RELECTURA DE "LA CIUDAD DEL PECADO" (SIN CITY)
Entre los autores del cómic norteamericano de las últimas décadas, sin duda destaca Frank Miller por encima del resto. Y siempre resulta un ejercicio saludable sumergirse en las páginas de sus historias, para fijarnos no sólo en lo que cuenta, sino en cómo lo cuenta. Estamos ante un narrador extraordinario que se ha atrevido a abordar los temas más crudos (y es posible que en algunos casos, extraídos de la realidad misma) utilizando metáforas que resultan sencillas, directas y fáciles de interpretar por la mayoría de sus lectores. Al mismo tiempo, su estilo gráfico, oscuro y contundente, está en plena sintonía con los relatos en los que se inscribe.
Desde un punto de vista estético, no cabe duda de que nos encontramos ante un dibujante magistral, con un dominio muy hábil de las sombras y del claroscuro, heredero directo del cine negro del expresionismo alemán. Entre sus influencias historietísticas, por él mismo reconocidas, se encuentran autores norteamericanos como el maestro Will Eisner y los dibujantes de la E.C. Pero también y muy especialmente los dibujantes argentinos como José Muñoz, Alberto Breccia y Francisco Solano López. Tal vez haya, al fin y al cabo, una impronta hispánica y goyesca en los trabajos de Miller que los emparentan con las "pinturas negras" del genio aragonés.
Reconozco que me quedé impresionado cuando llevó al cine sus novelas gráficas "Sin City" (2005, codirigida con Robert Rodríguez) y "300" (compartiendo dirección con Zack Snyder en 2007) y me pareció fabulosa la manera tan fiel en que se pudo trasladar el estilo gráfico de Miller a la gran pantalla. Tal vez se trate de las dos mejores adaptaciones que se hayan logrado nunca del cómic para el séptimo arte.
Como aficionados al medio, son muchas las enseñanzas que podemos aprender si releemos a Frank Miller. de la inmortal "300", publicado por primera vez en formato de libro apaisado en 1998, ya hemos hablado en este blog, y me remito a una entrada anterior:
Ahora me gustaría centrarme en "Sin City", cuya primera parte apareció hace ya más de tres décadas, en 1991. Y quisiera destacar algunos aspectos que atienden más al trasfondo argumental de estas historias, y que no siempre se toman en consideración. En primer lugar está la visión pesadillesca que el autor nos ofrece de las gran urbe moderna, donde anidan el crimen y la corrupción, emanando esta última precisamente desde aquellos que controlan las instituciones, una o unas pocas familias de mafiosos sin escrúpulos que mueven los hilos y copan los puestos clave en la política, el clero, las finanzas o la judicatura.
La ciudad ficticia de Basin City es algo así como una proyección de otras tantas "ciudades del pecado" o "nuevas sodomas" como Las Vegas o el Berlín de entreguerras, y cuya parentela puede rastrearse en el mundo del cine y de los cómics: Metrópolis, Gotham, Central City, etc.
Página de "Ese cobarde bastardo" |
El propio entorno urbano, como una inmensa alcantarilla, parece deshumanizar a la gente que vive atrapada en él, y que a menudo es la víctima de una "élite" degenerada que se aprovecha y abusa del débil cuanto quiere. Personajes repugnantes como los miembros del poderoso clan Roark, con el senador y su degenerado hijo Junior a la cabeza, el cardenal Patrick o el mafioso Giacco Magliozzi, parecen extraídos de la vida misma, y a todos se nos vienen a la memoria tan ilustres apellidos como los Rothschild, Rockefeller, Morgan, la Casa Real británica y algunos más que nos dejamos en el tintero, o personajes de la catadura de Bill Gates o G. Soros. Y no les faltan fieles servidores, muy abundantes en el mundo de la política y en los medios de comunicación, pero también en los bajos fondos, encargados de hacer "el trabajo sucio", como los policías corruptos Bob y Mort, el Coronel, el sicario Manute o el doctor Fredric. o esas mujeres fatales que pululan en las páginas de Sin City como Ava, Maxine o Mariah..
