jueves, 22 de marzo de 2018

DE CELTAS, ATLANTES, GALAICOS Y DEMÁS FAMILIA

El Libro de Kells (Irlanda, siglo IX)

El penúltimo revival de lo céltico coincidió con el auge de la contracultura y el  hippismo, y algo de eso queda aún entre los seguidores de la moda de la New Age y otras estupideces similares. El estilo intrincado de los diseños y miniaturas irlandesas, con sus entrelazos y espirales, sintonizaba muy bien con las alucinaciones psicodélicas producidas por el porro, y los mercadillos ambulantes se saturaron por entonces de "artesanía celta". Se suponía que la antigua espiritualidad de los celtas era más ecologista  que el racionalismo latino, e incluso más "feminista"( alguien había oído hablar de la Triple Diosa, y puede que hasta leído "La Diosa Blanca" de Robert Graves). Lo del pacifismo era algo más difícil de encajar en el universo celta, pero a muchos les sedujo en los 70 el esoterismo de los druidas y aquello de "fornicar a la luz de la luna" en las noches de San Juan. 

Además estaban en marcha los procesos de descolonización y los movimientos de liberación del tercer mundo. Los celtas, al igual que otros pueblos como los vascos o los corsos, eran una especie de buenos salvajes sioux sometidos a unos estados fascistas represores, y había que reactivar el nacionalismo para liberarlos de la esclavitud. Como consecuencia de esta forma de pensar surgirían los grupos terroristas como el IRA o la ETA, la otra cara del discurso marxista-cultural y happy flower...



"Tristán e Isolda" (1912)  por John Duncan, pintor caledonio

La moda celta tuvo una gran repercusión y popularidad. Cabría mencionar la llamada "música celta", en realidad puro folklore escocés-irlandés a base de violines, arpas y gaitas, con representantes tan destacados como los irlandeses The Chieftains, los bretones Gwendal o Alan Stivell, la canadiense Loreena McKennit, los gallegos Milladoiro y Carlos Núñez o el asturiano Hevia. En las últimas décadas este estilo se ha diversificado y "fusionado" bastante, tanto con el rock, como con el punk o las reverberaciones etéreas (Enya) hasta volverse casi irreconocible; un síntoma más del mestizaje a marchas forzadas que promueve el multiculturalismo imperante. En los cómics no podemos olvidarnos de Astérix y los irreductibles galos,  del "Vae Victis" de Mitton, y de otros personajes como Conan el Bárbaro, que están inspirados en la épica celta y en héroes de leyenda como Cúchulainn . O de El Príncipe Valiente, que recrea la época del rey Arturo. El universo de Tölkien y del Señor de los Anillos están íntimamente entrelazados con los mitos celtas, y en el cine hay gran profusión de películas basadas en el ciclo artúrico ("Excalibur" de John Boorman o "Las brumas de Avalon") y en historias de espada y brujería basadas en leyendas celtas o similares. Hay que destacar también "El hombre de mimbre"(1973) del británico  Robin Hardy, una aproximación a la espiritualidad pagana de los antiguos druidas revivida en los tiempos modernos, que incluye también los sacrificios humanos, por supuesto...




"Los dias de nuestra especie estan contados, un solo Dios único viene a acabar con los muchos dioses, los espiritus del bosque y la niebla guardan silencio..." El mito artúrico recreado por John Boorman (1981) con la excelente música del Kyrie Eleison de Trevor Jones


A partir los 80 empezaron a aparecer grupos de identitarios NR que usaron la cruz celta como emblema, y desde entonces el "celtismo"  empezó a estar mal visto por los progres, como una cosa vinculada a los ultras de fútbol, skinheads y radicales xenófobos de diverso pelaje. Pero resulta difícil de extirpar del todo algo que ha estado en la médula de algunos movimientos culturales y políticos desde el siglo XIX, como parte de lo que Justo Beramendi llama el "mito nacionalizador". En esta entrada hablaremos de todo eso, y especialmente de las repercusiones que ha llegado a tener el celtismo en las artes plásticas.


Escultura de San Brandan en Clonfert


Habría que empezar por preguntarse qué demonios eran en realidad los celtas. Para los antiguos historiadores griegos y romanos (Polibio, Herodoto, Plinio el Viejo,etc.) los llamados "celtas" eran un conglomerado de pueblos y tribus bárbaras que habitaban al norte del Imperio, entre centroeuropa y la costa atlántica. Nada sabemos con certeza sobre ellos, salvo las descripciones que  dejaron sus conquistadores como Cayo Julio César,  porque desconocían la escritura o la utilizaban poco, y su tradición era sobre todo oral. La llamada escritura ogámica no era más que un código secreto, parecido al de las runas, utilizado por los druidas y monjes irlandeses a partir del siglo V.
Y ha sido eso, precisamente, la ausencia de documentación más o menos fiable, lo que ha contribuido a rodear a los celtas con un halo de misterio y de leyenda. En la actualidad, los arqueólogos e historiadores sólo hablan de cultura celta refiriéndose exclusivamente a la de Hallstat y La Tène, de la Segunda Edad del Hierro, y los lingüistas identifican como "celtas" sólo algunas lenguas todavía "vivas": el bretón, el córnico, el gaélico escocés (no confundir con el picto) el galés, el irlandés o el manés.

