lunes, 15 de abril de 2019

CÓMICS EUROPEOS AL BORDE DEL ABISMO




Ahora que entramos en período vacacional para muchos, quisiera recomendaros algunas lecturas que pueden amenizar vuestra Semana Santa. Se trata de dos series de cómics europeos publicadas no hace mucho tiempo, muy diferentes entre sí pero que tienen el denominador común de tocar el espinoso asunto de la Iglesia católica y el cristianismo de un modo que difícilmente lograría el "Nihil obstat" o el "Imprimatur" de las autoridades eclesiásticas.
Ambas series, independientemente de su mayor o menor calidad, son muy ilustrativas de cómo ha variado la opinión que sobre la Iglesia católica y sus andanzas tienen muchos europeos contemporáneos , y de cómo esto se refleja en abundantes obras de ficción, en el cine, la literatura o los cómics. Se deja ver en todo caso que los autores conciben a la Iglesia (la de antes y la de ahora) como una institución en la que proliferan el engaño y la corrupción. Si bien en la ficción se tienden a exagerar ciertas tendencias, lo cierto es que estas creaciones contribuyen a difundir todavía más ese punto de vista de que el catolicismo en particular y el cristianismo en general están en franco retroceso y decadencia entre los europeos del siglo XXI.
La primera serie que vamos a comentar, originaria de Francia, es en realidad una serie matriz de siete volúmenes ("El Triángulo Secreto") de la que salen otras tres series más como una especie de ramificaciones: "Hertz", "I.N.R.I." y "Los Guardianes de la Sangre". Se trata de una obra de autoría colectiva, en la que a partir de los guiones de Didier Covard participan hasta tres dibujantes distintos (Dennis Folque, Christian Gine y Pierre Wachs) amén de Paul, que se encarga del color, y de André Jullard que realiza las portadas. Esto suele ser algo muy raro en los cómics, pero ese toque de "hermandad" artística sintoniza muy bien con el tono que adquiere en general la historia que nos quieren contar.
Ante todo salta a la vista cierto parecido sospechoso con el Código Da Vinci. Ya se sabe que entre 2003 y 2006 se enzarzaron los partidarios del Vaticano y sus enemigos seculares (llámense estos  los masones, Illuminati, el NOM o como se quiera) en una especie de combate apocalíptico por atraer al gran público, sobre todo al de las salas de cine. Primero fue la película de Mel Gibson sobre la Pasión de Cristo, que fue un éxito de taquilla en su momento; pero que fue replicado a continuación por la versión cinematográfica ( y sus secuelas) de la novela de  Dan Brown. El que una reflejara con fidelidad los pasajes del Evangelioa los que se refiere, mientras que la otra se basaba en una especie de galimatías indigesto sobre la Sangre Real, la dinastía merovingia y la descendencia de María Magdalena, no importó demasiado al gran público, ya que muchos fueron los que se tomaron en serio las patrañas protagonizadas por Tom Hanks, y muchos más se alegraron de que la Iglesia y el Opus salieran tan mal parados en todo ese embrollo.
Esta serie de cómics parece menos grosera en su planteamiento que el Código; abundan las referencias históricas bastante documentadas sobre los templarios, los cátaros y los esenios del Qmrán, y en su desarrollo resulta algo más amena y más sólida que el best seller del anglosajón (lo que no es difícil). Pero la inspiración que alienta la narración es a las claras de carácter francmasónico, y peca de un excesivo maniqueísmo cátaro al explicar el conflicto entre los "buenos", que son los miembros de la Logia Primera (trasunto de los templarios y los masones) y los "malos", sus antagonistas, los Guardianes de la Sangre (es decir, los inquisidores papistas puestos al día).
En Francia manda mucho la masonería, con las intrigas y corruptelas que le son habituales, desde hace tiempo y es natural que desde las logias se financie esta clase de producciones que sirven para blanquear su deteriorada imagen y hacerla más atractiva entre el público consumidor de cómics. Todo gira en torno a un texto sagrado, el Evangelio del Loco, y a la leyenda, que se atribuye a los templarios y que ha sido difundida  ampliamente después por los masones, de  que Cristo tenía un hermano gemelo y que fue ese impostor el que en realidad murió en la Cruz. De ahí pasamos a que los restos mortales del auténtico Jesucristo fueron enterrados por Hugo de Payns en algún lugar cercano al Bosque de Oriente, en Troyes... Los franceses, como siempre, son tan chauvinistas que no sólo afirman que sus reyes descendían del Mesías, sino que también su tumba se encuentra en su país. Bueno, en realidad todo la trama se resume en que en la actualidad unos quieren revelar altruistamente este "secreto" a la humanité, mientras que los otros se encargarán de impedirlo a toda costa y caiga quien caiga. Dicho así no parece un argumento muy prometedor, lo sé, pero no quiero ser injusto; los autores saben muy bien como hacernos pasar un rato entretenido.



