domingo, 12 de noviembre de 2023

LOS VIEJOS TEBEOS DE ANTAÑO (3):

"EL  CACHORRO" DE JUAN G. IRANZO


En 1951, en plena efervescencia de los cuadernillos de aventuras en España, editorial Bruguera lanzaba una de sus más exitosas series: "El Cachorro", del dibujante aragonés Juan García Iranzo (1918-1998).
En un periodo de nueve años se llegaron a publicar un total de 213  cuadernos, con una periodicidad quincenal. En 1960, cuando el personaje estaba en lo más alto de su popularidad, el propio Iranzo decidió cancelar la serie, antes que perder el control sobre su creación y que la  editorial le encargara a otros dibujantes la tarea de producir más y más páginas, y así hacerla más rentable. 
Iranzo, que antes de dedicarse al cómic había trabajado en los  estudios Chamartín haciendo películas animadas, ya se había encargado de dibujar otros personajes  como "Dick Norton", "El capitán Coraje"o "Rayo Kit", pudiéndose reconocer ya en las aventuras de este último su peculiar estilo, que mezclaba realismo con caricatura y que combinaba el humor con la violencia. Las anatomías de sus figuras abundaban en imperfecciones y los animales tenían en ocasiones una cierta rigidez heráldica, pero no cabe duda de que tenían mucho gracejo y espontaneidad. Estando las otros dos series ambientadas en el Oeste, se puede considerar a "El capitán Coraje" como un antecedente del posterior "El Cachorro", ya que se trata de una historieta de espadachines que se desarrolla en el periodo del Antiguo Régimen, con algunos episodios piratescos.
Pero sería sin duda "El Cachorro" la creación más memorable de Iranzo, siendo  él sólo el encargado de escribir los guiones y de dibujarla. Está inspirada claramente en novelas como "La isla del tesoro" de Robert Louis Stevenson, pero sobre todo en las películas americanas de la época sobre piratas protagonizadas por Errol Flynn o Tyrone Power  (aunque no comparte en absoluto su ideología supremacista anglosajona) y en las memorias del médico del capitán Henry Morgan.




El argumento gira entorno a las peripecias de un valeroso adolescente, Miguel Díaz Olmedo, que se dedica a recorrer los mares durante el reinado de Carlos III, con el loable propósito de limpiarlos de los piratas que los infestaban. Se trata pues de una especie de corsario al servicio del Imperio, y estamos ante el primer tebeo español que se atrevió a abordar (nunca mejor dicho) el tema de la piratería, dándole la vuelta al discurso hegemónico por aquel entonces (y también ahora, baste recordar  los nefastos "Piratas del caribe" de Disney) de las películas de Hollywood. 
Años antes, en 1936, el gran dibujante argentino José Luis Salinas había dibujado otra serie titulada "Hernán el corsario", en la que empezaba a descollar su deslumbrante estilo gráfico, deudor del de Harold Foster. Resulta inevitable comparar ambas historietas, ya que la temática es similar y el protagonista también es un joven aventurero; aunque desde luego difieren mucho entre sí, en lo que se refiere al estilo del dibujo y al argumento.
En cuanto a la base histórica del relato, hay que decir que esta sí que existe, en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, porque el tebeo es muy anacrónico y utiliza muy libremente los personajes y episodios reales del pasado. Por ejemplo, los uniformes de los soldados españoles no son los que se estilaban en el siglo XVIII;  aparecen ataviados con los típicos morriones de la época de los Austrias, etc.  Pero sí que hubo, en efecto, corsarios españoles, desde los tiempos del emperador CarlosV, sobre todo guipuzcoanos y vizcaínos como Domingo de Gorozica, que surgieron como respuesta a los ataques constantes de la piratería francesa y británica contra el convoy de la Flota de Indias. Y sanguinarios piratas españoles también los hubo, algunos tan terribles como el legendario Lope de Aguirre
Pedro Menéndez de Avilés ya en 1539 se había enfrentado con éxito en la ría de Vigo a una nao francesa, que había apresado antes a 60 españoles. El conde de Gondomar Don Diego Sarmiento de Acuña, cuando sólo tenía 16 años también le dio un rapapolvo a Francis Drake en ese mismo lugar, antes de lograr como embajador grandes éxitos diplomáticos, como que el propio rey de Inglaterra Jacobo I ordenara ajusticiar en Londres al pirata y protegido de su antecesora Queen Elizabeth I, Sir Walter Raleigh (más conocido como "Guatarral" por estos pagos).