En un discurso que Miller pone en labios del senador Roark y que este le espeta a Hartigan, uno de los escasos policías honestos que quedan en Sin City, mientras este último está hospitalizado, se dice una frase que bien podría pronunciar P. Sánchez o cualquiera de los próceres del régimen del 78:
" El poder no reside en una placa o una pistola. El poder consiste en mentir, y mentir a lo grande, y conseguir que todo el maldito mundo esté de acuerdo contigo. Una vez están de acuerdo con lo que en el fondo saben que no es verdad, los tienes atrapados. Eres su jefe. Puedes darle la vuelta a sus ideas, y te aplaudirán. Puedes convertir en un santo a un chalado como mi todopoderoso hermano. Puedes matar a tu mujer como yo, golpeándola con un bate de béisbol, incluso dejando tus huellas en él, y una decena de testigos jurarán sobre un montón de biblias que estabas a mil kilómetros de distancia. (...) ¡Mentiras! Todos mentirían por mí. Todos ellos. Tendrían que hacerlo. ¡Si no, sus propias mentiras, todo lo que mantiene a Sin City se derrumbaría como un castillo de naipes!"
Frente a esta clase de psicópatas empoderados se alzan personajes como Hartigan, Marv, Dwight o Wallace, que pertenecen a una extraña raza de héroes, con apariencia de marginados sociales o de perdedores, según los cánones del sistema vigente. Son héroes en el sentido homérico del término, no en vano Leónidas llega a asomar algunas veces en estas páginas, pero más a la manera de Conan el Bárbaro, aunque en ocasiones se eche de menos su código ético. Porque, hay que reconocerlo, no carecen de ciertas dosis de salvajismo, como en el caso de Hartigan y sobre todo de Marv, encarnado en el cine por Mickey Rourke, que llega al extremo de disfrutar mientras desguaza a uno de los infames personajes de Sin City; como si en ese ominoso lugar nadie escapara del estigma de la deshumanización, ni siquiera los propios héroes. Un rasgo éste de crueldad, por lo demás, muy semejante al que se atribuía a los "pieles rojas", pero fácilmente comprensible, ya que al fin y al cabo al muchacho la vida no le ha tratado demasiado bien...
Resulta muy significativo el pasaje en el que Dwigth describe a su "socio" Marv:
"Tuvo la jodida suerte de nacer en un momento histórico equivocado. Le hubiera ido mejor hace un par de miles de años. Se encontraría a gusto en un antiguo campo de batalla, hundiendo un hacha en la cara de alguien. O en un circo romano, clavándole una espada a otro gladiador como él... Por aquel entonces, le habrían regalado chicas como Nancy."
Página de "La gran masacre" |
Aunque se mueven dentro de los parámetros del individualismo americano, tan grato a los omnipresentes liberales y "libertarios", y al que estamos más que acostumbrados, a través de los arquetipos hollywoodienses del cowboy o del superhéroe de Marvel, lo cierto es que ellos saben que se enfrentan contra enemigos tan poderosos que resulta imposible vencerlos sin morir en el intento, y a pesar de todo les da igual y siguen adelante. Y a diferencia del cowboy o del superhéroe al uso, están dispuestos incluso a autosacrificarse, si es necesario, para proteger la vida de aquellos que de veras les importan. Que suelen ser hermosas mujeres, porque también hay algo de artúrico en estos personajes de Miller, de caballero andante a la manera de Amadís, Lanzarote del Lago y sobre todo de Don Quijote. Y a veces salen trasquilados, porque no siempre las dulces féminas son esos seres de luz que aparentan ser, pero no por ello siguen la senda delos MGTOW y otras moderneces similares, porque son héroes de una sola pieza, recios y viriles. Si hay alguna hija de Eva que les apuñala por la espalda, las despachan y a otra cosa. No por ello anida en ellos el más mínimo rencor hacia el bello sexo, en ellos no tiene efecto esa propaganda que procuran inocular el feminismo de cuarta ola y la Fundación Rockefeller.
Así vemos en "El duro adiós" como Marv, que por su aspecto físico casi podría haber salido un resentido como el Efialtes de "300", sigue la pista del asesino de Goldie hasta uno de los más siniestros rincones de Sin City, la Granja de North Cross y Lennox, más conocida como "la Granja de los Roark". "Es un lugar donde hace mucho tiempo que pasan cosas muy feas" y que la policía prefiere no investigar, porque conciernen a los amos de la Ciudad del Pecado. Y allí encuentra al inquietante Kevin, el protegido del cardenal Patrick, encargado de suministrarle jóvenes víctimas para sus rituales sacrílegos y antropofágicos. Por cierto, hay algo en ese personaje, psicopático, autista y carente por completo de empatía , con su permanente rictus sonriente y que mira a través del reflejo de unas lentes redondas, que guarda cierta semejanza con cierto magnate de la informática que se hizo tristemente famoso en el 2020.