Otra serie muy diferente de la anterior es la de "El Escorpión", del guionista belga Desberg y del dibujante italiano Enrico Marini. En este caso nos encontramos ante una historia de aventuras casi a l'antica, ambientada en la Roma del siglo XVIII y que podría recordarnos un poco a las historias de Scaramouche. La época no está escogida al azar, porque es la que conocerá el auge de las ideas de la Ilustración y el inicio de la decadencia del Antiguo Régimen, las monarquías absolutistas y de la Iglesia. Los guiones son ágiles y están favorecidos por el arte de Marini, uno de los pocos dibujantes de cómics de ahora que puede considerarse con razón como un clásico contemporáneo. Su talento para representar a los personajes en movimiento y desde los más variados encuadres y puntos de vista, sólo es superado por su capacidad para recrear los escenarios y la atmósfera de la época, y por el excelente uso que hace del color. Este dibujante ya había descollado en la serie "Rapaces", con guiones de Defaux,  pero en "El Escorpión" llega a superarse a sí mismo, demostrando a raudales su habilidad para las escenas de acción, a veces salpimentadas con algunas escenas de sano erotismo, en las que los dibujantes italianos son maestros indiscutibles (recuérdese las hermosas mujeres de Manara o de Serpieri). 
A grandes rasgos la historia gira en torno a su protagonista, Armando Catalano, más conocido como "El Escorpión", una especie de arqueólogo que trafica con reliquias de santos y que pronto estará en el punto de mira de un siniestro prelado, el cardenal Trebaldi, que aspira a la Silla de San Pedro y que pertenece a una de las poderosas familias que, remontándose a la Antigua Roma, se sirven de la Iglesia para dominar el mundo. Este personaje recuerda bastante al intrigante y maquiavélico cardenal Richelieu, quien no dudaba en aliarse con luteranos, turcos y quien fuera necesario con tal de atacar a la corona de España y a la casa de los Habsburgo.
 Aquí también hay secretos que pondrían en peligro el futuro de la Iglesia. Uno concerniente a los misteriosos lazos de sangre que vinculan al Escorpión con monseñor Trebaldi y su familia. Y otro, referido a la cruz de San Pedro, que no se encontraría en el Vaticano sino en la Capadocia turca, puesto que el discípulo de Cristo, según esta versión, habría sufrido martirio en aquellas lejanas tierras y nunca habría pisado Roma. Con lo cual, todo el edificio de la Iglesia católica resultaría estar basado en una farsa y se vendría a bajo si algún día se descubriese. Hasta allá viajará el Escorpión en compañía de su amigo el Húsar y la gitana Mejai, para dar con la verdadera cruz de San Pedro y desemascarar así a Trebaldi, que entre tanto se ha hecho coronar papa tras ordenar el asesinato de su pusilánime antecesor. La historia continúa más allá, y por lo que yo sé los autores han publicado ya unos 11 episodios, sin que haya perdido un ápice de interés.
Bueno, queridos ateos y agnósticos, y muslimes en potencia, espero que disfrutéis vuestras lecturas en estos días de vacaciones, que a pesar de todo le debéis a ese superticioso culto cristiano al que tanto aborrecéis.

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