miércoles, 21 de febrero de 2024

 LA LEYENDA DEL "BARÓN ROJO"

"¡Barón! Héroe de cuento, amo de las nubes, señor del viento.
¡Barón! Vive su sueño, triste y solitario, surcando el cielo.
¡Barón! Tu triste misión no apagó tu gloria."
(letra de José Luis Campuzano Feito y Mª de las Mercedes  Sánchez Llorente)

Viñeta de Joe Kubert


En tiempos de guerra, se supone que el deber de todo soldado es matar al mayor número de enemigos posible (enemigos armados, se sobreentiende)  Así lo veían los norteamericanos al menos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando colmaron de medallas al soldado de infantería, y más tarde actor de Hollywood, Audie Murphy, por haber aniquilado,  según  decían ellos, a unos 240 boches en el frente italiano, aunque su gesta le dejó también algunas secuelas psicológicas. Así mismo, los soviéticos aclamaron con entusiasmo los récords de Vasiliev Záitsev, el  francotirador más letal de la batalla de Stalingrado quien abatió, cual estajanovista del gatillo, a otras tantas 242 piezas tedescas. Más recientemente tenemos el caso del texano Chris Kyle, que entre Nasiriya, Faluya y Ramadi aseguraba haber eliminado no menos de 250  "insurgentes" iraquíes, incluyendo entre ellos a algunas mujeres y niños. Sus paisanos le conocían por el sobrenombre de "La Leyenda" y hasta Clint Eastwood le dedicó una de sus películas. En Texas le han designado un día en el calendario y todo, tras morir a manos de otro ex-marine perturbado, para recordar su memoria. 
 
 Es evidente que todos ellos fueron felicitados por sus superiores y recibieron honores, condecoraciones y público reconocimiento por haberse desempeñado con gran profesionalidad y maestría  en el oficio de matar a sus semejantes, sin permitir que  sensiblería humanitaria alguna les hiciera titubear ni un segundo a la hora de apretar el gatillo. Aparte de eso, es muy probable que la mayoría  de estos chicos, como el Malvado Zaroff,  disfrutara enormemente con "la caza", qué le vamos a hacer. Son los misterios de la mente humana y del instinto depredador; hay que suponer que también los oligarcas del Foro de Davos se lo deben de pasar en grande ingeniando nuevas crisis, alertas climáticas y sanitarias y las demás barrabasadas que nos toca sufrir a todos. Pero esa gentucilla arriesgan mucho menos su pellejo maniobrando detrás de las bambalinas.
En cualquier caso, desde la perspectiva pacifista que hoy predomina en la Europa occidental, y según las coordenadas de la corrección política  vigente, que llegan al extremo de considerar improcedente el derecho a la legítima defensa siempre y cuando la vida de un varón blanco esté amenazada, todos estos personajes son considerados sin paliativos como unos siniestros psicópatas y asesinos en serie, unos monstruos sedientos de sangre, que sólo merecen ser repudiados por "militaristas" y por "fascistas".

El genuino Manfred von Richtofen

De nada servirá el argumento de que el enemigo armado que tienen enfrente les hubiera pagado con la misma moneda, de tener la más mínima oportunidad. Si estos plusmarquistas de la violencia son vilipendiados como unos seres despiadados, ¿Qué habría que decir entonces de los que lanzaron bombas infernales sobre civiles indefensos en Dresde o en Hiroshima, de los que incendiaron con napalm aldeas enteras en Vietnam o están  a día de hoy exterminando indiscriminadamente a la población  palestina de Gaza?
No obstante y aunque el elenco sea, como acabo de demostrar,  de lo más variopinto, siempre hay estereotipos que  acaban triunfando en la cultura popular y en el imaginario colectivo, y que han servido y sirven para representar  mejor que otros (vaya usted a saber por qué) a ese "soldado asesino", emblema del Mal Absoluto y encarnación sobre la Tierra de lo peor que hay en la condición humana, a ojos de las ovejitas luceras wokes y socialdemócratas. El conquistador español o el soldado de los Tercios cumplió durante siglos  ese papel de villano de leyenda negra, pero más tarde vendrían otros, siendo el sanguinario japonés y el crápula alemán los que más han perdurado con el paso del tiempo porque, hay que recordarlo una vez más, este occidente poscristiano y preislamista que ahora disfrutamos se fundó sobre las ruinas humeantes del año 45.


