miércoles, 1 de junio de 2022

EL CULTO A LA SERPIENTE EN LA ANTIGUA GALLAECIA 


Pedra da Serpenta de Gondomil

En tierras gallegas abundan los topónimos referidos a las serpientes y así mismo las leyendas que hablan de ellas como guardianas de tesoros. También existe una antiquísima y curiosa representación, única en todo el occidente europeo, de una serpiente con alas en el sitio de Gondomil, perteneciente a la parroquia de Corme, en el municipio coruñés de Ponteceso. Se trata de un altorrelieve en roca granítica de datación incierta aunque de simbología a todas luces pagana, y que por sus características bien podría corresponder al período romano o a los inicios de la Edad Media. Una cruz de piedra, que luego fue sustituida por otra más moderna, se añadió encima con el propósito de cristianizar el lugar, que ya era considerado como sagrado desde tiempos remotos. Al expresar así el triunfo de la nueva fe sobre algo que empezaba a percibirse como el emblema del Mal, la escultura cambió de significado  y eso en cierto modo  evitó que fuera destruida , pudiendo conservarse hasta nuestros días.
Acerca del significado religioso de esta imagen existen muchas y muy controvertidas hipótesis. Hay quienes no pueden evitar compararla con las representaciones de algunas deidades egipcias o precolombinas como el Quetzalcóatl de los aztecas o el Amaru de los incas. Otros señalan más bien hacia las sectas gnósticas de los primero siglos de la Era Cristina, en las que los ofidios recibían una especial veneración, como los ofitas o naasenos. Se dice que estos últimos adoraban a la Serpiente del Jardín del Edén por haber entregado el conocimiento secreto a los hombres, y que incluso celebraban una especie de eucaristía (la "misa abominable" según palabras de Epifanio de Salamis) en la que intervenían esta especie de reptiles, y durante las cuales sus cabezas eran besadas por los acólitos.
Una  leyenda del lugar cuenta que en  Gondomil (nombre este de resonancias germánicas y casi tolkienianas) hubo en el pasado una terrible plaga de serpientes y que el cristianizador de la zona, San Adrián, consiguió eliminarlas de un modo bastante expeditivo: dando un fuerte pisotón con su pie en el suelo, lo que hizo desaparecer en el acto a todas aquellas bestezuelas, salvo una que, convertida en piedra, quedó como testimonio perenne de aquel acontecimiento milagroso. Resulta curiosa la coincidencia con aquella otra leyenda  que cuenta como San Patricio, el patrón de los irlandeses, expulsó igualmente a las serpientes (otro claro símbolo del paganismo) de la Verde Erín. 
También decían las gentes del lugar que en la cercana playa de A Ermida aún podían verse los restos calcinados de los árboles de la antigua villa de Valverde, incendiada por los romanos para ahuyentar a las sierpes que la asolaban.


Conan midiendo sus fuerzas con Saeph (dibujo de Gary Kwaspisz)

Los antiguos griegos y romanos solían imaginarse los territorios bárbaros como infestados de monstruosas serpientes.y reptiles. También se afirma que en el Noroeste y en algunas otras regiones de España, como en las Villuercas (Extremadura)  existieron hasta tiempos no tan pretéritos plagas de enormes lagartos y sierpes que atacaban a las gentes sembrando el terror y  que tenían sus guaridas bajo descomunales fosas. Algunos ilustres linajes como los Losada gallegos o los Velarde castellanos ostentan con orgullo en sus blasones las hazañas de sus antepasados quienes, como Sigfrido, se distinguieron como exterminadores de dragones. En el folclore galaico-portugués encontramos la presencia de enormes dragones o cocas, parecidos a la tarasca provenzal, como en la fiesta del Corpus de Redondela y Betanzos o de Monçao en Portugal.
En cualquier caso en Galicia existen restos todavía más arcaicos de un culto ofiolátrico, del que se hicieron eco autores como Vicente Risco, López Cuevillas o Bouza Brey, iniciado muy probablemente antes de la llegada a la región de las poblaciones indoeuropeas, pero que no fue suprimido por estas, y que pudo continuar incluso al menos hasta el siglo VI d. C. Las cosas empezarían a cambiar con la la labor evangelizadora del "Apóstol de los suevos", San Martín el Dumiense, autor del  "De correctione rusticorum" y principal impulsor del Concilio de Braga, que condenaría de forma taxativa las creencias paganas y priscilianistas tan arraigadas en esas tierras, aunque nunca pudieron erradicarlas del todo.


