¿QUÉ SE ESCONDE TRAS LA "ESTATUA DE LA LIBERTAD"?
Vamos a hablar nada más ni nada menos que del icono de la "Libertad" y la "Democracia", el emblema que representa a la ciudad de Nueva York, el coloso moderno de acero y cobre que desde la Isla de Bedloe, al sur de Manhattan, vigila desde finales del siglo XIX a las sucesivas remesas de inmigrantes que han ido llegando allí desde el Viejo Mundo. La historia oficial es bastante conocida. Unos pocos años después de acabada la Guerra de Secesión norteamericana y en un momento en que empezaba a despegar el gran capitalismo industrial yanqui, con la formación de los grandes bancos y de los gigantescos trust como el de Rockefeller, la recién constituida Tercera República francesa decidió donar una gran estatua a su república hermana de ultramar, para conmemorar el centenario de la Declaración de la Independencia de 1776, y como símbolo de la amistad inquebrantable entre las dos naciones masónicas. Un "regalo" que no desentonaba en absoluto con la grandilocuencia y la aparatosidad del capitalismo norteamericano, con sus grandes ferrocarriles, puentes colgantes, rascacielos (el primero levantado en 1884) y su megalomanía rampante.
La Estatua junto a las Torres Gemelas, durante aquel trágico 11 de septiembre |
La iniciativa corrió a cargo del político y jurista Édouard Laboulaye, que encargó el proyecto de una "diosa de la Libertad" al escultor alsaciano Frédéric Auguste Bartholdi, quien a su vez contó con la colaboración del restaurador de Notre-Dame, Viollet-le-Duc y del ingeniero Alexandre Gustave Eiffel para realizar la estructura interna. El proyecto hubo de demorarse más de diez años, debido entre otras cosas a las suspicacias que despertó entre el público francés que los americanos apoyaran con más entusiasmo al bando del Káiser que a ellos en la guerra franco-prusiana, pero al final el criterio de la Hermandad masónica universal prevaleció sobre todos los obstáculos. Se debe apuntar, y esto es lo fundamental, que la mayoría si no todos los implicados en el proyecto, empezando por Laboulaye y Bartholdi, eran reconocidos francmasones, algunos de alta graduación, y que pudo llevarse a cabo gracias a la influencia y a las cuantiosas donaciones del Gran Oriente de Francia.
Durante ese tiempo de espera a Bartholdi le surgió otro encargo similar por medio de otro hermano masón, Ferdinand Lesseps, que quería rematar su obra del Canal de Suez con la figura colosal de una mujer árabe (¿Isis? ¿Ishtar? ¿Semíramis?) de 19 metros de altura, inspirada en la grandiosidad de los monumentos faraónicos de Abú Simbel y que llevaría por título "Egipto llevando la Luz a Asia". Al final este proyecto megalómano naufragó porque el walí de Ismail Pachá no quiso aflojar la pasta para financiarlo, pero algunos dicen que la "Estatua de la Libertad" no fue más que un refrito, con algunos ligeros cambios, de aquel encargo frustrado. No comparto del todo esta opinión, ya que como el propio Bartholdi afirmaba, pienso que se trataban de dos proyectos diferentes, aunque ambos inspirados por la ideología masónica. Pero no dejaría de ser paradójico que el hoy considerado símbolo de la "Libertad" se pergeñara en su origen para celebrar la construcción del Canal de Suez, realizado con mano de obra en unas condiciones de flagrante esclavitud, por cierto.
Otra teoría sostiene, sin mucho fundamento, que el propósito de la Estatua era en principio conmemorar el final de la esclavitud en los EEUU, y que la modelo iba a ser una mujer de rasgos negroides. Pero siendo los promotores del monumento masones y negreros como el tal Lesseps, me parece esta una idea un tanto peregrina.
Detalle de la cabeza de la Estatua antes de ser montada |
Finalmente, la Estatua se llevó desmontada en 350 piezas en barco y se montó en el puerto de Nueva York, con algunos arreglos en la antorcha para que pudiera servir de faro (y así fue hasta 1902). El encargado de poner la piedra angular del pedestal, cuyos gastos corrieron a cargo del contribuyente norteamericano, fue William A. Brodie, Gran Maestre de la Gran Logia de Nueva York. El monumento se inauguró un 28 de octubre de 1886, con gran pompa y a bombo y platillo, y asistieron a la ceremonia los más destacados prebostes. Entre ellos, el antiguo gobernador del estado de NY y vigésimo segundo presidente de los Estados Unidos Grover Cleveland, y como representante de la República Francesa el senador y Gran Maestre del Gran Oriente Frédéric Desmonds. Tampoco faltaron Lesseps y un nutrido grupo de francmasones de ambas nacionalidades.
