martes, 14 de enero de 2025

¿IBA PARA BALILLA "LITTLE  NEMO"?

Viñeta de Little Nemo y portada de "Il Balilla"

Winsor McCay, pionero del cine de animación por sus cortometrajes"Gertie el dinosaurio" (1914) o el muy propagandístico "El hundimiento del Lusitania" (1918) es muy conocido por todo aficionado al Noveno Arte por ser el genial creador de la plancha dominical de "Little Nemo en el País de los Sueños". Considerada como la primera gran obra maestra de la historia del cómic, empezó a publicarse en el suplemento del "New York Herald" en una fecha tan temprana como 1905, pocos años después de que Freud escribiera "La interpretación de los sueños".  Ya antes había  dibujado otra página titulada "The Rarebit Fiend" (Malditas pesadillas indigestas) firmada con el seudónimo de Silas, que iba sobre unos personajes a los que la ingesta de rarebit (pan con queso tostado) les producía terribles alucinaciones. 
El protagonista de Little Nemo, cuyo nombre puede evocar tanto al personaje de Verne como a Ulises,  es sin embargo un niño que tiene los rasgos de Bob, el hijo del dibujante, y que  cada noche sueña con que viaja a una dimensión fantástica, el País de los Sueños (Slumberland) gobernado por el Rey Morfeo, cuya hija está encaprichada con el pequeño Nemo y quiere que se convierta en su compañero de juegos. Cada domingo  le suceden extrañas aventuras que, abruptamente, se ven interumpidas al despertar cayéndose de su cama en la última viñeta.
En ambas series, y especialmente en Little Nemo, McCay exploró a fondo las posibilidades del medio para evocar los mundos oníricos y de fantasía, con mucha más eficacia de lo que luego haría la literatura del absurdo o el surrealismo. El Pequeño Nemo es una joyita del Art Nouveau, que comparte muchas cosas con los deliciosos cuentos de hadas victorianos de John Ruskin o con las fantasías de Lewis Carroll (no en vano el título de la obra recuerda al de "Alicia en el País de las Maravillas) o Walter de la Mare pero al mismo tiempo fue una obra vanguardista, que rompió moldes cuando éstos aún ni siquiera se habían inventado y que llegó  mucho más lejos en sus hallazgos visuales y narrativos que la mayoría de los autores que vinieron después.
También es posible, en algunos episodios, descubrir una lejana correspondencia con los relatos oníricos de Dunsany o incluso con el ciclo de Kadath y Randolph Carter de H.P. Lovecraft, quien es casi seguro que de niño conoció los cómics de Winsor McCay. También en el dibujante se daban en ocasiones de la mano lo maravilloso con lo siniestro, como ocurre en las "Malditas pesadillas indigestas" o en algunas páginas de Little Nemo.

Viñeta de"Little Nemo in Slumberland" (29 de marzo 1908)


Pero aunque pudiera parecer que este dibujante se consagró por entero al arte por el arte, al escapismo, a la fantasía o a la evocación de la inocencia de una infancia perdida al estilo de "El Principito", lo cierto es que McCay cultivó muy a menudo el realismo y la crítica social desde sus inicios, con ilustraciones para el "NY Herald", el "Enquirer" o la revista "Life", denunciando entre otras cosas la codicia del capitalismo financiero. Su trabajo por aquella época estaba relacionado en cierta forma con el Grupo de los Ocho, pintores realistas interesados en denunciar la miseria de los sectores más desfavorecidos de la sociedad neoyorkina. Sus ideas fueron evolucionando del reformismo más o menos moderado (regulación del monopolio, lucha contra las drogas, mejoras en la vida de los trabajadores) al radicalismo, criticando el militarismo norteamericano (defendió la no-intervención en la guerra de Cuba) el colonialismo inglés y el poder de la Banca. 
Este tipo de ilustración política la fue arrinconando un poco cuando empezó a dibujar sus cómics en 1903. Pero en "Malditas pesadillas indigestas" aparecen alusiones a problemas sociales graves como el alcoholismo, y en "Little Nemo" hay que destacar el notable episodio en el que el protagonista descubre una especie de suburbio, la Ciudad Miseria. Porque en el País de los Sueños, como ocurría y ocurre en los maravillosos USA, también había pobreza extrema. Esto sucede después de que les pierda la pista a sus amiguetes, el problemático Flip y el salvaje Impy, tras visitar en una de sus aventuras más surrealistas el Salón de los Líos, un laberíntico y claustrofóbico espacio arquitectónico donde todo aparece trastocado y del que parece imposible escapar. En Ciudad Miseria, el Pequeño Nemo al comprobar las condiciones de pobreza en que viven otros niños, usará un poder mágico recientemente adquirido para remediar esa situación, convirtiéndose en una especie de líder y abandonando su habitual papel contemplativo o de víctima, para tomar decisiones por sí mismo.


