LOS ARCHIVOS DE DAGGA-RAMBA
Aunque sea un hecho desconocido para el gran público, nuestro Gran Líder Dagga-Ramba viene desarrollando su labor bienhechora de "limpieza artística" desde hace varios lustros. Sus acciones altruistas, debido a los vaivenes de la política, las tuvo que desempeñar en su juventud en la más estricta clandestinidad, al mando de un selecto grupo de "askaris", leales y disciplinados hasta la muerte, que atados por juramentos de sangre estaban dispuestos a ejecutar las órdenes del Caudillo en cualquier rincón del planeta donde fuese necesario.
A partir de los años sesenta, cuando la moda del "conceptualismo" empezó a hacer estragos en el panorama de las artes, nuestro invicto Comandante no pudo permanecer indiferente, y se vio obligado por un imperativo moral a intervenir, enviando a sus fieles sicarios a poner orden en aquel sindiós.
Por desgracia, la enfermedad del arte contemporáneo era ya por entonces un fenómeno harto extendido, y de una envergadura tal que sobrepasaba los escasos medios de los que disponía el Movimiento Daggarámbico en su lucha en solitario.
Por ello, y a pesar de la enorme actividad desplegada con energía por nuestro bien amado Jefe, en pro de un mundo mejor y menos corrupto, no se pudo contrarrestar el tsunami de porquería y estulticia que ha terminado por tragarse a las artes, y así estamos como estamos actualmente.
Ojalá que ahora, cuando el arte contemporáneo ha llegado a lo más bajo que se puede llegar, vuelva a resurgir la Causa con más fuerza que nunca, y escuchen las masas la voz del Gran Líder y le otorguen la fuerza necesaria para cumplir con su Misión de saneamiento.
Vamos a rescatar del pasado una de las intervenciones más gloriosas realizadas por un comando de "askaris" de Dagga-Ramba en sus comienzos, y que sirvió al menos para quitar de circulación a un orate enfermizo que amenazaba con llenar con sus inmundicias el orbe entero si alguien no le paraba antes los pies. Nos referimos, por supuesto, a Piero Manzoni.
Foto publicada en la revista "Lápiz", número extra de verano, dedicado al "arte excremencial" |
Procedente de un pais como Italia, que después del Renacimiento se ha echado a la bartola y apenas ha aportado al panorama artístico nada relevante ( a no ser algunos músicos organilleros al estilo de Verdi o Puccini, y algunas películas soporíferas del neorrealismo de posguerra), el tal Manzoni no era más que un sinvergüenza con aspecto de mentecato que empezó abrazando la corriente conceptual que requería menos esfuerzo por parte del "artista", es decir el Minimalismo.
Pero por lo visto pronto se cansó de hacer las mismas chuminadas que el resto de sus correligionarios (a base de telas arrugadas enmarranadas con yeso, o de hacer pintadas con colorines fosforescentes, cosa que ya había "inventado" antes Yves Klein ¡cuánta originalidad!), y decidió que tenía que labrarse una reputación entre sus colegas, o sea que tenía que hacer alguna cafrada por la que fuera recordado.
Siguiendo la bonita máxima de otro lunático, Kurt Schwitters "todo lo que escupe el artista es arte", decidió que todas las inmundicias que salieran de su cuerpo (su firma, su asqueroso aliento a ajos crudos napolitanos, sus babas , mocos, cacotas, pis, ventosidades, etc.) eran obras de arte.
Esto no era nuevo tampoco, pues medio siglo antes Marcel Duchamp ya había "ironizado" sobre los aspectos mágicos del arte, en el sentido de que convertir un objeto cualquiera en cosa artística era un acto de voluntad del artista, el único capaz con su firma de realizar esa "transfiguración". Pero lo que en Duchamp era la sutil humorada de un chevalier entregado al dolce far niente, en Manzoni que era un sujeto más bien escatológico (por no decir guarrillo) la cosa se salió de madre; y así se aseguró un puesto en los anales del "conceptualismo" ese.
No se me ocurre un símbolo mejor del arte contemporáneo que este |
En 1961 se pegó un atracón de tortellini, raviolis y toda clase de guarrerías italianas y, tras hace sus necesidades introdujo el producto escatológico recién obtenido en unas 90 latas de metal de 5 cm de alto x 6,5 cm de diámetro, que etiquetó como "Mierda de artista" en varios idiomas. Luego las vendió a peso de oro y hoy en día estas maravillas se pueden contemplar en los santuarios del arte contemporáneo como el MOMA de Nueva York, la Tate Gallery de London, el Georges Pompidou de Paguí y el Museu d'Art Contemporani de Barçelona, para que todos los conversos al conceptualismo mundial puedan ir a rendirles culto...
Por supuesto, algunas de estas latas han reventado por la expansión de los gases, vertiendo su inmundo contenido, pero eso no parece haber desanimado a los coleccionistas del "buen arte", que recientemente (2007) han llegado a pagar por una de ellas unos 124.000 eurucos del ala. Y esto, lamentablemente, ocurre mientras hay gente que se queda sin casa o no les llega ni para comer...
Entusiasmado con su brillante "ocurrencia", este engendro hubiera seguido endosando sus cagadas a diestro y siniestro por todo el orbe, si no fuera porque en 1963 la palmó -según la versión oficial- de un infarto de miocardio.
Coincidencias de la vida, unos pocos días antes de este trágico suceso, el gran Manzoni recibió en su estudio-cagadero la visita por sorpresa de un grupo de "askaris" admiradores de su talento, que deseaban colaborar con él en una obra monumental. Tenían preparada al efecto una enorme lata de conserva de 20 metros de altura x 24 metros de diámetro para que el señor M la llenase con lo mejor de si mismo. Para ayudarle a sacar todo el arte que llevaba dentro, los "askaris" le invitaron a beber por un embudo unos cuantos hectolitros de aceite de ricino de garrafón.
Se desconoce el paradero de la artística lata. Lástima, porque seguramente ahora valdrá una fortuna.
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