domingo, 4 de febrero de 2024

EL CARTEL DE LA CONTROVERSIA 

(ARS SACRA BERGOGLIANA)

Inauguración del monumento "Angels Unware" en la Plaza de San Pedro

 ¿Entramos o no entramos en la polémica sobre el cartel de Salustiano? Pues qué quieren que les diga. Los que contrataron al artista (en este caso el Consejo de Cofradías y Hermandades de Sevilla) sabrán lo que se traían entre manos cuando lo hicieron y qué estilo querían que impregnara al cartel de la Semana Santa de este año. Desde que se ha inventado eso de las redes sociales cualquier cuestión se convierte en motivo para la bronca estrafalaria y el "meme" facilón, y más en un país como el nuestro tan "polarizado" casi siempre por nimiedades de este estilo. A mí en estos momentos me preocupan bastante más otros asuntos, pero como de arte se trata, abordaremos la cuestión sin demasiado entusiasmo, que conste.
En Sevilla es tradición que un artista se encargue de crear, de forma gratuita, el cartel para la Semana Santa. Esta vez el encargo ha recaído en Salustiano García, que es un pintor sevillano de cierto prestigio internacional, cuyo estilo se acerca más al de la pintura renacentista que al hiperrealismo en lo formal. Está especializado en representar el cuerpo humano de una manera idealizada y esteticista, con cierta predilección por los personajes infantiles y adolescentes. También se caracteriza por pintar los fondos de un tono rojo brillante, presente en casi todos sus retratos. En general, se puede calificar su pintura de "amable", aunque analizándola con lupa (ahora que hay polémica) algunos hayan encontrado alguna sutil perversidad en algunas de sus obras; poca cosa, si tenemos en cuenta lo que hacen la mayoría de los artistas contemporáneos, y nada que ver con la colección de pintura de John Podesta y otros horrores del "Pizzagate". Estas son, a grandes rasgos, las características del arte de Salustiano, algo que seguramente debían saber de antemano los que le contrataron.
Ahora bien, como sucede a menudo con las obras de arte, cada cual proyecta sobre ellas lo que lleva dentro o lo que más le conviene. Está claro que detrás de esta "polémica" están por un lado los que ven en el cartel una muestra más del escarnio a la religión católica, como los que protagonizan Eduardo Casanova y compañía, porque el pintor mostraría según su parecer un Cristo lánguido y "afeminado". Por otra parte están los colectivos, asociaciones y chiringuitos LGTBIQ+, que se han apresurado a celebrar  a su nuevo "cristo gay" y a considerar este como un guiño más del Vaticano a sus aspiraciones supremacistas sobre el resto de la sociedad.
Es cierto que el wokismo, como todas las ideologías de la modernidad, pero ésta en un grado más superlativo si cabe, aspira a sustituir a la religión tradicional imponiendo su credo y sus dogmas a todo el mundo, incluso por la fuerza si lo cree necesario. Y de ahí quizás el recelo con que ha sido acogido un cartel que, independientemente de su calidad artística parece para algunos encajar con la línea del pontificado actual de Bergoglio, empeñado en promover la "ternura" y la "dulzura" evangélica por encima de todo, en un mundo que se  está volviendo cada vez más conflictivo y peligroso, sobre todo para los cristianos.

Cabecera de "La espada salvaje de Jesucristo" (2016) cómic de Grant Morrison que juega con el proyecto del " cristianismo positivo" de reemplazar al Jesús judío por un Mesías nórdico y violento.


La cosa no es de ahora , aunque en los tiempos actuales se muestre con toda su crudeza. Las bendiciones a las parejas gay, la promoción de las fronteras abiertas y del "efecto llamada" que tanto aprovecha a los modernos traficantes de seres humanos y a los sembradores del caos, entre otras cosas, convierten a la Iglesia de Bergoglio en el cómplice necesario del globalismo y de su agenda transhumanista.
Al mismo tiempo, los ataques a los símbolos religiosos católicos, sobre todo bajo la coartada artística y en nombre de la libertad de expresión, se han vuelto cada día más frecuentes. La ofensa y la blasfemia nada sutil, y que llega hasta la obscenidad, han aparecido en los museos e incluso  hasta en instituciones muy ligadas al Vaticano. En este blog nos hemos referido muchas veces a la extraña iconografía que surgió tras el Concilio Vaticano II, produciendo muchas aberraciones "vanguardistas" de difícil explicación y encaje, como no sea que desde dentro de la propia Iglesia los hay que se toman a chufleta  lo más sagrado:https://morenoruizignacio.blogspot.com/2020/08/arte-de-sus-satanicas-majestades-los.html
Hay que decir que  en años anteriores otros carteles de la Semana Santa sevillana, como el Cristo Pop del 2022, abundaron en esta dudosa estética moderna, y en aquella ocasión no hubo tanto escándalo ni se rasgaron tanto las vestiduras, a pesar de que el resultado fuera, desde mi modesto punto de vista, bastante horroroso y alejado de cualquier tipo de espiritualidad.