Cruz de Muiredach (Irlanda, siglo X)


Por supuesto, el gallego ("a fala de Breogán", que cantaba Juan Pardo) no se puede considerar en absoluto una lengua celta o goidélica, sino románica porque procede del latín. Además, la presencia de auténticos celtas en Galicia ha sido muy cuestionada por la arqueología oficial en los últimos años, para desgracia de los nacionalistas y de la Xunta de Galicia que desde 2009 apoya política y económicamente al Instituto Galego de Estudos Celtas (IGEC). El mito del celtismo fue la principal seña de identidad, junto con el idioma, esgrimida por los nacionalistas galaicos de los siglos XIX y buena parte del XX. Autores tan importantes para el "Rexurdimento" como Manuel Murguía, Eduardo Pondal o Alfredo Brañas, recurrieron a un mito racista para reafirmar la pertenencia a un grupo diferenciado y, a ser posible, superior al resto de sus vecinos. Y más tarde siguieron por esta misma senda Castelao y Vicente Risco, los fundadores del nacionalismo gallego moderno, avalados por los descubrimientos del arqueólogo nacionalista Florentino López Cuevillas. Esta idea llegó a germinar y a tener una gran difusión popular; sirva de ejemplo que uno de los principales clubes de fútbol de Galicia ostenta orgulloso el nombre de "R.C. Celta de Vigo".


El celtismo utilizado por la zurda para negar la propia identidad

Pero esta cosmovisión recibió un fuerte varapalo cuando la Liga Céltica, organización inter-celta fundada en 1961 y que milita en pro de los "derechos sociales, políticos y culturales de las naciones celtas que aspiran a la independencia", no quiso reconocer a Galicia como una nación celta.
Nuevos descubrimientos arqueológicos, a mayores, niegan la identificación como "celta" de la cultura de los castros  o castreña, corriente en todo el norte cantábrico peninsular y no sólo en Galicia (donde, para distinguirla del resto, le han puesto el nombre  de "castrexa"). Esta hay que situarla en la última fase de la Edad del Hierro y sobre todo durante la romanización, y no como se pensaba antes, en la Edad del Bronce Final. Los auténticos celtas desarrollaron una amplia metalurgia con fines bélicos; en cambio entre los más pacíficos galaicos estaba muy poco desarrollada, siendo adoptada tardíamente y por influencia de los vettones de la Meseta Norte. Estos (con una metalurgia similar a la de La Tène) y las poblaciones del cuadrante nordeste (cultura de los Campos de Urnas) son los únicos que  acusan una fuerte influencia celta en la Península Ibérica prerromana, según los datos objetivos de la arqueología contemporánea.

"El sueño de Ossian " de August Dominique Ingres (1813)

Para colmo de desdichas, estudios sobre el ADN mitocondrial y los marcadores genéticos recogidos entre otros por el catedrático de  la USC Ángel Carracedo (médico forense y autoridad mundial en el campo de la genética) demuestran que hay más relación entre los vascos y los británicos, por ejemplo, que entre estos últimos y los gallegos. Y además han puesto al descubierto la presencia de una gran concentración en Galicia de haplogrupos de origen norteafricano o bereber (un 20,8%) sólo superada en la Península por zonas de la montaña leonesa (con un 22%) . La existencia de un porcentaje tan alto, por encima del 15% de la media nacional, puede explicarse por la llegada de refugiados moriscos expulsados del Levante en el siglo XVII. De todas formas sentó muy mal que el doctor Carracedo, invitado por el propio IGEC a un congreso sobre celtismo en 2011, llegara a afirmar ante el auditorio nacionalista que "los gallegos tenemos más genes africanos que los granadinos". A día de hoy habría que actualizar estos datos y tener en cuenta los movimientos migratorios de los últimos años. El resultado sería aún más  contrario a las tesis etnicistas.
¿Cómo sostener pues el celtismo como un "mito nacionalizador" , con datos tan demoledores y opuestos? Aunque ya sabemos que el nacionalismo y la lógica no siempre cabalgan juntos, y cuando se trata de diferenciarse de los demás resulta conveniente difundir la especie de que un gallego tiene más en común con un pelirrojo irlandés que con un tipo de Zamora, por ejemplo.

