron 60 años hasta que en 1991 se editó por primera vez en inglés la versión en blanco y negro de 1931. Y luego hubo que esperar al 2008 para que le tocara el turno a la versión en color. Pero un año antes, un abogado británico de los derechos humanos se quejó a la Comisión del Reino Unido para la Igualdad Racial (CRE) porque había visto en una estantería de la sección infantil de una librería londinense ese cómic, donde aparecen los negros "como monos y hablando como imbéciles", y la CRE concluyó por calificarlo de racista y solicitando su prohibición. En la tierra de Charles Dickes, Rudyard Kipling o Roald Dahl esto estaba sentando un muy mal precedente.
Varios años atrás hubo también problemas con otro álbum, "Stock de Coque" (publicado originalmente en 1962) en el que se denunciaba el tráfico de esclavos negros que peregrinaban a La Meca, y que recibió duras críticas en "Jeune Afrique". Hergé hubo de corregir el lenguaje estereotipado de los africanos, tildado de "racista", en una nueva edición de 1967.
También en los Estados Unidos de Herman Melville, Jack London y Edgar Poe la Biblioteca de Brooklyn decidió relegar el álbum maldito de "Tintín en el Congo" a una sección reservada sólo para adultos y con cita previa, junto con las obras del Marqués de Sade y el "Mein Kampf". Lo propio hizo la Casa de la Cultura de Estocolmo en 2011, suscitando un debate en Suecia conocido como el Tintingate.
En 2007, un estudiante del Congo presentaba después de tanto tiempo una denuncia en Bruselas para que el cómic se prohibiera por "racista y xenófobo" (valga la redundancia) y por constituir un insulto al pueblo congoleño. Incluso en la India las Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA) emitieron una crítica pública que tuvo repercusión en las autoridades de aquel país.
¿No resulta algo exagerada y un tanto torticera esta campaña contra un cómic? En los últimos años organizaciones sorosianas están sacando un rédito político e ideológico con eso de la "cultura de la cancelación", pero en el caso particular de Hergé hay seguramente viejas cuentas pendientes que se quieren saldar y que ya iremos desvelando en las sucesivas entregas.
Tras combatir al comunismo en el País de los soviets, la siguiente aventura, "Tintín en América" (1932) constituye una fábula anticapitalista sobre la rapacidad norteamericana, la corrupción, la violencia y (¡oh, sí!) al racismo imperante en aquel país. Recordemos cómo también el cine de aquella época reflejaba la ola de criminalidad, entorno a la Ley Seca y al crack del 29, de las mafias y los gánsters de Chicago, y en esta historia aparecen por doquier, con Al Capone a la cabeza, intimidando a la policía o confundiéndose con ella y actuando con total impunidad.
Este tipo de organizaciones criminales aparecen como muy parecidas a las grandes empresas capitalistas, dirigidas por "hombres de negocios" y formando trust y sociedades anónimas que rivalizan entre ellos por adueñarse del monopolio de los asesinatos a sueldo y de los secuestros. "Tintín en América" se creó al mismo tiempo en que se iniciaba el proceso contra Al Capone, alias "Scar Face", por fraude fiscal. También coincide con el momento en que Europa empieza a acusar las consecuencias económicas de la crisis económica del 29 y de la Gran Depresión.
Fue la primera aventura de Tintín que tras aparecer en las páginas de Le Petit Vingtième, fue recopilado en formato libro por la Editorial Casterman, lo que le dio una gran difusión.
Además del problema de la delincuencia protagonizada por los sindicatos del crimen, Hergé denunció también muchos otros aspectos del modo de vida norteamericano como el alcoholismo endémico, las nuevas religiones neo-judeo-budo-islamo-americanas que dan los mejores dividendos, los residuos generados por el consumismo y los cementerios de coches, el mal gusto de los ricachones con sus castillos-fortaleza a lo Randolph Hearst o la fabricación industrial de comida basura en cadenas de montaje. En esta aventura Tintín visita una de estas fábricas que aplican el taylorismo a la industria alimentaria, los establecimientos Slift (inspirados en la cadena "Swift & Company" de Chicago) y está a punto de acabar convertido en salchichas al caer, mediante una trampa, en una de sus máquinas. En otra viñeta nos enteramos que esa empresa fabrica comida adulterada, utilizando toda clase de ingredientes (perros, gatos, ratones) para elaborar el pastel de liebre.