Típica página de "El Cachorro"


Imitar las tácticas del enemigo fue una estrategia que permitió defender el Imperio ultramarino de un modo más barato que el empleo de las armadas regulares. Con el tiempo la actividad corsaria fue dando sus frutos, ya que sólo en 1555 se apresaron unas 1400 embarcaciones enemigas. Con el conde-duque de Olivares se llegaron a  autorizar toda clase de ataques, salvo el abordaje de barcos vasallos de la corona o de países aliados. La práctica corsaria continuó hasta el siglo XIX, y por entonces dio también que hablar el último pirata español, el pontevedrés Benito Soto Aboal, capitán de "La Burla Negra", que se dedicaba a desvalijar por su cuenta a cuanto barco anglosajón o norteamericano se encontrara en su camino.
Volviendo a "El Cachorro", encontramos en sus páginas aparte de Miguel a otros personajes, la mayoría de ellos de ficción, pero algunos como el pirata Morgan o "el Olonés" que sí existieron realmente. Incluso se refiere en uno de los episodios a la muerte de este último, a manos de la tribu kuna del Darién, que practicaba el canibalismo.
Entre los tripulantes del galeón "El Águila del Caribe", comandado por Miguel, destacan el capitán Fierro, soldado de los tercios y el lugarteniente Batán, un esclavo negro liberto que se convierte en la mano derecha de Miguel y que acabará pilotando su propio barco "El Toro", con una tripulación compuesta por ex-esclavos africanos; toda una lección de antirracismo, en una época en la que no estaba tan de moda eso ni andaba Soros mareando la perdiz con el Black Lives Matter.
Había otros actores en la historia como el Almirante Toledo o el gobernador de Maracaibo. También tenían su protagonismo los personajes femeninos,  dulces féminas algunas de ellas como Isabel Montero, pero otras de armas tomar como Bimba o Elena Davis "la hija del trueno"; en esto Iranzo también era un adelantado a su tiempo (hoy en día no paramos de ver heroínas feministas y "pegapatadas" a porrillo).
Pero los más recordados de la serie eran los personajes antagonistas de "El Cachorro", los piratas,  que en algunos lectores despertaban más simpatías que los "buenos": los ya referidos Morgan y "el Olonés", "Quasimodo", Abú-Seif el berberisco, "Mano Amarilla" o "el Vasco" y sobre todo el capitán Baco, un personaje dionisíaco (como su propio nombre indica) que siempre que irrumpía en la historia causaba una gran expectación. Hay que señalar que Iranzo no pretendía en modo alguno hacer atractivos a estos antihéroes, ya que los dibujaba con rasgos de lo más grotesco y patibulario; siempre borrachos y discutiendo entre ellos. Pero precisamente por eso llamaban más la atención de los fans del tebeo.

El capitán Baco y otros villanos de la serie


Algunos críticos como Antonio Lara han hablado mal de la serie, reprochándole un supuesto maniqueísmo, que como vemos no daba los resultados esperados. También la acusa de racista y machista, lo que estamos viendo que para nada es verdad. Seguro que el tipo ese era un listillo al estilo de Javier Coma o Salvador Vázquez de Parga (el gran detractor de Burne Hogarth) y probablemente no había leído ni un solo tebeo de "El Cachorro"  en su vida.
Otros como el dibujante Carlos Giménez han sido apasionados defensores del personaje de Iranzo, y en su caso recuerda como esta historieta le ayudó mucho a sobrellevar los tristes años de su infancia en los que estuvo acogido en el Hogar del Auxilio Social de Paracuellos del Jarama. A pesar de la gran labor que realizó Mercedes Formica en favor de los desfavorecidos, parece ser que al futuro agente del PCE le fue muy mal allí, o eso fue lo que nos contó en su sobrevalorado "Paracuellos". En cualquier caso, no debió resultar fácil quedarse huérfano a una edad tan temprana y se comprende que encontrara consuelo y una vía de escape por aquel entonces en tebeos tan exóticos como "El Cachorro". Qué suerte tuvo, digo yo, en comparación con los jóvenes de ahora que sólo encuentran las "diversiones" que ofrecen la telebasura,  los videojuegos o el porno por Internet.

"Quasimodo", otro pillo inolvidable



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