miércoles, 28 de julio de 2021

 VIVA CUBA LIBRE

Cartel diseñado por Martín Álvarez Comesaña


No está claro si a esta hora se tambalea de una vez por todas el viejo régimen castrista, representado ahora por un líder tan poco carismático como Díaz-Canel, y si Raúl Castro ya ha preparado las maletas y  está a punto de coger el avión para Caracas, ante la avalancha que se avecina. Las protestas que se han sucedido cual primavera árabe o revolución de colorines, bastante minúsculas en cualquier caso pese a como las han presentado los medios, parecen coincidir casualmente con el rechazo cubano al COVAX y  con el desarrollo de su propia "vacuna" anti-Covid, la polémica  Abdala.
Pero probablemente  se trate todo de un nuevo paripé de cara a la galería y al final no pase nada y todo siga más o menos igual que siempre, eso dependerá de lo que le convenga o se traiga entre manos la superpotencia del norte . 
Desde hace mucho tiempo la isla del Caribe con forma de caimán ha tenido que resignarse al triste papel de ser una  simple colonia de unos y de otros. No está tan claro si en realidad lo fue alguna vez de España, que la consideraba como un territorio propio de ultramar, aunque el sistema de explotación azucarera sí que correspondiese al de un régimen colonial, al menos durante el último siglo de su dominio allí, pero se puede afirmar sin temor a equivocarse que sí  fue una colonia (y tal vez lo  siga siendo) de los Estados Unidos y de la United Fruit Company después del Desastre del 98. Y algo más tarde, al menos en apariencia, pasó a serlo de la Unión Soviética del revisionista Kruschev, tras la revolución de los barbudos de 1959. Y ahora que el amigo soviético ya no existe (a la Rusia de Putin le basta con sobrevivir, y su apoyo es más geoestratégico que ideológico) y el antes próspero  amigo bolivariano ya no es lo que era, es posible que, como otros países hermanos de Hispanoamérica, acabe cayendo en la órbita de la trans comunista y trans capitalista China, tal vez el amo más despiadado de los pueblos que sea posible imaginar.
El episodio de la revolución castrista  continúa siendo un hecho controvertido todavía a día de hoy, sesenta años después de haberse producido. No cabe duda que la dictadura de Fulgencio Batista, el sargento semianalfabeto y  socialdemócrata en sus inicios que se adueñó de Cuba mediante un golpe de estado en 1952, era un nido de corrupción al servicio del crimen organizado y del hampa judeoitaliana de los Lansky y Luciano, que allí había establecido  sus garitos y prostíbulos, y que era rechazada por buena parte del pueblo cubano, por más que muchos disfrutaran en aquella época de un elevado nivel de vida . De ahí la popularidad del Movimiento 26 de julio, encabezado por Fidel Castro, que se declaraba además por entonces democrático y anticomunista, y que desde el principio contó con el respaldo de la CIA, siempre atenta a no perder nunca en "el gran juego". De  hecho, en un momento dado Eisenhower dejó de abastecer de armamento a Batista, y un yate norteamericano (el Granma) se puso a disposición de los barbudos para pasar desde México, donde habían recibido una somera instrucción militar a cargo del exiliado comunista español Daniel Bayo, al teatro de operaciones de la revolución: la Sierra Maestra.

Se han interpretado de diversas formas las motivaciones de los principales protagonistas de esta historia, los hermanos Castro y el Ché, miembros todos ellos de familias burguesas acomodadas. En el caso particular de Fidel hay quien ha señalado sus extrañas conexiones con la CIA, el CFR y el poder financiero y el Deep State norteamericano, al menos desde el Bogotazo de 1948..
Carismático y pintoresco, el  abogado de pocos pleitos Fidel Castro Ruz, educado por los jesuitas (que tanto influjo han tenido sobre el castrismo y sobre la guerrilla izquierdista sudamericana en general) y lector apasionado en su juventud, según dicen,  de las historias de los conquistadores españoles y de las obras completas de José Antonio Primo de Rivera, Mussolini e incluso de Hitler , hasta el extremo de hacer pasar por suyas  frases enteras de estos personajes en sus discursos sin ninguna clase de complejo ("la historia me absolverá") parece a ojos de algunos como un "patriota anti imperialista" que no había leído ni una sola línea de Marx antes de la revolución del 59, y antes de que los acontecimientos de la "Guerra Fría" lo inclinaran definitivamente del bando soviético. Pero manteniendo, aunque suene esto paradójico, sus antiguos contactos con la CIA, Rockefeller, etc. aún durante el embargo a la isla, tan oneroso para el pueblo cubano como poco eficaz a la hora de derribar el régimen de La Habana. Tampoco tuvo malas relaciones su dictadura con el Vaticano ni con el régimen de Franco, pese a las discrepancias ideológicas.