La colosal estatua de unos 46 metros de altura se apoyaba sobre un pedestal en el que figuraba una placa con un poema de la poetisa alubia y precursora del movimiento sionista Emma Lazarus, titulado "El nuevo Coloso". En él la llama la "Madre de los Exiliados" y la hace decir: "Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas". Seguro que la autora estaba pensando en el aluvión de inmigrantes que el gran capitalismo yanqui de la época necesitaba, y en particular en sus correligionarios askenazim de la Europa del Este, que llegaban en aquella época en masa a América escapando de la Rusia zarista.
Placa masónica del pedestal colocada en 1984 |
El monumento, titulado finalmente como "La Libertad iluminando al Mundo", se inspiraría según sus promotores en la imagen de una antigua deidad romana, la diosa Libertas, similar a la Eleutheria helénica, aunque tomándose ciertas libertades el escultor en los aspectos formales y simbólicos. Por ejemplo, la diadema con los rayos solares, que recordaría al Coloso de Rodas y a otras deidades del mundo pagano, la antorcha que sostiene en la mano derecha y que también remite al famoso Coloso o la tablilla de la mano izquierda que representa la Ley o el Derecho, y en la que se puede leer la fecha de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en números romanos: "JULY IV MDCCLXXVI". Al pie de la figura yacen unas cadenas rotas y el pie derecho de la diosa está algo más adelantado que el izquierdo.
Hasta aquí la historia oficial y lo que la mayoría de los norteamericanos y del resto del mundo creen que saben sobre la famosa estatua, que recibe entre 3 y 5 millones de visitantes al año. Pero poco a poco han ido saliendo a la luz algunas revelaciones que permiten suponer que el Coloso representa algo muy diferente de lo que se ha afirmado, que tal vez se trate de un gigantesco trampantojo, una impostura en toda regla. Y para ponerla al descubierto es imprescindible tener en cuenta que nos encontramos ante un monumento masónico, acaso el más importante construido por esa secta en el mundo (con permiso del Monumento a Washington y de la Torre Eiffel) y que esa clase de gente no suele dejar cabos sueltos, ni nada al azar.
El "hermano" Bartholdi, padre de la criatura |
Para que esta filiación quedara clara, poco antes de los fastos del centenario de la Estatua en 1986, a los que asistieron el ex-presidente Ronald Reagan y su esposa Nancy y François Mitterrand, se colocó una placa en el pedestal, sufragada por las logias, y que afirma que la Dama de la Libertad fue un regalo de los masones franceses y del gobierno a los masones americanos.
Sirva como ejemplo de su factura masónica la obsesión, que raya lo enfermizo, por determinados "números mágicos", en este caso el número siete. Según los francmasones el siete simboliza la perfección y la armonía, al resultar de la la suma del tres (lo sagrado) y del cuatro (lo terrenal). La logia masónica compuesta por siete hermanos se considera la más perfecta de todas. Y el siete o sus combinaciones aparecen en la Estatua repetidas veces. Siete son los rayos que salen de la corona, simbolizando según algunos los siete océanos o según otros los siete continentes. Las ventanas del mirador que hay en la corona, que representan las piedras preciosas del mundo, son en total 25; y si sumamos sus dígitos 2 + 5 nos vuelve a dar siete. Las hojas que rodean la antorcha que sostiene con su mano derecha son 16, y otra vez 1 + 6 nos da 7. En la base hay 16 columnas griegas y la altura total del monumento desde el suelo a la antorcha es de 93 metros, es decir de 151 pies (1 + 5 + 1 = 7). Tantas coincidencias no pueden deberse a la casualidad, sobre todo tratándose de masones. La estructura del zócalo es una estrella irregular de 11 puntas, y no hace falta insistir en la importancia que le dan los francmasones al 11, el número maestro, que aparece tan a menudo en esos atentados de falsa bandera que suceden de vez en cuando.
