ICONOCLASTAS, FEMINISTAS Y ARTISTAS CONTEMPORÁNEAS
Nos hemos tomado la libertad de parodiar el famoso cartel de "Rosie la remachadora", creado en 1942 por el diseñador yanki J.H.Miller para la Westinghouse Electric. Se trataba de un cartel de guerra y de una "llamada al trabajo" dirigida a reclutar mano de obra femenina para la industria de armamentos, justo en el momento en que los USA decidieron por fin intervenir en la Segunda Guerra Mundial, y había que cubrir los puestos vacantes de los varones movilizados en el frente.
A pesar de estar al servicio de la más pura y dura explotación capitalista de las mujeres, ya que se las alentaba a trabajar igual que los hombres cobrando un 50% menos (eso sí que era "brecha salarial" de verdad) y sin apelar a la emancipación ni al empoderamiento de las americanas, sino sólo a su patriotismo; las feministas a sueldo de la Administración Clinton-Obama decidieron convertirla en el icono de su causa. Muchas celebrities como Christina Aguilera, Beyonce o la propia Michelle Obama homenajearon a Rosie, posando como ella, e hicieron popular su lema "We can do it" ("Nosotras podemos hacerlo") que se parecía bastante al que usó Barack Obama en la campaña de 2008, "Yes we can" ("Sí se puede"). Que, por cierto, inspiraría también el nombre del partido de la izquierda sistémica liderado por el machirulo alfa Pablito Iglesias ( sus amigos, los gallegos de "En Marea", copiarían a su vez su nombre de la Fundación Tides, organización norteamericana y globalista que come de la mano de George Soros, el Gran Arquitecto del Nuevo Orden Mundial).
A pesar de estar al servicio de la más pura y dura explotación capitalista de las mujeres, ya que se las alentaba a trabajar igual que los hombres cobrando un 50% menos (eso sí que era "brecha salarial" de verdad) y sin apelar a la emancipación ni al empoderamiento de las americanas, sino sólo a su patriotismo; las feministas a sueldo de la Administración Clinton-Obama decidieron convertirla en el icono de su causa. Muchas celebrities como Christina Aguilera, Beyonce o la propia Michelle Obama homenajearon a Rosie, posando como ella, e hicieron popular su lema "We can do it" ("Nosotras podemos hacerlo") que se parecía bastante al que usó Barack Obama en la campaña de 2008, "Yes we can" ("Sí se puede"). Que, por cierto, inspiraría también el nombre del partido de la izquierda sistémica liderado por el machirulo alfa Pablito Iglesias ( sus amigos, los gallegos de "En Marea", copiarían a su vez su nombre de la Fundación Tides, organización norteamericana y globalista que come de la mano de George Soros, el Gran Arquitecto del Nuevo Orden Mundial).
Nuestra versión de "We can do it" pretende rendir un peculiar homenaje a aquella sufragista llamada Mary Richardson, más conocida como "Mary la navajera", que en marzo de 1914 escenificó un acto de protesta, o si se prefiere una performance, en la National Gallery de Londres. Había escogido su objetivo, el bello cuadro que Diego Velázquez pintó en 1650, "La Venus del Espejo", y con un hacha rompió el cristal que lo protegía, asestándole luego siete puñaladas traperas. El suceso obligó al cierre temporal del museo y a reforzar las medidas de vigilancia, pero no se trataba de un hecho aislado. Ya en la primavera de 1913 un grupo de exaltadas suffragettes había atacado la sala de los prerrafaelitas de la Manchester Art Gallery, y tres fueron detenidas por haber destrozado 13 obras de artistas de la talla de Burne-Jones, Rossetti, Leighton o Watts. Como se ve, ya les tenían tirria a los prerrafaelitas de aquella porque, según decían las sufragistas, denigraban y cosificaban la imagen de la mujer (más bien cabría decir que la idealizaban y la embellecían). Después de apuñalar por la espalda a la Venus de Velázquez, las activistas se ensañaron también con el retrato de Henry James de la Royal Academy firmado por Sirgen Sargent. El retratado exclamó al conocer el hecho, con su particular ironía: "Me han arrancado la cabellera y me han desfigurado, pero al parecer me podrán curar". Tal vez las feministas no pudiesen perdonar al autor de la novela "Las Bostonianas" que analizara con gran penetración la retorcida psicología de muchas de estas féminas montaraces.