"Cuchulainn", dibujo de John Duncan


El celtismo, la cultura celta tiene, además de los cachivaches de la Edad del Hierro y las leyendas transmitidas por vía oral, otros monumentos artísticos que florecieron durante la Alta Edad Media sobre todo en Irlanda, cuando los celtas ya estaban del todo cristianizados, sirviendo sus monasterios como refugio durante las invasiones bárbaras (pictos, sajones, frisones y más tarde vikingos). Cruces de piedra ricamente labradas, como la de Brompton o de Muiderach, que más tarde se erigieron en otros lugares "receltizados" como la Bretaña francesa (y que Castelao estudió para establecer un parentesco no muy convincente con los cruceiros gallegos). Y sobre todo, los manuscritos realizados entre los siglos VI y IX, como el Libro de Kells, el Libro de Durrow, los Evangelios de Lindisfarne o el Libro de Armagh; todos ellos profusamente ornamentados con motivos vegetales, abstractos y zoomorfos de una complejidad extraordinaria, casi sobrenatural (algunas filigranas sólo pueden apreciarse mediante cristales de aumento, y fueron creadas con una precisión que sólo se puede alcanzar hoy en día utilizando un ordenador). Este estilo de diseño sería reivindicado siglos después por estudiosos de la artesanía y la cultura popular, en pleno renacimiento celta en el siglo XIX. Destaca entre todos ellos George Bain, un artista canadiense de origen escocés que escribió varios tratados sobre el tema, y que debieron de inspirar las ilustraciones y diseños de Castelao para la revista "Nós". Incluso la tipografía gallega reinventada por Castelao a partir de la letra uncial usada en el Medievo, y utilizada hasta la saciedad por la cerámica hortera de Sargadelos, guarda grandes similitudes con las usadas por George Bain en sus libros.

Ilustración de George Bain

Años antes, los pintores del romanticismo, amantes de las hadas como Fuseli o Ingres (y habría también que incluir a Blake) empezaron a interesarse por lo celta a través de la literatura y el folklore. Los Cantos de Ossian, una falsificación perpetrada por el escritor escocés McPherson, que los hizo pasar como una especie de Iliada de los celtas, fueron un auténtico best seller en la época de Napoleón, al mismo tiempo que las jigas y otros aires irlandeses y escoceses se bailaban en los salones de toda Europa. Más tarde llegarían las óperas como el "Tristán e Isolda" o el "Parsifal" de Richard Wagner, basadas en la literatura artúrica y la Materia de Bretaña.
Por aquellos años el interés por el folklore y la recopilación de leyendas y cuentos populares como los de los hermanos Grimm, tuvo su equivalente en los países celtas, sobre todo en Escocia y en Irlanda, donde destacaron entre otros estudiosos Croker, Carleton, Campbell, Mc Dougall o el australiano Joseph Jacobs.
 El auge de la literatura fantástica en las Islas Británicas en el XIX se debió sobre todo a la pluma de autores de origen celta como Sheridan Le Fanu, R.L.Stevenson, Bram Stoker, Oscar Wilde, Lord Dunsany o Arthur Machen; y coincidiendo con el Rexurdimento de las letras gallegas se produjo el Irish Literary Revival (o Celtic Revival) que daría lugar con los años a la Liga Gaélica, al Teatro de la Abadía y a escritores tan relevantes como Lady Gregory o William Butler Yeats.


"La seducción de Merlin" (1877) por Burne- Jones, ejemplo de pintura prerrafaelista


En la pintura también hubo un renacimiento de lo gaélico en las Islas Británicas. El prerrafaelismo victoriano supuso un rescate del medievo y de las leyendas artúricas, todas ellas basadas en el imaginario celta, algo que resulta patente en artistas como John E. Millais, Dante Rossetti, Edward Burne-Jones, el demente Richard Dadd o el no hace mucho censurado  por la Art Gallery de Manchester John W.Waterhouse. Y no podemos olvidarnos del dibujante Aubrey Beardsley ni de sus feéricas ilustraciones para "La Muerte de Arturo" de sir Thomas Malory.
En Irlanda cabe destacar al nacionalista G.W.Russell,  que firmaba como AE, el "pintor de las hadas" y de los mitos paganos. Curiosamente la pintura tradicional irlandesa se inclina más por el realismo y la representación de paisajes que por lo fantástico y sobrenatural. Nada que ver con el Bosco o Goya. Russell vendría a ser más bien una excepción que confirma la regla.
Sin embargo en Escocia algunos pintores más o menos ligados al simbolismo, tan en boga a finales del siglo XIX, como John Duncan, George-Henry, Edward Atkinson Hornel o el propio George Bain, realizaron cuadros inspirados en el universo celta hasta bien entrado el siglo XX. Un cuadro de George-Henry  y Edward A. Hornel es especialmente célebre a este respecto, "Los druidas trayendo el muérdago", y en él se pueden reconocer influencias de la Sezession vienesa y del estilo de Gustav Klimt.

