lunes, 3 de febrero de 2014

  FERRER-DALMAU O EL ARTE DE PINTAR  LA GUERRA

"Rocroi, el último tercio" de Augusto Ferrer-Dalmau (2011). Felicitaciones al que descubra al capitán Alatriste.

Hace tiempo que conozco y admiro la obra de este sensacional artista, un auténtico pintor de raza, uno de los últimos que le quedan a este país, y del que todos deberíamos sentirnos orgullosos. Con honradez y contra viento y marea, ha logrado mantener vivo y lozano el género de la pintura militar, que en  España  cultivaron tantos maestros de altura en el pasado, como Velázquez, Goya o Mariano Fortuny, por citar algunos de ellos. Digno sucesor suyo, Augusto Ferrer-Dalmau se ha especializado en esta difícil clase de temática, abarcando episodios de todas las épocas, y basándose en el rico y abundante repertorio que suministra  nuestra historia militar. Ha llegado, incluso,  a convivir durante algún tiempo con las tropas españolas desplazadas en Afganistán, para realizar allí bocetos y estudios para sus cuadros.


Es un pintor que ha recibido muchos y bien merecidos galardones y el reconocimiento de otros artistas y escritores, maravillados por su técnica y su rigor documental. Entre otros de Arturo Pérez-Reverte, que acerca de él ha dicho lo siguiente:

  " Nadie, que yo conozca, pinta en España como Augusto Ferrer-Dalmau. Con tanta honradez y con tan admirable ausencia de complejos a la hora de recuperar las imágenes de nuestro largo pasado militar. Lo que en otros países es natural, pintores de batallas que fijan en sus lienzos la historia y la memoria de sus respectivas naciones, aquí resulta doblemente asombroso: por lo insólito del empeño y por la espléndida belleza del resultado. Eso convierte a Ferrer-Dalmau y su obra singular, extraordinaria, en algo especialmente raro. Y, como tal, precioso. Sus cuadros son escenas, retratos, claves necesarias para ilustrar nuestro pasado. Para recordar y reflexionar. Para comprender mejor, así, nuestras miserias, nuestras tragedias y nuestra grandeza."

 De hecho, cada uno de sus lienzos representa una magistral lección de historia, por lo bien documentados que están y por la fidelidad a los acontecimientos que nos narran. Yo destacaría entre su producción las series dedicadas a las guerras carlistas (La carga del Escuadrón Real de Carlos VII,  Calderote, etc) o a los tercios de Flandes (como esa batalla de Rocroi que ilustra este artículo).

Tal vez por esa actitud veraz ante la historia  molesta a cierta casta de políticos mafiosillos, que ahora juegan a aprendices de  brujos de la tribu catalana, imponiendo a  todo el mundo sus criterios y su versión sesgada del pasado. Como acostumbran a hacer estos prohombres tan sectarios, aprovechan todos los resortes del poder de los que disponen, que son muchos, para envenenar la convivencia y alimentar futuros enfrentamientos civiles, tergiversando los hechos históricos. En el caso catalán, se trata de resucitar el conflicto entre los maulets y los botiflers de comienzos del siglo XVIII en pleno siglo XXI, manipulando interesadamente ciertos hechos y ocultando otros para configurar un mito que justifique el nuevo estat catalá  que quieren inventar.

Los políticos mafiosillos a los que hemos aludido antes nunca desaprovechan una ocasión para intentar ideologizar la cultura y el arte. Ya en su día estigmatizaron a Dalí, por "franquista", y han convertido recientemente al borbonizado marqués de Tàpies en uno de los "suyos". No es extraño que sobre Ferrer-Dalmau caigan por tanto los anatemas de la secta, siendo además un cultivador de la pintura (ay) realista (ay, ay) y encima de temática militar (ay, ay, ay). Vamos, a ojos de estos lumbreras, el colmo de lo carca, reaccionario y de la anti-catalanidad (en el sentido arturmasiano de la palabra), por más que Ferrer-Dalmau sea inequívocamente catalán, y por tanto español.

Estamos entrando en un juego peligroso en esto de etiquetar a  todo el mundo, y en Cataluña los artistas, los hombres de la cultura (y por supuesto, los famosos y famosetes en general) están siendo forzados a posicionarse. No deberíamos permitir que los políticos mafiosillos, de uno u otro bando, jueguen de esa forma con nosotros y nos obliguen a bailar a todos al son de su música. Pero ya se sabe, aunque algunos pueden sostener unas convicciones muy respetables (aunque no las compartamos), hay también muchos mediocres que se arrastran, esperando que caiga alguna subvención . Y otros se ven obligados a vivir en otro sitio, mientras dure la enrarecida atmósfera que se respira en determinados territorios, para poder seguir desarrollando su trabajo sin imposiciones, "cinturones sanitarios" ni censuras de nadie. Así de triste está el panorama cultural hoy en nuestro país ("España" todavía, aunque no se sabe si por mucho tiempo).





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