jueves, 21 de enero de 2016

MÁS ALLÁ DEL 11-S: Frank Miller y los 300

"Al final, la civilización siempre la salva un pelotón de soldados"
             Oswald Spengler




Una de las más exitosas adaptaciones de un cómic yanki para la gran pantalla, de las muchas que lleva realizando Hollywood en los últimos años, ha sido sin duda 300 de Zack Snyder (2007) que supone la perfecta versión cinematográfica de la obra homónima del dibujante Frank Miller.   Muy pronto se convirtió en un fenómeno de moda, y dió lugar a una secuela (la tercera parte está previsto que se estrene este mismo año) y ello se ha debido en gran parte al clima bélico en el que estamos inmersos desde antes, y sobre todo después, de los atentados del 11-S. La industria  del entretenimiento pudo encajar este producto, como otros, en la medida en que servía para crear entre el público norteamericano una corriente de opinión favorable al "ardor guerrero" y a las aventuras en Oriente promovidas por la Bush Oil Company. Pero la novela gráfica de Miller no puede reducirse a un mero panfleto de propaganda, porque posee no sólo cualidades estéticas innegables, sino un argumento mucho más rico y polisémico, y que va más allá del típico producto destinado a un público poco exigente.




Frank Miller: con él llegó el escándalo
La cosa no es nueva.  América no ha tenido reparos en movilizar a sus superhéroes siempre que ha sido necesario. Antes de que los USA entraran en la Segunda Guerra Mundial, la prensa yanki ya utilizó a los Superman y compañía para calentar motores, azuzándolos contra Alemania y el Japón, como ya expusimos anteriormente en http://morenoruizignacio.blogspot.com.es/2013/07/que-esconden-los-superheroes-americanos.html 
 Después, durante la guerra fría contra el bloque del Este, se siguió combatiendo psicológicamente al Imperio del Mal desde las páginas de los cómics de superhéroes y, de forma más o menos alusiva, en películas tan taquilleras como Star Wars, cuya interminable saga sigue haciendo hoy las delicias de los frikis  chicos y grandes.
Pero en el caso de 300 no se trata de superhéroes inventados ad hoc para unos fines concretos de "guerra psicológica". Aunque a todas luces parezcan superhéroes, los protagonistas del cómic de Miller están basados en personajes históricos reales, aunque idealizados, héroes que vivieron en la Antigua Grecia y que escribieron la Historia de la vieja Europa con su sangre. Para reescribir el relato, Miller consultó los textos de Herodoto y "Las Termópilas" de William Golding. El hecho de que Miller escogiera un episodio auténtico (la batalla de las Termópilas, tenida lugar en agosto del 480 a. de C. durante la segunda guerra Médica) y unos personajes reales (Leónidas, Jerjes), aunque con un tratamiento muy libre, a caballo entre el simbolismo y el expresionismo, convierte a 300 en algo especial y diferente a todo lo que se venía haciendo en el cómic americano de los últimos años.
La novela gráfica (y la película en gran parte también) está plagada de resonancias nietzscheanas. Leónidas es la perfecta representación del héroe trágico, que anuncia al superhombre, y que reune en sí la perfección física, la nobleza y el valor. Su contrafigura es la del rey Jerjes, un falso superhombre que se cree un dios (su carácter mortal lo pondrá en evidencia la lanza arrojada por Leónidas), y que encarna el poder arrogante y corrompido, que se complace en gobernar  sobre un inmenso rebaño de esclavos. Y también tenemos al contrahecho Efialtes, un homúnculo resentido que no duda en traicionar a su pueblo, vendiéndose al oro persa (ay Pablo Iglesias, que te han pillado). "El cruel Leónidas te pidió que te irguieras. Yo sólo te pido que te arrodilles". Y hay además otros muchos personajes, como la reina Gorgo, la mujer de Leónidas, el joven Stelios o Dilios, el tuerto tejedor de historias.
Y es que, a pesar de la admiración que por Esparta han sentido los totalitarismos, en el cómic de Miller los vemos como una comunidad de hombres libres ("fuertes y duros",eso sí) que luchan por seguir siendo libres. De todas formas, no se ahorran sarcasmos a lo largo del texto a cuenta de los afeminados y demócratas atenienses. Ni tampoco faltan las referencias antisacerdotales, presentando a los éforos como "unos cerdos endógamos, viejos sátiros, restos mohosos y podridos de antiguas supersticiones" que se han vendido igualmente al Rey Dios Jerjes.
Frank Miller sufrió muchos ataques por esta obra. En concreto recibió el consabido epíteto de "facha", recordándole una frase suya, de chico malo,  que decía así: "Hay un momento, cuando tienes catorce años, que coges tu navaja y tallas una esvástica en el pupitre de un colegio" (extraída de su libro de entrevistas con su amigo, el desaparecido Will Eisner, genial dibujante americano de orígen judío).
Y eso que el despliegue de violencia del que se hace gala en este cómic no resultaba nada novedoso en él.  Con anterioridad había desarrollado una  carrera ascendente como dibujante de superhéroes, siendo el encargado de revitalizar la serie Daredevil. Y tras su adaptación de Batman (El Regreso del Caballero Oscuro, 1986) se convirtió en uno de los dos autores de cómic USA más importantes e indiscutibles (el otro sería su opuesto en tantas cosas, el guinista de Watchmen Alan Moore)- Luego vendría su gran éxito "Sin City" (1991), una particular incursión en el género negro, muy celebrada por la crítica pese a la sobredosis de ultraviolencia que destilan cada una de sus páginas. Con todo, su "incorrección política" se movía dentro de unos parámetros que no molestaban al establishment progresista, ya que podían admitirse como una expresión polisémica e irónica. Nadie le adjudicó por entonces la etiqueta de "fascista", y para todo el mundo estaba claro que Miller se trataba de un "libertario" a la americana, al estilo de Clint Eastwood, desconfiado del Estado y los políticos, defensor del derecho a portar armas, etc. Por cierto, que sobre esto último, algún político progre se ha expresado en parecidos términos, sino ver https://www.youtube.com/watch?v=3RkLe1Z7hp4


