martes, 20 de junio de 2017

EL ARCO IRIS, LA MONARCA Y LA SERPIENTE


Existe un curioso retrato de Isabel I de Inglaterra, pintado hacia 1600 por Isaac Oliver, que presenta un simbolismo muy extraño. Incluso para la época en que fue creado, el Manierismo, en la que había gran profusión de representaciones alegóricas, algunas bastante extravagantes, de los poderosos como las que pintara Arcimboldo de Rodolfo II, por ejemplo. Pero en el caso de la siniestra reina bruja Jezabel (como era apodada por nuestros compatriotas de antaño) el artista logró un resultado enigmático que da que pensar. Vemos a la monarca de la Pérfida Albión, protectora de piratas y cabeza de la Iglesia Anglicana, ataviada con una túnica estampada con multitud de ojos y de orejas (como el Big Brother, que todo lo ve y todo lo oye) y sujetando con la diestra el arco iris. Va acompañada del lema "Non sine solis iris" (sin el Sol no hay arco iris). Y para rematar vemos, sobre el  brazo que cuelga, una serpiente enroscada con una diadema que puede estar bordada sobre la blusa o bien, si esta última fuera transparente, ir tatuada sobre la macilenta piel de la hija del monstruoso Enrique VIII, igual que acostumbran a llevar las femidiotas actuales.
Aunque se haya querido ver aquí una caracterización de la reina como Astrea, la diosa virgen que portaba los rayos de Zeus, toda la parafernalia que exhibe esta Drag Queen de los Tudor apesta no poco a brujería, como la que practicaba su astrólogo y nigromante particular, John Dee. Igual la susodicha Jezabel pertenecía a una estirpe de reptilianos, como esos que se mencionan en los círculos conspiranoicos.
En todo caso, este es un buen pretexto para iniciar una disertación sobre el significado y la perversión o inversión que están sufriendo algunos símbolos tradicionales, como por ejemplo el del arco-iris.

Resulta lógico que un espectáculo tan bello y  misterioso como el del arco iris no haya dejado indiferente a la humanidad, y que la mayoría de las tradiciones a lo largo de los siglos lo hayan recogido en sus mitos. En el poema de Gilgamesh se habla del arco con el que Marduk disparó flechas al cielo para provocar el Diluvio. También se lo relaciona con el Diluvio en el Génesis, siendo la señal de la alianza de Elohim con y los descendientes de Noé (los hombres) y los seres vivos. Curiosamente, en otro continente los mayas aluden a él en relación también con el  mito del Diluvio. En la mayoría de las culturas se lo compara con un arco, un puente o una serpiente de fuego, y se le ve como una señal de buen augurio o un comunicador entre dos mundos, el de los hombres y el de los dioses. Así la mitología escandinava lo llama Bifröst, el puente que une el Midgard con el Asgard. Para los antiguos chinos también representaba la unión de cielo y tierra y el anuncio de cambios, que podían ser favorables o desfavorables.

El arco iris después del Diluvio

En el arte occidental cristiano aparece representado en escenas del final del Diluvio, pero sobre todo del Apocalipsis, en la visión de Jesucristo como Majestad inspirada en el libro de Ezequiel, envuelto en una mandorla mística que en realidad representaba el arco iris, el trono en el que Dios se sentará en el Día del Juicio Final. De estas imágenes del Románico, en las que apenas se reconoce el arco iris y no se tenía muy claro el número ni el orden de los colores, se pasó más tarde a representaciones mucho más realistas como la de Memling, en la que vemos una observación bastante precisa de este fenómeno luminoso. Y eso fue antes de que Antonius de Demini y luego sir Isaac Newton escribieran su teoría de la luz (este último estableció una analogía entre los siete colores del espectro y los siete días de la Creación del mundo, y las siete notas musicales). En resumen, que el simbolismo del arco iris predominante en Occidente en el pasado era de caracter escatológico, ya fuera en referencia al primer intento de destrucción del mundo por Dios (el Diluvio Universal) o a la definitiva Hecatombe anunciada por San Juan.


Detalle del Juicio Final de Hans Memling (1466-73)


Pero ese caracter dúplice del arco iris, de existir a la vez en dos mundos o dos planos de la realidad, lo ha convertido también en un signo de la magia. La tribu de los aranda en Australia lo pintan como una serpiente multicolor que representa el "Tiempo del Sueño", en el que los espíritus de sus antepasados dieron forma al mundo. Es un símbolo que también se usa en la magia negra, la santería y el vudú. Y a su vez muchos "espiritualistas" y ocultistas, desde los masones y rosacruces en adelante, han tenido predilección por este símbolo, que para ellos marca el camino de la "iluminación".  Es el caso de los teósofos, como la impostora Helena Blavastky, quien consideraba a Lucifer como el emblema del Logos (la serpiente), la vida, el pensamiento, el progreso... y que tanta influencia han tenido en la nueva espiritualidad postcristiana y californista, y en fenómenos como el movimiento hippy o la New Age.

