viernes, 20 de noviembre de 2015

                      

                                              LAS LECCIONES DE DAGGA-RAMBA

    EL ARTE CONCEPTUAL, ¿INSTRUMENTO DEL MUNDIALISMO?

El mal llamado arte contemporáneo, el "arte" V.I.P. (Video- Instalación-Performance) constituye la única forma de "arte" visible hoy en día, ya que todo lo que no sea eso está condenado al ostracismo. Es una especie de estilo uniforme e internacional, justificado por el desarrollo inevitable y arrollador de las nuevas tecnologías a escala planetaria, por la aceleración de la historia que al parecer ha vuelto "obsoletos" los lienzos, los pinceles y otros útiles artísticos del pasado; y que va de la mano de ese otro fenómeno inevitable y aparentemente espontáneo que es la globalización. De tal forma que el conceptualismo es practicado por artistas de todo el mundo, sin importar su nacionalidad, género o condición; ya puede tratarse de una feminazi de Tel Aviv, un leñador de Argoitia o un hermafrodita de Cabo Verde. ¿Es esto algo inevitable, como nos quieren hacer creer? ¿O responde a algún plan cuidadosamente elaborado, a una agenda oculta?

 La Globalización es un proceso controlado desde arriba que provoca y aprovecha una serie de transformaciones en el orden económico, tecnológico y social (producidas después del derrumbe de la Unión Soviética) para imponer una forma de Gobierno Mundial, en simbiosis con el capitalismo liberal y la revolución informática. Existen en la actualidad muchas organizaciones, foros y centros de decisión internacional de carácter político y financiero (y no hace falta hablar del Club Bilderberg ni de complots judeomasónicos, ya están la ONU, el Banco Mundial o la Unión Europea entre otros) y por supuesto las multinacionales, que están interesadas en impulsar este proyecto. Al capitalismo trasnacional y financiero le gusta mucho la globalización, no sólo porque le facilita la deslocalización de empresas, sino porque el flujo de la inmigración le permite tirar a la baja los salarios, aplicar recortes y suprimir las conquistas sociales, para competir con el gigante chino, que ya dispone de una mano de obra semiesclava.  La idea que subyace, so capa de defender la paz o los derechos humanos, es la de crear un marco mucho más cómodo para que la élite finanaciera controle los destinos del planeta. 

El control social se viene desarrollando desde hace mucho tiempo. Ya las grandes empresas y corporaciones norteamericanas pusieron en práctica desde los años veinte del pasado siglo ciertas técnicas de manipulación de las pulsiones del subconsciente, que aprovechaban las teorías psicoanalíticas para manejar a las masas. Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud y difusor de sus teorías en USA (además de ser el inventor de la figura del relaciones públicas) convenció a las empresas para que su publicidad  involucrara al consumidor de manera emocional, mediante lo que él llamó la ingeniería del consentimiento. La idea de que la gente es estúpida, y por tanto manipulable, tuvo un amplio desarrollo en los USA  y dio trabajo a los psicólogos, psicoanalistas, etc.  que desde entonces trabajan para las empresas, investigando las formas más sofisticadas de "lavado de cerebro". Un libro ya en los años cincuenta, "The Hidden Persuaders", alertó sobre el uso de las llamadas técnicas subliminales por parte de la propaganda, cuando la sociedad de consumo estaba en pañales y aún lo  único que podía ofrecer a los consumidores era una reducida gama de productos estandarizados. Pero más adelante el sistema de producción, aprovechando las posibilidades de las nuevas tecnologías, pudo ofrecer una variedad cada vez más diversificada de productos (eso sí, con obsolescencia programada) en lo que parecía una explosión ilimitada de los deseos del consumidor. Los nuevos psicoterapeutas vendieron la moto de que la gente podía así "expresar su individualidad", mediante los productos que consumían, contribuyendo a crear su estilo de vida. Y así llegamos al capitalismo actual y a la mentalidad que ha originado, individualista y a la vez planetaria, decadente y desarraigada,  que se cree diversa cuando en el fondo es de una uniformidad aplastante, "libertaria" en las formas pero sumisa y esclava de este mundo-Matrix de plástico y de ilusiones virtuales que occidente ha ido generando en las últimas décadas. El excelente documental de la BBC "The century of the self" explica muy bien todo esto, y cómo desde los años 80 estas técnicas de control mental que utilizaban las empresas han sido aprovechadas también por los políticos para convencer a los votantes-consumidores.