Esta campaña de vandalismo contra un arte que se consideraba "patriarcal", puso en alerta roja a los museos británicos durante un año entero. Otras obras de arte, como un retrato del renacentista Gentile Belini o "La Primavera" de George Clausen entre otras, fueron también destrozadas por las simpáticas sufragistas. La desencadenante de esta violencia había sido la fundadora del ala más radical del movimiento feminista, la "Women's Social and Political Union", Emmeline Pnakhurst. Esta había llamado a la acción directa a sus correligionarias con el lema "Deja de hablar, actúa", y las había animado por ejemplo a romper cristales de las residencias de los políticos anti-sufragistas. Al pasar la cosa a mayores, como se ha visto, fue detenida y encarcelada en Holloway con otras de sus hermanas, como la compositora Ethel Smyth que sentía una pasión erótico-morbosa no correspondida por Virginia Woolf. Algo parecido por su lideresa Pnakhurst debió sentir "Mary la navajera", ya que afirmó haber dañado el cuadro de Velázquez como protesta por su encarcelamiento: "He intentado destrozar la pintura de la mujer más bella del pasado mitológico como protesta contra los actos del gobierno que están destrozando a la persona más bella de la historia moderna, Mrs. Pnakhurst."
Si bien en otra entrevista en 1952 llegó a confesar que "no le gustaba cómo los hombres miraban esa pintura todo el día en la galería"; es decir, que había también una fuerte componente puritana en este tipo de acciones, que algunos pretenden justificar en nuestros días en base a causas puramente sociales.
En primer lugar, no existe razón alguna que pueda justificar un acto vandálico de esta naturaleza, aunque haya feministas como la conservadora de museos Lena Mohamed que afirmen lo contrario. Las obras de arte han sido atacadas por muchos tipos de gente a lo largo de la historia (feministas, artistas frustrados, fanáticos religiosos etc.) que han apelado a muy variadas causas, pero que siempre han tenido un denominador común: pertenecer todos/as al grupo de los individuos desequilibrados o perturbados psíquicos. Aparte habría que contar con las bandas de bárbaros invasores que destruyen todo aquello que no entienden en el frenesí de la devastación, aunque algunos bárbaros contemporáneos, como los yihadistas, podrían encajar perfectamente además en la categoría de los dementes. A todos ellos también les caracteriza un afán de notoriedad, de hacerse famoso a costa de destrozar la obra de algún genio para así afirmar más su ego mediocre y acomplejado.
"La Venus del Espejo" (1650) de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez |
Esta campaña de vandalismo contra un arte que se consideraba "patriarcal", puso en alerta roja a los museos británicos durante un año entero. Otras obras de arte, como un retrato del renacentista Gentile Belini o "La Primavera" de George Clausen entre otras, fueron también destrozadas por las simpáticas sufragistas. La desencadenante de esta violencia había sido la fundadora del ala más radical del movimiento feminista, la "Women's Social and Political Union", Emmeline Pnakhurst. Esta había llamado a la acción directa a sus correligionarias con el lema "Deja de hablar, actúa", y las había animado por ejemplo a romper cristales de las residencias de los políticos anti-sufragistas. Al pasar la cosa a mayores, como se ha visto, fue detenida y encarcelada en Holloway con otras de sus hermanas, como la compositora Ethel Smyth que sentía una pasión erótico-morbosa no correspondida por Virginia Woolf. Algo parecido por su lideresa Pnakhurst debió sentir "Mary la navajera", ya que afirmó haber dañado el cuadro de Velázquez como protesta por su encarcelamiento: "He intentado destrozar la pintura de la mujer más bella del pasado mitológico como protesta contra los actos del gobierno que están destrozando a la persona más bella de la historia moderna, Mrs. Pnakhurst."