Hablando de teósofos, uno de ellos, el norteamericano L. Frank Baum, escribió hacia 1900 un famoso "cuento de hadas", El Mago de Oz, que según algunos encierra en realidad  una especie de enseñanza teosófica. La historia nos es más familiar gracias a su versión cinematográfica de 1939, incluida por la Unesco en su programa Memoria del Mundo, en la que la pequeña Dorothy interpretada por Judy Garland cantaba la dulce tonadilla "Somewhere over the rainbow" (En algún lugar sobre el Arco Iris) todo un himno para lo que luego sería el activismo gay. El mensaje oculto del relato de Baum vendría a ser la búsqueda de la "iluminación",  a través del sendero de baldosas amarillas (un préstamo del budismo) que conduce a la ciudad Esmeralda, por parte de la lider perroflauta Dorothy, su inseparable Totó y un grupo de colegas flipados, tan diversos como ambigüos. En su odisea por un mundo de colorines, parecido a una ensoñación psicodélica con enanitos verdes y todo (la alusión a las drogas es constante a lo largo de esta historia "infantil") conocen a dos brujas buenas y dos brujas malas, y al final de su camino se encuentran con el presunto Mago de Oz, que resulta ser un farsante, un ilusionista que vive de engaños. Según la teosofía este  Mago no es otro que el Dios tradicional del heteropatriarcado, un dios falso que debe ser reemplazado por una nueva espiritualidad.


Los personajes del Mago de Oz, desfilando con orgullo

A pesar de esa apariencia luminosa y risueña, la película (como el cuento) tiene su lado oscuro. Incluso hay quien la considera una película maldita, por la cantidad de accidentes y fatalidades que rodearon a su filmación. Por lo visto a la pobre Judy Garland, que además habría sufrido abusos sexuales durante el rodaje de la película, la suministraron drogas y barbitúricos para que aguantara más el ritmo de trabajo. Como consecuencia, terminó enganchada a las drogas durante el resto de su corta y trágica vida. Hubo algún caso más de suicidio vinculado a esta película; incluso hay quien afirma que durante el rodaje un extra se ahorcó, y que puede verse su sombra en una de las secuencias...
Pero lo más escalofriante y siniestro es el uso que se ha hecho del filme por ciertos servicios de inteligencia, empleando tácticas de lavado de cerebro muy parecidas a las que el Viejo de la Montaña acostumbraba a utilizar en su día con sus hashasin.  El hecho cierto es que esta película y la música que la acompaña se utilizó (o se sigue utlizando) por la CIA en sus programas de control mental (el MK Ultra o proyecto "Mariposa Monarca") para someter la voluntad y fabricar esclavos que obedezcana sus órdenes (ya sea cometer atentados, servir de esclavas-os sexuales, etc.). Estas técnicas emplean la hipnosis, siendo el arco iris un potente dispositivo para este fin, y ciertas canciones como la de Judy Garland,  por su caracter disociativo. Y por supuesto, se emplean drogas, como la heroína, para relajar y manipular al sujeto del experimento (el campo de amapolas, donde descansa Dorothy) o la cocaína, para activar al durmiente (Dorothy despierta al sentir el contacto con la nieve). Se trata de entrar en los cerebros de la gente, y desde ahí manipular sus sueños y sus deseos inconscientes.


Ayida Wedo, la diosa vudú del arco iris

Una frase de Dorothy resulta muy elocuente: "el lugar donde nacen los sueños , es el lugar donde la realidad desaparece y la irrealidad se torna visible"... engañando al espectador, un punto en que los sueños se convierten en pesadillas.
Otra película más reciente "Eyes wide shut" u "Ojos bien cerrados" (1999) de Kubrick, parece abordar  este tema de la manipulación mental por parte de los poderosos illuminati que gobiernan en las sombras y organizan en secreto sus orgías satánicas con esclavas "programadas". En ella no faltan las referencias constantes al arco iris, con tintes más bien siniestros.Anteriormente, en la "Naranja Mecánica", del mismo director, se encuentran claras alusiones al proyecto MK Ultra.
Y ahora bien, ¿cómo se convirtió el arco iris en el emblema activista que conocemos hoy?
Ya en 1921, organismos masónicos como la Alianza Cooperativa Internacional empezaron a utilizarlo, como también el grupo judeoamericano Bene Ohr ("Los hijos de la  Luz") pero no fue hasta los años sesenta que el símbolo cuajó en los movimientos por la paz y el desarme nuclear. A los siete colores, ordenados a la inversa se añadió por encima una franja blanca. Costumbre extraña esta de invertir los símbolos, porque también el "signo hippy" de la paz, diseñado por Gerald Holton en 1958 y que algunos, llevando la especulación satanista un poco lejos, han llegado a identificar con la cruz rota o invertida de Nerón, no es otro que la runa de la Vida y Nacimiento (Lebensrune) puesta boca abajo. Se puede interpretar también como un hombre con los brazos colgando, que en el lenguaje del semáforo forma las iniciales ND (Nuclear Desarmament). En ambos casos, bandera o signo, se trata sin duda de expresiones de la desolación y el miedo ante la posibilidad de un apocalipsis nuclear durante la "guerra fría".

