viernes, 13 de noviembre de 2020

 "DIOS ES NEGRA", PROCLAMAN LOS BLM

"I Exist" (2017) por Harmonia Rosales


Mucho revuelo se ha armado con el Black Lives Matter, esa ola de indignación orquestada por el Partido Demócrata Americano y los globalistas para desgastar la imagen del presidente Donald Trump en los anteriores comicios. Ahora que ya ha cumplido su función y  presuntamente el "vejete de los caramelos" Joe Biden aterrizará, si nada lo impide, como triunfador en la Casa Blanca, es casi seguro que el tsunami BLM se irá remansando poco a poco hasta convertirse en una simple marejadilla, a no ser que haga falta reactivarlo otra vez. Al final, como siempre, todo quedará en papel mojado. Se habrán incendiado las calles y se habrán derribado algunas estatuas, pero los policías yankis seguirán disparando sobre los delincuentes negros, entre otras cosas porque la mayoría de los crímenes violentos en los USA  los cometen personas de esa raza (y contra otras personas de esa misma raza). Las estadísticas cantan.

No obstante en estos meses tan revueltos de disturbios raciales y psicosis pandémica, hemos asistido a toda clase de declaraciones, adhesiones, golpes de pecho y compromisos solemnes por parte de la progresía y del mundillo cultureta, con la causa de la negritud. No faltaron artistas (perfectamente blanquitos) como Banksy o Daniel Arsham aportando su granito de arena, o los que están dispuestos siempre a" crear  una acción para concienciar", a base de grafitis, performances o lo que sea. Las cadenas de televisión, las productoras de cine y plataformas on line también han escenificado su antirracismo o su racismo antiblanco, según como se mire. Como muestra un botón: el próximo James Bond será interpretado por una actriz negra.

La cosa ha llegado incluso hasta los museos, en gran parte en manos de la intelligentsia progre y financiados por la elite globalista, que impone su hoja de ruta y los pone con total descaro al servicio de sus intereses ideológicos, políticos y económicos. Resulta vergonzoso como las principales pinacotecas del mundo occidental compiten entre ellas y se desviven de un tiempo a esta parte por organizar las exposiciones más políticamente correctas sobre los temas que forman parte del credo globalista: el feminismo, la ideología LGBT a toda pastilla, el Black Pride, el multiculturalismo y la "diversidad", etc. Algunos museos entonan el "mea culpa" y prometen "descolonizarse" y destinar fondos millonarios para adquirir obras de artistas negros y no-occidentales, como es el caso del Stedelijk de Amsterdam. Auguramos que tan bello gesto no irá acompañado del incremento de la  calidad de sus colecciones.  Lo mismo acontece con el Met (Museo Metropolitano) de Nueva York o el Museo de Arte Moderno de San Francisco, que forzó la dimisión de cinco de sus responsables, entre ellos la del conservador jefe de la pinacoteca Gary Garrels por decir, tras invertir un cuantioso montante en la adquisición de obras de pintores "afros", que no dejarían de coleccionar también obras de artistas blancos, porque de lo  contrario sería una discriminación positiva. De nada le sirvió disculparse por tan salvaje desliz,  y él y sus compañeros fueron condenados como chivos expiatorios de esta nueva caza de brujas.


Detalle de la "Última Cena" de Lorna May Wadsworth


Ahora es el gran momento para promocionar a los artistas afros, y para que cuelguen sus producciones en las paredes de los museos, independientemente de que tengan o no valor artístico. Lo que cuenta es el color de la piel del que las haya creado, y si tienen un mensaje reivindicativo y que "visibilice" la aportación cultural de los no-blancos, tanto mejor. Se rescatan a viejas glorias como Kerry James Marshall o dan el pelotazo nuevas promesas que no valen un pimiento, como Farida Sedoc, que además de ser negra es mujer, lo que es una doble ventaja. Algunos de estos nuevos da vincis afrodescendientes se dedican a versionar obras famosas de la tradición artística occidental, introduciendo personajes negros como protagonistas. Es el caso del artista marfileño Roméo Mivekannin, quien en su exposición titulada "Las almas del pueblo negro" reivindica "los cuerpos negros invisibilizados (según él) en la historia del arte occidental". Acostumbrados como estamos ahora a ver películas en las que se convierte en negro a Sir Lancelot, por ejemplo, vamos a acabar por dar la razón a los que sueltan esta clase de sandeces.