Portada de Joe Kubert

De hecho, la caricatura del oficial  prusiano como un carnicero con monóculo y casco de acero con pincho  es bastante antigua y se remonta al menos a la guerra franco-prusiana, llegando a tener un gran predicamento durante la Gran Guerra europea, en la que según decía la propaganda aliada los alemanes se comían a los niños belgas crudos, después de ensartarlos con la bayoneta. El actor Erich von Stroheim, conocido como "el hombre que le gustaría odiar", encarnó como nadie esta clase de papeles y fue el molde  para los cada vez más demandados  "malvados nazis" del posterior cine de Hollywood. Y eso que, en muchos sentidos, los NS y los clasistas junkers prusianos eran antitéticos en sus principios, pero la propaganda no entiende de esa clase de sutilezas.
El "prusianismo" como diría Spengler ha dado figuras bastante curiosas a lo largo de la historia; algunas harto execrables y próximas a ese arquetipo cruel y despiadado, a esa "máquina asesina" que nos pinta  la propaganda antigermana, como Lothar von Trotha, el perpetrador de la matanza de los herero y namaqua en lo que hoy es Namibia. Otros más pintorescos, como los que anduvieron por tierras sudamericanas organizando ejércitos con el molde prusiano: Emil Körner en Chile, Hans Kundt en Bolivia... El más alucinante de todos ellos quizás fuese el ruso (aunque de origen alemán) Roman Ungern von Sternberg, apodado  "el Barón Loco" o "el Barón Sanguinario", quien una vez convertido a la fe budista se erigió en conquistador y  dictador de Mongolia durante los convulsos años de la revolución bolchevique.
Pero no siempre la visión del enemigo germano fue tan negativa como muestran la mayoría de las películas americanas. Incluso es posible que fueran sus rivales británicos de la Primera Guerra Mundial, además de los propios alemanes, los que más contribuyeron a forjar la leyenda teñida de romanticismo de Manfred von Richthofen, más conocido como "El Barón Rojo", una especie de caballero volador, que no andante, que todavía a comienzos del siglo XX  se conducía por un estricto código del honor, como los paladines de la Edad Media. Uno de los últimos gentlemen  de la guerra, el "as de ases" como se le llegó a considerar, capaz de gestos nobles como no atacar al que rehusaba enfrentarse con él o el de perdonar la vida a los adversarios heridos que se habían batido valientemente.

El arte de Carlos Puerta en "Barón Rojo"


Descendiente de una familia de terratenientes prusianos, de niño había acompañado a su tío, un experto cazador, en sus batidas de caza, desarrollando muy pronto ese instinto y esa certera puntería que le harían célebre. Siguiendo la tradición familiar él y su hermano Lothar (que también sería aviador) ingresaron de niños en la Escuela Militar de Berlín, para alistarse más tarde en los ejércitos del Káiser. Al estallar la Gran Guerra, Manfred tiene 22 años y se estrena en combate como oficial de caballería, dirigiendo un regimiento de ulanos y ganando por sus servicios la Cruz de Hierro. Poco después lo destinaron a infantería, pero la sórdida vida en las trincheras le deprimía y aburría bastante, ya que él necesitaba más acción y ansiaba vivir aventuras. Por lo que en cuanto pudo se enroló en la aviación de guerra que por aquel entonces estaba dando sus primeros pasos. Muchos aristócratas prusianos preferían servir en aviación y formaban una especie de élite de la guerra, pilotando aquellos extraños pájaros de hierro. 
Ernst Jünger llegó a escribir en "El Bosquecillo 125" acerca de la comunidad de los aviadores de la Primera Guerra Mundial, que él consideraba audaz y muy fuertemente cohesionada:
 "Hay entre ellos  hombres en los que parecían haber resucitado, de una manera extraña, los antiguos vikingos; apenas representa diferencia ninguna el que éstos de ahora suban a pájaros artificiales y los vikingos de otros tiempos subieran a naves piratas adornadas con escudos multicolores."
Y también estas palabras que valdrían para describir al Barón Rojo:
 "La gran pasión de estos guerreros es la lucha, el placer de desafiar al Destino, el placer de ser ellos mismos Destino."


