martes, 23 de enero de 2024

 DOS NOVELONES GRÁFICOS MUY SOBREVALORADOS



Siempre que se publicita mucho una novela gráfica, se la premia y se la rodea de un aura de prestigio en la sociedad actual, como sucede también con ciertas novelas y películas o series de televisión, hay que mantener las distancias oportunas. 
Así, por ejemplo, podemos citar el caso de "Persépolis" de la autora iraní nacionalizada francesa Marjane Satrapi, quien empezó a publicar hacia el año 2000 una especie de autobiografía suya muy ególatra, autocomplaciente e indigesta, que se desarrolla en 4 tomos.
Su estilo de dibujo es muy esquemático y facilón, lo que suele ser moneda corriente en esta clase de novelas gráficas que presumen de "intelectuales".
Procedente de una acaudalada familia de izquierdas, que no representa para nada a la auténtica sociedad iraní, y descendiente nada menos que de la dinastía persa de los Qadjar, Marjane estudia en el Liceo Francés y asiste desde los diez años a los  inicios de lo que más tarde se conocería  como la "revolución islámica" de Jomeini. La autora, como es previsible, se emplea a fondo para criticar los más diversos aspectos del régimen teocrático que triunfó en su país, y que aparece en su relato como una  dictadura irrespirable donde se pisotean las libertades individuales y los derechos inalienables todos los días.
Curiosamente, no se nos dice mucho sobre por qué triunfó aquella revolución, contra qué poderes mundiales se enfrentó y por qué acabó convirtiéndose con los años en una bestia negra del imperialismo norteamericano y sionista, como integrante destacado del famoso "Eje del Mal" y una auténtica obsesión para las sucesivas administraciones de la Casa Blanca.
Al comenzar la guerra entre Irán e Irak a la niña la mandan a un internado católico en Austria, donde se siente como un bicho raro, regresa años más tarde a un devastado Irán donde pretende organizar una resistencia en la universidad, donde tampoco acaba de encajar del todo, y vuelve definitivamente a Europa, estableciendo por fin su residencia en Francia.
Por su carácter feminista y anti-iraní el cómic se convirtió muy pronto en un superventas, se le otorgaron varios galardones, y se llegó a realizar una película animada a la que le dieron el Premio del Jurado de Cannes en 2007 y una candidatura a los Óscar al año siguiente. Pero no crean que tantos honores se debieron a su carga ideológica, qué va.




Otro ejemplo de lo que estamos hablando es "Maus. Relato de un superviviente" del norteamericano de origen judeo-polaco Art Spiegelman, uno de los representantes del comix underground de los años 70. Se trata de una especie de terapia personal del autor, aquejado de trastornos psíquicos y carne de psicoanálisis, que recurrió a esta narración para exorcizar sus demonios familiares. Esta se fue publicando de forma periódica y por entregas en la revista "Raw" entre los años 1980 y 1991, hasta que se recopiló en un volumen y en formato de novela gráfica. Con apariencia de fábula protagonizada por animales antropomorfos, nos va contando un cúmulo de desgracias que le suceden en la vida: el suicidio de su madre, las sesiones con su psiquiatra, un superviviente del campo de Auschwitz, para centrarse luego en la historia de su conflictivo padre Vladeck, otro superviviente de Auschwitz. Ya se sabe que son tan numerosos como las estrellas en el cielo y el polvo de la tierra. 
¿Se trata del cómic más importante de la historia, como señalan algunos "expertos"? Tal vez lo sea, a juzgar por haber sido la primera novela gráfica a la que se le ha concedido el premio Pulitzer, nada más publicarse en el año 1992. 
Los dibujos no es que sean como los de Leonardo da Vinci ni una maravilla precisamente, y el relato llorón sobre el Holocausto judío ya  lo conocemos de sobra. Es curioso que en Norteamérica no les preocupe tanto la suerte de otros pueblos que también han sufrido mucho, como los gitanos, los habitantes de la isla de Pascua, los tasmanios (los pobres ya no viven para contarlo) los aborígenes australianos o los propios indígenas que antaño poblaban felices las hermosas praderas de los actuales Estados  Unidos.
No hace falta apelar aquí a la explotación del sufrimiento judío que denunció Norman Finkelstein en su obra "La industria del Holocausto". Como bien dijo el crítico  Antonio Jiménez Morato: "Basta con agitar la bandera de los seis millones - de hecho basta con decir esa cifra para que sepamos de qué se nos habla - para que todo se revista con una pátina de seriedad que lo ennoblece."
Resulta curioso que Spiegelman, que recurre a la representación con animales para caracterizar a las distintas "etnias", haya escogido los ratones para caracterizar a los hebreos. En los USA les recordarán mucho a Mickey Mouse, pero no es una especie animal que a los europeos nos haga mucha gracia, por su parentesco con la rata. Por cierto, los alemanes NS aparecen como feroces gatos, los polacos católicos como cerdos (no sé si  eso les hará mucho gracia a los de allí) y los americanos como fieles perros guardianes (en esto último sí que dio en el clavo de verdad).

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