"Los druidas trayendo el muérdago" (1890) de George-Henry y Edward A. Hornel


Algunos ilustradores actuales, más cercanos a la estética del cómic como Jim Fitzpatrick, continúan por esta senda y se inspiran en la mitología celta irlandesa, como un intento de recuperar la identidad folk. Famoso por haber diseñado en 1968 el icónico retrato del Che Guevara de las camisetas, a partir de una fotografía de Alberto Korda, y simpatizante de la causa palestina (ha retratado también a Ahed Tamimi), Fitzpatrick tiene sin embargo otra faceta como artista que a mi juicio debería de destacarse mucho más. Acometió la hermosa tarea , inspirándose en el Art Nouveau (Alfons Mucha) y en los intrincados diseños celtas, de ilustrar el "Lebor Gabála Érenin" o Libro de las Invasiones, un manuscrito irlandés del siglo XI que narra la conquista de la isla por diversos pueblos que se sucedieron en el transcurso de los siglos. Desde 1978 tres han sido los soberbios volúmenes publicados por el artista consagrados a este proyecto: "The Book of Conquest", "The Silver Arm" y "The Son of the Sun". A continuación ofrecemos un vídeo para dar a conocer más en profundidad la obra de este genial ilustrador.


"El gran rey Nuada" por Jim Fitzpatrick





Volviendo al Lebor Gábala, este texto es precisamente uno de los argumentos que esgrimen los "celtistas"galaicos  para sostener que Galicia es una nación celta. Viendo que no pueden apelar a la genética, ya que esta no respalda lo suficiente sus teorías exclusivistas, necesitan apoyarse sobre todo en las fuentes literarias, en el folklore, en la lingüística y en la toponimia.
En cuanto al folklore gallego pese a las, por otra parte, meritorias etnografías de Vicente Risco, Leandro Carré Alvarellos entre otros, y sus esfuerzos por demostrar un orígen  exclusivamente celta de los actuales gallegos, lo cierto es que las leyendas galaicas guardan más parentesco con las de sus vecinos asturianos o cántabros que con las de los irlandeses, escoceses,etc., Y el parecido que pueda haber en cuestiones de hadas, encantamientos,etc se debe a un remoto sustrato indoeuropeo, muy anterior a la cultura celta y muy extendido por el continente hasta Rusia.
Ya que la lengua gallega es un dialecto del latín,como el castellano o el catalán,  a los lingüistas "celtistas" sólo les  queda aferrarse a la toponimia. El nombre de Gallaecia aplicado por los antiguos latinos al territorio (tomado del kallaikoi  de los historiadores griegos) puede estar relacionado con el de los galos o los gálatas, pero no se puede afirmar con toda seguridad. La toponimia de Galicia tiene palabras de origen celta, pero no más que la de otras regiones del norte de España, y no es probable que llegue al 70% de los topónimos, como sostiene Heitor Rodal, el presidente del IGEC. Tanto el gallego como el castellano , como el resto de las lenguas romances, conservan palabras de origen celta, lo que no demuestra otra cosa más que hubo un contacto estrecho entre los celtas y los romanos durante siglos. Algún arqueólogo afín al IGEC, como André Pena Grana, aspira a descubrir algun día la tumba de Breogán, pero por el momento no ha llegado a cumplirse ese sueño.


"Saint Bride" (1913) por John Duncan


Este Breogán era, según el Lebor Gábala, un rey del norte de España, cuya capital Brigantia se ha querido identificar por parte de algunos arqueólogos con la Brigantium de los romanos (supuestamente La Coruña o bien Betanzos ). Allí mandó construir este rey una gran atalaya, que podría haber sido la Torre de Hércules, desde la que era posible divisar en los días claros la verde isla de Erín. Uno de sus hijos, Ith, decidió darse un garbeo por Irlanda, pero fue masacrado por los Tuatha de Dannan, un pueblo de rubios que dominaban entonces la isla y controlaban las artes mágicas. Entonces los guerreros Milesians, descendientes de Bile, el otro hijo de Breogán, decidieron vengar a su antepasado y conquistar aquella misteriosa isla del norte. Por lo tanto, según las leyendas de los propios irlandeses, ellos mismos serían descendientes de los gallegos, porque los Milesians fueron el último pueblo invasor y el que estableció la aristocracia originaria de la isla (antes de la llegada en el siglo XII de los conquistadores normandos, claro está). Pero hay fundadas razones para sospechar que fue el propio Manuel Murguía quien se "inventó" el mito de Breogán y lo convirtió en una supuesta leyenda tradicional gallega, tras haber leído un ejemplar del Lebor Gábala que se conservaba en el Colegio de los irlandeses de Santiago de Compostela.
Esta historia se relaciona con la Piedra mágica del Destino, sobre la que se coronaban los reyes de Escocia y posteriormente de Inglaterra, y que se conservó durante siglos en la abadía de Westminster. La leyenda dice que esta piedra había sido traída desde Brigantia por el rey escocés Gathol en el siglo IX a. de C. como botín de guerra.