Símbolo del ND

De estos movimientos pacifistas y por la  unidad del planeta salió la bandera gay, bordada en 1978 por el californiano Gilbert Baker, oriundo de Kansas, como la niña Dorothy del Mago de Oz. De hecho la canción "Somewhere over the rainbow" fue una de sus fuentes de inspiración. Lo que más sorprende en esta bandera es el número de colores, que ni en la versión original ni en la definitiva corresponde con el tradicional siete. Al principio iban a ser ocho (añadiendo el rosa que simbolizaba el sexo, y el turquesa, identificado con la magia) y al final se quedaron en seis: los tradicionales, cada uno simbolizando una cosa diferente, excepto el azul celeste que fue suprimido, según se dice que para abaratar costes. El caso es que el número seis descristianiza del todo el símbolo (que antes representaba los días de la Creación) además de estar asociado a la magia negra, el satanismo, la cábala y otros fenómenos ocultistas. Supuestamente ahora esta bandera pasa a significar la diversidad de tendencias que pueden entrar en el abanico gay, que luego se autodenominó como LGB (lesbianas, gays y bisexuales) y poco a poco ha ido aumentando las siglas hasta llegar a ser  también seis (LGBTIQ: además de los anteriores,  los transexuales, intersexuales y queer o raros, que no se incluyen en ninguno de los otros apartados).
Aunque nunca se sabe, no es probable que aumenten el número de siglas hasta el infinito ya que, además de resultar ya de por sí bastante ridiculo, se echaría a perder el efecto de simetría con el número de colorines de la bandera.
Y con esta predilección por el número seis volvemos a lo que decíamos al principio sobre la teosofía, el luciferismo y su incidencia en la new age y las ideologías mundialistas actuales, que actúan a través del poder político, las finanzas y muchas ongs.


Guiños gay del ayuntamiento de Vigo
 











A nadie se le escapa que las autoridades y organismos internacionales miman y halagan a estos colectivos, sufragando además toda clase de costosos eventos donde ellos son los protagonistas ¿Se trata de promover unas tendencias como esas por un puro afán satanista de invertir el orden natural de las cosas? Puede ser, pero las razones de esta  conspiración  de illuminati tal vez sean la de organizar una especie de utópico Mundo Feliz, y "resolver" de paso un problema bastante peliagudo. Supuestamente en 1959 el "Informe Iron Mountain sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz" fue encargado por el Secretario de Defensa de los USA Robert Mc Namara para alertar sobre el preocupante aumento de la población mundial, aconsejando unas medidas drásticas para su reducción. Ante el debate sobre su autenticidad, Leonard Lewin lo volvió a publicar en 1996, afirmando que había sido él el autor, pero sin convencer a nadie de su autoría ni acabar de demostrar su presunta falsedad.. El tratamiento que en el informe se daba para evitar la enojosa alternativa de las guerras, era fomentar el aborto, la eutanasia,  la homosexualidad y nuevas enfermedades de laboratorio, como medidas para controlar la población. Desde la izquierda, la Escuela de Frakcfurt y derivados apuntaban en la misma dirección. Así, organismos como el Instituto Tavistock de Relaciones Sociales, UNICEF o la ONU aconsejaron adoctrinar a los niños en la ideología de género, esperando que para el 2030 la mitad de la población del mundo sea homosexual y "pacífica".
Claro que esto no se puede hacer con igual intensidad en todo el planeta, siendo occidente el que se lleva la peor parte. Al islam nunca le han preocupado los controles de natalidad, más bien al contrario, pretende expandirse gracias al vientre de sus mujeres o las del vecino. La Rusia de Putin rompió hace años la baraja y puso las cartas boca arriba, y lo mismo parece que está pasando ahora en los Estados Unidos de Trump. Sólo queda la Unión Europea, con una natalidad en picado, para aplicar a rajatabla la doctrina de la ONU y cía, formateando las mentes de sus ciudadanos "libres", para convertirlos en mansos borreguitos, prestos a ser sacrificados por el rito Halal.
Todos sabemos que, pese al buenismo pacifista que inspira a nuestros políticos, las guerras no han disminuido sino que han aumentado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y la tensión parece que va a ir a más en los próximos años, porque por encima de todo prevalecen los intereses económicos y el dominio sobre el petróleo (véase el caso de Siria).
Por eso, a menudo las utopías se convierten en terribles quimeras, que lejos de mejorar las cosas las empeoran. Habrán podido crear unas cuantas generaciones de cobayas a su gusto, que sabrán cantar a coro el "Imagine", pero ante el escaso porvenir que le queda al mundialismo, lo que se avecina es un futuro incierto y presiento que belicoso, que no pinta precisamente de color de rosa.


Portada del disco "Dark side of the moon" de Pink Floyd




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