El estilo prusiano, incluido el uso del depickelhaube, sigue vigente en la actualidad en el ejército de Chile


Al principio voló como observador en el frente oriental, en aviones biplaza pilotados por otro aviador. 
Obtuvo su título de piloto en la Navidad de 1915, en la que sobrevoló Verdún en un monoplano Fokker. Tras ser destacado de nuevo al frente oriental consigue que le trasladen más tarde a Francia, durante la batalla del Somme, ingresando en la famosa escuadrilla Jasta 2 de Oswald Boelcke. El primer avión enemigo que logra derribar lo hace disparando una escopeta y detrás de las líneas enemigas, pero como era necesario que hubiera testigos que probaran las victorias, éste y otros derribos no le fueron anotados. Por eso, en septiembre de 1916 y tras abatir a un avión británico, aterrizó y le arrancó su ametralladora para tener una prueba irrefutable de su victoria. En aquella ocasión el alto mando alemán no lo arrestó porque comprendió el pundonor del joven piloto. Y a partir de entonces adquiriría la costumbre de llevarse un trofeo de sus enemigos caídos, como recuerdo de sus triunfos.
Empezaba así a hacerse célebre el Barón Rojo, un adversario implacable que llegó a dirigir 58 misiones y a derribar hasta 80 aparatos enemigos computados, entre ellos el biplano de Lanoe Hawker, el más destacado as de la aviación británica hasta entonces.
En octubre de 1916 y tras la muerte de Boelcke, le sucede como jefe de su escuadrilla. No tardaría en comandar el primer ala de caza de la historia aérea, la JG I, compuesta por varias jastas, la 4,6,10 y 11. Desoyendo los consejos de sus superiores sobre el uso de tonos apagados en los aviones, más fáciles de camuflar así, decidió pintar su triplano Fokker Dr. I de un color rojo vivo, y el resto de sus aviadores le imitaron pintando sus aparatos con colores llamativos. La JG 1 pasaría  a ser conocida por este motivo y por su gran movilidad como "el Circo Volador de Richthofen". Se trataba de lanzar un desafío y de crear un efecto psicológico, infundiendo temor y respeto en el adversario. Desde entonces sus enemigos le bautizaron con el apodo de  "le petit rouge". Aquella docena de aviones parecían más bien una partida de caballeros andantes con sus blasones, gualdrapas y escarapelas dirigiéndose hacia una especie de torneo medieval.