Así quedó el cuadro después de la intervención de "La navajera". |
Si bien en otra entrevista en 1952 llegó a confesar que "no le gustaba cómo los hombres miraban esa pintura todo el día en la galería"; es decir, que había también una fuerte componente puritana en este tipo de acciones, que algunos pretenden justificar en nuestros días en base a causas puramente sociales.
En primer lugar, no existe razón alguna que pueda justificar un acto vandálico de esta naturaleza, aunque haya feministas como la conservadora de museos Lena Mohamed que afirmen lo contrario. Las obras de arte han sido atacadas por muchos tipos de gente a lo largo de la historia (feministas, artistas frustrados, fanáticos religiosos etc.) que han apelado a muy variadas causas, pero que siempre han tenido un denominador común: pertenecer todos/as al grupo de los individuos desequilibrados o perturbados psíquicos. Aparte habría que contar con las bandas de bárbaros invasores que destruyen todo aquello que no entienden en el frenesí de la devastación, aunque algunos bárbaros contemporáneos, como los yihadistas, podrían encajar perfectamente además en la categoría de los dementes. A todos ellos también les caracteriza un afán de notoriedad, de hacerse famoso a costa de destrozar la obra de algún genio para así afirmar más su ego mediocre y acomplejado.
La actitud de las abanderadas del feminismo 2.0 también oscila en la actualidad entre la hystérie y la egolatría exacerbada, alimentada por un sistema mediático que entroniza a las mujeres y las convierte en "ángeles de luz", seres inmaculados y supremacistas "porque ellas lo valen", hasta el extremo de humillar continuamente al varón hetero en cualquier circunstancia y por cualquier medio (en los telediarios, en las series de televisión, en el cine, en la publicidad, los cómics, etc). Esto es así porque, por los motivos que sean, le conviene al Deep State crear una opinión pública que condene siempre al hombre y exonere siempre a la mujer, haga esta lo que haga (el caso de la asesina del niño Gabriel Cruz es un triste ejemplo muy reciente en nuestro país). Como si la barbarie o la brutalidad pudieran tener sexo. Así llegan a formularse en la UE legislaciones como la española (Ley de Violencia de Género) que discriminan a los varones heteros por el mero hecho de serlos, criminalizan hasta los piropos en la calle,etc. lo que, combinado con una educación "integradora" como la que propone CC.OO. , constituye una auténtica "doma y castración" del macho ibericus, o lo que quede de él.
Esto resulta en extremo patente si analizamos a las femiartistas contemporáneas, cuyo predominio ha ido a más en la última veintena. Esta nueva especie ha logrado emular e incluso superar a sus colegas varones en su afán por destruir todo atisbo de belleza que pudiera quedar en el mundo del arte actual. Remitimos a una entrada anterior en la que ya dimos un primer repaso a esta cuestión: http://morenoruizignacio.blogspot.com.es/2014/05/con-la-female-imagery-hemos-topado-el.html
Las nuevas femiartistas emergentes han conseguido a base de esfuerzo proyectar al exterior una imagen lo más repulsiva posible de sí mismas, a la vez que se complacen de saturar con sus pestíferos excrementos las galerías y museos de arte contemporáneo.
Dignas herederas de "Mary la navajera", existe ahora una pléyade de psicópatas empoderadas con el título de doctoras en bellas artes debajo del brazo que, instaladas en la cúspide del podrido mundillo artístico, constituyen una poderosa mafia en la que es posible descubrir también esa habilidad especial que tienen las ONGs feministas a la hora de captar subvenciones y caudales públicos y privados.
Resulta incuestionable que esta mafia ha logrado afianzar su poder en los últimos años a base de coacciones, como la de utilizar esa moderna maquinaria inquisitorial a la inversa que es la "political correctness", que protege a las brujas y persigue a todo aquél (hombre o mujer) que no comulgue con su credo. Y aquí no se me ofenda nadie, que las feministas radicales consideran muy honroso autoproclamarse "brujas", al menos desde la época del mayo del 68 (ya medio siglo) en la que aparecieron los colectivos WITCH (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) las antepasadas de Ana Gabriel, Almudena Grandes, Ada Colacau y compañía.
