DEL PAVOROSO REINO DE LAS HADAS
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"The Fairy Feller's Master-Stroke" por Richard Dadd (1855-64) |
En 1904 se publicaba "The White People", un cuento escrito seis años antes por el galés Arthur Machen, y considerado por algunos como una de las cumbres de la narrativa fantástica y de terror. En él, durante una conversación sobre la naturaleza del Mal, un amigo le presta al otro un librito verde, que contiene en realidad el diario de una niña recientemente fallecida. En él, con un tono inocente e infantil, como si de un cuento de hadas al revés se tratara, la cría va contando lo que ha visto y aprendido por medio de su nodriza: una serie de revelaciones extrañas y de "encantamientos" siniestros. Con asombro no tardamos en descubrir que lo que la chiquilla nos está describiendo es su iniciación en la magia negra y la brujería, y que esas experiencias guardan estrecha relación con su prematura muerte...
Así Machen, lejos de los convencionalismos de su época, nos revela un vínculo siniestro entre el mundo de las hadas y el de las fuerzas oscuras y hasta terroríficas de la naturaleza. Un vínculo conocido universalmente desde la más remota antigüedad, presente en forma de relatos orales, y que luego se fue transfiriendo a obras literarias tan adultas como El Asno de Oro de Apuleyo o Las Mil y Una Noches, en su versión original y sin censura. Presencias de las que se ocuparon también algunos filósofos y alquimistas como Paracelso, quien intentó someter por la magia a los que él denominaba "seres elementales".
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Ilustración para "Alice´s Adventures in Wonderland" de John Tenniel |
Ese
vínculo la sociedad victoriana lo había olvidado por completo y sus
escritores, siguiendo la tradición de los "preciosistas" franceses del
XVII, de los hermanos Grimm y de Andersen, habían infantilizado esta
clase de relatos, intentando además darles un toque moralista y puritano, lo que
los alejaba aún más de su carácter originario. El moralismo victoriano aún sobrevive en aquellos que consideran antipedagógicos algunos relatos de los Grimm por conservar, fieles a las fuentes orales, algún atisbo terrorífico o macabro; o en quienes se empeñan en adaptar hoy en día los cuentos tradicionales para niños a los postulados de la teoría de género, el multiculturalismo y similares. La excepción a esta corriente moralizante del XIX sería la
Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, que de cuento de hadas no tiene más que la apariencia, siendo más bien un relato satírico que combina elementos
del nonsense y del mundo al revés, a la manera de los Viajes de
Gulliver de Jonathan Swift.
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Cuadro de Moritz Von Schwind
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Pero Machen recordó a sus lectores que, en su origen oral, las fábulas y los cuentos de hadas estuvieron destinados de forma principal a un público adulto, y que recogían enseñanzas y misterios de antiguas creencias paganas, condenadas y prohibidas posteriormente por brujeriles. Los románticos ingleses y alemanes habían redescubierto además de a Shakespeare, cuya fascinación por el folclore relacionado con estas criaturas es innegable y se puede rastrear en algunas de sus obras, otras fuentes literarias antiguas y exóticas, y tradiciones orales, que se relacionaban con el mundo feérico. Estas influencias alcanzaron a la pintura de principios del XIX antes incluso que a la literatura propiamente dicha. En las Islas Británicas hubo varios artistas que declararon haber sido inspirados por las hadas, empezando por el visionario William Blake, precursor de los cómics de superhéroes, con sus personajes flotando y levitando en un espacio totalmente arbitrario, que parece desconocer las leyes de la gravedad. Él representaría la danza de las hadas en escenas de apariencia inocentes, pero en las que de vez en cuando se asomaba alguna criatura inquietante, como el espectro de una pulga que aquí reproducimos.
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"Espectro de una pulga" (1819) por William Blake |
En Inglaterra también recaló el suizo Johan Heinrich Füssli
, otro pintor de temática oscura y "gótica" como diríamos ahora. En centroeuropa, en concreto en Austria, se desarrollaría poco más tarde un género que podría denominarse "pintura de cuentos de hadas", y que estaba representado por artistas como Moritz Von Schwind. Al igual que Blake, Füssli se inspiraba en la obra de Shakespeare y en su vertiente más
feérica. Resultan inquietantes algunos de sus cuadros dedicados a
Tatiana, la reina de las hadas, comparables a las pesadillas de Goya, donde aparecen criaturas con alas y
cabeza de polilla y cuerpo de persona, o el retrato de Píramo con la
cabeza de burro.