Ya nos hemos referido antes a los estudios sobre la genética gallega de Angel Carracido, pero hay que puntualizar que en este campo sí hay datos que permiten afirmar que los británicos  tienen, efectivamente, antepasados procedentes del norte de la Península Ibérica. Ya antes hablamos de la gran cantidad de genes que comparten con los vascos, los cuales tienen también su caudillo legendario Partholoim, que se estableció en Irlanda in illo tempore . Las investigaciones de Bryan Sykes ("La sangre de las islas") y de Spencer Wells acerca de los haplogrupos R1b e I1a, y el marcador  M173 dominante en la Península Ibérica y las Islas Británicas, demuestran que estos ya existían en la Península hace 16.000 años (último máximo glaciar) y luego se extendieron por el noroeste de Europa. Es decir, que el norte de España, pensemos en los cromagnones y las cuevas de Altamira, sirvió de refugio glaciar del que partieron los repobladores de las Islas Británicas después de las glaciaciones (pero mucho antes de que surgiera la cultura celta). Los constructores de Stonehenge pudieron haber sido con toda seguridad de origen ibérico. Estas conclusiones se aproximan mucho más a la realidad, y se apoyan en datos mucho más sólidos, que las elucubraciones de algunos "celtistas".

Portada de una aventura de Corto Maltés (1971)

Después están los estudios del lingüista e historiador Ramón Sainero, gran conocedor de la literatura gaélica, que en libros suyos como "La huella celta en España e Irlanda" también se inclina por la existencia de vínculos entre la población de ambos territorios desde época inmemorial, pero no focaliza el asunto sólo en Galicia, sino que lo extiende a otros habitantes de la Península como los tartesos de la Bética, llegando a establecer comparaciones entre su alfabeto y el ogámico empleado por pictos e irlandeses.
La única prueba histórica documentada de la presencia celta en Galicia fue la llegada de emigrantes britanos en el siglo VI, que huían de los invasores pictos, escotos y germanos, y que además de arrinconarse en Gales, Cornualles, Cumbria y Strathclyde (SO de Escocia), encontraron refugio y "receltizaron" la Armórica francesa rebautizándola desde entonces como Bretaña. Un grupo de estos britanos, dirigidos por sus obispos, se estableció en la zona mindoniense (norte de la provincia de Lugo) y oriental de Asturias. El obispado de Britonia y su obispo Maliousus (Maeloc) aparecen en las actas del concilio de Braga del año 561. Además de este aporte nórdico, habría que añadir la presencia de los suevos en Galicia, que fundaron un reino por aquellos tiempos, y más tarde las incursiones de los normandos, que costearon el litoral gallego y que dejarían alguna progenie aunque escasa, fruto de sus saqueos y violaciones. Se especula incluso que pudo haber una colonia pacífica de vikingos anterior a las invasiones en Povoa do Varzim, al norte de Portugal, y que por los contactos frecuentes entre gallegos y portugueses de uno y otro lado del Miño, pudo haber tenido lugar un trasvase de genes nórdicos de este origen. Pero conviene recordar que en estos últimos casos estamos hablando de pueblos  de estirpe germánica, y no propiamente celtas.
Nos referimos al tema de la raza porque los nacionalistas de izquierda actuales, como Beiras o Ferrín, no proceden con mucha honestidad cuando intentan soslayarlo ya que, además del idioma, el racismo fue un factor fundamental en la gestación de los nacionalismos en general, y de los de la periferia de España en particular, a lo largo del siglo XIX y parte del XX. Sirva como guía al respecto el libro del vasco-israelí Jon Jauristi "El bosque originario". La izquierda freudiana intentó vincular la causa nacionalista (de origen burgués o incluso tradicionalista-carlista) con los movimientos de descolonización del tercer mundo, a fin de justificar lo injustificable para un marxista; ya que para Marx no hay más pueblo que el proletariado oprimido. Antes, la Reinaixença catalana había engendrado personajes como Pompeu Gener, que distinguía entre arios de origen franco (los catalanes) y semitas (los charnegos del sur del Ebro) o el craneometrista Valentí Almirall, que pretendía probar científica y positivamente estas diferencias raciales. Y en el País Vasco el psicópata Sabino Arana, que consideraba a los bizkaytarras una especie de raza de superhombres (etxejaun=señores) frente a los subhumanos maketos, una "raza latina" inferior.  Para él el conocimiento del euskera debía servir como una barrera contra el mestizaje. Aún en el siglo XX han seguido por la misma senda personajes tan siniestros como los dirigentes políticos Jorge Pujol y Javier Arzallus.