Este paraíso consumista, de origen anglosajón y ahora globalizado,  tiene su contrapartida en la llamada "estrategia del caos",  que también se aplica a escala planetaria. Y que ahora mismo se está poniendo en práctica trágicamente en Europa. El fantasma del terrorismo más o menos de false flag (ciberislamista a día de hoy) se utiliza para infundir el pánico entre la más que anestesiada y pusilánime población, amplificado por los mass media,  con el fin de reforzar los sistemas de "seguridad", estableciendo recortes en las libertades que los ciudadanos están dispuestos a asumir sin rechistar. Los mismos gobiernos que, por negligencia, panfilia o de forma malintencionada, han contribuido a crear la actual situación de inseguridad, se presentan ahora como los garantizadores del orden . Podemos decir que el sistema mundial (desde el 11 S) está organizado para crear caos, porque el terror es otra forma muy poderosa de control sobre las masas. Después los gobiernos contraatacan con operaciones de "guerra al terrorismo" más o menos virtuales como las que se muestran en la película "La Cortina de Humo", o con muertos de verdad,  pero que son presentadas como un espectacular videojuego, en escenarios remotos, cuando el enemigo ya campa a sus anchas en el interior de sus fronteras. De nuevo, la manipulación  de las emociones de la masa compone el marco de la globalización tal como la conocemos hasta ahora. Eros y Tánatos, que diría el viejo Sigmund,  o la vieja táctica del palo y la zanahoria.




Este sórdido panorama que subyace al Nuevo Orden Mundial, se enmascara con el "buenismo", que proporciona al sistema la coartada de una "buena conciencia", a falta de un referente moral superior. Hay quien sospecha que una de las formas de control social que se emplean en la actualidad es la de implantar en los cerebros de la gente (aparentemente muy diversa y heterogénea) una forma de pensamiento único que, como también sucedía en la novela orwelliana, se salvaguarda con una policía del pensamiento . Si la gente todavía no es estúpida del todo y no se deja manipular, habrá que utilizar la "cultura", los medios de comunicación y las escuelas para lograr este propósito.  Para este fin servirían organizaciones como la Unesco (bastante corrupta por cierto, al igual que todas las que se derivan de la ONU)  que con sus recomendaciones intentan influir cada vez más en los gobiernos, para que modifiquen leyes, realicen reformas educativas y difundan determinadas ideas en los medios de comunicación. En este sentido se intentan promover nuevos "valores" y modelos de comportamiento, eso que se conoce aquí en España, desde los tiempos del nefasto ZP, como experimentos de ingeniería social, y que en realidad van disolviendo esas identidades culturales que tanto dicen defender: la igualdad de género absoluta y sin matices, el multiculturalismo (un fracaso a todas luces evidente),  los derechos y promoción de los LGBT, los derechos extendidos a los simios y al resto de los animales y vegetales, el pacifismo a ultranza más o menos suicida, la legalización del consumo de marihuana etc. (para estas y otras parecidas ocurrencias existe una túpida red de oenegés  que viven del cuento, del clientelismo y de las subvenciones). Algunos afirman que el núcleo duro de la Unesco está dirigido por una secta de funcionarios iluminados que creen en una especie de nueva religión, el humanismo mundialista, de inspiración claramente New Age, y que en nombre de esta utopía buenista pretenden modelar una nueva humanidad a su gusto, consumista, indiferenciada y sumisa, pacifista y "multiculturalista". 

En este sentido, el llamado "arte contemporáneo" cumple su función y es sin duda promovido por muchos y variados motivos.
La Unesco colabora activamente con muchas fundaciones que persiguen idénticos fines (como la fundación Rockefeller) y participa en actividades de centros y museos de arte contemporáneo como el Moma, la fundación Guggenheim, etc. En el mundo educativo están muy presentes y en los programas de estudios de las facultades de Bellas Artes se aprecia una tendencia cada vez más evidente a la homogeneización y a privilegiar el conceptualismo por encima de cualquier otra corriente estética. En primer lugar hay cierta sintonía de ideas entre el "misticismo" de los pioneros del arte conceptual y el sofisticado rollito pseudo-zen, sufí o cabalístico de los promotores del humanismo-universalista.

El arte contemporáneo o VIP (video-instalación-performance) constituye, por así decirlo, un nuevo estilo internacional, que extiende una uniformización de ideas y formas, como si se tratara de un  academicismo posmoderno. Además, los temas sobre los que suelen versar las videoinstalaciones o los performance parecen estar suministrados ditrectamente por la Unesco, porque en muchas ocasiones son los que antes hemos comentado; si bien el asunto principal del "arte contemporáneo" es, en realidad, el obsesivo y compulsivo egocentrismo de sus autores, que esta temática supuestamente "social" apenas consigue disimular.