Viñeta de "Vida del Ché"de Oesterheld y Breccia



El estudiante de medicina argentino Ernesto Guevara de la Serna, conocido desde su adolescencia por el apodo del "Chancho" (por su escasa afición a la higiene) y más tarde por "el Ché" (por el característico "¡che boludo!" de los argentinos) y aún años después por algunas de sus víctimas  y detractores como "el carnicero de La Cabaña", parece no haber sido otra cosa que un aventurero vagamente socialista y anti yanki, en gran medida influenciado por el  populismo del general Perón, pero que no llegó a encuadrarse nunca en las filas de las juventudes peronistas, entre otras cosas para no ofender a los latifundistas de sus papás. En lugar de eso se dedicó a recorrer mundo, y una vez asumido un cierto ideario comunista (tras conocer en Guatemala a la que sería su primera esposa, la peruana Hilda Gadea) servir como mercenario en Cuba y  exportar "la insurgencia" a los países del tercer mundo (Congo, Bolivia).

Durante años se ha querido hacer de él un mito de la izquierda, una especie de Don Quijote hippy, un revolucionario idealista y romántico, preocupado por los pobres y por los enfermos o un guerrero poderoso y heroico (a pesar de sus fracasos en este sentido) que quiso y supo morir por sus ideales. Todo se ha debido en gran medida al constructo creado por la propaganda castrista, con canciones de fondo de Carlos Puebla, etc. y que rodeó al mártir con una aureola mística cuasi religiosa, como si de  una especie de santo Mesías se tratara (de nuevo, los jesuitas de por medio, manipulando al pueblo) para, entre otras cosas, esconder muchos detalles reales del personaje y sobre todo la relación con Fidel, que se fue enturbiando con el paso de los años. Hasta el punto de que el guerrillero acabó distanciándose de la URSS (a la que juzgaba otro imperialismo como el americano) y acercando sus posiciones  a la China de Mao, mucho más cercana al estalinismo clásico. Así tal vez se explique mejor como acabó traicionado por  sus antiguos camaradas: Régis Debray, el partido comunista boliviano, incluso Fidel...
En los últimos tiempos, y con el auge de la izquierda posmoderna que abomina de los conceptos de valor y de hombría, asistimos al ensañamiento contra la figura del "Ché", y hemos pasado de la leyenda rosa a la leyenda negra. Contradictorio y controvertido era desde el luego el personaje, capaz de considerarse a sí mismo como una "máquina de matar" y al mismo tiempo pasarse horas contemplando las ruinas de Machu Pichu o las pinturas de Miguel Ángel en el techo de la capilla Sixtina. Ahora cada vez más se le ve como un monstruo homofóbico y como un racista (recordemos sus opiniones políticamente incorrectas respecto a los negros, los homosexuales y la "indiada") sediento de sangre, una especie de psicópata asesino y torturador. ¿Qué hay de verdad en todo esto?

En estos días he podido echarle una visual a un cómic, historieta, "tebeo", banda diseñada, "manga" ("dibujos irresponsables" en japonés) o como se le quiera llamar, todos ellos nombres inapropiados para referirse a lo mismo. Se trata de un clásico argentino publicado en 1968, tan solo un año después de la muerte del Ché, con guion de Héctor Oesterheld y dibujos de Alberto Breccia "el Viejo" y de su hijo Enrique Breccia, y que está dedicado a glosar la vida y martirio del héroe guerrillero. Se trata sin duda de un relato apologético que ofrece una semblanza biográfica del Ché desde el punto de vista de la izquierda peronista, no en vano Oesterheld militó en el Movimiento Montonero, la guerrilla que combatía por un "socialismo nacional", hasta que él y sus hijas "desaparecieron" durante la dictadura argentina en 1978 (un inciso: ya se sabe que el "peronismo" es un cajón de sastre donde cabe de todo,  desde los que fueron terroristas montoneros de extrema izquierda hasta los ultra derechistas que colaboraron con la represión de los militares, e incluso a día de hoy los kichneristas como Alberto Fernández, que tienen de "patriotas" lo que yo de globalista).
Este punto de vista, aun estando plagado de errores y omisiones, es interesante porque no coincide ni con el idealismo de la propaganda oficial del régimen castrista (de hecho en Cuba nunca se ha llegado a publicar este cómic) ni con la versión negrolegendaria tan grata a los neoliberales al estilo de Jiménez Losantos y cía.
Por otro lado está la incuestionable calidad gráfica de este clásico de la historieta argentina, que ha conocido muchas vicisitudes en su edición, ya que las páginas originales llegaron a ser destruidas durante la represión militar. Sus autores, Oesterheld y Alberto Breccia fueron los creadores entre 1962 y 1964 de la exitosa serie "Mort Cinder", un cómic adelantado a su tiempo y una referencia mundial para lo que sería la historieta adulta posterior. También destaca su colaboración en "El Eternauta" (versión de 1969) . Los dibujos de Breccia son muy especiales, a ratos realistas y a ratos expresionistas, con un dominio absoluto del juego del blanco y el negro que los hace inconfundibles y todavía irresistiblemente atractivos.




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