"San Barandán"(1946)  por Urbano Lugris


El caso del nacionalismo gallego no se quedó atrás, y ya desde los principios del Rexurdimento se apeló a la raza como factor diferenciador y de superioridad. "Por lenguaje, por la religión, por el arte, por la raza (el pueblo gallego) está ligado estrechamente a la grande y nobilísima familia ariana", llegó a afirmar Manuel Murguía. Este autor, que hizo del celtismo su doctrina, decía que los gallegos eran superiores a los castellanos por no haberse contaminado con la  sangre semita. Otro padre del nacionalismo gallego que estaba en la misma línea era Eduardo Pondal, autor de la letra del Himno Gallego ("nazón de Breogán", canta una de las estrofas). También es suyo otro poema en que afirma lo siguiente: "Si son castellanos/si son iberos,/si son de los alarbios/y moros, y eso/ de su prosapia/ los tiene contentos:/ que sean quienes quieran/ y los lleven los demonios./ Nosotros somos del norte,/nosotros somos de los suevos,/nosotros somos de los celtas,/nosotros somos gallegos."
Alfredo Brañas, otro histórico del galleguismo, llegó a decir que sólo los celtas y los suevos habían dejado huella genética en Galicia, y que, a pesar de lo que dijeran los autores clásicos griegos y latinos, los celtas eran los pobladores originarios del noroeste peninsular.
Ya entrado el siglo XX Vicente Risco, principal teórico del Partido Galeguista y del grupo Nós, seguía siendo un celtista y atlantista convencido. Él aportó su gran erudición y su componente mística para exaltar el mito de la raza, siguiendo atentamente lo que sucedía en Mittleuropa por aquellos años. Lo irracional y lo místico forman parte consustancial de los nacionalismos al menos desde Fichte, y en consecuencia Risco toma partido por la "civilización céltica" frente a la "civilización mediterránea", a la que considera "extraña" y "enemiga". El instinto de la sangre era para él un método de conocimiento natural, anterior y más poderoso que el intelecto. La raza celta, que él identificaba con el elemento rubio centroeuropeo, debía volver a ser el eje central de la nación gallega. Y debía mantenerse pura, evitando incluso el mestizaje de culturas, propio de pueblos inferiores o decadentes.

Dibujos de Castelao para "As cruces de pedra na Galiza"

Igual que su mentor Risco, Alfonso Rodríguez Castelao sostenía planteamientos etnicistas idénticos a los padres del Rexurdimento que, aunque de forma más o menos velada, pueden descubrirse en "Sempre en Galiza" (1943) la biblia del galleguismo. En lugar de hablar a las claras de Raza, usa eufemismos como "repetición de la sangre" o "unidad etnográfica". Reafirma que Galicia está poblada por una raza diferente, "predominantemente celta". Reprocha a los españoles el haberse "gitanizado", y con Vicetto considera a los castellanos una "canalla mestiza" de gallegos y moros. Si Risco no apreciaba mucho a los fillos d'Israel,  Castelao  no simpatizaba mucho más con "la plaga de Egipto", como él llamaba a los gitanos,  y eso que todavía no habían asomado la cabeza ni el clan de los "Morones" ni el de los "Zamoranos". Un párrafo de 1947, posterior a los Juicios de Nüremberg, y que hay que leer como de costumbre en Castelao entre líneas, resulta muy revelador de su pensamiento a este respecto: "Y si la raza fuese, en efecto, la determinante del carácter homogéneo de un pueblo, sin que por así creerlo incurriésemos en pecado, bien podría Galicia enfrentar su pureza con el mestizaje del resto de España, atribuyéndole a la sangre árabe la indisciplina, la intolerancia y la intransigencia con la que los españoles se adornan."
¿Qué opinan de estas palabras los progres multiculturalistas que hoy tienen como uno de sus iconos a alguien que defendía que la pureza de sangre era una virtud heredada, que afecta no sólo a lo físico, sino también a lo moral?
Lo más curioso del caso es que, recién terminada la guerra civil, también existió una especie de "celtismo franquista" o incluso filonazi avalado por antropólogos como Julio Martínez Santa-Olalla, un admirador del etnicismo alemán y de las investigaciones de la Ahnenerbe acerca del pasado ario. Santa-Olalla, además de afirmar que los guanches de Canarias eran arios puros, minimizó la importancia del elemento ibero frente al celta en la Península, y aseguró que la Dama de Elche era una obra de arte creada por los celtas.
Otro autor influido por la antropología alemana, el doctor Misael Bañuelos, atribuía en su libro "Antropología de los españoles"(1941) la sobriedad, resistencia y laboriosidad de los gallegos a la sangre celta, alpina y nórdica que atesora Galicia. Según su particular clasificación racial, Galicia, Asturias y la montaña santanderina ofrecen características análogas, existiendo allí una gran cantidad de sangre alpina y cromagnón, rubios dolicocéfalos junto a los mesocéfalos y braquicéfalos, y gran cantidad de mediterráneos como en el resto de España. Su apreciación de los gitanos no difiere demasiado de la de Castelao; en cambio, detecta una gran concentración en Cataluña y País Vasco de "sangre preasiática".