Una de las activistas más destacadas de aquellos tiempos, Valerie Solanas, autora del Manifiesto SCUM donde se hacía un llamamiento al exterminio de todos los hombres del mundo, intentaría acabar con la vida de Andy Warhol a tiro limpio, en junio de 1968. Aparte de ser un desastre como asesina, la mejor demostración de que la extermina-hombres no estaba muy en sus cabales es que escogiera a alguien como Warhol como prototipo del macho a abatir.
Por supuesto, esta mafia a la que nos referimos cuenta con todo un aparato teórico suministrado por las escritoras y escritores feministas, como Linda Nochlin, empeñados en "visibilizar" como sea a las mujeres y reescribir la historia del arte para que se ajuste a su esquema contrario al heteropatriarcado. Así son reivindicadas artistas como la mexicana y discapacitada Frida Kahlo, cuyo feminismo es más que discutible, ya que siempre vivió a la sombra de su marido el comunista Diego Rivera, y llevaba con resignación los cuernos que este le ponía. Y otras muchas artistas del pasado de segunda fila han sido redescubiertas últimamente, para ir haciendo catálogo.
En los postreros años del pasado siglo hizo mucho ruido un grupo de tipas de Nueva York que se ponían máscaras de orangután y que respondían al nombre de "Guerrilla Girls". Entre las muchas "causas" por las que decían luchar destacaba la "diversidad de géneros" (en contraste con la uniformidad de sus manifestaciones artísticas: unos simples letreros como los que se expusieron en la Withechapel Gallery de Londres). Y, por supuesto, la exigencia de una mayor "visibilidad de las mujeres en el arte" y una "paridad de géneros". En una campaña suya hicieron un cartel en el que denunciaban que sólo había un 3% de artistas mujeres en el Metropolitan Museum, mientras que había un 83% de desnudos femeninos. "¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en los museos?", gruñían las orangutanas; y así impulsaron esa obsesión por las "artistas de cuota", que tanto ha contribuido a la falta de calidad del arte contemporáneo. Por ejemplo, en 2009 el Centro Pompidou decidió reordenar su colección permanente durante un año, para que todos los artistas expuestos fueran mujeres. Ahora no es ningún misterio que las mujeres feministas y los LGTB gozan de más prevendas y privilegios en el panorama artístico contemporáneo que los varones heteros, que se ven condenados a purgar las culpas de un pasado machista y represor.
"Guerrilla Girl" |
Tracy Emin, con caritas de malota |
Esto resulta en extremo patente si analizamos a las femiartistas contemporáneas, cuyo predominio ha ido a más en la última veintena. Esta nueva especie ha logrado emular e incluso superar a sus colegas varones en su afán por destruir todo atisbo de belleza que pudiera quedar en el mundo del arte actual. Remitimos a una entrada anterior en la que ya dimos un primer repaso a esta cuestión: http://morenoruizignacio.blogspot.com.es/2014/05/con-la-female-imagery-hemos-topado-el.html
Las nuevas femiartistas emergentes han conseguido a base de esfuerzo proyectar al exterior una imagen lo más repulsiva posible de sí mismas, a la vez que se complacen de saturar con sus pestíferos excrementos las galerías y museos de arte contemporáneo.
Dignas herederas de "Mary la navajera", existe ahora una pléyade de psicópatas empoderadas con el título de doctoras en bellas artes debajo del brazo que, instaladas en la cúspide del podrido mundillo artístico, constituyen una poderosa mafia en la que es posible descubrir también esa habilidad especial que tienen las ONGs feministas a la hora de captar subvenciones y caudales públicos y privados.
La escultora Louise Bourgeois y una de sus "obras"(Fillette) |
Resulta incuestionable que esta mafia ha logrado afianzar su poder en los últimos años a base de coacciones, como la de utilizar esa moderna maquinaria inquisitorial a la inversa que es la "political correctness", que protege a las brujas y persigue a todo aquél (hombre o mujer) que no comulgue con su credo. Y aquí no se me ofenda nadie, que las feministas radicales consideran muy honroso autoproclamarse "brujas", al menos desde la época del mayo del 68 (ya medio siglo) en la que aparecieron los colectivos WITCH (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) las antepasadas de Ana Gabriel, Almudena Grandes, Ada Colacau y compañía.