Todo eso casaba muy bien con las doctrinas de Ayn Rand, la célebre filósofa judía tan  valorada por tantos intelectuales, hombres de negocios y artistas yankis, defensora del individualismo a ultranza y del libremercado, sino fuera por un detalle. Que los orígenes católicos e irlandeses de Frank Miller le llevaban a admirar la entrega por los demás y el sacrificio heroico, algo que nada tiene que ver con el individualismo, y esto lo iba reflejando una y otra vez en cada una de sus creaciones.
Y llegamos a 1998, año en que publica 300 , un álbum que nada tiene que ver con sus trabajos anteriores de superhéroes y género negro, y donde para algunos empezó a manifestarse su peculiar "transformación". La historia aparece tres años antes de los famosos ataques al World Trade Center que llevarían la amenaza islamista al corazón de las sociedades occidentales. Un poco antes se había desencadenado la operación Tormenta del Desierto contra Irak, la primera guerra televisada en directo; y mucho antes la revolución iraní del ayathola Jomeini, la gran bestia negra del "mundo libre", hasta que aparecieron los Gadafi, Sadam Hussein y Bin Laden.
El deslumbrante planteamiento visual del cómic 300 parece pensado para ser llevado algún día a la gran pantalla, empezando por el formato escogido (apaisado, casi cinemascope) y el rutilante cromatismo, del que se encargó la esposa de Miller, Lynn Varley.
No hay duda de que la idea del choque de civilizaciones a lo Hungtington, entre Occidente y Oriente, entre la razón y la justicia, y la barbarie, el caos y la superstición, sobrevuela en todo momento las páginas de 300. A lo largo de la narración hay varios pasajes en los que se ironiza sobre la supuesto enriquecimiento pacífico entre culturas antagónicas, como si Miller se hubiera adelantado a aquel discurso de la alianza de civilizaciones de ZP.




