lunes, 27 de enero de 2014

IMPRESSIONS D'AFRIQUE

El bula matari Tintín, amenazado por un aniota

Cuando se publicaron por primera vez en el Petit Vingtième en 1930, las aventuras de "Tintín en el Congo" no suscitaron ninguna especial controversia, porque la imagen que transmitían de África y los africanos se correspondía con la que compartían la mayoría de los europeos de la época colonial. Los negros aparecen como una especie de niños grandes, algo capitidisminuidos mentales, que responden siempre "sí, siñor", y que lloriquean o se enfadan estúpidamente a las primeras de cambio. Los blancos, por contra, resultaban ser una especie de seres superiores y altruistas, que venían a traerles las ventajas del progreso y la religión verdadera, y a sacar a esos ignorantes "salvajes" del atraso en el que vivían.

El propio Hergé era muy consciente de haber incurrido en los tópicos de la época en esa historieta, y tras la descolonización  en los años 50 prefirió no reeditar esta aventura (al igual que la también polémica vivida en el "País de los Soviets") para no buscarse complicaciones. Sin embargo, en la década de los 70, los propios zaireños rogaron a Georges Remi que adaptara al color aquella vieja historia, porque se sentían orgullosos de que una de las primeras aventuras de Tintín transcurriera en su suelo patrio. Para que luego haya guardianes de lo políticamente correcto que hayan querido sentar en el banquillo a Tintín por xenófobo.
Ciertamente, si tenemos en cuenta las canalladas perpetradas por Leopoldo II y los compatriotas del simpático reportero belga en el Congo, incluso a comienzos del siglo XX, la cosa no tiene tanta gracia. Si no, lean este post para saber como se las gastaban los que ahora pretenden ser unos campeones en los derechos humanos, y hasta se atreven a dar lecciones de progresismo a los demás:http://mrdomingo.com/2010/12/30/el-genocidio-de-leopoldo/(1)

Viñeta original de "Tintín en el Congo" (1930)
Pero eso no es óbice para reconocer que, en general, el colonialismo aportó también muchas ventajas a los habitantes del continente negro, se pongan como se pongan de pesados los "progres", en contraste con el desastroso devenir de la mayoría de estos países desde que se han emancipado de sus antiguas metrópolis. Ahora ya no manda el blanco, sino muchas veces el tirano africano de turno que se aprovecha de las ayudas para el desarrollo que siguen llegando de los países occidentales, porque parece que los negros africanos jamás conseguen arrancar por sí mismos, alcanzar la autonomía del blanco (o del chino que aspira a reeemplazarlo) y llegar de una vez la mayoría de edad, sin que les tutele alguien de fuera... El colonialismo económico continúa, porque sus corruptos gobiernos permiten que continúe, no les queda otra cosa a los que, en apariencia, no saben hacer nada por sí mismos... Y en el sur de Europa deberíamos ir tomando nota porque, como nos descuidemos, pueden llegar a imponerse ciertas tendencias sociales y políticas, de carácter tribal y "africanizante", que aspiran a llevarnos por parecidos derroteros.

En los  muy democráticos USA (2) los negros tampoco salían muy bien parados en las caricaturas de la época, que eran incluso más burdas, como se puede comprobar viendo este cortometraje animado titulado  "Jungle Jitters" (1938) de Merrie Melodies. Al igual que el famoso "Coal Black and de Sebben Dwarfs" de 1943 ( una parodia del cuento de Blancanieves en clave de jazz) desde mediados de los sesenta figura en la lista de "the censored eleven", una serie de cortos realizados antes de 1948 que han sido retirados de circulación por su inconveniente contenido racista. Y eso que la productora de los mismos, la Warner Bros, es una conocida empresa de capital judeo-americano, que debería haber sido más "sensible" con esta clase de  asuntos en plena Segunda Guerra Mundial.