Pintura de Fernando Álvarez de Sotomayor


Más allá de la política y de las teorías con sesgo ideológico, hay que reconocer que el "celtismo" ha servido de inspiración literaria y artística a varios escritores y pintores gallegos, algunos de ellos entre los mejores que haya dado esta tierra.
Un artista como Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960) cuya longeva carrera como pintor se mantuvo en una línea clásica, contra viento y marea hasta mediados del siglo XX, destaca por haber idealizado con el molde de lo celta  los tipos característicos de la Galicia rural. En sus retratos de campesinas, que acusan la influencia de Velázquez y Sorolla, pero en las que también se puede rastrear la de Franz Hals y la escuela flamenca, se complace en representar esos tipos nórdicos de mujeres con facciones nobles y bellas, pero con una gran fortaleza al mismo tiempo. Uno piensa al contemplarlos más que en las lánguidas modelos prerrafaelistas en la actriz y pintora gallega Rosalía Dans, la Galana de la serie de TVE "Los Gozos y las Sombras".
Mejor poeta que el cursi de Pondal fue Manuel Antonio, cultivador del neotrovadorismo y gran evocador de un universo atlántico muy en consonancia con la obra poética y pictórica de su contemporáneo Urbano Lugrís. Este último exploró en sus cuadros y dibujos como nadie los mundos oceánicos de San Barandán y del capitán Nemo, de las sierpes marinas y de la Atlántida. Al igual que hicieron en la literatura otros escritores muy populares en los años cincuenta como Jose María Castroviejo o Álvaro Cunqueiro.
Lo artúrico y su relación con Galicia a través de la leyenda de Galaaz y el Santo Grial de O Cebreiro, también ha inspirado la obra de poetas y escritores, como Ramón Cabanillas ("A Espada Escalibur")  fundador de las Irmandades da Fala, o más recientemente de  X.L.Méndez Ferrín ("Percival e outras historias"). 

"Marinero en botella" de Urbano Lugrís


A modo de conclusión:
La panorámica que acabamos de ofrecer sobre el caleidoscópico mundo de los celtas ha sido exhaustiva, pero necesaria para entender en toda su complejidad este fenómeno. No resulta sencillo despejar las interrogantes y los enigmas que rodean a los celtas, y en particular los que se refieren a su presencia en Galicia y en la Península Ibérica en la antigüedad.
Trazar una frontera física, ya sea en el Duero, en el Ebro o en cualquier otro sitio, entre "arios" y "semitas" o "europeos" y "africanos", como pretendían los históricos del nacionalismo, resulta hoy en día pueril, además de que podría ser considerado como "xenófobo" con toda la razón. Las más recientes investigaciones en el campo de la genética han confirmado lo que ya se suponía, que el mapa genético de los españoles autóctonos, aunque diverso, resulta bastante homogéneo al mismo tiempo.
Y si focalizamos el asunto en Galicia, podemos encontrarnos con "bolsas" de población nórdica, o si se prefiere "celta" (en el área mindoniense, por ejemplo) no muy distantes de otras de procedencia norteafricana, que tal vez llevan siglos sin apenas haberse mezclado entre sí debido a lo accidentado de la geografía gallega.  Por supuesto, hablamos del pasado porque en la actualidad la mejora en las comunicaciones y el estar inmersos en un proceso acelerado de "globalización" que contribuye al mestizaje, se ha alterado notablemente este panorama.
Entiéndase que no entramos a valorar éticamente, como hace mucha gente ahora, las opiniones racistas de Murguía, Eduardo Pondal o Castelao. Aunque muchas de ellas resulten sonrojantes para aquellos que se reclaman sus herederos políticos, nos limitaremos a señalar simplemente que son muy poco realistas, y forman parte de la mercancía averiada que nos intentan vender los popes del nacionalismo-independentismo.
 En la encrucijada que atraviesa nuestro país, con una crisis de financiación que afecta al futuro de la seguridad social y al sistema de pensiones, no se va a tener más remedio que escoger tarde o temprano entre mantener el actual y gravoso "sistema de las autonomías" o garantizar el "sistema del bienestar". El sentido común aconsejaría que nos decantáramos más por la segunda opción, recortando los gastos superfluos de una administración sobredimensionada y de unos políticos que han hecho de los chiringuitos autonómico su modus vivendi, aunque para ello haya que clavar una estaca en el corazón a los vampiros que todavía agitan las banderas de las "nacionalidades históricas" y del suicidio colectivo (y que ahora revierten en beneficio de la causa podemita). Pero con el pasado que tenemos, no podemos asegurar nada, ni poner la mano en el fuego por nadie.


