viernes, 29 de enero de 2016

LA ITALIA DE RENZI SE AVERGÜENZA DE SU PATRIMONIO ARTÍSTICO


Los políticos y gobernantes europeos ya nos tienen bastante acostumbrados a adoptar ante nuestros vecinos musulmanes la postura que justo más les agrada: es decir, mirando cara a la Meca, con el culito en pompa y con los calzoncillos bajados (Islam="sumisión").
De esta Europa que recibe a los "refugiados" con un macroconcierto de Conchita Wurst, casi cualquier cosa se puede esperar. Que luego nadie se sorprenda de que los muslimes malinterpreten el mensaje de bienvenida y lleguen a la conclusión de que aquí, en occidente, formamos todos una panda de putillas salidas y de bujarrones profundos, y actúen en consecuencia. A saber: exportando sus modelos multiculturales, como la costumbre del taharrush, como ya han hecho con la ablación del clítoris, el burka, la sunna, la sharia o la Yihad.
Pero la última metedura de pata del gobierno italiano resulta casi simbólica. Cuando nuestros "representantes " viajan a los países de morilandia por cualquier motivo confesable o inconfesable, siempre se ven obligados a adaptarse a las costumbres y usos locales. Cuántas ministras y políticas habremos visto, fervorosas partidarias de la multiculturalidad ellas,  que han decidido cubrirse la permanente con una pañoleta  por "respeto" y para no ofender a los fácilmente escandalizables y rijosos beduinos del desierto. Sobre todo, porque en aquellos países impera una manera muy sui generis de entender las libertades (sobre todo de las mujeres) y la democracia, ya se sabe.
En cambio, y como acabamos de ver, cuando es el "moro" (en este caso el persa) el que nos devuelve la visita a los europeos, aquí nos volvemos enseguida genuflexos, nos avergonzamos de lo que deberíamos sentirnos más orgullosos: de nuestro arte, de nuestra cultura, muy superior a la de aquellos miembros de una fe que han sido capaces de destruir los Budas de Bamiyán o las ruinas de Palmira. Porque ya sean chiíes o sunnitas, todos son musulmanes, y por lo tanto fanáticos, expansionistas e iconoclastas en potencia.

Lo que ha movido al primer ministro Matteo Renzi a esconder las esculturas de desnudas deidades de los Museos capitolinos y del Campidoglio no ha sido otra cosa que la pasta (no la de comer,  sino el dinero, el sucio dinero).

Tras la retirada de las sanciones a Irán , la visita del presidente Rohani se ha visto como una ocasión para estrechar relaciones comerciales, que  se calcula reportarán al país itálico unos 17.000 millones de euros en contratos. Nada importa que el "socio" en cuestión se trate de un país gobernado por ayatolas, donde se pasan por el forro todos los días  los "derechos humanos", como tampoco antes importó, cuando de negociar se trataba, en el caso de la China comunista o de Arabia Saudí. Pero ¿era necesario llegar a esta pantomima? Si hasta se tuvo que celebrar la conferencia de prensa conjunta en otro sitio, porque a la delegación iraní le ofendían los atributos viriles del caballo de Marco Aurelio. Menuda panda de mojigatos.

Siglos nos costó desemberazarnos de la censura de nuestros particulares curitas, algunos con gran vocación de capadores de estatuas, para que ahora vengan estos clérigos de la chilaba a imponernos su "santa" voluntad.

El mensaje de nuestros líderes multiculturales es inequívoco: ya sea por miedo o por interés, Europa está más que dispuesta a prostituirse.

Como dice el arqueólogo Giuliano Volpe, del Ministerio de cultura italiano: "No se puede esconder la propia cultura, la propia religión, ni la propia historia. Ha sido una decisión equivocada".
Y añadimos nosotros, toda la política de la Unión Europea de los últimos años, contemporizadora con el Islam, está siendo una política equivocada.



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