El Barón Rojo y su perro Moritz

 En enero de 1917, el día de su 25 cumpleaños, recibió de manos del Káiser la máxima condecoración en Alemania, la orden "Pour le Mérite", también conocida como la Blauer Max. Durante el llamado por sus enemigos "Abril Sangriento" llegó a derribar, a bordo de su Albatros D.III veintiún aparatos ingleses en un mes. Para el mando británico acabar con él  se convirtió en una especie de obsesión, y para ello pusieron en marcha un Escuadrón Anti-Richthofen. Él se lo tomó muy deportivamente: 
"Es preferible que  los clientes vengan a uno, que uno tenga que ir a buscarlos."
En julio de 1917 un balazo le roza la sien y debe aterrizar su pájaro escarlata detrás de las líneas enemigas. A resultas de esas heridas, su cerebro se verá afectado y sufrirá una ceguera temporal. Se produce entonces una gran conmoción en Alemania, al  conocer que su gran héroe, equivalente a una estrella del rock o del deporte de nuestros días, no era invulnerable. Durante los cuarenta días que estuvo convaleciente escribió sus memorias que se publicaron bajo el título de "El piloto de combate rojo". Es un texto muy ameno y accesible, que se puede consultar en Internet. En él cuenta con pelos y señales sus "peleas de perro" (combates aéreos)  hasta la fecha, mostrando gran entusiasmo al recordar sus hazañas y cómo abatía a sus rivales.
Pese a que se le había recomendado retirarse, siguió pilotando ya que volar en combate se había convertido en una especie de droga para él.  Hasta entonces había cosechado unas 57 victorias y quería llegar al menos al centenar.  No pudo ser, porque el 21 de abril de 1918 se adentró con su avión volando muy bajo en las líneas enemigas, al norte de Francia, ignorando sus propios principios básicos. Dicen que tras recibir la herida en la cabeza su carácter había cambiado, se había vuelto más taciturno y temerario. Un capitán canadiense de la RAF, Arthur Roy Brown, le atacó por la retaguardia, mientras una batería antiaérea australiana le disparó desde tierra. Parece ser que desde esta última procedía la bala  que llegaría a alcanzarle el corazón y que acabaría definitivamente con su vida. Con todo,  los británicos le dispensaron al morir un solemne funeral, en el que los soldados australianos dispararon salvas en su honor. En su epitafio escribieron esta frase:
"Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Descanse en paz."

Cartel de la película "Barón Rojo" de 1971

Así de forjó la leyenda del Barón Rojo, que más tarde pasaría a la cultura popular, en primer lugar gracias los cómics. En 1965 la norteamericana DC publicaba "Enemy Ace" ("As Enemigo") serie de la que hablaremos más tarde y algunos años después, en 1976, TBO  sacó en España un número especial titulado  "Los misteriosos caballeros del aire", dedicado a nuestro personaje. Entre medias está la película de Roger Corman de 1971 que sirvió para popularizar aún más al célebre piloto de guerra entre un público joven. Los alemanes no se decidirían a rodar su propia versión hasta 2008, con "De Rote Baron" de Nikolai Müllerschön, muy inferior a la de Corman aunque tenga buenas escenas bélicas. En el mundo de la música inspiró entre otras a la banda australiana de folk-rock "Flying Circus" y a comienzos de los ochenta a la española  "Barón Rojo". Parece ser que a esta última fue un cómic (el de la DC o el de TBO, no está claro del todo) el que les sugirió el nombre; tal como reza la canción:

"De héroe nacional pasaste a ser cómic en papel.
No es un mal final, Barón."

En la película de Corman ("The Red Baron, Von Richthofen and Brown") es John Phillip Law quien encarna al protagonista, quien representa la caballerosidad y el modo antiguo y romántico de hacer la guerra frente a su metódico y antipático  antagonista, el capitán Roy Brown, quien se llevó la fama de ser su vencedor, sin merecerlo del todo realmente. Cabe decir que el filme contiene algunas de las mejores escenas aéreas de la historia del cine, rodadas con un gran realismo; tanto es así que se produjeron varios accidentes durante la producción y llegó a fallecer alguno de los especialistas. La versión que ofrece Corman del personaje llega a ser bastante apologética, y para compensarlo se cargan las tintas contra Hermann Göring, quien sirvió en la escuadrilla a las órdenes del Barón y le sucedió como su comandante. En la película lo presentan como un villano  arrogante y envidioso, un criminal de guerra que no dudaba en ametrallar al personal sanitario. Tratándose de un "nazi" en potencia, había que mostrarlo como intrínsecamente malvado, a pesar de haber sido otro héroe de guerra, que por sus méritos también se ganó la Blauer Max. Tampoco los anglos salen muy bien parados en el filme, justo es reconocerlo,  pues  se les ve haciendo lo propio atacando un hospital militar donde convalecían los soldados alemanes heridos en el frente.