También se refleja en esta historia la fascinación de los europeos por otros aspectos característicos de la primera potencia mundial, como las ciudades que se levantan en pocos días, las construcciones titánicas (los rascacielos) y la tecnología omnipresente en la vida cotidiana, con las calles llenas de automóviles, etc.; pero siempre bajo una mirada escéptica. A Hergé nunca le gustaron demasiado los modernos Estados Unidos (lo volveremos a ver en "La Estrella Misteriosa") y siempre sintió más predilección por la vieja Europa y los países de Oriente.
Sin embargo esta vez Hergé se tomó mucho interés y se documentó más a fondo que para su aventura africana. Narrar una historia en la que aparecieran los indios, por los que sentía gran simpatía, era algo que le ilusionaba desde sus tiempos de boy scout. Para reflejar sus indumentaria y sus costumbres consultó la obra de René Thévenin y Paul Coze "Moeurs et histoire des peaux rouges". Para comprender el trasfondo de la Norteamérica moderna tuvo en cuenta las descripciones de un número especial de la revista satírica Le Crapouillot, y sobre todo el libro "Escenas de la vida futura" de Georges Duhamel, que también llamó la atención de Louis-Ferdinand Céline entre otros. Era esta una crítica virulenta del materialismo yanqui y del culto al dinero, del maquinismo deshumanizante y embrutecedor, del frenesí de la producción y de la loca ambición sin límites de aquel país, y una advertencia de lo que les esperaba a los europeos si seguían yendo por el mismo camino.
De todos modos, es cierto que aquí Hergé recurre bastante a los mitos ofrecidos por el propio cine americano de la época: el cine negro (gánsters, detectives) y el western (indios, vaqueros) situando la aventura entre la urbe de Chicago y una reserva india donde se esconde el jefe de un gang.
En el estilo gráfico y narrativo se aprecia mucho en esta historieta la influencia del lenguaje cinematográfico, con su ritmo acelerado y los efectos de cámara, que hacen evolucionar el encuadre a lo largo de las viñetas, como en la trepidante escena del ferrocarril. También comienza a emplear con más maestría la perspectiva, para representar los edificios de arquitectura fría y racionalista de las ciudades norteamericanas. Utiliza el contrapicado para resaltar la altura de los rascacielos, símbolos de poder y de progreso.
Viñeta original de 1931 y retocada para la edición norteamericana de 1973 |
Pero a pesar de esa influencia cinematográfica, a diferencia de las películas hollywoodienses de la época Hergé toma partido a favor del pueblo indio, condenado ya a extinguirse en las reservas. Habría que esperar a "Fort Apache" (1948) de John Ford para descubrir tímidamente en el cine alguna alusión a los abusos sufridos por los indios de Norteamérica. En cambio en "Tintín en América" resulta evidente la simpatía del autor por ellos en una escena en que, tras descubrirse un pozo de petróleo, son brutalmente desalojados de las tierras que ocupaban por el ejército a punta de bayoneta.
También hay alusiones a los linchamientos arbitrarios de negros en las comunidades rurales del sur siempre que sucedía algún delito, y a la posición bastante marginal y subordinada que ocupaban (y siguen ocupando) estos en la sociedad americana.
Este álbum sería redibujado posteriormente en 1946 para ser editado en color, perfeccionando su estilo y modificando algunos de los detalles. Pero los cambios más importantes se introdujeron tras publicarse por primera vez en los Estados Unidos, en 1973. La escena del desalojo de los pieles rojas estuvo a punto de ser suprimida por sugerencia de los editores, y se cambiaron algunas viñetas por contener "elementos no acordes". Se trataba de las escenas en que aparecían afroamericanos, pero no tanto por tener un aspecto a lo "blackface" sino, curiosamente, por compartir la viñeta con los blancos. Tras el conflicto por los derechos civiles y acabar con la segregación al menos en el plano jurídico, persistía una atmósfera de racismo en la sociedad norteamericana incluso más exacerbada que antes, y eso despertaba el rechazo , especialmente en los estados sureños, de este tipo de representaciones en los cómics. Hergé transigió con estas exigencias de los editores norteamericanos y procedió a blanquear a algunos personajes, pero sin embargo conservó una viñeta en la que un sheriff ebrio escucha en la radio como el día anterior habían sido linchados 44 negros.
Ahora, en esos mismos Estados Unidos tan criticados por Hergé, hay wokes que van dando lecciones a los demás y se rasgan las vestiduras, intentando prohibir "Tintín en el Congo" y, por qué no, si les dejan "Tintín en América" también.
La Ley de Lynch a todo gas |
CONTINUARÁ....
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