Después hay que analizar los aspectos iconográficos, porque la imagen que nos ofrece la Estatua se parece muy poco a las escasas representaciones que de la diosa Libertas han llegado hasta nuestros días. Esta deidad, de orígenes modestos e inciertos, cobró una cierta importancia durante la Roma republicana, en la que se llegó a levantar un templo en su honor en el Aventino. Era muy popular entre los inmigrantes y los esclavos, que se encomendaban a ella para ser merecedores algún día de la ceremonia de la "manumisio vindicta" (libertad por la vara) que los convertiría en libertos. También era reverenciada por las prostitutas, porque fomentaba la promiscuidad y la libertad sexual. Cicerón la llegó a denominar como la "Madre de las rameras". Se la solía representar como una mujer joven, llevando a veces una vara y a veces un gorro de fieltro en la cabeza, el clásico pileus.
Detalle de la Marianne de Delacroix (La Libertad guiando al pueblo) |
Tras la Revolución Francesa se inventó, inspirada en parte en la diosa Libertas, la figura alegórica conocida como la Marianne (en homenaje al jesuita español Juan de Mariana) una joven despeinada y semidesnuda que iba tocada con un gorro frigio o pileus y que llevaba la enseña tricolor de la República Francesa mientras arengaba a los desposeídos de la tierra, tal y como la representa Delacroix en su famoso cuadro "La Libertad guiando al pueblo"(1830).
Ninguna de estas dos representaciones parecen haber inspirado la obra de Bartholdi, que lleva incorporada una corona de pinchos (que no difiere mucho de una corona de espinas) y unas tablillas de la Nueva Ley, algo que podría recordar al famoso Moisés de Miguel Ángel (los cuernos del Moises también podrían interpretarse como rayos de luz).
Son muchas las "teorías de la conspiración" que sospechan a que los "Illuminati" quisieron representar otra deidad pagana que idolatran los masones , y suelen apuntar casi siempre a la diosa babilonia Ishtar, conocida por muchos nombres en el mundo antiguo: Astarté en la Biblia, Astarot en Canaán, Inanna entre los sumerios... Incluso aparece asimilada a la mítica reina Semíramis de Nínive y a la diosa Afrodita de los griegos. Ishtar era muy importante como diosa de la fertilidad, los placeres, el sexo y de la guerra y estaba vinculada a Venus; y al igual que la Libertas romana era la "Madre de las rameras", porque se le atribuye el establecimiento de la "prostitución sagrada en Babilonia". Todo esto enciende la imaginación de los visionarios, algunos de ellos evangelistas exaltados, que sin mucha base afirman que la estatua de la Libertad representa en realidad a la Gran Ramera del Apocalipsis, ya que Nueva York es la nueva Babilonia, y afirman que la antorcha era originariamente la copa de las fornicaciones (y siendo de ¡oro puro! se encontraría en la actualidad en algún ignoto lugar de Rusia) que su túnica iba a ser pintada de color escarlata y púrpura, etc. Y a todo esto se añade en la actualidad las creencias delirantes en anunakis, reptilianos y otras quimeras por el estilo.
Si bien el sincretismo masón suele citar a menudo a Ishtar y a otras deidades paganas, y no hay que descartar nada a priori, no parece que para ellos tuviera tanta importancia como para justificar semejante empeño ni la inversión en un proyecto de tal envergadura. Lo cierto es que la Estatua, por muy francesa que sea, no parece precisamente una invitación al libertinaje y a la lujuria: su ropaje tan voluminoso y pesado apenas sugiere que se trata de una figura femenina, su gesto ceñudo no es el de una cocotte que sostiene una copa invitándonos a una orgía. Hay algo demasiado viril en las proporciones del rostro, en la mano, en la actitud que resulta inquietantemente andrógino. Incluso la vestimenta podría corresponder tanto a la estola de una matrona romana como a la toga de un sumo sacerdote o pontifex maximus... Pero no adelantemos acontecimientos.