Sello conmemorativo de la batalla de Kinsale
El "celtismo a la gallega" no puede reivindicarse para dividir aún más a los españoles entre sí. Aparte de ser tan absurdo como las mentiras de Arana sobre los superhombres vascos o el mito del Reino de Cataluña que jamás existió, o del paradisíaco Al-Andalus de Blas Infante, no sirve para diferenciar a los gallegos de otros muchos españoles, como ya ha quedado suficientemente demostrado. Ese papel lo desempeña hoy en día la lengua,  la cual se intenta aproximar por parte de los lusistas lo más posible al portugués para distinguirla del español.
Si bien es cierto que esa identificación con los celtas, más intensa en Galicia que en ninguna otra parte, puede servir de estímulo para investigar las secretas relaciones que han existido entre la población de la Península Ibérica y la de las Islas Británicas, y que se remontan a las migraciones del período posglacial y a las navegaciones de cabotaje de la época megalítica y más tarde, con la apertura de rutas marítimas en busca de metales y dedicadas al comercio. Poblaciones como los siluros o los pictos pudieron llegar a las Islas procedentes de España en tiempos precélticos, como sugiere Sainero. Y mal que les pese a los estirados hijos de la Pérfida Albión, por su sangre corre mucha sangre española; la genética lo confirma.
Otro tanto ocurre con los irlandeses, aunque al menos estos sí que conservan el recuerdo de su origen, algunos con orgullo, como el ilustre linaje de los O'Neill. El tan denostado por los nacionalistas-independentistas Imperio Español prestó a la causa irlandesa contra los anglos una ayuda inestimable, desde el reinado del César Carlos, quien ya en 1529 enviara a Eire a su capellán para gestionar un tratado de mutua protección con el poderoso conde de Desmond. Esta política la continuó su hijo Felipe II, acogiendo desde 1570 a los católicos irlandeses perseguidos por los "tolerantes" protestantes. Se calcula que entre los siglos XVI y XVIII buscaron el amparo de España por motivos confesionales unos 120.000 exiliados irlandeses, que se establecieron a lo largo de toda la geografía nacional e Hispanoamérica. Se abrieron colegios irlandeses en diversas ciudades, el primero de ellos en Valladolid en 1590; luego también en Salamanca, Santiago, Madrid, Sevilla y Alcalá. Sirvieron sobre todo para formar sacerdotes católicos romanos, que no podían hacerlo en su tierra de origen por culpa de los invasores anglosajones.
Y es que en aquellos tiempos los católicos, al igual que los protestantes, no sentían demasiada inclinación por la "ternura", y resolvían sus  diferencias sangrientamente y con las espadas en la mano.

Retrato de Hugh O'Neill

Tras el desastre de la Invencible, los únicos que rescataron y protegieron a los náufragos españoles fueron los paisanos irlandeses, que se comunicaban con ellos en latín, mientras que en el resto de las islas eran degollados sin compasión. Si bien, la Providencia o el Destino les dio su merecido a los piratas ingleses, con el estrepitoso fracaso de su Contrarmada, dirigida por Drake en 1589, y que intentó sin éxito tomar La Coruña defendida con valor por María Pita. Este episodio fue cuidadosamente silenciado, oh qué raro, por los historiadores de Su Graciosa Majestad.
El apoyo más decisivo de España a los patriotas irlandeses se produjo durante la Guerra de los Nueve Años (1594-1603) cuando aquí reinaba el Austria Felipe III. En 1598, después que Hugh O'Neill infringiera una derrota bochornosa a los ejércitos ingleses, desembarcaron en la isla refuerzos españoles, los famosos Tercios, llegados desde el puerto de La Coruña. Pero a pesar de resistir heroicamente, los patriotas irlandeses y sus aliados españoles fueron a la postre derrotados en la batalla de Kinsale, en 1601, teniendo los nobles rebeldes (los O'Neill, los O'Donell) que escapar rumbo a España, que los acogió con todos los honores.
Años más tarde Eugenio O'Neill, héroe de los tercios españoles, regresaría de nuevo a Eire para luchar por la independencia de su pueblo. Pero aunque derrotó a los escoceses en 1646, el ascenso de Cromwell y los puritanos en Inglaterra desencadenó una ofensiva crudelísima y sin precedentes contra los irlandeses. Poblaciones enteras fueron pasadas a cuchillo por los ironsides (Drogheda entre otras) y las tierras fueron arrebatadas a sus dueños para entregárselas a colonos protestantes traídos desde Escocia e Inglaterra.
Estos son los datos históricos, datos reales y no fantasías del Señor de los Anillos o la Tierra Media. En Irlanda derramaron su sangre muchos españoles, y no sólo gallegos, por defender a un pueblo que estaba siendo víctima de un imperialismo rapaz y vengativo: el british.
Que no nos vengan con milongas los nacionalistas gallegos, vascos o catalanes (impulsados durante años por el MI6, según algunas fuentes) con cuentos sobre agravios históricos o "represión españolista". Primero deberían aprender un poco de historia y de cultura elemental, cosas de la que no andan muy sobrados los pijoprogres de la generación millenial, precisamente. Ilústrense leyendo el Blog de Dagga Ramba, por ejemplo, que no se dedica a hacer la pelota a nadie y menos a los hooligans del brexit, y no rehuye las verdades aunque sean incómodas.
PLVS VLTRA








4 comentarios:

  1. Magnífico documento......Gracias, Ignacio Ruiz Moreno!

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  2. Gracias por tener la paciencia de leer mi blog. Un cordial saludo.

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  3. https://www.amazon.es/Celtic-West-Alternative-Perspectives-Publications/dp/1842174754

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    1. Resulta muy interesante la relación entre el idiomna tartésico y las lenguas celtas que defiende José Antonio Correa. Seguro que el origen de la cultura celta todavía nos depara muchas sorpresas.

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