jueves, 23 de mayo de 2024

EL TINTÍN MÁS INSÓLITO (3): Viajes por Oriente, Lejano Oriente y América del Sur.

Cartel de Hergé para el Congreso Político de la Juventud (1932)

Seguimos los pasos de Tintín, examinando para ello las versiones históricas de sus aventuras, que son una fuente inapreciable de datos muy interesantes para conocer la evolución del personaje y de su autor. El año 1933 fue fundamental en la trayectoria personal y creativa de Hergé. Ese mismo año Nobert Wallez cesa como director del periódico Le XXème Siècle, tras protagonizar un incidente con un miembro del gobierno. Al no estar ya bajo la tutela del abate, el autor de Tintín se encontró mucho más libre para poder explorar las posibilidades de su personaje de una forma más personal, sin tener que responder a  directrices ideológicas de ningún tipo. Al mismo tiempo, su acuerdo con Casterman, que recopilaba las aventuras que aparecían en la prensa en formato álbum, hizo que Tintín tuviera una mayor difusión.  Los guiones a partir de ahora van a tener más importancia, ya no van a ser una simple sucesión de peripecias, sino que van a corresponder a una trama más sólida. Las aventuras se van a desarrollar en parajes lejanos, repletos de exotismo y de misterio, pero no por ello Hergé va a dejar de ocuparse de los problemas de actualidad, que incluyen de nuevo cuestiones de índole política...
En el mismo suplemento en el que aparecía Tintín, Hergé fue publicando de forma simultánea las andanzas de dos golfillos algo gamberretes, Quick y Flupke, que entre travesura y travesura van dando testimonio que como marchan las cosas tras el crack del 29. Aquí se puede ver como el dibujante tomaba partido por los más desfavorecidos, y también reflejaba las preocupaciones por la situación que se vivía en Europa y en el mundo; incluso hace frecuentes parodias en las que aparecen Hitler y Mussolini o los dos muchachos disfrazados como tales, por ejemplo con motivo de la entrevista de los dos líderes nacionalistas en Venecia en 1934. Como alguien cercano al nacionalismo belga, Hergé pensaba que los intereses de su patria podían estar amenazados por el resurgimiento  alemán y sus varias reivindicaciones territoriales, y esa misma postura era la que muchos en el rexismo defendían por aquel entonces.

Alucinaciones surrealistas en "Los cigarros del faraón"

La cuarta aventura de Tintín, Los cigarros del faraón, empieza a aparecer en Le Petit Vingtième en 1933 y en ella asistiremos al debut de algunos personajes secundarios de la serie, como los policías gemelos Dupond y Dupont, el supervillano Rastapopoulos o el comerciante portugués Oliveira de Figueira. El encuentro durante una travesía con un extravagante arqueólogo, conduce al reportero al Valle de los Reyes, donde asistirá al descubrimiento de la tumba del faraón Kih-Oskh, cuyo emblema es un jeroglífico que recuerda bastante al símbolo oriental del yin y yang. Todos los egiptólogos que han ido en busca del misterioso túmulo desaparecieron sin dejar rastro. He aquí un recuerdo del reciente  y espectacular hallazgo del sepulcro de Tutankamon por Howard Carter en 1922. 
Este lugar resulta ser la guarida de una banda internacional que se dedica al tráfico de estupefacientes, y tras su pista Tintín viajará hasta La Meca, la ciudad santa del Islam, donde esta vedada la entrada a los infieles, y más tarde hasta la India, donde será recibido hospitalariamente por el marajá de Rawajputalá. Varias personas que podrían traicionar los secretos de la banda de narcotraficantes reciben el disparo de un dardo infectado con el terrible  radjaidjáh, "el veneno que vuelve loco". La vida del propio marajá está en peligro, porque dedica sus esfuerzos a combatir el tráfico de opio, y Tintín deberá introducirse en el círculo secreto de esa organización criminal para desbaratar sus planes. 