Hécate, Museo Vaticano de Chiaramonti |
Cotejando algunas imágenes de deidades antiguas, parece que Bartholdi pudo inspirarse en la diosa griega Hécate. La diadema resplandeciente y la antorcha la asemeja más a este siniestro personaje, la diosa de las encrucijadas, de la brujería y del inframundo, representada de un modo simple, pero la mayoría de las veces triple, y que llevaba en efecto una corona de picos que a menudo se confunde con la que solían llevar las deidades solares como Helios o Sol Invictus (aunque la Hécate se trataba de una deidad lunar y sus tres caras se asociaban a las tres fases de la luna) y una linterna para iluminar la oscuridad de la noche. Se considera una diosa de origen extranjero, posiblemente tracio, y que adoptaba un aspecto fiero y terrible, que en los tiempos modernos ha despertado el interés de las feministas que practican la Wicca y también de los cultos satanistas como el de LaVey. La corona supuestamente solar de la diosa podría representar con más propiedad una diadema de piedras preciosas, Sabido es la importancia que tienen estos objetos en la magia, y de hecho se dice que las 25 ventanas del mirador de la Estatua de la Libertad simbolizan otras tantas gemas, lo cual no andaría muy lejos de otra interpretación de la que vamos a hablar al final.
La estatua de la Libertad de Ponzano |
Hay que reconocer que esta hipótesis parece más sugestiva que la anterior, e incluso la Güiquipedia se hace eco de ella. Pero, pese a la importancia que pueda tener Hécate en los misterios de los francmasones, tampoco se justifica un monumento de estas características en su honor. Pudo Bartholdi inspirarse en parte en la estatua de la diosa que se conserva en los Museos Vaticanos, pero para camuflar mejor otro mensaje, que no era ni la emancipación de los esclavos negros ni la liberación de las mujeres de la "tiranía heteropatriarcal".
Lo extraño es que contamos con un curioso precedente en España, en la obra del escultor aragonés Ponciano Ponzano, el autor de los célebres leones de la Carrera de San Jerónimo. Él también representó a la Libertad en 1853 con una corona de picos (en su caso trece) para presidir un mausoleo para tres políticos liberales (y masones) Mendizábal, Argüelles y Calatrava, y que hoy se encuentra en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. Esta figura sí que es inequívocamente femenina y se parece algo a la Marianne, lleva un pecho descubierto y un gorro frigio del que salen esos rayos. Lleva además en su mano izquierda un cetro y apoya la derecha en un yugo roto, símbolo de la opresión, y a sus pies aparece un gato, un animal muy madrileño que puede representar tanto la libertad (porque es difícil de domar) como la brujería y las artes negras, tal y como aparece en los grabados de Goya.
Es casi seguro que Ponzano fue también un francmasón , al menos le iba bastante eso del simbolismo (uno de los leones del Congreso está castrado, y eso parece que conecta con antiguas leyendas masónicas). Y como las logias son vasos comunicantes, es posible que Bartholdi estuviera enterado de este hallazgo iconográfico y quisiera adaptarlo a su manera. Otro artista italiano, Pio Fedi también representó a la Libertad con rayos en la cabeza en la tumba del poeta del Risorgimento Battista Niccolini en Florencia, por los mismos años en que se estaba gestando la Estatua de la Libertad.
Pero hay algo que distingue a esta última de las anteriores. Puesto que en el caso de la escultura española y de la italiana se ve claramente que representan a una mujer. La francesa ya es otra cosa, bastante más ambigua, y estas sospechas parecen haberse confirmado tras la investigación llevada a cabo por la investigadora Elizabeth Mitchell para su libro "Liberty's Torch: The Great Adventure To Build the Statue of Liberty". En ella desmiente que la modelo de Bartholdi fuera su propia madre, como siempre se había supuesto, y asegura que encuentra un mayor parecido con la foto del hermano del escultor, un hombre que se volvió loco de mayor y que Bartholdi tenía que visitar con frecuencia, una vez a la semana. "A veces se pasaba horas simplemente mirando a su hermano, que no hablaba."
