miércoles, 30 de abril de 2014

EL RETORNO DEL DIOS PAN (3): La aportación de HAMSUN


En nuestro estudio sobre los diversos autores que han abordado lo "pánico", desde diversos ángulos y puntos de vista, hay algunos muy interesantes que nos habíamos dejado en el tintero. 
Cabe citar a D.H. Lawrence, apóstol moderno del pansexualismo y el panteísmo (que él definió como " una relación viva entre el hombre y el universo viviente que le rodea ") quien,  por ejemplo, en su célebre ensayo "Pan in America" (1924) hace un alegato a favor de la resurrección del paganismo, y considera a Pan como un elemento común a las tres mitologías: griega, celta y la de los indios americanos. 
Pero mayor interés reviste, si cabe, la novela "Pan" de Knut Hamsun (1859-1982), uno de los más importantes escritores nórdicos del siglo XX, Premio Nobel de Literatura en 1920, y hoy injustamente olvidado.





El mismo año en que Arthur Machen publicaba en Londres su terrorífico relato "The Great God Pan " (1894), Knut Hamsun daba a conocer en Cristianía (Oslo) una novela casi homónima, "Pan", inspirada también en el dios selvático de la  antigua Arcadia. Si sutil es la narración del autor galés, lo es aun más la del novelista noruego, que está desprovista de todo interés para los amantes del género gore o de las historias de sangre y monstruitos. Se trata de una obra bellísima, de gran calidad lírica, en la que alienta sin embargo la presencia inquietante del mito, encarnado en su protagonista, quien como un dios selvático vive en comunión con la Naturaleza y en relación conflictiva con su entorno social. A perderse en los bosques le lleva "la nostalgia de la soledad franca de la Naturaleza, libre de la hipócrita y hostil compañía de mis semejantes".

El teniente Thomas Glahn decide pasar como cazador nómada el verano de 1855, con la sola compañía de su perro Esopo (nombre de resonancias fabulosas), en una cabaña de los bosques septentrionales de Noruega, próximos a la localidad de Sirilund. Como Tarzán, ese otro hijo de la Naturaleza,  no le mueve el placer del exterminio, "si no la necesidad de vivir (...) Si me basta para comer hoy un pájaro, tenga la certeza que no tiraré el segundo tiro".

Este personaje, individualista, anárquico y rebelde frente a los convencionalismos sociales, como los que aparecen en las obras de Ibsen o Björnson, tiene semejanzas también con las creaciones de Dostoievski, en el sentido de que más que razonar sobre sus acciones se deja llevar por los impulsos del subconsciente. Como decía Hölderlin "el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona". Al igual que el Príncipe Idiota, este semisalvaje se muestra a veces ingenuo ante las damas (a pesar de su talante seductor) y torpe en sociedad, lo que le acarrea no pocas complicaciones. También tiene características nietzscheanas, de "bestia rubia" orgullosa, que se alimenta de la soledad de la que emana su fuerza, con sus "pupilas de fiera" que más que mirar tienen la facultad de tocar y de leer en las almas.
Conoce  a Eva, una muchacha sencilla que se prenda de él y con la que tiene algunos escarceos amorosos, y a la que toma en un primer momento por hija del herrero del pueblo, descubriendo más tarde que se trata en realidad de su esposa. Pero poco después aparece en su vida Eduarda, cuyo padre es una acaudalado comerciante con aires de grandeza,  "un ser que ha trocado sus obstinaciones de niña jamás castigada en caprichos de mujer segura de su seducción".

Altdorfer "Sátiro con su familia" (1507)

Este encuentro será fatal para el joven, porque se verá arrastrado por una pasión encendida por las insinuaciones de la muchacha, que le hace concebir falsas esperanzas, mientras  no duda en coquetear con otros personajes mucho mayores que ella en edad, que aciertan a pasar por Sirilund. Está en primer lugar el doctor, un individuo de barba negra y cojo, al que le gusta exhibir su erudición con cualquier pretexto, y así lo hace cuando observa una imagen del dios Pan grabada en la vasija de pólvora del teniente. Después llegará un barón aficionado a las ciencias naturales, un "hombrecillo cincuentón de pómulos salientes, barba rala y grandes gafas tras las que chisporretean unos ojuelos minúsculos".
Herido en su amor propio cuando Eduarda le dice que "ni aun cuando fuera cojo" podría compararse con el doctor, Glahn se dispara con su propia escopeta en el pie izquierdo, y tiene que venir su rival a curárselo. Después encuentra consuelo en sus vagabundeos por el bosque donde siente renacer "una fuerza ingenua, grande y nueva" en él, y hasta la contemplación de una brizna de hierba le llena de gratitud. En las descripciones de la selva boreal es donde apreciamos el parentesco de Hamsun con Turguenév y más aun con Jack London (con el que tiene ciertos paralelismos biográficos) y las connotaciones pánicas son evidentes: "Las noches se habían ido acortando hasta extinguirse; el sol después de hundir su disco de fuego en el mar, reaparecía inmediatamente, dorado y rojo, cual si el baño lo hubiese restaurado. Al llegar a este momento solemne en que, tras la sideral ablución, la Naturaleza revestíase de un esplendor nuevo, las sienes me bordoneaban y multitud de ideas quiméricas pasaban por mi mente en tropel (...) Antojábaseme que el dios Pan, cabalgando en una de las ramas más gruesas del bosque, observaba con irónica complacencia mis gestos (...) El bosque entero estremecíase en una vibración pánica: relinchos de brutos, sensuales llamadas de pájaros, indudables e incomprensibles signos de seres y cosas."
Luego, durante una tempestad, tendrá otra visión: "La tierra y el cielo parecían fundirse con iracundia: el mar se agitaba convulso, dibujando furtivas siluetas de hombres, de caballos, de monstruos gigantescos. Al abrigo de una roca, con las cuerdas del espíritu tensas por el terrible drama de las cosas sin alma y por la electricidad del aire, permanecí saturado de pensamientos confusos, diciéndome:"Sólo Dios sabe lo que en este instante pasa ante mis ojos incapacitados para ver el fondo verdadero de las cosas (...) ¿Por qué ahonda el mar ante mí tan terribles abismos? Si pudiera penetrar hasta lo hondo quizás percibiese el ígneo centro del planeta donde bulle el formidable caudal que nutre los volcanes."


