lunes, 19 de diciembre de 2016


LA PINTURA EN EL CINE DE LOS AÑOS 40

Retrato de Joan Bennett pintado por John Decker para "Perversidad"

1945 fue un año especialmente importante en la historia de las relaciones entre la Pintura y el Cine clásico. En ese mismo año, y no se sabe muy bien por qué azar o convergencia de los astros, se filmaron unas cuantas obras maestras del Séptimo Arte que giraban precisamente entorno a los pintores y a sus cuadros. Nos referimos a "Perversidad", "Recuerda" y "El retrato de Dorian Gray", en cuanto a las producciones hollywoodienses, y cabría citar "Domingo de Carnaval" entre las realizadas en España.
Curiosamente todas ellas, aunque tienen muy presente la pintura, se filmaron en blanco y negro, ya que el uso del color todavía no estaba muy extendido en el cine. Y sin duda también porque los argumentos oscuros de estas películas parecían requerir este tratamiento visual. Sorprende la visión trágica que en casi todas ellas se ofrece del arte, tal vez un reflejo del pesimismo que se respiraba durante y poco después del crepúsculo de los dioses de la Segunda Guerra Mundial.
Como corolario, vamos a recordar también un par de películas más, creadas poco después, y que merecen destacarse: una cinta japonesa, "Utamaro y sus cinco mujeres" de 1946,  y otra americana, "Jennie", de 1948.

Cuando Fritz Lang rueda "Perversidad" ("Scarlet Street") ya había dejado muy atrás sus orígenes como pionero del llamado Cine Expresionista alemán, con películas como "Los Nibelungos", Metrópolis" o "M". En su juventud había estudiado arquitectura, siguiendo los pasos de su padre que había sido un reputado arquitecto vienés, y antes de dedicarse al cine su primera gran pasión artística había sido la pintura. Sentía gran admiración por la obra de Gustav Klimt y Schiele, y como artista bohemio estuvo viviendo algún tiempo en Munich y en París, hasta que se alistó como voluntario del ejército austrohúngaro en la Primera Guerra Mundial. Después de la contienda vendría su asombroso despliegue creativo como director de cine en  aquella Alemania devastada por la contienda, teniendo junto a él como guionista y principal colaboradora de sus películas a su esposa, la escritora Thea von Harbou .Cuando estaba en la cúspide de su carrera Joseph Goebbels, ministro de ilustración pública y propaganda del tercer Reich, le ofreció la dirección de la UFA, que Lang rechazó, en parte porque presentía que la ascendencia de su madre, una judía convertida al catolicismo, podría acarrearle algún problemilla (pese a que Goebbels intentó tranquilizarlo con aquello de "nosotros decidimos quién es ario y quién no") y en parte que deseaba probar fortuna en Hollywood y mejorar así su caché.

Dan Duryea en"Perversidad"