La logia de Ki-Oskh

Curiosamente Hergé nos describe una reunión de encapuchados con túnicas moradas y contraseñas secretas, muy parecida a una tenida masónica, presidida por el símbolo de Kih-Oskh en lugar del Ojo Que Todo Lo Ve. Esto no se debe a la casualidad. Cabe señalar que el dibujante buscaba a menudo información para sus historias en la revista satírica y de temas polémicos y misteriosos Le Crapoillot. En ella se trataban asuntos tales como el tráfico de armas y de drogas, la falsificación de moneda o los manejos de las sociedades secretas. Estas últimas  aparecían con cierta frecuencia en las primeras aventuras de Tintín, como los Aniotas del Congo, los Hijos del Dragón en El Loto Azul, los insurgentes juramentados de La oreja rota o estos paramasones de Kih-Oskh.
En estos mismos años Hergé no paraba de trabajar, porque aparte de las historietas de Tintín realizaba una incesante actividad como artista publicitario (anuncios, carteles, portadas de libros, etc.). Conoce y aplica con éxito los estilos más vanguardistas y pronto, en 1934, se decide a fundar junto a dos colaboradores el Estudio Hergé de publicidad.
Los cigarros del faraón serán editados en libro por Casterman ese mismo año y será redibujado completamente para ser editado en color en 1955, eliminando algunas escenas por razones de espacio.

Portada de la revista Le Crapoillot (1932)

Esta historia la cerró Hergé en falso, ya que el principal cabecilla o el Gran Maestro (sic) consiguió escapar y su organización internacional, dedicada al  tráfico de opio y de armamento, no quedó ni mucho menos desmantelada. La aventura siguiente, El Loto Azul (publicada entre 1934 y 35 en  Le Petit Vingtième) viene a complementar el trabajo anterior, y sitúa a Tintín siguiendo una pista que le llevará al Extremo Oriente. Este álbum supuso un salto cualitativo tan enorme que lo convirtió, sin lugar a dudas, en la primera gran obra maestra de su autor. Hergé hizo un esfuerzo muy loable por intentar profundizar y comprender una cultura tan lejana como la china, así como su realidad social, y demostró una amplitud de miras muy poco común entre los occidentales de su tiempo. Para ello fue fundamental la mediación del Padre Gosset, capellán de los estudiantes chinos de la Universidad de Lovaina, quien al enterarse de que Hergé tenía pensado ambientar su próximo relato en el Lejano Oriente, le instó a que se documentara a fondo sobre el pueblo chino, su tradición y sus costumbres. Le presentó para ello a un estudiante chino de la Academia de Bellas Artes de Bruselas, Tchang Tchong-Jen, que muy pronto se convirtió en su gran amigo y colaborador. Gracias a él fue capaz de ir superando los prejuicios que él mismo compartía con muchos otros europeos, y recibió además nociones sobre la historia antigua y más reciente de aquel gran país asiático.

Chinos cinófagos en "Tintín en América"

La China de comienzos del siglo XX estuvo marcada por una gran inestabilidad, tras el derrumbamiento de un imperio milenario, las secuelas del "siglo de las humillaciones" y las guerras del opio, y por el inicio de los enfrentamientos internos entre los nacionalistas del Kuomintang y los comunistas de Mao Tse-Tung. Por su parte, el Japón no soportaba la injerencia de las potencias extranjeras en lo que consideraba su área de influencia, y la escasez de materias primas para desarrollar su economía al margen de las importaciones le impulsó a mirar hacia China. En 1931 se produce el incidente de Mukden (presentado en El Loto Azul como un atentado de falsa bandera) en el que es dinamitado, supuestamente por disidentes chinos, un tramo del Ferrocarril Sur de Manchuria que era propiedad de una compañía japonesa. Esto sirvió de pretexto al Imperio del Sol Naciente para ocupar Manchuria y, tras abandonar la Sociedad de Naciones en 1933, adueñarse de ese territorio hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, creando luego el estado títere de Manchukuo con el emperador Pu-Yi al frente. Estas tensiones entre China y Japón, que desembocarían en la invasión nipona de 1937, aparecen reflejadas en El Loto Azul, tomando partido Hergé claramente a favor de los nacionalistas chinos frente a sus agresores japoneses.
También su visión del colonialismo ejercido por los países occidentales va a experimentar un cambio radical con respecto a lo manifestado en Tintín en el Congo. El gran puerto de Shanghái estaba entonces en  manos de una concesión internacional, administrada por norteamericanos, ingleses y franceses, que de esa forma se aseguraban el control de todo el comercio en Extremo Oriente. Al levantamiento de la secta de los bóxer ("la sociedad de los puños justos y armoniosos") de 1900 siguió una sangrienta represalia ejecutada por fuerzas de la Alianza internacional. La joven República China tuvo que seguir durante mucho tiempo tolerando que los occidentales siguieran teniendo posesiones y concesiones dentro de su territorio. La denuncia de la explotación y los malos tratos dispensados a los naturales chinos por parte de los "hombres blancos" salta a la vista en las páginas de El Loto Azul.