Ante estas moderneces es de agradecer que la Iglesia intente volver, de vez en cuando, a los cauces tradicionales y ortodoxos en lo formal, y que se  recuperen los lenguajes artísticos del pasado. Pero a menudo los resultados conseguidos son bastante chocantes y controvertidos, por no decir blasfemos. Ya me he referido alguna vez a la fachada del Duomo de Terni, pintada por  el artista gay argentino Ricardo Cinalli en 2007, en un estilo pseudo renacentista que rebosa decadentismo y ambigüedad a raudales. 
Y sin ir más lejos, tenemos el perverso cartel para la Asociación de Belenistas de Sevilla, pintado por Manuel Peña en el 2017, en el que aparece un arcángel algo locaza practicando el onanismo con la Giralda, en una pose de lo más elocuente. No se sabe bien si estas cosas ocurren porque los artistas contemporáneos, aunque intenten parecer clásicos, son así y se toman a chufla todo lo sagrado o porque los propios eclesiásticos y aquellos que les encargan las obras han vendido su alma al diablo y son profundamente corruptos.



Claro que es posible rastrear en la imaginería católica europea, sobre todo a partir del Renacimiento y el descubrimiento por parte de los artistas mediceos de la estatuaria helenística, muchas imágenes  religiosas con una componente sensual, erótica o según se dice ahora homoerótica; y no nos referimos a obras de autores de segunda fila precisamente. Los conocedores del Arte recordarán muchas representaciones de ángeles y santos de ese estilo paganizante, que tanto escandalizaron a Lutero y a Calvino; incluso también algunas imágenes de Jesucristo, aunque sean algo menos frecuentes. Cabría preguntarse si estas obras de arte, en algunos casos excelentes en lo formal, tienen algún carácter espiritual y trascendente, desde un punto de vista cristiano, o tal vez no. Al menos tienen enorme mérito artístico, cosa que no se puede decir lo mismo de las estampitas del Sacré- Coeur de estilo sulpiciano (inspirador sin duda del "Jesús de Nazareth" de Franco Zefirelli) que tanto encolerizaban a León Bloy, más partidario de aquellos otros iconos o cristos del Medioevo, por los que los creyentes de una Iglesia mucho más militante, cruzados o mártires de la causa, llegaban a matar o a dar su vida en el pasado. A lo largo de la historia del arte europeo también abundan esos otros cristos, rotundos, sufrientes y desgarradores como los que pintaran Mathias Grünewald o Prieto Coussent o los que tenemos en nuestros pasos de Semana Santa que, por buscar otro equivalente cinematográfico, se pueden equiparar al que interpretó Jim Caviezel en "La Pasión" de Mel Gibson.

Escultura del chileno Pablo Maire

El propio Grünewald representó un Cristo Risorto muy diferente del de Tiziano y otros, más dulcificados y que sin duda han podido inspirar a Salustiano. No se puede decir que la obra de este último sea "obscena" o "sexualizada", aunque represente a un Jesús (en palabras del artista) "joven y bello" con un cierto aire andrógino e idealizado. Tampoco llega a caer en lo amanerado ni sulpiciano; a mí me recuerda un poco, aunque más joven, al autorretrato frontal de Durero de la Pinacoteca de Munich, que tiene también connotaciones religiosas. En lo iconográfico es irreprochable, ya que incorpora el paño del Cristo del Cachorro y  en la cabeza las potencias del Cristo del Amor, dos de las principales devociones de la Semana Santa sevillana. La postura  de la mano es parecida a la de un cuadro de Bramantino, o sea que nada de masónica. 
 Es decir, que en cuanto al estilo se podría calificar de clasicista, paganizante y sin aparentemente nada de "blasfemo", Claro que  esto no implica que el artista haya sido capaz de captar en su obra la majestad y divinidad de Jesucristo, si esta hubiera sido su pretensión. 
Quizás toda esta polémica sólo esté sirviendo para estigmatizar como ignorantes, reaccionarios y cavernícolas a los que rezan el rosario en Ferraz, que se supone son los contrarios a este cartel.
 Y ahí reside el problema; que haya gente como Pérez-Reverte o Castro Flórez que se hayan posicionado, con una perspectiva nada exenta de ideología, a favor de lo que a su parecer representa el cartel: una cuña más que servirá para demoler la identidad oscurantista y católica de esa España que tanto odian.
Y otros se empeñarán en ver en él una confirmación de esas ideologías promovidas por los amigos del papa Bergoglio (el Foro de Davos, las organizaciones mundialistas y demás) que fomentan por todos los medios al "hombre blandengue",  un  nuevo hombre sensible y "deconstruido", para una era post heteropatriarcal y  en pro del empoderamiento feminista; un clon del muñeco Ken de la Barbie, en suma.
No en vano la sombra de la androginia leonardesca que sobrevuela a esta imagen resulta, como ya se sabe, muy del gusto de cierto clero postconciliar y covidicio. Y luego está la cuestión del color rojo del fondo, que es según parece una marca personal del artista. Un color que funciona muy bien en un cartel, no cabe duda, pero que no sé si resulta muy adecuado para el tema de la Resurrección, pues este último suele ir más asociado con el blanco de la pureza o el dorado de la divinidad. El rojo suele tener otras connotaciones: pasión, socialismo, revolución, las llamas infernales...


Efigie de Moloch instalada en el Coliseo de Roma durante una exposición

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