PICTOS, EL ENIGMA DE LOS GUERREROS PINTADOS
A los pictos los conocí mediante las lecturas de los relatos de Robert E. Howard, asociados al rey Kull, a Conan el Bárbaro o a Bran Mak Morn. Aparecían como un pueblo salvaje y con un pasado misterioso, que se remontaba a una época pretérita a la Era Hyboria y anterior al hundimiento de la Atlántida. En la imaginación de Howard se mezclaban los pictos históricos de Gran Bretaña con los indios algonquinos de Norteamérica, tal vez por su común fiereza y por coincidir en el uso de la pintura corporal.
Históricamente se empieza a hablar del pueblo picto en el siglo III de nuestra Era, en referencia a los primitivos habitantes de Escocia, llegados a esas tierras mucho antes que los escotos, celtas emigrados desde Irlanda a comienzos de la Edad Media, y con los que al parecer no tenían ningún vínculo cultural o genético. De hecho se enfrentaron durante siglos a las tribus britanas antes de hacer lo propio con los invasores romanos.
Los pictos o caledonios son mencionados por vez primera en el año 297 en un panegírico del romano Eumenio, quien trabajaba para el emperador Constancio Cloro; y los llamaba "picti", que significa "hombres pintados". Sus vecinos celtas los llamaron "cruithni" que quiere decir el "pueblo de los dibujos", aludiendo tal vez a los tatuajes que llevaban en la piel o bien a los intrincados diseños que solían realizar sobre sus armas de metal o sobre sus monumentos megalíticos. Parece ser que además de al arte dela guerra y a la artesanía, se dedicaban a la ganadería de vacas, caballos y ovejas, obteniendo de estas últimas la lana para sus vestidos.
Aunque cuando tocaba combatir solían hacerlo más bien desnudos y con el cuerpo pintado o tatuado con un pigmento azul especial, que se supone extraían de un arbusto llamado glasto (Isatis tinctoria). La costumbre de pelear desnudos parece que era habitual entre los celtas, ya que así también lo hacían los mercenarios "gesatas" y los britanos en general, como bien dejó registrado Julio César en la "Guerra de las Galias". En este texto se habla de la costumbre de estos últimos de teñirse la piel con "vitrum", que podría fabricarse a partir del glasto, aunque recientes estudios rechazan esta teoría porque se ha comprobado que se trata de una sustancia bastante astringente.
Parece pues que el uso de la pintura corporal estaba bastante extendido entre las tribus celtas, bien conocidas por los romanos desde siempre. Lo que horrorizaba especialmente a los latinos del aspecto de los pictos era su particular costumbre de escarificarse la piel para hacerse tatuajes, lo que les parecía propio de salvajes. Incluso hubo quienes les atribuían hábitos canibalescos, aunque parece ser que estos correspondían más bien a los attacoti, otro grupo formada por marginados del resto de ñlas tribus, que también asediaba a la Bretaña romana.
Esta costumbre del tatuaje picto, no demasiado común entre los pueblos indoeuropeos por mucho que aparezca ahora en tantas películas de vikingos y similares, está atestiguada por los escritos de Solinus ya en el siglo III, San Isidoro de Sevilla y otros autores clásicos. Incluso persistía en el año 786, cuando un enviado del papa, el obispo Jorge de Ostia, llegó a tierras escocesas para combatir esas prácticas paganas que consistían en desfigurarse el cuerpo con horribles cicatrices.
Además de esta curiosa manera de adornarse el cuerpo, existen otros detalles que distinguían a los pictos del resto de sus vecinos celtas. Hay fuentes que los describen como de pelo oscuro y de baja estatura. Su descendencia era por línea matrilineal, de madres a hijas. Y su idioma parece que no guardaba relación con las llamadas lenguas indoeuropeas, y no tenía parientes reconocibles.
A día de hoy continúa siendo un misterio el origen del pueblo picto. Hay autores que los consideran precélticos, es decir que siempre habitaron Escocia o al menos desde tiempos muy remotos. Otros aseguran que llegaron al archipiélago británico en el siglo III a. de C. desde Escandinavia. Pero Beda el Venerable, "el padre de la historia inglesa", señaló en el siglo VIII que procedían de Escitia (Asia Menor). Y algunas de sus costumbres, como la de los tatuajes, sí que se parecen a las de los agatirsos, por ejemplo, un pueblo tracio-escita que se estableció en la Antiguedad en lo que hoy es Rumanía. Hay fuentes como las de Geoffrey de Monmouth que hablan de la llegada de los pictos desde Tracia, en una flota comandada por el rey Sodric tras la guerra de Troya. Existen pruebas de que navegantes procedentes del Mediterráneo y del Asia Menor navegaron por el litoral atlántico en tiempos muy remotos, por lo que no se descarta un origen tracio o incluso español del pueblo picto.
Viñeta de "Uña desgarradora", por Mike Ratera |
Los romanos empezaron a levantar la famosa Muralla de Adriano en el año 122 para protegerse de ellos, separando la Pictavia del mundo britano-romano. Libraron muy duros enfrentamientos con ellos en el transcurso de los años, siendo los más sangrientos los de la época del emperador Septimio Severo, que al final hubo de desistir en su empeño por conquistarlos. Con la caída de Roma empezaron a ser cristianizados y tuvieron que convivir con los escotos, procedentes de Irlanda, con los que llegaron a aliarse para hacer un frente común contra los invasores sajones y daneses.
Finalmente acabaron por fundirse en una sola nación, al aceptar como rey a Kenneth MacAlpin en el año 843. Poco tiempo después se constituiría el Reino de Alba, matriz de lo que llegaría a ser el Reino de Escocia, y los pictos irían adaptando la cultura celta y olvidando su misterioso idioma hasta que dejarían de hablarlo en torno al siglo X, sustituyéndolo por el gaélico.
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