Detalle de la Serpe de Gondomil (según Alfredo Erias)


Al hablar de este tema hay una fuente que no se puede eludir: la  "Ora Marítima" del poeta latino Rufo Festo Avieno, escrita en el siglo IV d. C. pero basada en escritos más antiguos de navegantes e historiadores griegos de los siglos VI al IV a.C., entre ellos el llamado Periplo Massaliota. Lo que ofrece Avieno es una descripción de la geografía y los habitantes de la costa occidental de la Península Ibérica en los tiempos en que estaban muy activos los volframistas de la Antigüedad, con la llamada ruta del estaño. Dice así el poema refiriéndose a Galicia: "Al principio se la denominó Oestrimnis,y los habitantes de estos lugares y campos eran los oestrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre.»


Ilustración de Jim Fitzpatrick para el "Libro de las Conquistas"


Sobre estos oestrimnios (cuyo nombre parece  significar "los que viven en el extremo occidental") han circulado multitud de teorías. Hay autores que los suponen la población aborigen y originaria del Noroeste, los constructores de los megalitos o mámoas que tanto abundan en estas tierras y los autores de los petroglifos más antiguos. Otros los emparentan con los ligures, un pueblo que se extendió también por el Sur de Francia y las Bretañas, que desarrolló un tipo de navegación atlántica, y que mantenía contactos muy tempranos con poblaciones diversas, como los tartessos y los fenicios, para comerciar entre otras cosas con el estaño. Otros hablan de una primera invasión de pueblos célticos o protocélticos, la que trajo el bronce a la Península hacia el primer milenio antes de Cristo.
Acerca de las "serpientes" hay quien, como el arqueólogo alemán Adolf Schulten, las identifica con los celtas sefes o saefes, llamados así por los romanos porque tenían como animal totémico a la serpiente Saeph, que ostentaban en sus escudos y representaba su poder guerrero y su dios nacional. Estos llegaron desde el valle del Rhin  entre lo siglos VIII y VI a. C., y se asentaron en Galicia y el norte de Portugal aportando el hierro y construyendo los asentamientos castreños más antiguos que se conocen. Estos sefes (también llamados cempsii) expulsarían según este relato a la población originaria y llegarían a cambiar el nombre del país, que de Oestrimnia pasaría a llamarse Ofiusa (tierra de las serpientes). Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos más recientes apuntan a que la transición entre la cultura del bronce y la del hierro no fue tan radical, aunque debió de tratarse de todas formas de un período bastante convulso.
Otros autores pretenden que el culto a las serpientes de los galaicos prerromanos es de origen mediterráneo y lo trajeron los navegantes fenicios, que comerciaban con ellos y que  pudieron ejercer un cierto influjo cultural y religioso. Esto no es del todo descartable, ya que el panteón púnico, con sus diosas de la fecundidad como Astarté, venía a ser como una prolongación de las creencias del Neolítico, y porque han aparecido ídolos cilíndricos de origen púnico en yacimientos arqueológicos del área de Vigo, por ejemplo. Existía una colonia fenicia no muy lejana en el río Sado (Setúbal, Portugal) y las leyendas apuntan a que ellos fueron los que levantaron la Torre de Hércules de La Coruña y el  desaparecido Ara Solis o templo del sol de Finisterre. Además de relacionarse con el culto a Astarté o Bes, la serpiente recibía una adoración especial entre los fenicios en la figura de Cronos Olam, la serpiente-dragón alada y de dos cabezas, dios de lo Eterno y engendrador del Cielo y la Tierra.


Pedra da Serpe en Troña

Se puede decir que la serpiente era un símbolo religioso ambivalente entre los pueblos de la Antigüedad, a diferencia de lo que devino después con la adopción del cristianismo, el cual la estigmatizó como a otros animales (el macho cabrío) para representar al Demonio. Podía simbolizar la muerte, al ser portadora de veneno, o bien la salud (así en la leyenda de Esculapio) y la regeneración, al mudar cíclicamente de piel. Solía aparecer con frecuencia por este último motivo en los ritos funerarios.

Para avalar que esta teoría del culto a los ofidios en la Galicia antigua no es una elucubración fantasiosa sacada de un relato de Conan el Bárbaro, se pueden aportar algunas pruebas arqueológicas.

