martes, 27 de mayo de 2025

VOLVERÁN LOS OSCUROS BROTES VERDES...


Y en llegando la alborada, avivé el seso, y escalando muy trabajosamente, subíme a la cima de un monte que algunos llaman del Gallinero, y desde aquella cima escarpada y pedregosa me encaramé, bajé la vista, y vi lo que vi.
 Y cuando las brumas que me rodeaban se hubieron disipado, contemplé acongojado una enorme devastación donde antes se erguían, orgullosas, muchas torres de hormigón y de cristal, y ascensores de veinte plantas, rotondas, dinosetos y zonas humanizadas, y coronándolo todo, en lo más alto, un extraño ídolo plateado de un demonio submarino, mitad hombre y mitad aborto del infierno, muy espantoso de ver. 
Y vi que aquel horrible simulacro y  abominación, que despertaba la justa cólera de Dios, yacía ahora derruido por los suelos, y que a su alrededor yacían también muchas otras maquinaciones execrables y abominables, creadas para apartar el alma de los hombres de la contemplación de su creador y para alimentar la vanidad de los políticos, los ricos y los poderosos.
De los cochazos de lujo y los aviones, que antes eran tan ruidosos y arrogantes y ensuciaban el aire con sus estelas químicas, no quedaban ya más que amasijos de metal, estampados sobre el frío asfalto, y retorcidos en formas esperpénticas.
Ni rastro vi de los impíos habitantes que antes pululaban por las calles de aquella Sodoma, con un trasiego interminable de almas atormentadas y posesas, con la mirada pegada a las pantallas de sus teléfonos móviles; ya no se supo más de ellos. En su lugar, campaban a sus anchas las alimañas del campo y las bestias salvajes de los bosques, dándose caza las unas a las otras, para que continuara su curso el eterno ciclo de la Naturaleza despiadada. Vi aquel erial  convertido ahora en morada de panteras, de sátiros y de avestruces.
Esto fue todo lo que quedó de la vanidad de los hombres que habitaban aquella Babilonia, cuando sucedió la gran tribulación y sobrevinieron la desaceleración, el decrecimiento, los apagones masivos, los reajustes, la transformación digital, la transición ecológica y las mil plagas bíblicas y pesoísticas que cayeron sobre ellos, que tan confiados y seguros se sentían en sus torres de marfil, votando cada cuatro años y creyendo las mentiras de la tele.
Y los arbolitos, que con tanta saña fueran masacrados por los inicuos prebostes para asfaltar y tunelizar a diestro y siniestro, volvieron a brotar de nuevo sobre aquel desventurado páramo. Y la vida no tardó en renacer y abrirse camino una vez más.




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