Los occidentales traicionan a Tintín entregándolo a los japoneses.

En esta ocasión son tanto los occidentales como los japoneses los que salen mal parados; los intereses de estos últimos contaban con cierto apoyo entre la opinión pública europea de entonces, que veía a Japón como un país más moderno y occidentalizado frente a una China atrasada, perdurando aún el recuerdo de los bóxer. Como vemos en el cómic Japón, uno de los estados fundadores de la Sociedad de Naciones, se presentaba como el "guardián del orden y la civilización en el Extremo Oriente" y pese a haber derrotado en 1905 a Rusia, un país europeo y cristiano, no se lo veía aún como una amenaza directa.
Tal vez lo único que haya que reprocharle a Hergé es que el mismo ejercicio de comprensión que demostró hacia el pueblo chino no lo aplicara también hacia los japoneses, que tras su aparente occidentalización también albergaban una cultura milenaria amenazada por el ya incipiente globalismo angloamericano. Mientras que todos los chinos que aparecen en esta historia son personajes positivos, idealizando sus sociedades secretas como los "Hijos del Dragón", todos los japoneses son invariablemente representados como taimados, intrigantes y brutales militaristas, siendo su máximo exponente un  villano tan deleznable como Mitsuhirato, traficante de opio y a la vez agente secreto al servicio del Mikado, que acabará suicidándose haciéndose el hara-kiri cuando sus planes fracasen por culpa de Tintín. Por otra parte, este último es prácticamente el único occidental decente, a excepción de los gemelos Dupond y Dupont, dos torpes policías que hacen el ridículo paseándose por China con unas vestimentas que parecen sacadas de la ópera de Turandot. Davison, el jefe británico de la policía de la concesión internacional, es un personaje hipócrita y sin escrúpulos conchabado con Mitsuhirato en sus turbios negocios, y el rico empresario Gibbons, es el prototipo del prepotente y vengativo hombre de negocios americano, que maltrata a  los culis chinos. Y por no hablar del magnate Rastapopoulos, un supervillano recurrente en la serie de Tintín que iría adquiriendo con el tiempo un cierto parecido con el naviero Onassis, y que deja como un simple aprendiz a Mitsuhirato, pues resulta ser nada menos que el Gran Maestro de la sociedad secreta de Kih-Oskh y de la red internacional de narcotráfico.

Occidentales y japoneses, los villanos de El Loto Azul.