De confirmarse esta hipótesis, habría que pensar qué más secretos esconde la Estatua, porque quizás podría tratarse de una personificación de una entidad masculina o cuando menos andrógina, y no femenina, como se ha venido afirmando siempre
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El Prometeo del Rockefeller Center (1934) |
Si esto fuese así, el personaje mitológico que más encajaría, por la relevancia que ha tenido siempre para los masones, es el del semidiós Prometeo, quien creó a los hombres del barro y robó el fuego y la Sabiduría de los dioses para entregársela a sus criaturas humanas. Esa sabiduría, ese conocimiento es el que se supone que tienen los iniciados que han superado las pruebas y han alcanzado los más altos grados de las logias. En el arte europeo, sobre todo en el Barroco, se le solía representar encadenado en la cima del monte Cáucaso y condenado por Zeus a un terrible castigo por haberle engañado y desobedecido sus mandatos: cada mañana le enviaba un buitre para que le devorara el hígado. Como Prometeo era inmortal, su hígado volvía a regenerarse cada noche, y de esta forma el buitre volvía a comérselo al día siguiente. Y así por toda la eternidad o según algunos durante los 30.000 años que permaneció encadenado. Desde un punto de vista cristiano se quería aludir con este mito a los tormentos que les esperaban a los malvados en el Infierno y a los remordimientos por el pecado. Pero también cabría interpretarlo como una prefiguración del Cristo Crucificado, que padeció terribles sufrimientos para salvar a la Humanidad. En otras pinturas lo vemos orgulloso y fascinante, portando la antorcha con la llama robada a los dioses del Carro del Sol y tal como lo describen los mitos griegos, como un gigante viril y poderoso, un benefactor del género humano. Así también lo esculpió en el siglo XX Arno Breker, de una forma sincera y sin las dobleces tan típicas de las interpretaciones masónicas.
Para los masones Prometeo, que había desafiado el orden divino establecido, es un héroe inspirador. A algunos personajes reales y otros de ficción se les ha comparado con él: Robert Oppenheimer, el Doctor Frankenstein, el Ingeniero humanoide de la película de Ridley Scott... Como un icono se lo ha representado en la fuente de la plaza inferior del Rockefeller Center de Nueva York, no muy lejos de donde se encuentra la estatua de la Libertad. Esta escultura, la obra más importante y famosa de ese complejo, realizada en bronce fundido por Paul Manship en 1934, un artista muy bien relacionado con los círculos de poder político y financiero, lo muestra como un joven efebo tendido sobre una roca y rodeado por un anillo con los signos del zodiaco.
"El ángel caído" de Alexander Cabanel |
El propósito del Gran Oriente francés en el caso de la estatua de la Libertad sería lanzar un mensaje a sus hermanos masones del mundo entero: estamos triunfando, Prometeo (un titán, un coloso, no lo olvidemos) se levanta de nuevo, aunque disfrazado con otra identidad y travestido. Ha logrado por fin liberarse de las cadenas de la "tiranía" y de nuevo ilumina con su antorcha a los iniciados para dar cumplimiento al Novus Ordo Seclorum, que añadimos nosotros inaugurará una nueva y más devastadora tiranía. Pensemos que la erección de la Estatua coincide con un momento clave en el que se desarrollaba la Segunda Revolución Industrial y la masonería avanzaba posiciones a nivel mundial. En Francia controlaba ya la Tercera República, y en otros países del Viejo Continente se aprestaba a reemplazar a las antiguas monarquías por sistemas parlamentarios o a someterlas a su dominio, como había sucedido ya en Italia. Y empezaba a apoderarse de las instituciones políticas y financieras de los Estados Unidos, habiendo escogido este país como su teatro de operaciones y como la gran potencia encargada de organizar todas las guerras, empezando por la del 14, a lo largo y ancho del orbe. No faltaban muchos años para la creación de la Reserva Federal, de la Sociedad de Naciones (antecede de la ONU) o del CFR.
En cualquier caso, Prometeo para los masones de más alto rango y que se enteran de qué va la historia (esos que por ahí llaman los "Illuminati") se asocia con la figura que los cristianos conocen como Lucifer o Luzbel ("luz bella"), el Portador de la Luz, el ángel caído, el ángel rebelde. Se decía que antes de la Caída era muy bello y que en la corona de gloria que llevaba en su frente brillaba la Estrella de la Mañana (el planeta Venus) y esa luz que portaba era la "Luz astral" de los ocultistas o la "luz de la Razón" de los filósofos de la Ilustración. Los textos sagrados dicen que Dios lo arrojó del Cielo cuando quiso rebelarse por envidia de los hombres, que perdió su brillante corona y todo su glamour, y que desde la venida de Cristo permanece encadenado a una roca para que no pueda ejercer del todo su potestad. Pero también se ha profetizado que se librará de sus cadenas al final de los tiempos.