Inoculando la "Enfermedad X" |
No menos repulsivo es otro frecuentador de "la Granja", Junior el hijo unigénito y mimado del senador Roark y aspirante a inquilino de la Casa Blanca, al que persigue Hartigan (interpretado en la película con brillantez por Bruce Willis) en "Ese cobarde bastardo" cuando está a punto de violar y asesinar a su cuarta víctima, la niña de once años Nancy Callahan. Tras salir malparado de la refriega con el policía y someterse a una costosísima operación para devolverle el uso de sus genitales, Junior queda reducido a un ser monstruoso, hediondo y amarillento, debido a los efectos secundarios del tratamiento al que se ha teniddo que someter. Pero nada de esto le impide reanudar sus antiguas actividades como asesino en serie. Mediante el engaño consigue que Hartigan le conduzca de nuevo hacia Nancy, que con el tiempo se ha convertido en una bellísima bailarina en un antro donde la clientela bebe y escucha temas de Merle Haggard y otras estrellas del country.
Hay en Sin City una geografía de lugares extraños, ominosos o muy poco recomendables, como la ya mencionada "Granja", el Barrio Viejo o los numerosos antros donde beben y transitan sus protagonistas o los Pozos de Alquitrán de Santa Yolanda, donde siguen en pie algunas estatuas de espantosos dinosaurios, los restos de un parque temático que quedó abandonado. Ese paraje de mala muerte es el que utiliza Dwight (Clive Owen en el cine) en "La gran masacre" para hacer desaparecer los restos del policía Rafferty y de sus colegas que imprudentemente entraron en el Barrio Viejo y que podrían comprometer el futuro de las chicas que allí trabajan contratando sus servicios. Dwight podría haber sido un héroe de las Termópilas, como así lo indica el propio Miller, e incluso elabora una ingeniosa estrategia para librarse de los sicarios de la Mafia en una situación tan apurada como la de Leónidas y sus 300. Aunque algunas residentes del barrio Viejo, como la letal Miho, no precisan de mucha ayuda para defenderse solas de sus enemigos.
Página de "Ida y vuelta al infierno" |
En el último capítulo de la serie, "Ida y vuelta al infierno" (historia ésta no llevada aún al cine) Wallace, un ex-marine condecorado con la Medalla de Honor del Congreso y que olvidando su pasado se dedica a llevar una vida de dibujante para pagarse el alquiler, descubre una red que secuestra jóvenes y bebes y los conduce a otro lugar de pesadilla, una fábrica de las afueras de Sin City. Allí hay una enfermería donde guardan a los bebés, destinados al tráfico clandestino, mientras que a los mayores los meten en jaulas, a la espera de pasar por una morgue en la que serán despiezados, para suministrar órganos vivos a quien pueda comprarlos. La policía corrupta, como siempre, mirará hacia otro lado o incluso colaborará con la Mafia para liquidar a todo aquel que se acerque porque hay peces gordos implicados en el turbio negocio al que han llegado algunos en su afán de lucro.
Como puede verse, Frank Miller no deja títere con cabeza y en Sin City denuncia muchas cosas que es probable que sucedan tras la fachada de este nuestro mundo globalizado y globalista. Él las ha podido contar en sus cómics, porque al fin y al cabo son es obras de ficción y no hay peligro de que lo puedan tachar de "conspiranoico" por ello.
Cuando unos años después, en 1998, creó su gran obra "300" se inspiró en personajes reales de la historia y que fueron héroes de verdad, y nada individualistas por cierto, porque tenían una dimensión de carácter comunitario. Con su sacrificio querían impedir que sus mujeres y sus hijos, sus familias, sus amigos, el pueblo de Esparta en suma, fuera esclavizado por los invasores persas. Y aunque el "dios" Jerjes aparentara ser un villano mucho más poderoso que los de Sin City, y que los villanos que tenemos que soportar ahora, como los reunidos en el Foro de Davos, sin embargo acabó siendo derrotado y humillado por nuestros antepasados los griegos.
Quizás sea esta la demostración más palmaria de que el individualismo que tanto pregonan los "libertarios" esos no sirve de mucho cuando hay que medirse con enemigos de esa ralea, y que más vale cooperar con aquellos que podemos identificar como miembros de nuestra comunidad frente al enemigo común.
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