La aportación de Tchang Tchong-Jen fue fundamental para que la fidelidad de la ambientación de El Loto Azul fuera absoluta. Además de asesorar a Hergé en el diseño y planificación de los decorados, muebles, indumentarias, etc. se encargó personalmente de escribir los textos en un chino impecable. Incluso su colaboración fue más allá, aconsejando a su amigo en cuestiones de tipo artístico, como la distribución de los negros y los blancos, con pluma y pincel. El resultado final no pudo satisfacer más al padre de Tintín, quien en la versión en color de 1946 sólo rehízo las cuatro primeras páginas, dejando las restantes tal y como las había dibujado la primera vez, con algunas leves modificaciones. 
La edición en blanco y negro de Casterman en formato álbum del año 1936 resultó un gran éxito y era bastante lujosa, incorporando por vez primera varias láminas encartonadas en tricromía. Tintín ya era traducido a otros idiomas, entre ellos al portugués, y en Francia se publicaban sus aventuras en Coeurs Vaillants. Por encargo de esta revista Hergé empezó a dibujar una historieta familiar con mono incluido (Jo, Zette y Jocko) que nunca llegó a convencer del todo a su autor.
Tchang  inspiró el personaje de Chang Chong-Chen que aparece por primera vez en esta historia y volverá a aparecer en Tintín en el Tíbet (1958) una aventura que Hergé dibujó tras sufrir una crisis personal y acudir a un psicoanalista por culpa de unas pesadillas recurrentes, y que  consideró un "canto a la amistad". En aquella ocasión se intercambiaron los papeles y era la China comunista la que  invadía el país de los tibetanos en 1949, y Hergé tomó entonces partido a favor de estos últimos, y naturalmente también del Yeti. Curiosamente, se reencontró con el verdadero Tchang en Francia poco antes de su fallecimiento en 1981, pues entretanto éste se había vuelto a China y le había perdido la pista. Tras apoyar la causa maoísta, Tchang  llegó a ser director de la Academia de Bellas Artes de Shanghái, siendo degradado a barrendero en el transcurso de la llamada Revolución Cultural.

Pesadilla arumbaya eliminada en ediciones posteriores de La oreja rota

La siguiente aventura La oreja rota, realizada en 1937, empieza como una novela a lo Sherlock Holmes, con el robo de un fetiche amerindio en un museo etnográfico y sus sustitución por una pieza falsa. Las peripecias de Tintín le llevarán hasta un país imaginario de la América del Sur, la República de San Teodoro, que vive una gran inestabilidad y violencia política. Las naciones hispánicas estaban sufriendo en aquellos tiempos un vendaval de guerras y de revoluciones; en España había estallado la Guerra civil; Hergé seguro que todavía recordaba las historias que contaba Léon Degrelle de la guerra de los cristeros en México; y entre Bolivia y Paraguay había tenido lugar el conflicto del Gran Chaco (1932-35) motivado, entre otras cosas, por el control de los yacimientos petrolíferos. Este último episodio bélico es el que aparece reflejado en esta aventura de Tintín, con el enfrentamiento de la República de San Teodoro, presidida por el general Alcázar, y su vecina Nuevo-Rico. 
Hergé, buscando de nuevo información en Le Crapoillot, describe muy bien la situación que se vive en las repúblicas bananeras, con las luchas entre facciones rivales, las continuas revoluciones y golpes de estado, los grupos insurgentes clandestinos, los sicarios a sueldo, las maniobras de los militares para hacerse con el poder, el tráfico de armas y de todo tipo y las estratagemas de las multinacionales, las altas finanzas y las corporaciones de la industria militar de las grandes potencias (USA y Gran Bretaña)  para  controlar a esos países y sus recursos, utilizando como marionetas a los dictadores de turno.