Pensemos en como ha ido cambiando la percepción acerca del Diablo en Occidente, desde aquel Macho Cabrío medieval, andrógino y repulsivo como el Baphomet ante el cual, según algunos entendidos, siguen postrándose los masones del Grado 29. El poeta inglés John Milton en 1667, en su obra "Paraíso Perdido", se encargó de blanquearlo y convertirlo en un personaje atractivo, dotado de una belleza lánguida y andrógina. También, y sin salir de las Islas Británicas, habría que pensar en las visiones de William Blake y sobre todo del pintor de cámara y presidente de la Royal Academy Thomas Lawrence, quien pintó en 1797, cien años después de Milton y unos pocos años después del estallido de la Revolución Francesa, el cuadro "Satanás invocando a sus legiones", que tanto le gustaba a Marina Abramovic y al difunto Lord Rothschild.
Pero han sido los artistas del área franco-belga los que más han evocado la extraña y ambigua belleza de Lucifer. Destaca "El ángel caído" de 1847, del pintor francés Alexandre Cabanel, un artista a caballo entre el academicismo y el romanticismo, quien pintó a Lucifer como un joven bello y vigoroso tras su caída en desgracia. Llama la atención la expresión de melancolía que transmite su rostro, semioculto y del que brota una lágrima exquisitamente pintada, logrando humanizar así al personaje y despertar nuestra empatía con él.
"El ángel del mal" de Joseph Geefs |
Más sorprendente aún si cabe es el "El ángel del mal" que esculpió en 1842 el artista belga Joseph Geefs para la catedral de San Pablo de Lieja. Una escultura muy admirada por los más altos estamentos de la sociedad de su tiempo, como una obra de arte exquisita y sublime, pero que desató una gran polémica, por presentar a un Lucifer de una "belleza malsana" y hasta seductora, que llegaba a distraer a las feligresas penitentes, y que tuvo que ser retirado del templo y reemplazado en 1848 por otra obra igualmente notable, "El genio del mal" de Guillaume Geefs, hermano del anterior. La primera escultura nos muestra un efebo desnudo, lánguido y algo andrógino, cuyo elemento satánico más obvio es el estar dotado de unas alas quirópteras y que a sus pies se desenrosca la serpiente del Paraíso. La obra que le reemplazó muestra a un Lucifer igualmente bello pero atormentado, algo llorón como el de Cabanel y con más elementos que revelan su naturaleza satánica, como los "cuernos" (o rayos de luz, como en el caso del Moisés) que se insinúan en su frente, sus uñas alargadas semejantes a garras, la corona en la mano y algunos símbolos que yacen a sus pies (el fruto prohibido, a medias mordisqueado, y el cetro roto con remate estelar). Otra diferencia fundamental es que en esta versión vemos a Lucifer derrotado y encadenado, y esto remite una vez más a la iconografía antigua de Prometeo...
"El genio del mal" de Guillaume Geefs |
En definitiva, que casi podríamos decir que el gigantesco coloso de Manhattan es este mismo personaje liberado de sus cadenas, revestido con las vestimentas sagradas y que ha recuperado su corona de gloria, la Estrella de la Mañana, empuñando la antorcha para "iluminar" el Mundo. De aquella los masones ya se sentían poderosos y capaces de remedar las maravillas de la Antigüedad, como el Coloso de Rodas, las construcciones de los faraones o las catedrales góticas (ahí estaba la Torre Eiffel para demostrarlo) y ahora iban a por la guinda del pastel. Debió ser un espectáculo sobrecogedor y grandioso ver aquella mole erguirse por primera vez en la Bahía del río Hudson, una gigantesca efigie del llameante color rojo del cobre, que más tarde y con el paso de los años, por efecto de la oxidación, se ha ido cubriendo de una patina azul turquesa. De noche, sobre todo cuando se iluminaba la antorcha como un faro, el efecto debía ser tan diabólico como el que hoy nos produce el cuadro de Thomas Lawrence.
Este artículo me lo han suscitado, qué duda cabe, ciertas especulaciones que se pueden ver en Internet. Unas están más o menos fundamentadas y otras, la mayoría, caen del todo en el sensacionalismo. Y cuando se habla del satanismo de ciertas "élites" no debemos de olvidar que puede que el Diablo no exista, pero que algunos que tienen poder e influencia sí que creen en él. Pero después de haber entrado a fondo en este tema, me queda perfectamente claro que algo muy extraño se esconde detrás de este icono de la "libertad".
Baphomet, según Eliphas Levi |
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