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"El despertar de Tatiana" (1794) por Füssli |
Blake y Füssli encabezan la serie de artistas excéntricos y bastante chiflados, que tan pródigamente se han dado en las Islas Británicas. El prerrafaelismo, una escuela de pintura inspirada en los nazarenos alemanes, recuperó los temas medievales y célticos, y las referencias a la materia de Bretaña y al mundo de las hadas. El artista más enigmático y a la vez más demente de aquel movimiento fue sin duda Richard Dadd (1817-1886). Hijo de un farmacéutico de Kent, realizó siendo joven un viaje al Oriente en 1842, en compañía de sir Thomas Phillips, quien le había encargado que ilustrara el itinerario. Allí sufrió un trastorno de personalidad mientras navegaban por el Nilo, parece ser que por el consumo abusivo del kif, y terminó creyéndose bajo el dominio del dios Osiris (también el mago Aleister Crowley tuvo visiones en El Cairo, donde un demonio le dictó El Libro de la Ley). Al regresar a Inglaterra con 27 años, los médicos diagnosticaron que Richard sufría una simple insolación. Pero una noche paseando por el bosque de Cobhan con su padre, le abrió la cabeza a este último de un hachazo. Además le asestó varias cuchilladas en el corazón y descuartizó el cadaver, antes de abandonarlo en una zanja.
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Detalle de “The fairy feller’s master-stroke”de Richard Dadd |
Este auténtico psicópata anglosajón intentó huir, pero lo atraparon en Francia cuando se disponía a degollar a un turista; por lo visto había escrito una lista negra de víctimas a liquidar, entre ellas a otros artistas rivales suyos, y al mismísimo Papa de Roma.
Como consecuencia fue encerrado en el manicomio de Bethlem y en el de Broadmoer, donde pintó diversas telas, siendo la más célebre “The Fairy Feller’s Master-Stroke” (traducido por algunos como "El Golpe Maestro del Leñador Duende") un pequeño cuadro de 54 x 40 cm, cuya ejecución le llevó casi diez años y que se conserva en la Tate Gallery de Londres. La composición sorprende no sólo por su abigarrado aspecto, un pedazo de campiña poblada por toda clase de figuras diminutas que nos miran con ojos inyectados de odio, sino por el extraño efecto que logra su detalle minucioso y realista pese a lo fantástico del tema (a la manera de los prerrafaelitas) combinado con una perspectiva engañosa, llena de tensión tridimensional y cambios de escala claustrofóbicos.Da la impresión que nos asomamos a través de una ventana a otro mundo, un mundo hechizado que espera eternamente, como comentaba
Octavio Paz, el golpe del protagonista sobre la castaña que los libere de su encantamiento. No resulta difícil relacionar a este personaje con el propio Dadd y su acto parricida. También el cuento de
Machen termina con los aldeanos destruyendo a martillazos una estatua romana de mala reputación, escondida en un bosque de Gales, y a cuyos pies encontraron el cadaver de la niña aprendiz de bruja.
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"Escena de Bacanal" (1862) de Richard Dadd |
Enlace entre el prerrafaelismo y el decadentismo sería el pintor Burne-Jones, quien guió los primeros pasos del ilustrador
Aubrey Beardsley, contemporáneo de
Machen, que también gustaba de interpretar los temas féericos con un toque maligno. Los gustos del público literario selecto estaban cambiando, y debe recordarse que "Otra vuelta de tuerca" de
Henry James se publicó en 1898. Tanto James como Machen rechazaban el cuento clásico de fantasmas como el espiritismo tan en boga en aquella época, pero mientras que el primero convierte su historia en un drama psicológico, el segundo explora nuevas formas de terror que son a la vez más arcaicas y sobrecogedoras. Otro dibujante contemporáneo de Machen, y relacionado como él con ciertas sociedades secretas, fue el enigmático
Austin Osman Spare, quien practicaba el dibujo automático para representar a los que él llamaba "elementales de la tierra" (algo así como los duendes y las hadas) que, en teoría, resultaban fáciles de someter por el mago. Las imágenes que llegó a captar con su método resultan también bastante inquietantes.
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Dibujo automático de Austin Osman Spare |
Otro artista de las islas que aún siguió pintando y escribiendo sobre las hadas algún tiempo después fue el irlandés Æ, abreviatura de Aeón, seudónimo de G. W. Russell (1867-1935). Como muchos de sus paisanos irlandeses y escoceses, entre ellos sir Arthur Conan Doyle, era un convencido defensor de la existencia de las hadas y otros entes similares. Él supo representarlas en muchos lienzos con un estilo evocador (que recuerda algo a Odilon Redon y a Moreau) que puede entenderse dentro de la corriente céltica y nacionalista irlandesa de su tiempo. Aquí se nos muestran unos seres espirituales (no se sabe si benignos o malignos) envueltos de un aura mística y paganizante, que precede con bastante antelación las visiones de los hippies y de los adeptos a la New Age. Desde los años sesenta, la apertura de las "puertas de la percepción" y un cándido ecologismo sahumado con aroma de marihuana, hizo que cobrara nuevo interés el tema de los elfos, las hadas y los gnomos. Lecturas como "El Señor de los Anillos" han influido desde entonces durante generaciones en la manera de entender estos mitos, que por lo general se ven como una forma más de entretenimiento de consumo. Poco antes de la revolución hippy, Jacques Bergier y Louis Pauwels habían escogido el prólogo del "Pueblo Blanco" de Machen para un capítulo de su libro "El Retorno de los Brujos . ¿Tal vez una advertencia para los futuros aprendices de brujo (y de bruja) que vendrían después?
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Obras de G.W.Russell |
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