jueves, 8 de marzo de 2018

RELECTURA DEL TARZÁN DE BURNE HOGARTH


"Tarzán contra los Ononoes, ¿pesadilla o premonición?

 Desde el principio hemos tributado un homenaje permanente en este blog a ese gran artista de un género considerado durante mucho tiempo como menor (la historieta) que fue Burne Hogarth. Como ilustrador de cómics se le conocen varios trabajos, pero su obra maestra indiscutible fue la versión que hizo del mito de Tarzán de los Monos, del escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs. 

Ya hemos comentado en otras entradas el carácter de arquetipo  junguiano que adquirió el personaje del rey de los simios en manos de este genio, que tuvo que asumir el reto de continuar la serie iniciada por otro gran maestro del dibujo, Harold Foster, que cuando se marchó había dejado el listón muy alto. El trazo de Hogarth dió  nueva vida a un titán desbordante de furia y dramatismo, un selvático Dionisos en contraste con el apolíneo aristócrata al que nos tenía acostumbrados Foster, aunque en algunos momentos la nobleza y firmeza del gesto y la elegancia del porte nos hiciera evocar a su antecesor.


 El personaje evoluciona según va madurando el arte de Hogarth, usando las páginas Sunday de los periódicos como campo de experimentación de nuevas soluciones gráficas y  narrativas, cada vez más arriesgadas. Y que que se pondrán de manifiesto sobre todo una vez que el dibujante abandone definitivamente el proyecto de "Drago" y vuelva a hacerse cargo de "Tarzán" por segunda vez en 1947. Hasta 1950, en que abandona para siempre la serie de los periódicos, el talento del gran Hogarth se supera a sí mismo, sorprendiendo cada semana a sus lectores con la magia de unos paisajes selváticos cada vez más barrocos y lujuriantes, en los que se agitan esos personajes suyos hercúleos, casi miguelangelescos.

Porque Burne Hogarth fue un artista visionario que bebió en toda clase de fuentes: desde los estudios de Leonardo y  de Miguel Ángel, pasando por los futuristas, hasta los grabados expresionistas o las estampas japonesas de Hokusai... Todas esas lecciones están ahí, en su obra, que sin embargo resuena con voz propia, animada por un estilo personal e inconfundible. Y que estallará de nuevo, como una revelación, en los años setenta cuando alumbró dos magníficos tomos de Tarzán, inspirados directamente en las novelas de Burroughs.

Este canto épico de los suplementos dominicales de la prensa norteamericana del ayer, nos presenta al Héroe con mayúsculas, al hombre que es puro espíritu, voluntad y dinamismo, que nunca desfallece y está continuamente sumergido en la vorágine, intentando sobrevivir y dar forma al universo que habita... Es el símblo del pionero, del explorador, del que progresa con su esfuerzo y su trabajo. En una palabra, al arquetipo del hombre blanco occidental, heterosexual y patriarcal, el creador de una cultura y de un  sentido de la vida, en estado primigenio, salvaje, antes de caer en el pecado de civilizarse y de convertirse en urbanita. Ese es el enemigo de hoy, la bestia machista a abatir por las amazonas rojas de la jungla de asfalto, por los monos de Sodoma y por los Ononoes frikis del transhumanismo 2.0, engendrados y amamantados por la tecnociencia. Y ahí lo tenemos, atrapado por la chusma clónica de los globalizados, pero jamás vencido, porque...

"La bajeza está en el pensamiento antes que el barro lo advierta.
La virtud no es revelación repentina si no una conquista lenta, dura y difícil.
A cada uno de nosotros nos ha sido dada una voluntad para servirnos de ella.
El espíritu antes que el cuerpo es el que gana o el que capitula." L.D.


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