Las grandes corporaciones llevando a la guerra a naciones hermanas

Tras la trama política y bélica la historia transcurre como un viaje de exploración épico por las selvas del río Badurayal, el territorio de los peligrosos indios arumbayas y sus rivales, la tribu de los bíbaros. Allí Tintín encontrará a Ridgewell, un explorador inglés que decidió no regresar al mundo civilizado y compartir su vida con los arumbayas, intentando sin mucho éxito enseñarles a jugar al golf. Como sucederá también con El Tesoro de Rackham el Rojo, las pesquisas del reportero le devolverán a la casilla de salida, y al final los dos truhanes que también iban detrás del fetiche terminan pagando sus culpas en una famosa viñeta en que son conducidos a los infiernos por tres diablillos negros. Curiosamente Hergé tuvo que cambiar esta viñeta  a requerimiento de algunos párrocos editores en varias ocasiones, en una para Coeurs Vaillants, sustituyéndola por otra en que Tintín decía "Dios los ampare", que parecía algo más caritativo. En otra para una publicación de misioneros del Congo, blanqueando a los diablillos para no herir susceptibilidades.
Aunque La oreja rota mezcla elementos de ficción con la realidad, está como el trabajo anterior muy bien documentado. El autor consultó entre otros libros La guerra secreta por el petróleo de Antoine Zichka y algunos volúmnes de etnografía. Pero Voyages aux Amériques (1875) de C.J.Walker, el que hojea Tintín al comienzo de la historia se trata, por supuesto, de un libro apócrifo. En cuanto al tema de las lenguas indígenas Hergé se permitió más libertades, haciendo hablar a los arumbayas un dialecto bruselense que usaba su propia abuela.
En varias ocasiones Hergé alude casi directamente a lugares, organizaciones y personajes reales, cambiándoles un poco los nombres. Así se reconocen perfectamente los estados de  Paraguay (San Teodoro) y Bolivia (Nuevo Rico), y también las compañías petroleras que se disputan los yacimientos del Gran Chaco, que aquí se llama el Gran Chapo: la norteamericana Standard Oil (bajo el nombre de General American Oil) y la británica Shell (Compañía inglesa de Petróleos Sudamericanos). La primera tiene como representante a un tal Mr. Chickler, un personaje sin escrúpulos que no duda en usar el soborno, contratar a sicarios ni en falsificar documentos oficiales, y que no parará hasta que consiga que el general Alcázar, dictador de San Teodoro, le declare la guerra a la república vecina. Por su parte, la compañía británica se dedica a presionar al gobierno de Nuevo Rico para que haga lo mismo. Más tarde y tras haberse iniciado las hostilidades, se descubrirá que, al igual que sucedió en el Gran Chaco, no había ni gota de petróleo en aquellos territorios.

"El mercader de la muerte", Sir Basil Zaharoff bajo pseudónimo

Conchabado con las petroleras, y tratando con los gobiernos de ambas naciones beligerantes  a la vez, aparece un turbio personaje llamado en la historieta B. Mazarov, de la Viking Arms Company Ltd., y que no es otro que el tristemente célebre traficante de armas, malversador, espía y financiero griego-ruso (algunos dicen que judío) Sir Basil Zaharoff (1849-1936) llamado "el mercader de la muerte". Éste, implicado también en la Guerra de los Bóers y en la Ruso-Japonesa, hizo su agosto durante la Primera Guerra Mundial vendiendo armamento a diestro y siniestro, y era un experto en practicar el soborno y la corrupción a nivel internacional. Trabajó en realidad para la fábrica de armas Vickers, propiedad de la familia Rothschild. Mantuvo una infame relación con España, casándose con un vástago de la aristocracia y mangoneando en todos los gobiernos desde la Restauración hasta 1936, año en que por fortuna falleció. Por ejemplo, se atribuye a su nefasta  influencia que el propio gobierno español saboteara el proyecto del  submarino de Isaac Peral, en provecho de potencias extranjeras, en particular de los USA. Después de la Gran Guerra Europea siguió alentando varios conflictos en el mundo, entre ellos el del Gran Chaco.
Otro personaje histórico a citar es en el que se inspira el explorador Ridgewell, aculturado entre los arumbayas. Parece que Hergé se basó en un aventurero británico, el coronel Percy H. Fawcett, que desapareció en 1925 en las selvas del Amazonas buscando la ciudad perdida de "Z", supuesto vestigio de una civilización precolombina desarrollada en aquellos parajes.
Este álbum fue publicado por Casterman originalmente en blanco y negro, contando con 128 planchas. Pero en 1943 fue publicado en color y si bien, como en el caso de El Loto Azul apenas se retocaron los dibujos, fue el primero en que se redujo el formato a 62 páginas, por el aumento del coste del papel y otras dificultades en tiempos de guerra. Hubo que comprimir el tamaño de las viñetas e incluso eliminar algunas, pero a cambio el color mejoró con la técnica  de la cuatricromía.
Años más tarde, en Tintín y los Pícaros (1975) reaparecerá el mismo escenario, con el general Alcázar reconvertido en guerrillero castrista.  Hergé se permitirá en esta aventura ironizar sobre las supuestas luchas ideológicas, que en realidad sólo sirven para enmascarar las viejas luchas entre facciones de siempre para hacerse con el poder en la región.

El Libertador Simón Bolivar, alias General Olivaro

CONTINUARÁ...

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