El caso es que muchos opinan que censurar estos dibujos hoy en día resulta ridículo. Son el producto de una época determinada, y ocultarlos al público moderno puede causar un efecto contraproducente, más que beneficioso. Al fin y al cabo, tal vez no haya para tanto, y  viéndolo todo desde una perspectiva jocosa no sea de recibo privarnos de poder admirar la maestría y el talento gráfico con el que estaban realizados estos antiguos cartoons, muy superiores a las modernas animaciones digitalizadas en 3D.

Muy distinto es el tratamiento del negro africano en los comics de Tarzán, donde jamás se denigra su imagen, pese a la mentalidad sin duda heredera del colonialismo que los inspira. Esta visión contrasta con la filmografía contemporánea de un Weissmüller, donde el negro era invariablemente sinónimo de canibal. En Burne Hogarth, por ejemplo, no existe ningún afán denigratorio, aún cuando en varios episodios algunos negros juegan el papel de villanos, como veremos. También es característico en Hogarth (sobre todo en su producción tardía)  representarlos como personajes arquetípicos, no como individuos pertenecientes a alguna etnia identificable. Son hombres de la selva, brotados de la fértil imaginación de este artista, a diferencia de los dibujados por su digno sucesor Russ Maning, mucho más acordes con el aspecto físico real de los africanos.
En algunos casos, es verdad, encarnan algún aspecto maligno y hasta corrompido de la condición humana (pero esto también sucede a menudo con los cazadores blancos o con algún que otro nazi perdido en las profundidades de la selva). Esto resulta evidente en el episodio de "Tarzán y los bóers" de 1937, en el que el autor rinde un homenaje a la epopeya de los llamados afrikáners neerlandeses, en algunos aspectos similar a la de los pioneros del oeste americano (3)

Viñeta de "Tarzán y los boers" de Hogarth (1937)

En esta aventura vemos como el jefe de una tribu de negros africanos, Ishtak, un sinverguenza sin escrúpulos, pacta con los bóers la venta de unas tierras, para que estos últimos puedan establecerse allí. Pero más tarde intenta convencer a Tarzán de que se trata de invasores que quieren saquear su país, para que les apoye en la masacre que quiere llevar a efecto. El rey de la selva no tarda en descubrir las artimañas del jefe, pues éste no es muy listo y ha dejado impresa la huella de su mano en el documento de venta. En esta historia no todos los bóers resultan "buenos" ( los hay con tan pocos escrúpulos como Ishtak, como la despechada Annitje o el comerciante Henrik Smit), ni todos los negros son "malos", ya que al final descubrimos que el tal Ishtak había usurpado su puesto al auténtico jefe, que está dispuesto a convivir pacíficamente con los blancos.


Viñeta de "Tarzán y los boers" de Hogarth (1937)








NOTAS:
(1) Interesante artículo, aunque cuando el autor habla de "genocidio" y de "millones de asesinatos" podamos tener alguna reserva, por el uso maniqueo y victimista que pueden hacerse de estas afirmaciones, no del todo contrastadas. Convendría también recordar  que la descolonización no ha sido tampoco un camino de rosas, saldándose con incontables víctimas, por culpa de las luchas intertribales o entre facciones, y las matanzas de misioneros católicos, por ejemplo.

(2) Huelga referirnos aquí al largo episodio de la esclavitud, del que se aprovecharon tanto los sudistas como los yankis, y a la segregación que continuó en algunos estados hasta los años 60.

(3) Los bóers o afrikáners, granjeros nómadas de orígen holandés, fueron los primeros colonizadores europeos de lo que hoy es Sudáfrica, llegados allí en el siglo XVII casi a la vez que los zulús, con los que compitieron por adueñarse del territorio. Más tarde se enfrentaron a los intereses capitalistas del Imperio Británico (tras descubrirse las minas de diamantes) en dos guerras, en 1880 y en 1899. En ellas  los ingleses patentaron los primeros campos de concentración, donde perdieron la vida miles de niños, mujeres y ancianos afrikáners (otro genocidio, aunque menos conocido). En la actualidad son una etnia marginada en la nueva Sudáfrica del "arco iris", donde carecen de facto de algunos derechos elementales, y no son infrecuentes los asesinatos a machetazos de estos granjeros, a manos de inmigrantes  de segunda generación.



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