Ilustración para "Pan" (Editions Ferni, Genève, 1974)


Pese a todo, Mack, el padre de Eduarda, que desaprueba cualquier clase de relación entre ambos, hace todo lo posible por mortificarlo y obligarle a abandonar el lugar. Le quita la barca de pesca, para entregársela al barón en sus correrías en busca de conchas y minerales, le amenaza con denunciarlo por cazar en el bosque fuera de temporada, acosa a Eva porque intima con el teniente y finalmente le planta fuego a su  cabaña. Cuando Glahn se entera que el barón, presunto pretendiente de Eduarda, abandona el pueblo en un vapor, quiere despedirlo a la manera de un dios iracundo, produciendo una detonación que desprenda  algunas rocas del acantilado. Pero Mack manipula los explosivos, sin duda con la intención de acabar con la vida de Glahn, pero al final todo acaba en tragedia y la que resulta muerta por accidente es Eva.
Cuando el teniente decide marcharse, Eduarda le hace prometer que le dejará a Esopo como recuerdo; pero cavilando que esta en realidad lo que quiere es vengarse de él martirizando al animal, lo sacrifica  y le entrega su cadáver. Despues piensa: "Solo tengo deseos de irme muy lejos, no importa dónde: a Africa, a la India, a cualquier lugar en que haya poca gente y muchos árboles (...) Quiero consagrarme al bosque y a la soledad."

Así terminaba la novela, aunque hay un capítulo más (La muerte de Glahn), no presente en todas las ediciones, en el que un colega cazador cuenta como pasó el teniente sus últimos años cazando tigres en la India, haciendo el amor con las nativas y emborrachándose (en "actitud báquica de alzar la copa") buscando su autodestrucción, tal vez porque las sensaciones de la Naturaleza y la comunicación con las fuerzas del universo no lograron sustituir ni borrar del todo el recuerdo de su amor frustrado.
Esta novela de su primera época, transida de fatalismo romántico, inicia una senda literaria que después recorrerá el autor de "Bendición de la Tierra" hasta el final, quien propugnaba el retorno a la Naturaleza como el único medio para que el hombre pueda hallarse a sí mismo. Y que hoy se consideraría como un pilar del pensamiento ecologista, si no fuese por las contingencias históricas que relegaron su obra al olvido.






2 comentarios:

  1. Cuando yo tenia unos 18 años encontré esta novela en mi casa, imagino que la habia comprado mi padre, encuadernada muy bien, en un libro muy pequeño de pastas de "piel roja" y con papel "biblia" -no recuerdo de que editorial-, y la ley y logicamente su dramatismo y romanticismo me impresionó.
    Una vez que estuve en Suecia decidí ir a Noruega a visitar "la aldea donde ocurrió lo del teniente Glahn y Eduarada y Eva", asi que con mi coche alquilado me hizo unos 600 km y llegué a la zona de Oslo, pero allí surgió un problema, el GPS no encontraba Sirilund. Compré un mapa y como pude en mal ingles pregunte a los noruego que donde estaba Sirilund, y para mi disgusto resultó que ¡no existe Sirilund!, era una aldea ficticia inventada por Hansun. Asi que me largué de Noruega algo cabreado ya que además era todo carísimo, hacia en verano por la noche un frio que pelaba, salia el sol a las 2 de la noche con lo que no habia dios que durmiera, había nubes de mosquitos, etc etc. Leí más del tal Hansun como "Hambre" o "los colonos de la tierra" o algo asi, pero ya no me gustaron como "Pan"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es cierto que esto ocurre muchas a veces. Algo que hemos leído o conocido a través del arte, y hemos acabado dando forma con nuestra imaginación, luego resulta que esperamos encontrarlo en la realidad, en algún lugar concreto de nuestro mundo. Y nos llevamos una decepción, porque nada tiene que ver aquello que imaginamos o vieron los artistas y escritores con lo que allí nos espera. Me recuerda el caso de Lord Dunsany, un escritor irlandés que en algunas de sus historias recreó una España totalmente fantástica, poblada por personajes y criaturas mágicas, y en una ocasión que viajó a Gibraltar no quiso pasar la frontera porque temía llevarse una decepción... Tampoco el África que soñó Burroughs, que jamás pisó aquellas tierras, existe ni ha existido nunca.
      Gracias por contarme esa experiencia tuya en Noruega, ahora puedo escarmentar en cabeza ajena y ya sé a dónde no debo ir en vacaciones.

      Eliminar