martes, 17 de diciembre de 2019

HOLLYWOOD Y LA "LEYENDA NEGRA" (TERZA PUNTATA)

Ilustración de Norman Saunders para "Man's Conquest" (1962) una revista para americanos muy machos

En esta tercera entrega vamos a ver para qué ha servido la "leyenda negra", y nuevamente el cine va a proporcionarnos abundantes ejemplos. En anteriores entradas hemos hablado de los estereotipos acerca de la historia de España y de los españoles que han puesto en circulación especialmente los anglosajones, desde la invención de la imprenta en adelante. El objetivo buscado no es otro que ir consolidando la fama de crueles, vagos, chapuceros, corruptos y (en el fondo, porque en todo esto hay un trasfondo racista) genéticamente inferiores de los españoles en comparación con otros pueblos europeos, en particular los ingleses, el pueblo escogido por el Dedo de Dios. Típico mecanismo psicológico de los mediocres resentidos por el que se pasa de la envidia al desprecio del contrario. Pero mediante él se va transmitiendo la idea de que la cultura española nunca ha valido nada, y que no hemos aportado gran cosa a la historia de la humanidad, ya que según este "relato" hemos sido siempre  un pueblo atrasado, atrapado en la telaraña del oscurantismo y de nuestros vicios seculares. Ni siquiera nos es permitido reivindicar como propio el Descubrimiento de América o en cualquier caso deberíamos estar avergonzados de él, y además se pretende que el dominio español en el Nuevo Mundo fue lo peor que les podía haber  pasado a los indígenas, a los que masacramos sin piedad para robarles su oro y su platita, sin aportarles nada a cambio que merezca la pena conservar.
Así se va implementando el desprecio hacia el pasado español, hacia nuestra cultura y nuestra lengua comunes, con el fin de impedir que eclosione un bloque unido y fuerte hispanoamericano. De constituirse este algún día, no cabe duda que podría ser una de las mayores amenazas, en su misma línea de flotación,  para la hegemonía anglosajona en la aldea global.

Antes del cine


El duque de Alba comiendo niños holandeses crudos, según un grabado de la época

Ya dijimos que la "leyenda negra" fue muy útil en el pasado para justificar toda clase de fines políticos por parte de las potencias rivales de España. La "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" (1552) de Bartolomé de las Casas sirvió con sus inexactitudes y exageraciones para crear el mito de los "20 millones de indios" exterminados por los españoles, uno de los primeros ejemplos del uso de cifras significativas y de gran impacto (¿les suena?).  Al editarse en Inglaterra con dibujos sensacionalistas como los de Theodore de Bry, ese argumento sirvió de excusa para asentar una colonia inglesa al norte de la Florida en 1583. Luego se volvió a utilizar por parte de Guillermo de Orange para proclamar la independencia de los Países Bajos, avivando el recuerdo del saqueo de Amberes, del que en realidad fueron responsables las tropas amotinadas alemanas y valonas de Felipe II. De nuevo se volvió a publicar "La Destrucción de las Indias" en Londres en 1656, para justificar la invasión  inglesa de Jamaica, que convertiría a esa isla en principal receptora del tráfico de esclavos africanos.



Justificación de la piratería inglesa
La industria del entretenimiento norteamericana  ha conseguido que el público acepte como normal que la recreación de los delitos cometidos por los piratas, como asesinatos, saqueos, violaciones, torturas, destrucción de ciudades, trata de blancas, etc, se consideren una diversión. Pero estos hechos fueron una triste realidad en el Caribe y afectaron a la población española que allí habitaba en los siglos XVII y XVIII, que tuvo que sufrir constantes razzias a manos de estos buitres del mar, gran parte de ellos de nacionalidad inglesa. Esto constituye, como dice muy bien  Esteban Vicente Boisseau, una auténtica banalización del mal, que  ningún pueblo agraviado en el pasado (negros africanos o judíos,por ejemplo) consentiría hoy en día sin su correspondiente demanda. Sin embargo, en el caso de los españoles y  de sus descendientes en América, parece que hay barra libre y pueden despacharse a gusto los xenófobos, y encima ganar montañas de dólares con ello.