Portada del cómic de Carlos Puerta


Cuando se cumplió el  centenario del estallido de la Gran Guerra, entorno al 2014, llegó el momento del revisionismo y de la desmitificación del personaje. Al final ningún héroe europeo se salva de ser vilipendiado, de una u otra forma. Desde innumerables artículos de prensa lo pusieron bien a caldo, presentándolo como un psicópata obsesionado con batir récords (por más que él lo negara explícitamente en su libro) cruel y ególatra, y que se había apuntado a la aviación sólo para ametrallar desde el aire a diestro y siniestro. Posiblemente en el caso de Richthofen  no era oro todo lo que relucía y tuvo también sus luces y sus sombras, y no en todas las ocasiones fue tan magnánimo aquel as de la aviación, pero si sus propios enemigos reconocían su valor y brindaban por él antes de cada "torneo", como bien refleja Corman en su película, por algo sería.
Lo que no cabe duda es que había que ser muy bravo para montarse en un cacharro de aquella época (sin paracaídas además!) y enfrentarse en combate al enemigo, y además llamando la atención con chulería, con la pintura roja de la chapa, lo que en principio suponía partir con no poca desventaja. 
Para demostrar ese aspecto de depredador de Richthofen se citan algunos pasajes  que aparecen en su libro "El piloto de combate rojo", como este por ejemplo:
"Soy cazador por naturaleza. Cuando he derribado a un inglés, mi pasión por la caza se calma por lo menos durante un cuarto de hora."
Pero se omite lo que dice a continuación: "Por esta razón no derribo generalmente dos aviones enemigos seguidos; cuando cae uno, ya me siento satisfecho. No fue hasta mucho después cuando logré acostumbrarme a actuar como un tirador."
Sin embargo en el mismo libro aparece también este otro fragmento de muy distinto signo:
"Por compasión con mi adversario decidí no abatirlo y sólo obligarlo a aterrizar, sobre todo porque tenía la impresión de que el enemigo estaba herido y porque no había podido dispararme ni un solo tiro (...) Y ahora viene —en mi opinión— una canallada bien británica: me pregunta el inglés que por qué había sido yo tan imprudente en mi aterrizaje. La razón era que no pude evitarlo. Y el muy miserable va y me dice que de no habérsele «encasquillado el arma» habría probado a dispararme en los últimos trescientos metros.
Yo le pedí disculpas por haberle derribado, él las aceptó y así fue como le devolví su deslealtad."