En tierras americanas tardó algún tiempo en hacerse valer, pero cuando al fin lo consiguió se convirtió en uno de los grandes impulsores del Cine Negro, con su manejo de la intriga y de los efectos de luces y sombras aprendidos de la anterior etapa expresionista. Dentro de este estilo cinematográfico cabe situar dos títulos relacionados entre sí: "La mujer del cuadro" (1944) y "Perversidad" (1945). En ambos emplea el mismo equipo y plantel de actores (Edward G. Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea) y en los dos el tema de la pintura está muy presente. "The woman in the window" se considera a veces como el prólogo algo edulcorado de su segunda película, y en ella el profesor de psicología criminal Wanley, embelesado por un retrato que ha visto en un escaparate, acaba conociendo por casualidad a la modelo del mismo y se enamora fatalmente de ella, viéndose luego involucrado en una trama de muertes y chantaje, que va complicándole la vida ... Hasta que al final descubrimos que todo ha sido un mal sueño y aprendemos la moraleja de que a ciertas edades es mejor huir de las "aventurillas" sentimentales.
 Estas concesiones a la moralina de la época desaparecen del todo en esa pesadilla cruel que es "Perversidad", un excelente remake de "La Golfa" (1931)  de Jean Renoir. Además, aquí la pintura no es un mero macguffin como en la película anterior, sino que tiene un verdadero peso en el argumento. El cajero de banca Christopher Cross (Robinson) es un pintor aficionado y frustrado, que no ha podido dedicarse a su arte y ha tenido que conformarse con llevar una existencia mediocre. Se enamora aquí tambien de Kitty (Joan Bennett)  una femme fatale que le toma por un artista célebre, y que en compañía de su novio  intentará aprovecharse de él. Ambos consiguen que un crítico crea que los cuadros de  Christopher los ha pintado Kitty, y que descubra al mundo del arte el raro talento que había escondido en ellos. La historia es un torbellino que va atrapando al espectador, llevándolo hacia un final cada vez más sombrío y angustioso, y en el que acaban sucumbiendo todos los protagonistas. La fotografía de Milton Krasner contribuye a crear la atmósfera negra de esta magnífica película, que encierra como tantas otras de Lang una carga de crítica social, y una mirada ácida hacia el mercado del arte de su época.
Como curiosidad cabe señalar que el verdadero autor de los cuadros algo naíf y surrealistas que aparecen en el filme fue John Decker, llamado realmente Leopold Von der Decken (1895-1947) pintor, escenógrafo y caricaturista de origen alemán, vástago de una familia de aristócratas y artistas, que había vivido  de joven en Londres, y que fue represaliado e internado en la isla de Man al estallar la Primera Guerra Mundial. Más tarde emigró a los Estados Unidos, y ya en Hollywood se dedicó a retratar a algunos actores famosos, como fue el caso del mismísimo  John Wayne.


Decorados de Dalí para "Recuerda"

 Otra famosa película de ese mismo año es "Recuerda" ("Spellbound") de Alfred Hitchcock, una de las mejores de este director al decir de muchos críticos, y cuya secuencia más famosa es la del sueño freudiano del protagonista Ballantine (interpretado por Gregory Peck) presidido por las creaciones de Salvador Dalí. Este pintor gozaba ya de cierta fama en los USA y fue requerido por el propio Hichtcock para crear una escena que en principio iba a durar veinte minutos y se quedó en la mitad de tiempo, debido a las exigencias del productor Selznick que llevaba un férreo control del rodaje y no apreciaba mucho el trabajo de Dalí. Aunque Hitchcock había pensado rodarla en exteriores, al final se vió forzado a cambiar de idea y se realizó dentro de los estudios, dejando la tarea a cargo del director de arte William Cameron Menzies. Hitchcock  quería huir de las representaciones convencionales y artificiosas de los sueños, envueltas en humo y oscuridad, y quería que las imágenes oníricas de la película fuesen lo más vívidas posible. Una importante escena eliminada, que aportaba sentido a la interpretación psicoanalítica del relato, era una continuación de la escena del casino en un salón de baile, en el que danzaban el paciente con su terapeuta, tranformándose esta última en una estatua de mármol. De todas formas, la escenografía daliniana aunque reducida en el filme casi a su mínima expresión, constituye una muestra poderosa del surrealismo llevado al cine, aportando un repertorio de símbolos muy queridos por los seguidores de esta corriente entre los que destaca el "ojo salvaje" del que hablara André Breton. Hichtcock volvería a incluir la pintura en otra de sus grandes realizaciones, "Vértigo"(1958)  inspirándose en parte en el argumento de otra película "El retrato de Jennie", de la que hablaremos luego.