Javier Bardem  haciendo el fantasma en "Piratas del Caribe"


La atracción de los parques Disney "Piratas del Caribe" ha tenido su correspondiente versión en Hollywood, cosechando una serie de películas, infames desde un punto de vista artístico, pero que han conseguido llegar a millones de espectadores en todo el mundo. El cine anglosajón ya llevaba tiempo asociando en sus películas la piratería antiespañola con la idea de libertad y de aventura. Un ejemplo temprano es "El halcón de los mares" (Curtiz, 1940) una cinta que fue considerada ofensiva por el régimen de Franco. Felipe II desea aplastar Inglaterra, pero los armadores privados ingleses encabezados por el personaje de Errol Flynn atacarán a los barcos españoles para obtener "reparaciones", que es el clásico argumento anglosajón para justificar su nauseabunda piratería.
"El cisne negro"(Henry King, 1942), "El temible burlón" (Siodmak, 1952) y otras películas por el estilo insisten en presentarnos a los piratas como galanes atractivos, ingeniosos y buena gente, enfrentados por lo general a virreyes y gobernadores gordinflones y desagradables, a los que siempre ridiculizan sin piedad. Más simpáticos aún, incluso graciosetes, son los bucaneros como el capitán Red ("Piratas" de Polanski, 1986) o Jack Sparrow (Juanito Gorrión) el protagonista de la serie de "Piratas del Caribe".
Un reflejo de como se acepta de forma generalizada esta visión antiespañola por parte de muchos de nuestros compatriotas es la aparición, en esa serie que acabo de mencionar, de algunos actores españoles en el reparto. Penélope Cruz o Javier Bardem forman parte de esos españoles recién desembarcados en Hollywood para hacer papeles de "latinos", ya que las productoras prefieren contratar casi siempre actores españoles para hacer de hispanoamericanos. Ellos perpetúan como nadie los estereotipos de la  fulana latina y del latino macarra, tan del gusto del público anglosajón, que es al  que se tiende a adular en la Meca del Cine. Si bien es cierto que en la ultima entrega de "Piratas del Caribe: la venganza de Salazar" (Ronning y Espen, 2017) Bardem se ha vuelto mas versátil para interpretar el papel de un villano fantasmón, que le va como anillo al dedo.




Piratas, según Hollywood (Errol Flynn) y según "El Cachorro", cómic del español Iranzo


Producciones de dibujos animados como "Érase una vez el hombre" del gabacho Albert Barillé o la de "Bob Esponja" contribuyen a formatear las mentes infantiles para que empaticen con los piratas, con los verdugos en lugar de con las víctimas.
La piratería fue el primer escalón que tuvieron que subir los anglosajones para llegar a  convertirse en superpotencia mundial. Para cualquier otro pueblo resultaría vergonzoso reconocer unos orígenes tan miserables: de malvivir de las migajas que caían de la mesa del Imperio español pasaron a parasitar como vulgares garrapatas, aprovechándose de la prosperidad española. Para luego, haciéndose cada vez más atrevidos, dedicarse al robo de mercancías y al de territorios, todo justificado con el argumento de las "reparaciones". De todas formas, cabe recordar que cuando el almirante Vernon intentó invadir Cartagena de Indias en 1741, con una flota de 186 navíos, 2.000 cañones por banda y 23.600 hombres, Blas de Lezo se bastó para rechazarlos, contando tan sólo con 3.000 regulares, 600 arqueros indios y 6 buques a su mando. Aún estamos esperando que algún intrépido director español se decida a llevar esta sensacional historia a la gran pantalla.
En esto de invadir les aventajarían a los ingleses sus descendientes, los desarrapados de las Trece Colonias, quienes tras obtener su independencia en 1776 gracias a la ayuda de España (el papel del gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, fue decisivo) aprovecharon la debilidad de un México recién emancipado para apoderarse de la mitad de su territorio. Luego, como habían hecho antes los ingleses, manipularon las logias masónicas para conspirar e ir ganando influencia sobre aquellos territorios de ultramar a los que pretendían después colonizar. Así acabaron por arrebatarnos en 1898 Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.


