miércoles, 3 de abril de 2024

¿HÉROES O VÍCTIMAS?

"Pugilatore" de Attilio Selva y "Guernica" de Picasso

Si en el mundo antiguo el pueblo  reverenciaba a sus héroes, ahora este puesto de honor lo están ocupando las "víctimas" o mejor dicho, los que se autoperciben como tales. Al héroe se le levantaban estatuas o monumentos, se le dedicaban cantos, poemas de gesta, y en tiempos más modernos hasta películas; y se investía de esa dignidad a aquel que había demostrado su valor y su espíritu de sacrificio en el campo de batalla, o se había destacado por sus logros o proezas deportivas,  culturales, etc. Se les veía como luminarias, como modelos que los demás podían tomar como ejemplos de conducta, como los mejores representantes de un pueblo o de una comunidad. 
La psicología humana, que funciona a menudo con oposiciones binarias como las que manejaba Lévi- Strauss, contrapone la figura del héroe a la del villano y a la víctima al verdugo. Hoy  en día en Occidente  se enaltece a la víctima mientras se desconfía del héroe, al que se asimila casi siempre con el  verdugo, el villano o el asesino. Estas imágenes se proyectan sobre el prójimo, en una sociedad cada vez más atomizada, enfrentada entre sí y al borde de la autodestrucción. Y al mismo tiempo, los auténticos villanos o criminales permanecen invisibles, manejando los hilos agazapados entre las sombras, inasequibles para la plebe.
Todos aspiran a ser "víctimas" en este mundo donde predomina el más atroz individualismo, y donde nadie está dispuesto no digo ya a sacrificarse, sino a mover un solo dedo por los demás, por aquella comunidad a la que se pertenece de origen. El adoptar el papel de víctima le convierte a uno/una/une en acreedor de "derechos", que suelen reportar compensaciones económicas, y además hace de uno/una/une el centro de atención, principalmente de los medios de comunicación, siempre en busca de la noticia, y también de los poderes públicos, deseosos de presentarse como los salvadores de los afligidos, de los humillados y ofendidos.
Aunque algunos achacan al cristianismo el origen de esta exaltación del victimismo, no ha sido hasta  el triunfo de la ideología woke y del buenismo que se ha acabado por imponer en las sociedades posmodernas. Por muy cristiano que fuera el europeo de siglos pasados, no dejaba de reconocer las virtudes heroicas, incluso un ideal heroico como el que predicaba el estoicismo era perfectamente compatible con la espiritualidad cristiana. A medida que la religión en Europa se fue protestantizando y surgieron sus versiones laicas como el liberalismo, el anarquismo el comunismo, empezaron a desdibujarse y a declinar estos ideales que  hasta entonces habían constituido la médula de la civilización y la cultura europeas. 
Sin héroes, sin referentes ni modelos a seguir no hay civilización que aguante por mucho tiempo, porque prevalece el individuo débil, sumiso y acobardado, que solicita constantemente el amparo y la sobreprotección; el hombre deconstruido, en definitiva. O lo que es peor, esa caricatura esperpéntica y supuestamente heroica de la feminista empoderada, y sus adláteres, el inmigrante racializado o el activista woke teledirigido. Antaño la izquierda reverenciaba a los héroes proletarios de la Unión Soviética. La nueva izquierda considera al Héroe como una sospechosa construcción cultural, que representa la prepotencia del macho y las ansias de dominio del hombre blanco imperialista y "heteropatriarcal". 
En el mundo  del Arte  se ve todo esto con mucha claridad. En las artes visuales, la literatura y el cine asistimos al triunfo del victimismo a todos los niveles.  Hoy se rechaza la virilidad, la fuerza y la potencia que se tachan de "retrógrados" o de "fascistas". También se desprecia la belleza, lo femenino o la armonía inspirada en la naturaleza, por parecidos motivos. Y se promueve una estética  de lo feo, lo monstruoso, lo deprimente lo disolvente o sencillamente de lo demoníaco. Todo eso se considera  progresista o "democrático". ¿Cuándo empezó todo esto? Es difícil de precisar, pero seguramente que eclosionó  en algún momento del período de entreguerras, entre los inicios de la revolución bolchevique y la República de Weimar, y se reanudó a partir de 1945, con un ritmo muy perseverante, acelerado e in crescendo, hasta llegar a nuestro infame presente. 
Para victimizarse mejor y hacerse el ofendidito es necesario en estos tiempos pertenecer a algún colectivo o grupo "marginal". Existen los ya consolidados por la propaganda sistémica de los superviviente de Auschwitz, auténticos prototipos en su categoría,  las mujeres, los homosexuales y los inmigrantes, pero su número es creciente, ya que se pueden alegar otras muchas características especiales para convertirse en una víctima de la sociedad: ser drogodependiente, tener sobrepeso, sufrir de discapacidad intelectual, verse abocado a la delincuencia, ser un pobre policía agredido por los agricultores o sentirse discriminado por ser un friki. Como sucede en el arte contemporáneo, todo puede valer para significarse como "víctima", todo salvo ser un trabajador honrado o sostener alguna idea que el sistema considere como "extremista" o "peligrosa", en tal caso se pasará a pertenecer ipso facto a la otra categoría, la de los verdugos y los villanos.
 En general, el hombre blanco, europeo, heterosexual y cristiano, que encima no se avergüenza ni se siente culpable de su condición, suele ser el que se lleva todos los boletos para ser considerado como la bestia negra de la posmodernidad. 
Hoy en día tenemos "víctimas" de muchas clases: un africano de Lavapiés puede llegar a ser una víctima por derecho propio,  aunque se dedique a la delincuencia. También lo es Vinicius, aunque sea futbolista y multimillonario. Jenni Hermoso es otra víctima mediática, mucho más que las mujeres que incluso en nuestro país sufren en silencio los rigores del wahabismo y la Sharía, y además es una heroína, muy por encima de Agustina de Aragón. Los sionistas siempre son y  serán las víctimas por antonomasia, por mucho que ahora ejerzan de verdugos y practiquen con fruición el arte del genocidio. A los palestinos sólo se les permite representar a su vez el papel de víctimas resignadas, y van que chutan. Los menas, los okupas,  los animales de granja, las mascotas y próximamente los androides... Más y más víctimas por todas partes. 
Aunque también existen jerarquías en esto del victimismo. Unas "víctimas" tienen prioridad sobre las otras. No es lo mismo ser una mujer víctima (real o supuesta) de la llamada violencia de género  que un homo o un  trans, ya que este último colectivo se considera hoy en día aún más vulnerable, debido a  que erradicar la transfobia es el gran objetivo de la política de nuestro tiempo. Si se tiene la suerte de ser lesbiana trans, negra y encima inmigrante ilegal, tal vez se pueda alcanzar la cúspide de esta pirámide del victimismo... 
Pero  aún se puede redondear más esta condición si ese hipotético ser  del que estamos hablando  se dedicase además a la política. Porque, naturalmente, en la actualidad son los políticos como Sánchez, los financistas o los filántropos como Bill Gates las grandes víctimas de nuestro tiempo. A ellas  hay que proteger a toda costa (mediante la censura, la porra o los tribunales) de los "delitos de odio" y de la nefasta costumbre que tiene la gente de señalarles como unos golfos y unos delincuentes, culpables de toda clase de iniquidades. Ellos, pobrecitos,  que no han roto un plato en su vida

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