jueves, 9 de abril de 2020

SOBRE LA GENIALIDAD ARTIFICIAL

Robot que pinta como Monet

En estos días de confinamiento forzoso muchas teorías de esas que llaman conspiranoicas señalan hacia la tecnología 5G como uno de los factores, si no desencadenantes, que sí han contribuido a la proliferación de la peste del coronavirus. Esta especie se basa en varios informes de científicos y médicos independientes que han alertado sobre la peligrosidad que tiene la implantación definitiva de esta tecnología de nueva generación para la salud de las personas. Dejando aparte las posibilidades de vulnerar la privacidad de la ciudadanía, al pasar todos los aparatos electrodomésticos a estar conectados por Internet, existen fundadas sospechas de que esta tecnología en si supone una amenaza y un riesgo para el sistema inmunológico de los humanos, por una sobreexposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia.
Nosotros ni quitamos ni ponemos nada acerca de estas cuestiones, pero resulta bastante cierto que algunos "avances tecnológicos" parecen ir más en contra de los humanos que ponerse a su servicio (y no me estoy refiriendo sólo al iphone y a la televisión). Y parecen quererse especializar en cosas para las que no hacen ninguna falta, tan sólo por el capricho de desplazar a las personas que antes las hacían. Por ejemplo, ahora están empeñados en fabricar máquinas o programas de ordenador que pintan de forma autónoma, con el fin me imagino de que no sea posible en un futuro próximo distinguir las realizaciones humanas de las de un robot. Es la respuesta a la pregunta que se formulaba en la película "Yo, robot" sobre si un autómata sería capaz de componer por si solo una sinfonía o un lienzo. A mí me pone los pelos de punta imaginar un mundo en el que los artistas ya no sean necesarios, porque ya se encargarán de hacer arte por nosotros unas máquinas especializadas. Pero hacia eso vamos, a lo que parece.
Hace cosa de cuatro años ya comentamos lo del proyecto "The Next Rembrandt", que combinaba el arte y los big data, y que aplicaba las nuevas técnicas de reconocimiento facial (atención a este asunto) para enseñar a un ordenador a crear autorretratos nuevos al estilo de Rembrandt. Tras escanear en 3D las 346 pinturas del artista holandés, se diseñó un programa al efecto. Los resultados fueron asombrosos, porque no se trataba sólo de copias o imitaciones, sino que producía obras originales.
Ya al año siguiente, en 2017,  unos ingenieros japoneses de Hello Computer, asociados con unos banqueros franceses presentaron en Rusia un robot con un brazo articulado que pintaba en un lienzo lo que encontraba a su alrededor al estilo de los impresionistas.Llegaron así a diseñar un programa informático que, según dicen, tiene la capacidad de evolucionar como una persona y que incluso se permite tener actitud crítica y reacciones emocionales, como tachar aquellos  cuadros suyos que considera que han salido mal.
Este año, especialistas de varias universidades estadounidenses coordinados con el laboratorio de AI (Inteligencia Artificial) de Facebook en California han ideado una programación que permite a los ordenadores pintar por si mismos no sólo al estilo de los artistas del pasado, sino creando un estilo artístico propio.
Por si esto no fuera suficiente, lo último que está saliendo al mercado son aplicaciones para la telefonía móvil que generan retratos a partir de fotos que envían los clientes, pudiendo estos escoger el estilo en que quieren ser representados: renacentista, impresionista, pop art, etc. Ai Gahaku es el portal diseñado por un desarrollador full-stack japonés llamado Sato, y que es capaz de realizar estas virguerías. 
Otro invento por el estilo es la aplicación  "AI Portraits Ars", capaz también de realizar obras de arte en forma de selfie. Posee en este caso un algoritmo que utiliza una red de  confrontación generativa  (GAN) para generar nuevas características desde cero. Esto suena parecido a la polémica aplicación Face App que permitía obtener retratos envejecidos de la gente que enviaba con toda confianza sus fotografías. Al final se descubrió que detrás de esta aplicación se escondía el grupo ruso Wireless Lab, que no parece que respete mucho la privacidad de los datos de sus clientes, al igual dicho sea de paso que muchas otras empresas que acceden a la información personal y comercian con ella sin ningún escrúpulo. Ya vemos como algunos estados, como el chino, se sirven del reconocimiento facial para vigilar a sus súbditos, y como todo lo chino acabará por imponerse algún día, más vale que nos andemos con mucho tiento a la hora de entregar  tan alegremente nuestros datos personales.
Nuevas tecnologías, nuevos peligros.

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