Hollywood y el 11 S
El cómic, como los anteriores de Miller fue, aunque con algunas reticencias, bien recibido en los medios especializados pese a lo insólito de su propuesta. Poco faltaría para el atentado del 11S, que marcaría a Miller de una manera especial, al haberlo presenciado muy de cerca. Desde entonces se hará más patente su "peligrosa" deriva hacia posiciones nacionalistas y a favor de la guerra en Oriente. Y en su mente empezaría a germinar el proyecto de "Holy Terror" que años después terminaría por arruinar su reputación, una historia en la que originariamente Batman se enfrentaría con los terroristas de Al Qaeda.
Pero es a partir del 11S que Hollywood empieza a interesarse por Frank Miller, viendo que podía ser rentable contrarrestar la psicosis terrorista con dosis de testosterona y dureza espartana, ofreciendo al público americano una válvula de escape para la violencia y la vendetta. Es una suerte que así fuese, porque este cúmulo de circunstancias no legó 300, una obra que superó con mucho las expectativas depositadas por los amos de la industria judeoamericana del entretenimiento.
Es en 2005 cuando codirige, junto a Robert Rodríguez, la película Sin City, un impactante y vanguardista thriller considerada por muchos como la mejor adaptación que se haya llevado al cine de una novela gráfica. Todo está listo para que dos años después un joven y  talentoso director, que ya había adaptado al cine la novela gráfica de Alan Moore "Watchmen", Zack Snyder, llevara por fin a la gran pantalla los 300 de Frank Miller. El resultado fue espectacular, y las diferencias con el cómic original eran mínimas, pues Snyder se había propuesto respetar en lo posible el trabajo de Miller, llegando a utilizar sofisticadas técnicas como la superposición de croma para reproducir las viñetas del cómic. A pesar de cierta estética a lo Matrix (uso de cámara lenta en ciertas escenas de batallas, momentos en los que parece un videojuego) el conjunto resultó bastante digno y cabe destacar las magníficas interpretaciones de Gerard Butler en el papel de Leónidas, Lena Headey como la reina Gorgo, y Rodrigo Santoro  como el ambiguo Jerjes.
Tanto éxito tuvo la película sobre las Termópilas que en 2014 llegó la segunda parte (300, El origen de un imperio) sobre Temístocles y la batalla naval de Salamina, y está en preparación una tercera entrega sobre la batalla de Platea que culminó con  la definitiva expulsión de los persas del territorio griego.
Incluso hubo una parodia cinematográfica ("Casi 300" de Friedberg y Aaron Seltzer), el típico producto de humor judío a lo Mel Brooks.





Desde su  estreno 300 suscitó muchas y controvertidas lecturas políticas. Y con la publicación de "Holy Terror" al cumplirse el décimo aniversario de las Torres Gemelas, los más progres pusieron a Frank Miller en la picota.  Sobre todo, se le acusó de apoyar el imperialismo, las guerras neocoloniales y creerse las mentiras de Bush sobre las "armas de destrucción masiva". En 2010 un dibujante colaborador suyo, Klaus Janson, anunció que dejaba de tratarle por "desavenencias ideológicas". Y lo más sonado sería la respuesta de Alan Moore (el autor de V de Vendetta que se convirtió en el gran gurú de todos los "indignados" del mundo) a unas declaraciones vertidas por Miller acerca de los manifestantes del Occupy Wall Street, a los que llegó a tildar de "panda de gamberros, ladrones, violadores, multitud ingobernable alimentada por la nostalgia de Woodstock, la época de la  falsa justicia podrida. Unos payasos que no pueden hacer nada, salvo dañar a los EEUU".
Alan Moore, ofendidísimo, se puso de parte de los  "pacifistas", dando a entender que era precisamente el pacifismo lo que no le gustaba a Miller, y llegó a arremeter contra la obra de este último, acusando a "Sin City" de "recalcitrantemente misógino" y a 300  como "salvajemente ahistórico, homofóbico y completamente equivocado" (el sujeto se retrata a sí mismo con semejantes declaraciones).
Sin duda a Frank Miller se le puede acusar de ingenuo por haberse creído, como muchos estadounidenses, las patrañas de George Bush y sus "halcones",  pero no es menos ingenuo Alan Moore al convertirse en abanderado de los antisistemas globalistas (los indignados de "OWS", el 15 M, las Femen, el Euromaidán, las Revoluciones de colores, las Primaveras árabes, etc) y no percibir que detrás de ellos se esconde casi siempre la zarpa del magnate George Soros, dispuesto a poner bajo su control este tipo de "revueltas", que sus propios medios de comunicación se encargan de propagar. Y no faltan otros personajes de dudosa catadura que se han puesto a su servicio: Vlad Teichberg, NIkky Schiller, Bernard Henri-Levy, etc.
De todas formas, la reacción de Miller ante la amenaza islamista (de aquella algo nebulosa) de Al Qaeda, reclamando venganza contra los asesinos parece mucho más natural (aunque el objetivo pudiera estar algo desenfocado) que la respuesta cobarde y llorona de una izquierda pusilánime, dispuesta a entregarse al enemigo y justificarle antes que plantarle cara.
Como es natural, arrecieron las críticas en el mundo musulmán, por el tratamiento que recibe el pasado histórico de Oriente en 300, y porque  no les pasaron inadvertidas las alusiones a la situación actual de enfrentamiento con Occidente. Hubo, por otra parte, interpretaciones muy distintas, y se llegó a comparar el plantón de Syriza ante la Troika a la gesta heroica de Leónidas y sus 300. En lo único que se parecen las dos historias es en que ambas han acabado en masacre (económica para Grecia en estos momentos) ya que ni Tsipras ni Varoufakis se han querido inmolar como el rey de Esparta.