Algunas viñetas del "Barón Rojo" de Carlos Puerta

Como enmarcado dentro de esa corriente desmitificadora podríamos señalar los tres álbumes de "Barón Rojo", creados por el guionista francés Pierre Veys y el dibujante madrileño afincado en Vigo Carlos Puerta. Publicados inicialmente en el 2016 estos tres tomos se titularon "El baile de las ametralladoras", "Lluvia de sangre" y "Torreones y Dragones", y fueron presentados como "la historia del piloto más sanguinario de la Primera Guerra Mundial". Hace poco se han recopilado en un tomo integral que incluye una historia extra. Los autores se toman algunas libertades con el personaje histórico para presentarlo como un asesino sediento de sangre que, cual supervillano de Marvel, posee ciertos poderes telepáticos que le permiten anticiparse a las reacciones de sus adversarios. 
En el aspecto visual  está bastante cuidado, las viñetas parecen pinturas al óleo al estilo impresionista, con un colorido luminoso y de reflejos rutilantes. Los detalles gráficos están muy bien documentados, en cuanto a los uniformes, máquinas, paisajes y demás. Y con todo, las composiciones tienen un gran dinamismo y las escenas de los combates aéreos están muy bien logradas.
Sin embargo, y tal como decíamos, el guion en su afán desmitificador exagera algunos episodios biográficos, omite otros, y las frecuentes licencias que se toma acaban por alterar no poco los hechos reales. Se ve que han tenido en cuenta "El piloto de combate rojo" para reinterpretarlo luego a su conveniencia. 
La historia del Barón da comienzo en sus años en la Escuela de cadetes, cuando durante una trifulca con otros muchachos (el Príncipe Friedrich y su pandilla) descubre su especial don de leer en la mente de sus oponentes. Después vuelve a poner en práctica estas facultades sobrenaturales enfrentándose a unos gamberros callejeros en un barrio miserable de Berlín, llegando a matar a golpes con su bastón a una muchacha que animaba a sus atacantes. Todo esto, naturalmente, está completamente inventado. Luego se nos muestran  sus torpes comienzos como aprendiz en la aviación, en los que destrozó algún que otro aparato durante sus primeras prácticas. Este detalle se basa en hechos reales, pero tampoco tiene nada de particular al carecer de experiencia previa; sin embargo, en muy poco tiempo lograría convertirse en un excelente piloto de caza.
 A su amigo Willy le narra un suceso  algo turbio de su biografía (y que se puede leer en sus memorias) ocurrido en Bélgica cuando sirvió como oficial de caballería. Tras  alojar a su regimiento en un monasterio y gozar de la hospitalidad de unos monjes algo zalameros, tuvieron que colgar tres días después a varios de ellos de unas farolas por haber colaborado con el enemigo. No se andaba con chiquitas el Barón. En otro episodio lo vemos sobrevolando el Frente del Este para efectuar raids de bombardeo sobre posiciones enemigas, mientras que su acompañante acribillaba y bombardeaba sin piedad  a la caballería cosaca. Esta basado en algo que cuenta él mismo con orgullo en sus memorias, y que revela el lado oscuro y hasta cabroncete que había también en la personalidad del Barón Rojo.

Viñetas del "Barón Rojo" de Carlos Puerta


Hacia el final del relato la cosa se vuelve mucho más ficticia y artificiosa, ya que en la escuadrilla vuelven a encontrarse Richthofen y sus antiguos rivales, el Príncipe Friedrich y sus amiguetes. Al parecer las viejas afrentas no se habían olvidado, y anticipándose a la venganza que tramaban contra él, el Barón Rojo derriba y luego remata con su pistola a uno de los secuaces del Príncipe durante una patrulla.  Finalmente será el propio príncipe Friedrich el que acabe con la vida del Barón, aprovechando la confusión de un ataque producido mientras  escoltaban a un zepelín, lo cual es un desenlace bastante forzado y afecta a la credibilidad de un relato que muy a menudo pretende hacerse pasar por biográfico. En conjunto, la narración que presentan estos autores de las andanzas de un psicópata de la Primera Guerra Mundial, me resulta un tanto fría y creo que no aporta gran cosa, más allá de destrozar a otro personaje del pasado histórico europeo.

Más  interesante y desde mi punto de vista mucho más logrado es otro cómic que he dejado para el final, el "As Enemigo" de Joe Kubert y Bob Kanigher, un clásico de la DC publicado inicialmente como una serie en 1965. Con posterioridad estas historias han sido recopiladas en formato álbum, y aquí en España lo hizo Toutain Editor en 1984 bajo el título de "El Barón Rojo". El protagonista es un ficticio piloto de combate alemán de la Primera Guerra Mundial, el Herr Rittmeister Hans von Hammer, conocido como "El Martillo del Infierno", que guarda muchas similitudes con Manfred von Richthofen. Es considerado éste uno de los mejores cómics bélicos de todos los tiempos y uno de los trabajos más personales de su dibujante, el genial Joe Kubert. 