 No deja de ser curioso que arremetan tanto contra la cultura patriarcal y blanca, cuando en el fondo están reconociendo su superioridad y le están rindiendo tributo, al adoptar en la mayoría de los casos  sus .hallazgos técnicos y copiar fielmente sus esquemas compositivos y hasta sus temas. Así se puede ver en las obras de la pintora  Mickalene Thomas, que combinan el empoderamiento feminista con la exaltación de la identidad afroamericana. O en los retratos de Kehinde Wiley, cuyos modelo negros remedan  las efigies de los aristócratas británicos del siglo XVII (aunque los resultados se parezcan más a los posters de los años sesenta) para adoptar las poses de los "amos coloniales", de los antiguos jefes del  Viejo Mundo. 

Sin duda la artista que encarna mejor esta contradicción interna es la chicaguesa de ascendencia cubana Harmonia Rosales. Se trata de una pintora con una cierta habilidad técnica y que se dedica a versionar pinturas célebres, normalmente del Renacimiento y de temática religiosa, como las crucifixiones o las obras de la Capilla Sixtina, con el fin de dar más protagonismo a los negros y empoderar a las mujeres. Resulta curioso, porque la tal Harmonia es más que negra "café con leche", como la segunda de Biden, Kamala Harris. Pero resulta más rentable abanderar la causa de la negritud en estos tiempos que corren, y mucho más si  se usan de un modo irreverente determinados símbolos de la religión cristiana, a sabiendas del escándalo que van a provocar. En una recreación de "La creación de Adán" de Miguel Ángel llega a transformar a Jehová en una negra o al mismo Jesucristo, metamorfoseado en una especie de Diana Ross clavada en una cruz. Jopé con la cubanita, antaño Machín se conformaba con que se pintasen angelitos negros...

Claro que no va a ser fácil escandalizar aún más a los cristianos posmodernos, tanto los de la versión católica encabezada por el papa masón y luciferino Bergoglius I (abierto a toda clase de cultos, como el de la Pachamama) como los de la todavía, si cabe, más sonrojante versión anglicana. Estos últimos, además de nombrar mujeres obispas en sus diócesis e instalar toboganes y campos de minigolf en el interior de  catedrales como en la de Norwich para atraer a la clientela, han querido también contribuir a la causa del Black Lives Matter. Desde este verano los  feligreses de la catedral de St Albans pueden ver en el altar un cuadro que, imitando la Última Cena de Leonardo, representa a un Jesús negro. Ante los comentarios en contra, el arzobispo de Canterbury afirmó que Jesucristo "era de Medio Oriente, o sea que no era blanco".

 Aquí se metió el prelado en un berenjenal de mucho cuidado porque, a no ser que el reverendísimo tenga la capacidad de viajar en el tiempo, no veo de qué manera puede sostener sus afirmaciones acerca del  color de la piel de Jesús o de los judíos de su tiempo. En Medio Oriente hay mucha gente de fenotipo claro, como Bashar al-Ásad o Ahed Tamimi, sin ir más lejos  ¿Acaso los judíos de ahora no son blancos? Ya sabemos que los anglos de pata negra no consideran "blancos" ni siquiera a los españoles, por ejemplo, pero ¿se atreverán a decir lo mismo de un Paul Newman, un Kirk Douglas, un Jacob Rothschild o un George Soros? ¿O acaso el monseñor ese se ha apuntado a la teoría que niega que los judíos actuales (sobre todo los askenazis) sean descendientes de los que  habitaron Palestina en los tiempos bíblicos, y que afirma que son unos impostores jázaros, una mezcolanza de tártaros y bizantinos? Nos gustaría que Su Gracia se explayara más a este respecto.


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