Una de las activistas más destacadas de aquellos tiempos, Valerie Solanas, autora del Manifiesto SCUM donde se hacía un llamamiento al exterminio de todos los hombres del mundo, intentaría acabar con la vida de Andy Warhol a tiro limpio, en junio de 1968. Aparte de ser un desastre como asesina, la mejor demostración de que la extermina-hombres no estaba muy en sus cabales es que escogiera a alguien como Warhol como prototipo del macho a abatir.
Por supuesto, esta mafia a la que nos referimos cuenta con todo un aparato teórico suministrado por las escritoras y escritores feministas, como Linda Nochlin, empeñados en "visibilizar" como sea a las mujeres y reescribir la historia del arte para que se ajuste a su esquema contrario al heteropatriarcado. Así son reivindicadas artistas como la mexicana y discapacitada Frida Kahlo, cuyo feminismo es más que discutible, ya que siempre vivió a la sombra de su marido el comunista Diego Rivera, y llevaba con resignación los cuernos que este le ponía. Y otras muchas artistas del pasado de segunda fila han sido redescubiertas últimamente, para ir haciendo catálogo.
Orlan, con más operaciones faciales que doña Letizia |
En los postreros años del pasado siglo hizo mucho ruido un grupo de tipas de Nueva York que se ponían máscaras de orangután y que respondían al nombre de "Guerrilla Girls". Entre las muchas "causas" por las que decían luchar destacaba la "diversidad de géneros" (en contraste con la uniformidad de sus manifestaciones artísticas: unos simples letreros como los que se expusieron en la Withechapel Gallery de Londres). Y, por supuesto, la exigencia de una mayor "visibilidad de las mujeres en el arte" y una "paridad de géneros". En una campaña suya hicieron un cartel en el que denunciaban que sólo había un 3% de artistas mujeres en el Metropolitan Museum, mientras que había un 83% de desnudos femeninos. "¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en los museos?", gruñían las orangutanas; y así impulsaron esa obsesión por las "artistas de cuota", que tanto ha contribuido a la falta de calidad del arte contemporáneo. Por ejemplo, en 2009 el Centro Pompidou decidió reordenar su colección permanente durante un año, para que todos los artistas expuestos fueran mujeres. Ahora no es ningún misterio que las mujeres feministas y los LGTB gozan de más prevendas y privilegios en el panorama artístico contemporáneo que los varones heteros, que se ven condenados a purgar las culpas de un pasado machista y represor.
Ya en pleno siglo XXI, podemos afirmar que las más prominentes representantes del femiartismo, como la performancera Marina Abramovic, de cuyas andanzas relacionadas con el Pizzagate y con la élite del poder político yanki en la etapa Obama ya hemos hablado aquí alguna vez http://morenoruizignacio.blogspot.com.es/2016/12/el-podrido-arte-de-la-elite-podrida.html se dedican abiertamente a practicar la magia negra en las galerías de arte ("Spirit Cooking" lo llaman). La brujería es el modelo a seguir en la actualidad por las artistas feministas, como en los sesenta lo fue para las activistas políticas. Anti-arte, poder, sexo y dinero forman el extraño cóctel que las artistas feministas apuran en nuestro tiempo, libando para ello en el cáliz de Satanás.
¿Acaso creéis que exagero? Pues buscad, buscad en internet y veréis la clase de cuadros que pinta esa muchachita de aspecto cándido y angelical llamada Biljana Djurdjevic. O las obras repulsivas de Louise Bourgeois o de Kiki Smith.
Las hijas iconoclastas de Mary la navajera, las cultivadoras de la anti-estética, quieren destruir el arte del pasado, considerado por ellas como machista y heteropatriarcal; y sustituirlo por otra cosa. Y el método que siguen no es otro que el de la inversión simbólica, explicado por Ibn Asad en su libro "La Danza Final de Kali".
Sumentes calicem principis inferorum.
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