Portada de "As Enemigo" por Joe Kubert


Siguiendo la estela de los comic-books de Harvey Kurtzman sobre la guerra de Corea, que ofrecían una visión agria, cruda y para nada triunfalista de los temas bélicos, los autores de "As Enemigo" nos cuentan sus historias desde el insólito punto de vista de un combatiente alemán, un guerrero al que todos consideran un "ángel de la muerte", "una máquina humana de matar", que "no puede soportar dejar el cielo sin una muerte". Pero poco a poco descubrimos que se trata de un ser con más conciencia y capacidad para la reflexión de lo que permiten presagiar las apariencias, un hombre de honor y de gran caballerosidad, pero también melancólico y oscuro, un hijo de la guerra "nuestra madre", como diría Ernst Jünger. Su estilo de vida le condena a la soledad, algo que acepta con estoicismo, como ese lobo de la Selva Negra al que perdona la vida y con el que termina confraternizando, considerándolo su único "amigo".
Esta serie tuvo continuidad después que la dejara Joe Kubert, incluso el personaje lograría sobrevivir a la Primera Guerra Mundial y combatiría en la Lutwaffe, inspirándose en otro as histórico de la aviación, Adolf Galland. Sin embargo, creo que la etapa que nos ocupa es desde luego la más original, y muchos son los paralelismos que podríamos establecer con la biografía del Barón Rojo. Ambos son aristócratas prusianos, pilotan un triplano Fokker de color rojo sangre, practican la  caza y son considerados ases entre todos los ases por sus múltiples victorias. Ambos también coleccionan trofeos en recuerdo de cada avión derribado, no atacan a los enemigos indefensos y reconocen la dignidad de sus adversarios. Uno de estos, el piloto francés conocido como "El Verdugo", resultará ser el conde André de Sevigne, alguien que comparte su mismo código de honor y que le invita a visitar su "château" durante unos días, tras salvarle la vida después de haberle derribado.
Otro detalle, que aparece en un episodio dibujado por Kubert, es que Von Hammer adopta un cachorro de perro al que antes había atropellado por accidente y al que llama Schatzi, y lo lleva de copiloto en su avión. Lo mismo que Richthofen, que tenía una mascota de nombre Moritz, un dogo alemán, que en alguna ocasión le acompañó en sus vuelos como "observador". 
El guionista, Bob Kanigher, fue también el creador de otra serie famosa ambientada en la Segunda Guerra Mundial, "El Sargento Rock y la Compañía Easy", de cuyos dibujos también se encargó en un principio Joe Kubert. Este último, que curiosamente era de origen judío, fue uno de los grandes dibujantes de la "edad de plata" de los cómics americanos y que trabajaron para la DC, como Neil Adams (Batman) o Berni Wrightson (La cosa del pantano). Es el autor de "Tor (Hace un millón de años)" una serie sobre un personaje de la edad de Piedra, de "Viking Prince", ambientada en el medievo, y de una interesante adaptación de "Tarzán", donde se reconoce el influjo de su maestro Burne Hogarth. También como aquél fue profesor de dibujo e influyó muchísimo en otros profesionales del cómic que aparecerían después.


Una página de "As Enemigo" de Joe Kubert


Este del "As Enemigo" (o del "Barón Rojo", como se conocía en España) es sin duda uno de sus mejores trabajos. En las especiosas palabras de Javier Coma, quien escribió  el prólogo del álbum de Toutain:
"As del espacio de la página, Kubert la dividía y estructuraba a través de múltiples composiciones de pictogramas cuyo nexo común residía en la originalidad y en el vigor del montaje narrativo. Perspectivas, angulaciones, encuadres y "zooms" se amoldaban en Enemy Ace a una intensidad dramática sólo posible gracias a un creativo estudio de la dinámica plástica. El propio tema del combate aéreo parecía excitar al máximo las cualidades imaginativas del dibujante en aquel aspecto, y de ahí que sus hallazgos en narrativa visual de Enemy Ace figuren entre los más apasionantes de su carrera."

Tal vez el personaje de Kubert y Kanigher no sea un fiel reflejo del auténtico Manfred von Richthofen, como seguramente tampoco lo sea, a pesar de sus pretensiones, el de Pierre Veys y Carlos Puerta. Pero el primero constituye una figura épica que va más allá de la realidad histórica, y que conecta con el arquetipo del héroe trágico, y resuena en el lector mucho más que el segundo, que en comparación nos resulta un tanto frío e indiferente.

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