jueves, 27 de junio de 2019

EL NOVEMBERGRUPPE, RUBENS Y DER KUNSTLUMP

Fotomontaje político de John Heartfield


El llamamiento de los futuristas de 1909 a demoler los museos tuvo su repercusión una década después en la Alemania que intentaba salir del caos de la Gran Guerra. Allí, tras los sucesos de la Revolución de Noviembre de 1918, el motín de la flota en Kiel y la intentona fallida de los espartaquistas de establecer una dictadura comunista al estilo soviético en la Alemania de posguerra, un grupo de artistas y escritores cercanos al expresionismo fundó al año siguiente en Berlín el "Novembergruppe".  El objetivo de estos activistas estaba claro: promover la revolución (la guerra civil) desde la trinchera del arte. Entre ellos estaban algunos de clara ideología ácrata o comunista, como George Grosz, John Heartfield o Bertolt Brecht, pero también había otros como Otto Dix que no se posicionaron ideológicamente. Sin embargo, todos ellos colaboraron en "Die Pleite" (La Bancarrota) una revista antimilitarista y antisocialdemócrata editada por Grosz y Hearthfield.

viernes, 21 de junio de 2019

LA PLÁSTICA Y LOS PLÁSTICOS

 

Obra de Mattia Blagi

En el arte contemporáneo en general se utiliza mucho el plástico, porque vivimos rodeados de plástico, y según se dice los artistas tienen que echar mano de lo que hay a su alrededor, y no de los "materiales nobles", que son cosa del pasado. Desde que, a finales del siglo XIX, la arquitectura empezó a experimentar con los nuevos materiales, la escultura y la pintura no se quedaron a la zaga y esto ha llevado a que, por ejemplo, los pigmentos más empleados por los profesionales y aficionados actuales sean las resinas sintéticas (los acrílicos) que no dejan de ser una clase de polímeros elaborados por la industria petroquímica. Mucho peor aún ha sido la moda del ready made y del reciclaje a toda costa, no parando de crecer el número de "esculturas" e "instalaciones" realizadas a partir del plástico desechable, de la basura que genera en cantidades industriales nuestra sociedad... Porque buena parte de estas obras continúan siendo precisamente eso: basura. No obstante, hay algunas creaciones que llegan a ser ingeniosas, como las de Sayaka Ganz o Thomas Deininger, pero ¿a quién le apetecería llevarse a su casa o instalar en su jardín un amasijo de muñecas de plástico quemadas, que sólo a una cierta distancia reproducen el efecto de un cuadro de Van Gogh en 3D?
El "progreso", que tanto fascinaba a nuestros abueletes futuristas, ha traído como principal excrecencia el plástico, un producto hoy por hoy tan omnipresente que ha acabado por pasar a la cadena alimentaria y a formar parte ya de nuestro organismo, de nuestra sangre y de nuestro cerebro.
A nadie puede sorprender a estas alturas que, gracias a la acción combinada de los plásticos que cada día tiramos al mar y acaban en el estómago de los peces, y de los  herbicidas "Monsanto" (glifosatos) del camarada Happy Soros, que sazonan nuestras hortalizas y cereales, el número de participantes en los desfiles del orgullo LGBTI se haya incrementado de un modo espectacular en los últimos años.
El plástico y demás derivados sintéticos del petróleo están en el meollo de este maravilloso mundo nuevo del que ahora "disfrutamos". Los avances técnicos que han posibilitado la "plasticidad" de estos materiales han contribuido a afianzar esa idea peregrina de los futuristas de que era posible crear algo nuevo partiendo de la nada, haciendo "tabula rasa" del pasado y de la experiencia. Pero en el arte, en la cultura o en la política nunca hay nada nuevo bajo el sol y, como bien decía Eugenio d'Ors, todo lo que no es tradición es plagio. Los futuristas aprendieron de los cubistas el dibujo y de los neoimpresionistas el color, que a su vez aprendieron de Cèzanne y de los impresionistas, que a su vez aprendieron de Poussin y de Velázquez, etc, etc.
Y la principal materia prima del plástico, el petróleo, es un veneno, un aborto del Averno, una sustancia viscosa, gorgoteante y putrefacta que la Madre Tierra esconde en lo más profundo de los abismos infernales desde la noche de los tiempos ,y desde el período Jurásico en el que se extinguieron los dinosaurios, y de cuyas entrañas nunca debiera haber salido. Y que  sin duda constituye uno de los factores que hará cada vez más penosa nuestra supervivencia como especie y más inhabitable este planeta en el que vivimos y sus alrededores, siendo incluso todavía más letal que las emanaciones tóxicas esas que tanto preocupan a los ecologetas en acción.
Y hablando de petróleo y de arte, tenemos que hablar naturalmente de Qatar. Ese régimen integrista, corrupto y criminal, que ha ido comprando voluntades y complicidades de todos aquellos arrastrados que se dejan sobornar por los que han amasado una fortuna  a base de los sucios petrodólares.  Léanse los Pep Guardiola, la FIFA, Sarkozy, Platini...y muchos más. Un país donde se construyen instalaciones futboleras en el inhóspito desierto, empleando para ello como auténticos esclavos (sistema kefala) a miles de trabajadores nepalíes, a los que se somete a unas condiciones laborales infrahumanas (sólo en 2018 palmaron más de 2.000). País que intoxica y manipula a medio mundo a través de un canal de televisión como Al Jazeera, especialista en fabricar noticias falsas mediante decorados y actores para difamar, por ejemplo,  al régimen sirio y favorecer de paso la causa del yihadismo. País que especula con el "arte contemporáneo" y con el arte en general, y que aspira a convertir a Doha en la nueva capital mundial del arte, porque allí creen que basta con tener  muchísimo dinero para hacer realidad cualquier sueño... justo como en Las Vegas.
Como parte de la política de la familia real Al Zani para cambiar su imagen y atraer el turismo, la hermana del emir, Sheija Al Mayasa, dispone de un presupuesto anual de 1000 millones de dólares, y se encarga de adquirir costosas obras de arte en occidente para abastecer al Museo Nacional de Qatar, o de atraer a arquitectos famosos como Jean Nouvel o al chino I.M.Pei para que desarrollen allí sus proyectos. Otros artistas contemporáneos que no han tenido ningún escrúpulo en ponerse al servicio de los emires qataríes son los escultores Richard Serra (el de las espirales oxidadas esas del Guggenheim) o Cai Guo-Qiang (el mismo chino que convirtió el salón de Reinos del Prado en un polvorín el año pasado).
Siempre ha habido artistas que no han tenido reparo alguno en trabajar para tiranos corruptos, pero al menos los papas de Roma contaban con colosos de la talla de Buonarroti o de Bernini, mientras que en estos tiempos de plástico los emires de Qatar  se tienen que conformar no con artistas plásticos, sino con artistas de plástico.



