jueves, 13 de mayo de 2021

 ME LA HAN VUELTO A MUTILAR 


Lo de la escultura del pobre "Jandro", en la viguesa calle del Príncipe, lleva camino de convertirse en un moderno esperpento valleinclanesco o en un interminable culebrón surrealista, según se mire. Lo podríamos denominar el extraño caso de la estatua a la que amputan una y otra vez un trozo y a la que le vuelven a brotar las extremidades. En los últimos años le habrán arrancado un cacho de su ser lo menos una  docena de veces, y el escultor ha tenido que ir reponiendo resignado con sus moldes los pedazos que le faltaban, y que el o los vándalos se han llevado como trofeo.
 Hasta ahora se conformaban con arrancarle el dedo índice y el periódico, que el personaje sostenía en difícil acrobacia, desafiando a las leyes de la gravedad. Algo que no resultaba complicado, por estar situada la estatua al alcance del público y de cualquier mamporro o coz que tenga a bien propinarle el respetable.
 Pero esta vez el o los anónimos iconoclastas han ido aún  más lejos. Han aprovechado el relax general (?) producido por el cese del estado de alarma sanchista, y actuando con nocturnidad y alevosía, y portando una sierra radial, le han cercenado el brazo al vendedor ambulante, con un corte limpio y de un solo tajo.
Ni siquiera les ha importado que el ayuntamiento del "compañeiro Abel" haya instalado cámaras de vigilancia por los alrededores desde hace algún tiempo, supuestamente con el propósito de servir de medida disuasoria, y que ha sido muy poco efectiva por lo que se ve...
He aquí un enigma, una extraña historia que esconde un drama humano y psicológico. ¿Quién puede estar tan tarado como para ir por la calle con una radial, al estilo de la matanza de Texas, sólo para amputarle un brazo a  Manuel Castro? ¿Se trata del mismo autor o autores? ¿Qué esconde esta obsesión, este empecinamiento enfermizo? 
Tal vez pueda tratarse de un colega del gremio, envidioso por las dádivas y encargos que la alcaldía esparce entre los artistas apesebrados y de su cuerda. O tal vez haya otra explicación aún más maliciosa, y que tiene que ver directamente con el contexto este de la plandemia, que ha visto incrementarse la videovigilancia, tanto real como imaginaria, llegándose incluso a barajar el uso de sofisticadas técnicas de reconocimiento facial para detectar a los infractores. Muchos medios se han hecho eco de que, al suspenderse el toque de queda, los vándalos han aprovechado la menor (?) presencia policial y se han encontrado más a sus anchas para actuar con mayor impunidad. Algunos han aprovechado para pinchar las ruedas de los coches aparcados en la vía pública, y otros se han dedicado a destrozar monumentos, como en este caso el de Manuel Castro, que está puesto muy a huevo para tales menesteres.
¿Habrán encargado las propias autoridades este "trabajito" sucio a alguien de las cloacas para crear una demanda social frente a la creciente inseguridad ciudadana que, según se afirma, acarreará el relajamiento de las medidas anti-Covid?
Chi lo sa.

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