En los asentamientos de varios castros gallegos es posible encontrar petroglifos en forma de serpiente, siempre en las zonas altas o acrópolis, dedicadas a las ceremonias religiosas, y sobre la superficie de las rocas que están orientadas hacia el este o el sudeste. Ello podría asociar la serpiente al culto solar. Así por ejemplo sucede en el castro de Troña (Puenteareas) donde vemos un ofidio en posición heráldica sobre la parte delantera de una roca que servía claramente de altar para los sacrificios cruentos, ya que en la parte superior se observa una especie de cazoleta y un canal para recoger la sangre de las víctimas, parte de la cual muy probablemente teñiría de rojo también  la inscripción serpentiforme al derramarse parte del viscoso fluido carmesí sobre ella. También esta zona fue cristianizada a fondo, levantándose nada menos que  tres cruceiros en sus inmediaciones.
En Penalba (Campo Lameiro) uno de los poblamientos castreños más antiguos que se conocen, ya que su fundación corresponde al período del Bronce final, encontramos otra Pedra da Serpe que al igual que la de Troña está situada en la cima del castro y orientada hacia la dirección este. Algunos han visto aquí la representación de dos figuras serpentiformes que reptan en paralelo y que incluso han depositado a su lado un par de huevos (¿el Cielo y la Tierra?). También pueden apreciarse dos incisiones que podrían interpretarse como un par de alas.



Pedra da Serpe en Penalba

Otro ejemplo interesante lo tenemos en el castro de Baldoeiro, en Tràs os Montes (Portugal), en el que por lo visto se han llegado a contabilizar hasta seis insculturas de ofidios. Existen más citanias en las que se han encontrado inscripciones que podrían corresponder a formas serpentiformes: el castro de Santa Tecla (en La Guardia), el de Gargamala (Mondariz), el de los Remedios (Moaña), el de Cerdeira (Orense), el de Sanfins (Portugal). En estos casos las representaciones suelen ser más esquemáticas y más difíciles de reconocer.
En Monte Penide, San Esteban de Negros (Redondela) apenas quedan vestigios de un antiguo castro, pero se han podido descubrir petroglifos con aspecto serpentiforme. Pervive además la leyenda de la Moura encantada que en la forma de  una enorme serpiente negra espera encontrar a un joven que la libere por fin de su encantamiento. El valiente que pase una noche con ella, dejando que sus anillos se enrosquen en su cuerpo y pueda arrebatarle el clavel rojo que lleva en el pico, la transformará para siempre en una hermosa doncella y obtendrá como recompensa un fabuloso tesoro escondido. No deja de sorprender la similitud que tiene el procedimiento indicado en esta fábula con los ritos de los ofitas y otras sectas gnósticas de las que hablamos anteriormente. 
Hay restos arqueológicos todavía más antiguos, correspondientes al período megalítico, como el petroglifo de Valga en el que aparecen dos líneas paralelas en zigzag que se identifican como una serpiente, y que algunos opinan que podría tener hasta 5.000 años de antigüedad.  
Así mismo, el menhir conocido como la Lapa de Gargantáns en Moraña, tiene varias inscripciones grabadas en sus superficie, entre ellas una en forma de ofidio. Aunque tratándose de vestigios próximos a asentamientos castreños, bien pudiera tratarse de añadidos realizados en una época posterior a la de su edificación.


Petroglifo de Valga

Resumiendo:  Es muy probable que existiera en la Antigüedad  un culto religioso vinculado a la serpiente en lo que hoy es Galicia , y que podría remontarse  incluso al período Neolítico, en relación  con cierta espiritualidad ctónica o telúrica, atenta a las corrientes subterráneas y a las energías sutiles; y con ritos consagrados a la fecundidad y a la Diosa Madre. Que los "celtas" establecidos más tarde en la Gallaecia trajeran este culto con ellos es algo más improbable, ya que las religiones de los pueblos indoeuropeos eran más bien de tipo solar, lo que no impide que algunos de estos pueblos absorbieran ese conocimiento ancestral y adoptaran la serpiente o el dragón como un símbolo totémico o un emblema de poder.
Como no cabe duda que existieron sacrificios, incluso cruentos, vinculados a estas "bichas", como atestigua el petroglifo del castro de Troña, cabe suponer que pudiera tratarse de una supervivencia de creencias anteriores o de un culto importado del Mediterráneo oriental, de la mano de los fenicios o púnicos, que ejercían por aquel entonces una poderosa influencia comercial y cultural sobre las poblaciones con las que entraron en contacto. El cristianismo, que siempre desconfió de estos reptiles y sobre todo de las sectas que los adoraban, se encargaría de borrar las huellas del culto ofiolátrico  o al menos de integrarlas en el nuevo sistema de creencias.
.La "Pedra da Serpe" de Gondomil podría ser de época castreña, romana o posterior, y quizás un vestigio de cierto gnosticismo oscuro, que bebiera así mismo en fuentes orientales...




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