Esa sería su cara  más utopista, filantrópica y "comprometida"  (luego habría que analizar caso por caso cuánto  hay de oportunismo barato e hipocresía en  la trayectoría de estos "artistas", a parte de su acostumbrada indigencia mental, que suele estar al nivel de los concursantes de Gran Hermano). Pero al mismo tiempo prospera también su cara más sombría, como sucede con el propio sistema que reproduce el "arte contemporáneo". La consigna de que cualquiera puede devenir en un "artista" sin esfuerzo ni talento, y que incluso una caca (en sentido metafórico y  literal) puede considerarse una obra de arte, tiene cada día más prosélitos. La degradación de la estética corre pareja a la de las costumbres sociales y la cultura en general.  No sabemos si esto forma parte también de los propósitos de la élite unesquiana, pero lo cierto es que el sadomasoquismo, el canibalismo, la coprofilia, la necrofilia, la pedofilia y otras muchas parafilias aberrantes son los parámetros en los que se mueve buena parte del llamado "arte contemporáneo".En algunos foros se ha denunciado la inclinación por el culto al diablo y la magia negra, con desapariciones de adolescentes y sacrificios humanos incluidos, de ciertos poderosos; y la verdad es que cuando a veces, no muchas, me he dejado caer en alguna exposición de "arte contemporáneo", he tenido la sensación de asistir a alguna clase de ceremonia satánica: aparte de lo desagradable de algunas "obras" expuestas, similares a altares de culto vudú o candomblé, hay cierto regusto por presentarlas en ambientes oscuros y tétricos.¿Tiene el conceptualismo alguna función pedagogica más que se nos haya pasado desapercibida? 










  Dos ejemplos de "artistas conceptuales" comprometidos con el mundialismo
Ai Weiwei

Para terminar este artículo vamos a dar un repaso a dos personajes de los que se habla mucho últimamente, y que representan cada uno a su modo dos prototipos de lo que se entiende por "artistas contemporáneos", en su vertiente de accionismo político. Uno de ellos, el más astuto, sería el chino Ai Weiwei, "arquitecto" según dicen y experto en manejar los medios de comunicación para presentarse como una víctima y un icono defensor de los derechos humanos. En realidad el personaje en cuestión, que está forrado y encima no paga impuestos (esa fue la excusa por la que fue  al talego en su país con la ridícula condena de sólo tres meses de cárcel, armándose un revuelo de aúpa a nivel internacional) es un narcisista que sólo emplea el discurso del ego-arte (como muy bien señala Avelina Lésper) es decir, hablar constantemente de sí mismo. Además, la logística e infraestructura que requieren sus onerosas obras (el diseño del estadio nacional de las olimpiadas de Pekín de 2008 entre otras) se explican únicamente si cuenta con el apoyo de las autoridades comunistas y las instituciones del gobierno chino. Da la impresión que todo el montaje mediático sobre la censura que sufre este personaje en su país no es más que un paripé para promocionarle en la escena internacional. Para ser un represaliado, este señor chino está cada día más rollizo; se ve que le pega al rollito de primavera  a destajo. Si algún día tiene una indigestión seguro que le hacen otro homenaje en la Royal Academy, y le echarán la culpa al inmovilismo del régimen de Pekín y a su falta de sensibilidad en materia de  Derechos Humanos.


Piotr Pavlenski
Otra variante del accionismo político contemporáneo (la más chunga) está representada por el ruso Piotr Pavlenski, especializado en performances varias, en las que gusta de aparecer en bolas, como un participante de "Adán y Eva" cualquiera, sólo que con mucho más mérito en su caso, dado lo bajo que anda el mercurio de los termómetros por esas latitudes. Entre sus acciones más destacadas está aquella en la que se enrolló con alambre de espino frente  a la sede de la Asamblea Legislativa de San Petersburgo, para protestar contra el gobierno de Putin.  En otra ocasión se cosió la boca en solidaridad con el grupo feminista de punk Pussy Riot, que fue represaliado por cantarle cosas feas a Putin dentro de una iglesia ortodoxa. El colmo del masoquismo llegó cuando, de nuevo en pelota picada (nunca mejor dicho) se clavó los cataplines en el adoquinado de la Plaza Roja de Moscú, según él para protestar por el "estado policial" ruso. Parece que ya le dieron el alta en el hospital, porque el muchacho ha vuelto a las andadas, esta vez para plantar fuego a la puerta de la sede del Servicio Federal de Seguridad ruso (la Lubianka de toda la vida). 
Este sujeto, que claramente padece algún tipo de perturbación psíquica (y que tiene suerte de no haber caído en manos de los psiquiatras del abuelo Jossif Stalin) no sólo es capaz de hacerse daño a sí mismo sino que es además bastante peligroso, vistas sus inclinaciones pirómanas. Eso no ha impedido que recibiera el aplauso de la crítica artística internacional y de los campeones de la libertad y los derechos humanos.Otra vez convergiendo unos y otros. Por cierto, que siempre que algún tarado bodyartista (perdón por el palabro) se practica incisiones o se mutila, hay quien invoca como justificación al pobre Vincent Van Gogh, como si se hubiera cortado la oreja no porque estuviera loco, sino para realizar una performance. Que dejen a Van Gogh en paz, él fue un gran pintor  a pesar de que estuviera enfermo, cosa que no se puede decir de esos esperpentos que campan en los pantanos del conceptualismo.
 

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