sábado, 8 de junio de 2019

EL PUÑETAZO EN EL OJO FUTURISTA

"Funerales del anarquista Galli" (1911) por Carlo Carrá
Hace cosa de 110 años un escritor italiano hizo un llamamiento harto insólito desde las páginas de un periódico francés. El 20 de febrero de 1909 Filippo Tommaso Marinetti publicaba en Le Figaro el llamado "Manifiesto Futurista", el primero de su especie en el arte de vanguardia del siglo XX. No se sabe a ciencia cierta quien empleó por primera vez el vocablo militar avant garde para aplicarlo a los movimientos renovadores que soñaban con cambiar el panorama artístico en aquel tiempo convulso, pero a ninguno de ellos le cuadra mejor el término que al Futurismo
 "Queremos demoler los museos, las bibliotecas..."
Ese exabrupto que hoy tal vez suscribirían gentes tan siniestras como los talibanes o Emmanuel Macron, hay que entenderlo como una provocación puramente retórica y situarlo en el contexto del panorama artístico italiano del momento, que algunos jóvenes creadores consideraban como  muy provinciano, opresivo y esclerotizado, debido a un academicismo mal entendido. La idea, un tanto ingenua o insensata pero que sin embargo no ha perdido aún vigencia, de arrasar con el pasado o de "la muerte del arte" sería muy común entre los "ismos" de comienzos del Novecento, y tal vez fueron los dadaístas, más aún que los futuristas, los que la llevaron a las últimas consecuencias. Pero el futurismo es un movimiento marcado por las afinidades políticas de algunos de sus más destacados representantes, y por eso le persigue la ignominia, a pesar de las muchas aportaciones y hallazgos estéticos que se le deben.