Justificación del tráfico de esclavos anglojudío


Cartel de la poco amistosa película de Spielberg "Amistad". 

Pocas veces el descaro hollywoodiense ha llegado tan lejos como en la película de Steven Spielberg "Amistad" (1997). Con la excusa de narrar un episodio histórico, el de un incidente de un barco negrero con españoles en 1839, se pretende culpabilizar a España de la trata de esclavos en América, dejando de paso a los anglosajones libres de todas mancha. Hay que recordar que si hubo un país que indecentemente se lucró durante los siglos XVII y XVIII de este repugnante negocio fue Inglaterra. Su primera colonia en el Caribe, la isla de Jamaica, fue la primera receptora mundial del tráfico de negros. En el tratado de Utrech que zanjó la Guerra de Sucesión española, los británicos  lograron (además del peñón de Gibraltar) el privilegio exclusivo de la trata en la América española, lo que les dejó muy satisfechos. De  los 54.200 viajes  que se hicieron de barcos negreros, la mayoría de estos navíos eran portugueses e ingleses, y en mucha menor medida franceses, españoles, holandeses y estadounidenses. Pero los incipientes Estados Unidos se aprovecharon como nadie del comercio de esclavos, como receptores para sus campos de algodón del Viejo Sur, y (mucho más) como intermediarios, los comerciantes yankis de los puertos de Nueva Inglaterra.

En la película se nos presenta a los españoles (la reina, el embajador, la tripulación del barco) como unos perfectos mentecatos, mientras que los estadounidenses y británicos aparecen todos como abolicionistas e ilustrados. Un "olvido"  de Spielberg es la carta que la reina Isabel II envió al gobierno americano a resultas de aquel incidente, y en la que les recordaba el importante papel jugado por España en la independencia de los Estados Unidos.

A propósito, no estaría de más recordarle al director de "La lista de Schindler" la notable participación de  ilustres familias hebreas como los Da Costa y los Monsanto en la trata de negros. Y que tanto en Oriente como en Occidente los comerciantes del Pueblo Elegido han tenido una rara habilidad para enriquecerse con la compraventa de mercancía humana. Ahí encontraría sin duda Spielberg un jugoso tema para una serie de televisión de varias temporadas.


Justificación del genocidio de los nativos norteamericanos

Y es que todo rastro del pasado español de amplios territorios de los actuales USA debe ser menospreciado o del todo eliminado, para potenciar la colonización anglosajona. Así se hace en el sistema educativo norteamericano, y el cine también contribuye con películas como "Bailando con lobos" (Costner, 1990) en una de cuyas escenas se afirma que los expedicionarios españoles pasaron por allí sin haber dejado mucha huella ("los echamos", le  dice al prota el anciano sioux). Cuando la realidad histórica es que hubo una presencia española continuada durante más de tres siglos en Nueva España, que comprendía además de México los futuros estados de California, Florida, Nuevo México, Texas y otros territorios de los USA. Además en esa película, como en casi todas las demás de Hollywood, se escurre el bulto acerca del genocidio que hicieron los anglos con los nativos norteamericanos, exterminándolos directamente o encerrándolos en reservas en penosas condiciones de vida, hasta reducir su número al 0,8% de la población total actual. Pero de eso también nos quieren echar la culpa a los españoles, claro está.


