martes, 11 de agosto de 2020

 LA VENGANSA DEL INCA ATAHUALPA, DE ABIMAEL GUSMÁN Y DE LA PACHA MAMASITA QUE LOS PARIÓ

"El general inca Rumiñahui desollando la piel del príncipe Illescas El Inca para hacer un tambor" por Guamán Poma de Ayala (1615)


Un episodio rocambolesco que ha servido para amenizar los tiempos de pseudopandemia ha sido la marcha/fuga/exilio del Emérito, héroe del 23 de febrero y eximio Putero Mayor del Reino, y que sigue una vieja tradición firmemente asentada entre los Borbones de darse el piro y acabar sus días en el destierro. La Monarquía hispánica está una vez más en el filo de la navaja, y tal vez sea cosa de la Pacha Mama que  castiga así a  los malvados españoles,  por robar el oro de los incas y maltratar ahorita a sus descendientes. Entre ellos esa maravillosa "artista  performancera y activista antirracista y anticolonial", que también ha decidido largarse de Barcelona, tras más de una década de vivir de las subvenciones de instituciones gubernamentales españolas y de la Generalitat. Esta espabilada peruana nos caló enseguida, y pudo comprobar que aquí cuanto más se nos insulta mejor pagamos, y que podía aprovechar la ceguera de unos y la miseria moral de los otros para llenar su faltriquera.
 Los de la Generalidad y Ada Colacau estaban encantados de que sacara a pasear su hispanofobia durante las celebraciones del 12 de octubre, siempre que la cosa no fuera en contra de ellos. Pero cuando empezó a señalar a la estatua de Culom como "simbología racista y colonial", y a decir que no tenía sentido que la burguesía indepe lo reivindique como uno de los suyos, la suerte le empezó a cambiar. Y se torció del todo cuando en pleno auge de la ola iconoclasta del "Black Lives Matter" se soltó la melena en el programa de la Susannna Griso, hija predilecta de esa misma burguesía indepe, para exigir el derribo del monumento que hermosea el paseo de las Ramblas, un proyecto del arquitecto Buigas y en el que trabajaron algunos de los mejores escultores del modernismo catalán como José Llimona o Carbonell y Huguet.
Esta fue la gota que colmó el vaso y la paciencia de sus patrocinadores, y como en la Madre Patria andamos algo escasos de pasta en estos momentos en que todo anuncia una próxima ruina económica, se le cerró el grifo definitivamente y punto. La chola, que como artista no vale un pimiento pero que es espabilada como ya dijimos, ha montado todo ese pollo de que se va porque la han amenazado los racistas en las redes sociales, etc. ¿O sea, que eres activista y dispuesta a comerte el mundo armando camorra, y vas y  tomas las de Villadiego a las primeras de cambio, por unos simples comentarios en el twiter? Anda ya...
Vuélvete para las Chimbambas y que te aproveche lo que hayas trincado o lo que pienses trincar de tus amos angloamericanos.
Por cierto que aunque no sea un fan de Lucía Echevarría debo reconocer que es la que anduvo más acertada de los contertulios de la Griso a la hora de replicar a la cusqueña. Le vino a recordar algo así como que las civilizaciones se inventan sin anestesia, y que la de los Incas no fue precisamente un trance pacífico, benévolo y placentero, ya que se fundó sobre la tiranía y el exterminio de otros pueblos de la zona, como los chancas o los chimú. También podía haberla recordado esas bellas tradiciones andinas que los invasores hispánicos se empeñaron en erradicar, como la fiesta de la Capacocha, que se celebraba dos veces por año y que consistía en el sacrificio de niños de entre 4 y 5 años. Dicen que el Inca Pachacútec enterró a miles de niños como ofrenda en el Templo del Sol y para que le acompañaran en su funeral. Otra bella costumbre de los incas era la de fabricar tambores de pellejo humano, los runatinya, tras desollar a sus enemigos (como muestra la viñeta de Poma de Ayala, cronista y dibujante de cómics de la época del Virreinato). Y como eran muy aprovechados, los cráneos les servían para beber la chicha. Ojalá hubiera una máquina del tiempo para enviar a esa pendeja a aquellos tiempos felices, en los que además siendo mujer podría conocer de primera mano lo avanzadas que estaban las ideas feministas en el Tahuantinsuyo.

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