viernes, 12 de junio de 2020

SONÓ LA HORA DEL DUM-DUM

Ilustración de Burne Hogarth


Y de repente, llegó el caos controlado. Arden las calles, se derriban estatuas, se asaltan comercios, se cometen asesinatos, mientras los aullantes anticapitalistas lo graban todo con las cámaras de sus IPhones. De improviso y sin avisar, pasamos del confinamiento obligatorio y de las bocas tapadas con el bozal higiénico a las manifestaciones multitudinarias y a las algarabías, donde no se mantiene la más mínima distancia social, ni al parecer nada que se parezca al respeto al prójimo. Del pánico al virus nos llevan al pánico a la subversión. Y los manganis antifas andan sueltos y a sus anchas, para celebrar la danza salvaje del dum-dum durante unos días en los que coparán la atención de los noticiarios, mientras los progres se relamen por anticipado pensando en los beneficios que les traerá esta nueva "revolución de color".
Porque no debemos perder de vista que, como siempre, detrás de las apariencias se esconde una dialéctica de poder, y que estos altercados y manifestaciones no suceden por casualidad, ahora que todavía sufrimos las consecuencias del coronavirus: desmesurado control de la ciudadanía, restricciones de todo tipo y psicosis social que caracteriza a la "nueva normalidad". En los USA se está librando la batalla principal en esta guerra a muerte que enfrenta a dos formas de capitalismo de nuestro tiempo: el capitalismo financiero, globalista y especulador, que está en contra de los Estados porque no quiere interferencias para el libre flujo de capitales, mercancias y mano de obra; y el viejo capitalismo productivo, industrial y proteccionista, que ve amenazada su supervivencia por el globalismo y que por eso necesita a los Estados-nación. Los revoltosos, al igual que todos los intelectuales, políticos y periodistas de la llamada "izquierda" están alineados con el capitalismo financiero, el de los Bush, Clinton, Obama, Bill Gates y Soros, mucho más destructivo y genocida que el segundo, representado por Donald Trump. Este, aun siendo un grandísimo bastardo, es sin duda el mal menor. Recordemos que en los años que lleva de presidente de los USA el del pelo rojo no se ha desencadenado ningún  nuevo conflicto en Oriente Medio ni en ninguna otra parte del mundo, en el que haya hecho falta enviar a las tropas norteamericanas y a sus aliados de la OTAN a luchar por la Libertad, la Democracia, los Derechos Humanos (o el Imperio).

Dibujo de Russ Manning

Si algo nos ha enseñado esta catástrofe del coronavirus ha sido precisamente el fracaso (si no el aspecto criminoso) de la panacea globalista, cuyos principales dogmas han sido puestos en entredicho por la cruda realidad:
 El de las "fronteras abiertas", que ha llevado a algunos gobiernos papanatas como el nuestro a no tomar ninguna clase de medidas de control durante las primeras semanas y permitir de una manera insensata el libre flujo en los aeropuertos, para no ser tachados de "xilófonos".
El de las grandes causas, como la lucha contra el cambio climático o el feminismo, factor este último que ha sido responsable directo del gran número de contagios y muertes producidos por el virus en nuestro país, el más ferviente seguidor de las tesis mundialistas y de la agenda del NOM.
 También esta crisis ha puesto de manifiesto la inoperancia, cuando no complicidad criminal, de los organismos internacionales como la ONU, la OMS o la Unión Europea, en los que  tienen depositada toda su confianza los cipayos del globalismo como Pedro Sánchez o Pablo Iglesias. 
Y ha desenmascarado el bluff que representa el gigante chino, el Imperio del Medio, el gran milagro de la globalización capaz de convertir en superpotencia del capitalismo a lo que no sigue siendo otra cosa una vulgar y asesina dictadura comunista. El gran proveedor mundial de pandemias y de sistemas sofisticados de control sobre la población, ya que no de productos mínimamente fiables o de calidad y menos aún de materiales sanitarios de protección que estén en buenas condiciones de uso.
Y ante este panorama la ideología globalista se ve amenazada y responde con una "primavera árabe". Sobre todo cuando constata que ni siquiera la pandemia made in PRC puede con Trump en las encuestas, a pesar de lo deficiente que haya podido ser su gestión del coronavirus...

Dibujo de Frank Frazetta

Por eso el magnate Soros ha desencadenado esta nueva "emergencia racial" que viene a añadirse a las anteriores emergencias climática (Greta Thumberg), feminista (Me Too), islamista,  transófoba, secesionista o la que sirva mejor a los intereses de ese maldito gusano jázaro en cada momento. A los que manejan los hilos de la protesta les importa un comino lo que le haya pasado al tal Floyd o la situación de los negros en los Estados Unidos (país donde por cierto el anterior presidente creo recordar que era de este color). Se trata de montar el pollo y extenderlo a escala planetaria para humillar a los blancos por el hecho de ser blancos, obligándolos a hincar la rodilla, asaltando los comercios o vandalizando las estatuas de hombres blancos importantes. A esto contribuyen, cómo no, gente tan antisitema como Ana Botín, las plataformas que no pagan impuestos en nuestro país como HBO. Netflix o Amazon, y la telebasura y sus programas de adoctrinamiento borreguil como OT.
Estos son los compañeros de viaje de los Black Lives Matter en España y en el mundo. ¿Cuándo dejaremos de tragarnos la pastilla azul de Matrix?

No hay comentarios:

Publicar un comentario