Ilustración de temática social por Winsor McCay (1927)

 En 1911 empezó a trabajar para el magnate de la prensa sensacionalista William Randolph Hearst, que se había llegado a presentar como candidato demócrata a la presidencia en 1904, el cual por aquel entonces era visto como un "radical de tendencias socialistas" (recuérdese la película, basada en su biografía, "Ciudadano Kane"). El controvertido Hearst tuvo inclinaciones pro-alemanas antes de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial, apoyó y luego se opuso a F.D. Roosevelt y admiraba a Benito Mussolini, otro periodista de ideas izquierdistas que se había convertido en el líder de una gran nación. McCay volvió a la caricatura política con medias páginas gigantes en colaboración con el articulista Arthur Brisbane, en una línea que estaba en aquella época en sintonía con los ideales de Hearst. Brisbane escribía una especie de homilías impresas, al estilo bíblico americano, pero poco a poco McCay fue tomando las riendas de su columna e imponiendo su propio punto de vista al redactor. 
De todas formas, Winsor McCay no siempre coincidía del todo con la forma de pensar de su jefe Hearst, llegando a hacer su propia propaganda bélica, como en el caso del cortometraje de dibujos animados "El hundimiento del Lusitania" (1918). Este transatlántico británico había sido hundido tres años antes, tras recibir el impacto de un torpedo alemán, y dio buenos réditos a la propaganda anti-alemana en general y se convirtió en un cebo del lord del Almirantazgo W. Churchill para que los Estados Unidos se involucrará en la Primera Guerra Mundial, cosa que sucedió en 1917. El documental de McCay, excelente desde el punto de vista artístico y técnico, justificaba los esfuerzos bélicos del pueblo norteamericano, presentando el suceso como un crimen de guerra del que se responsabilizaba en exclusiva a los germanos. Pero pasaba por alto el hecho de que aquel barco, además de gente, también transportaba armamento y explosivos de contrabando para la Gran Bretaña, usando a los pasajeros como escudos humanos para burlar el bloqueo. Pero estos detalles no llegaron a ser verificados hasta mucho tiempo después.
Cuando en los años veinte dejó de trabajar para los periódicos de Hearst, McCay siguió dibujando caricaturas políticas sobre los temas que más le interesaban: defendía los derechos de las mujeres, aprobaba la Prohibición pero se oponía a las medidas de coacción, se opuso a la participación de los USA en la Liga de las Naciones, condenaba el nuevo estilo del jazz, el trabajo infantil y los malos tratos a menores. También se manifestó como anticomunista  y profesó cierta admiración por la política económica fascista en Europa. Generalmente abordaba estos temas de forma alegórica, siendo raras las ocasiones en las que aludía a personalidades contemporáneas concretas, como en el ejemplo de Mussolini que vemos más abajo.

Ilustración apologética de Mussolini por Winsor McCay (1928)

La cantidad de obra gráfica que publicó hasta 1934, año en el que falleció este artista, fue ingente. Además de los cómics de Little Nemo, que dejó de dibujar en 1927, merecen destacarse esas ilustraciones políticas suyas, que algunos han llamado "Sermons on Paper", de carácter casi siempre apocalíptico, en los que imaginaba el futuro de la Humanidad como una distopía, con ciudades superpobladas, plagadas de coches o con el tráfico aéreo colapsando los cielos. También imaginó a Nueva York arrasada por la Gran Guerra, con tranvías atravesados y volcados por las calles y la gente muerta por doquier, los esqueletos de los edificios cubiertos de vegetación y una nueva raza aborigen intentando adaptarse al nuevo medio. Algunos de sus dibujos son realmente impactantes, como uno en el que imaginaba el bombardeo del Capitolio en Washington mediante zepelines o a un monstruoso robot pisoteando una ciudad y que lleva por nombre Tecnocracia (algo bastante premonitorio del futuro que nos espera).



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