Cuadro de Henrique Medina para "El retrato de Dorian Gray"


"El retrato de Dorian Gray" de Albert Lewin, basada en la famosa novela de Oscar Wilde, es otra gran aproximación del cine en este año de 1945 al mundo de la pintura. Se trata, como las anteriores, de una película en blanco y negro, con una fotografía muy rica en matices de grises que permite apreciar al detalle la decoración victoriana y algo rococó que envuelve a los personajes, con un mobiliario inspirado claramente en los dibujos de Aubrey Beardsley. Pero hay dos momentos del filme en el que, casi de forma imperceptible, el director introduce una imagen en color; justo cuando aparece en pantalla el retrato de Dorian Gray pintado en la novela por Basil Hallward, antes y después de la horrenda transformación que en él produce la progresiva corrupción moral del retratado. Para estos dos cuadros Lewin requirió la colaboración de dos grandes artistas muy diferentes. En el caso del  joven y agraciado Dorian, se encargó el retrato al pintor portugués (hijo de padre español y madre británica) Henrique Medina (1901-1988). Este artista había vivido en París, en Londres y Roma, antes de residir durante unos años en los Estados Unidos y trabajar para Hollywood realizando en un estilo academicista retratos como este del actor Hurd Hatfield para Dorian Gray, o el de la actriz Greer Garson para la película "Sra Parkington". Pero antes y después de esta etapa de su vida inmortalizó a grandes personalidades de la política (como a Benito Mussolini y a algunos presidentes de Portugal) y a varios  hombres de ciencia y de la cultura de entonces. También fue nombrado caballero de la Orden Militar de Cristo en 1930.



"Dorian Gray" pintado por Ivan Le Lorraine Albright

El segundo retrato que aparece en el filme, el del Dorian Gray demacrado, descompuesto y nauseabundo a causa de sus propios vicios y abominaciones, es obra de Ivan Le Lorraine Albright (1897-1983) maestro del llamado realismo mágico americano, cuyo estilo barroco y atormentado se adecuaba muy bien al tema. Albright procedía de una familia acomodada y había recibido una sólida formación académica, pero fue desarrollando un estilo propio y bastante peculiar, muy cercano al expresionismo de un Oskar Kokoschka, que empleaba una paleta de colores ácidos y vibrantes combinados con un sombreado muy oscuro, casi negro, para crear un efecto bastante siniestro en las figuras y escenarios que pintaba. Sus personajes parecen más bien  presencias fantasmagóricas  que  personajes reales, algo que podemos apreciar muy bien en su particular y muy lograda interpretación del personaje de Dorian Gray.

"Domingo de Carnaval"

La aportación española de este año 1945 es "Domingo de carnaval" del gran Edgar Neville, quien con su singular talento logró combinar una historia deintriga y asesinatos en los bajos fondos al más puro estilo del Cine Negro americano de entonces, con los ambientes castizos del Madrid de posguerra. Esta película, muy recomendable para aquellos que no la conozcan, es un claro homenaje a las pinturas negras de Gutiérrez Solana y de Francisco de Goya, estando algunos fotogramas directamente inspirados en algunos cuadros de estos autores.

 Del Japón y de 1946, un año después de que los ataques norteamericanos devastaran al País del Sol Naciente, es "Utamaro y sus cinco mujeres", una película de Kenji Mizoguchi que demuestra lo deprisa que se recuperó la industria cinematográfica nipona después de la guerra. Este director, uno de los más influidos por el cine occidental junto a Akira Kurosawa, cuenta una historia situada en el Edo (Tokio) del siglo XVIII, en el que vivió el pintor Kitagawa Utamaro (1753-1806) protagonista de la película. Este artista, discípulo de Toriyama Sekien, y máximo representante del estilo popular o ukiyo-e ("pinturas del mundo flotante") cultivó un estilo naturalista, basado en la observación de los seres vivos, y también fue famoso por sus composiciones con figuras femeninas (bjinga) realizando un buen número de grabados de caracter erótico (shunga). Su oposición a la escuela tradicional de pintura Kanō , a la que consideraba poco natural por el uso que hacía del color y por la rigidez de sus figuras, le ocasionó no pocos problemas. Además fue condenado a estar 50 días esposado por publicar una serie de grabados basados en una novela prohibida ("Hideyoshi y sus cinco concubinas") en la que el caudillo militar Hideyoshi no salía muy bien parado, y estos son los sucesos que aparecen de alguna reflejados en la película, aunque el director se permite  algunas licencias para hacer aún más interesante el argumento. Mizoguchi, cuya hermana había trabajado como geisha antes de la dominación americana, conocía muy bien el ambiente de las cortesanas y de los lupanares del viejo Japón, y eso también aparece muy reflejado en la película. Memorable es la escena en la que Utamaro realiza una de sus célebres pinturas, directamente sobre la espalda desnuda de una concubina.