El actor Rodrigo Santoro en el papel de Jerjes



Jerjes I, el Bujarra
Los medios iraníes clamaron indignados y llegaron a hablar de "guerra psicológica" de los americanos, sobre todo por el retrato poco favorecedor del monarca aqueménida Jerjes I, que tanto en el cómic de Miller como en la película aparece como una especie de Anticrito afeminado y corrompido, untado de perfumes y aceites, enjoyado como una Drak Queen en el día del orgullo gay. Amo de un inmenso ejército que siembra el terror hasta los confines del mundo y, cuando esto no es suficiente,de infinitas riquezas que sirven para comprar las voluntades Ciertamente se trata de un recurso exagerado de Miller, que pretendía simbolizar así el poder absoluto y despótico, que exige que se le idolatre como un dios (algo tan común en Oriente, por otra parte). Un poder que seduce por su fasto y que se vale de la ignorancia y el oscurantismo ("Islam" significa "sumisión" en árabe, no lo olvidemos).
Lo paradójico es que si los iraníes actuales  supieran algo de la historia preislámica de su país, no defenderían ni valorarían tan positivamente al tal Jerjes. Porque, aparte de haber sido el responsable de conducir a su pueblo a una ruinosa guerra contra los europeos y de haberla perdido frente a rivales muy inferiores en número, todos los indicios apuntan a que este Jerjes no sería otro que el rey Asuero mencionado en la Biblia.
El Asuero histórico o Jerjes I (519-465 a. de C.) fue el sucesor de su padre Darío I en el trono de Persia, y al igual que él estuvo empeñado en conquistar Grecia, por lo que desencadenó la segunda guerra Médica. Disponía de un nutrido harén, y de él llegó a formar parte la cortesana judía Esther (ocultando en un primer momento su condición de hebrea) habiendo sido introducida en palacio por su primo y proxeneta Mardoqueo. Según el Libro de Esther cuando Asuero enviudó, seducido por los encantos de la prostituta judía la hizo su esposa, y acabó haciendo lo que ella quería o lo que es lo mismo, se convirtió através de ella en la marioneta del intrigante Mardoqueo. Un apunte sobre el carácter pusilánime de Jerjes lo tenemos en la segunda película (El orígen de un Imperio) en la que le vemos manipulado por la renegada griega Artemisia, comandante de su flota, que lo persuade para que se presente ante su pueblo como un dios.
El caso es que gracias a los manejos de Esther, Mardoqueo consiguió que Asuero destituyera a su primer ministro Amán, poco afecto a los judíos, para ponerse él en su lugar y organizar con sus sicarios la degollina (no sabemos si por el rito kosher) de más de 75.000 persas  a todo lo largo y ancho del Imperio, muchos de ellos mientras dormían, entre los días 13 y 14 del mes de Adar. Este "milagro" tan sanguinario es lo que celebran, con su habitual algarabía, los judíos del mundo entero en la fiesta del Purim.
Así que no veo grandes motivos para que los iraníes guarden un buen recuerdo de semejante personaje, un vulgar agente del sionismo aunque llevara corona.
Por otra parte, en esa carnavalada que es el Purim se ha podido ver como muchos israelíes vienen festejando el atentado del 11 S con todo el descaro. Recordemos que Netanyahu llegó a admitir que aquello había sido bueno para Israel, que se llegó a hablar de autoatentado y de la intervención del Mossad, y que ha sido un judío, el magnate Silverstein el máximo beneficiario de todo aquello, al adquirir sólo 3 meses antes del ataque los terrenos del World Trade Center, para forrarse después con su reconstrucción (¿casualidad?). Al fin y al cabo, ahora no hay duda de que Al Qaeda fue un invento de la CIA, y el espantajo del Califato Islámico seguro que también, y el día que deje de servir a sus propósitos lo arrojarán al cubo de la basura y se sacarán cualquier otra cosa de la manga (La guerrilla de Al-Andalus, por ejemplo).

Vamos a concluir expresando nuestro agradecimiento a Frank Miller por haber dibujado esta obra maestra porque, a pesar de todo, constituye una llamada a la  RESISTENCIA para todos aquellos, pocos , seguro que no mucho más de 300, da lo mismo, que todavía se identifican con lo mejor de la cultura europea. Que aún tienen el coraje de plantarle cara al oscurantismo yihaddista ahí donde pretenda echar raíces, a los manejos del FMI y de la judería financiera y mediática, y de los que trabajan para el NOM, el globalismo y todas las pestes contemporáneas... GRACIAS FRANKIE, Y DALES DURO!!!


Niños israelíes celebrando el 11S durante el Purim

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