Escena del morrión español en "Bailando con lobos"

Justificación del imperialismo angloamericano

El desprecio con el que tratan los yankis  a los "greasers" ("grasientos", así denominanlos WASP de pura cepa a los hispanos ) no es más que una proyección de la leyenda negra antiespañola sobre los mexicanos, cubanos,  colombianos, venezolanos, etc. En muchas películas comprobamos como se caricaturiza  a los hispanoamericanos recurriendo a actores anglosajones que se pintan la cara de marrón, como Alec Mango interpretando al dictador sudamericano El Supremo en "El hidalgo de los mares" (Walsh, 1951). Pero si ha habido una obsesión para los productores y guionistas de Hollywood esta ha sido contra México, el país a cuya costa  creció espectacularmente el territorio de los Estados Unidos, a partir del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. La propia "leyenda negra" sirvió para justificar la conquista de estos extensos territorios, creando una campaña de desprestigio que empleaba los mismos estereotipos que antes se venían aplicando contra los españoles.
El personaje de "El Zorro, un joven hispano educado en Europa que combate a una administración corrupta (la del breve período de gobierno mexicano en California entre 1821 y 1846) sirve muy bien a este propósito. El español Antonio Banderas es el último de una larga serie de actores de distintas nacionalidades (Douglas Fairbancks, Tyron Power, Guy Williams, Alain Delon) que han dado vida en la pantalla al personaje creado por Johnston Mc Cullery, todos ellos con un look más o menos de "latin lover", pero prácticamente ninguno de ellos mexicano. Tal vez sea porque los de México consideran las historias del Zorro como una ofensa a la historia de su país, como en efecto lo son.




En este sentido destaca sobre todo el mito fundacional de El Álamo sobre la conquista de Texas por los angloamericanos en 1836, que oculta entre otras cosas que el nuevo gobierno texano reimplantó la esclavitud, abolida anteriormente por la legislación mexicana. Por ejemplo, las películas sobre "El Álamo", tanto la de John Wayne de 1960 como la de Hancock de 1999, tergiversan la verdad histórica, retratando a los defensores del fuerte como unos idealistas que presentaron una resistencia numantina, pero ocultan que Jim Bowie y el coronel Travis eran amos de esclavos y consideraban a los mexicanos como una raza inferior. Más recientemente, la serie de televisión "Texas Rising" (Jotte, 2015) ha seguido tergiversando la historia de la independencia de Texas, y su éxito ha beneficiado la campaña de Trump del "American first" y contra la inmigración mexicana.
Una de las pocas producciones cinematográficas que reflejan con algo de veracidad este espinoso asunto del robo de la mitad del territorio mexicano perpetrado por los gringos es "Héroes sin patria"(Hool, 1999) en la que se cuenta la historia del Batallón San Patricio, un grupo de soldados irlandeses que lucharon a favor de los mexicanos contra la rapiña de los norteamericanos, y fueron ahorcados por estos últimos como "traidores", con un desprecio absoluto por las leyes de la guerra (se trataba de ciudadanos británicos, no de estadounidenses) y a pesar de las protestas internacionales. Mucho se ha glosado la crueldad del general Santa Anna, que ordenó tocar "a degüello" para despachar a los supervivientes de El Álamo, pero nunca antes se había hablado de esta barbarie perpetrada por los que pasan por sempiternos defensores de la libertad, la democracia y los derechos humanos.

Ahora que los políticos anglosajones y angloamericanos se han vuelto más populistas y están a la defensiva, no nos debe extrañar que recurran cada vez más (como han venido haciendo sin solución de continuidad hasta ahora) a la propaganda de difamación y a la hispanofobia, para desviar la atención de sus ciudadanos de los problemas reales. Antes se decía que la culpa de lo mal que nos ponían en las películas era del aislamiento del régimen de Franco, pero ahora que han pasado cuarenta años y ya "nos conocen mejor" y pertenecemos a la UE y a todos los clubes habidos y por haber, vemos que los prejuicios continúan sin corregir, y además aumentados. Los USA están llevando nuevamente a cabo operaciones para "arreglar su patrio trasero"y  se insiste en identificar a los hispanos con el narcotráfico y la delincuencia, lo que sólo es una verdad a medias. Bien se cuidan de ocultar, por ejemplo, las implicaciones de algunas agencias gubernamentales como la CIA en el tráfico mundial de drogas y en otros delitos. Detrás de estas reacciones y de estas campañas (en las que el cine hollywoodiense juega un importante papel) se esconde latente el miedo a que alguna vez los hispanos recuperen los territorios que  les pertenecen por derecho, y el sitio en la historia que les ha sido arrebatado.


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