"Utamaro y sus cinco mujeres"
"Yama-Uba y Kintaro (con una copa de vino" de Utamaro.




Para acabar vamos a hablar de dos películas, una anterior y otra posterior a este año de 1945. Ambas son poco conocidas en la actualidad y merecen reivindicarse, y además coinciden por tratar la pintura desde un punto de vista fantástico. "La mano del diablo" (1943) es una película francesa de Maurice Tourneur, padre de Jacques Tourneur, y protagonizada por Pierre Fresnay. Reinterpreta el mito de Fausto encarnado por un pintor que adquiere una mano capaz de proporcionarle el éxito en su carrera y en el amor. Pero los poseedores de la mano deberán pagar con su alma al diablo un alto precio que irá duplicándose de día en día.


                                                             

La otra, de 1948, es"Portrait of Jenny", estrenada en España bajo el título "Jenny", del director William Dieterle. Con Joseph Cotten en el papel del pintor, y Jennifer Jones en el de su musa, se trata de una peculiar historia de fantasmas que encierra una fábula poética acerca de la inspiración artística. Eben Adams, un pintor de paisajes que posee un gran dominio técnico, pero que no consigue insuflar vida a sus lienzos, vive atormentado hasta que conoce un día por casualidad a una jovencita en Central Park que va ataviada con un vestido algo pasado de moda. Realiza más tarde de ella un dibujo de memoria y cuando poco después la vuelve a encontrar, ya transformada en una hermosa mujer, se enamora irremediablemente de ella y sueña con hacerle un gran retrato. Esta película de atmósfera impresionista, con la música de Debussy para "Arabesque" y "El preludio de la siesta de un fauno" en los momentos en los que aparece el personaje de Jeniffer Jones, se corresponde con el arquetipo junguiano del ánima o femme inspiratrice, tan presente en la literatura y la pintura de todos los tiempos y sobre todo entre los prerrafaelistas y simbolistas del siglo XIX. En realidad es una metáfora del Arte como algo que trasciende al tiempo, y esto ya se anuncia en las citas de Eurípides y Keats que hay al comienzo de la película. La historia está rodada en blanco y negro (a veces algunos fotogramas adquieren la textura de un lienzo pintado) salvo las escenas finales de la tempestad en el faro del fin del mundo y cuando se nos presenta el cuadro de Jenny, que supuestamente se expone en el Metropolitan Museum de Nueva York. Este retrato en realidad se encargó al pintor de origen ucraniano Robert Breckman (1898-1980) profesor de la Liga de estudiantes de Arte de Nueva York, y que estaba especializado en  retratos y naturalezas muertas.



"Portrait of Jennie" por Robert Breckman

A partir de los años 50 y de la generalización del uso del color en el cine, el tratamiento de las películas sobre el arte de la pintura irá cambiando. De esa década son "El loco del pelo rojo", "El tormento y el éxtasis" o "Moulin Rouge", de las que ya hablamos en una anterior entrada. En todas ellas seguírá sobrevolando un sentimiento trágico del arte y de los artistas, pero pronto llegará un cambio de tendencia. Por ejemplo, la británica "Un genio anda suelto" (1958) con Alec Guinnness de protagonista, está mucho más próxima a la comedia, aunque en realidad es una especie de ditirambo dionisíaco y ácrata sobre las prerrogativas del genio creador. Muy poco después irrumpirían las tendencias pop en los años 60, pero esto ya sería otro tema. Aquí sólo hemos pretendido realizar una mera aproximación, remitiendo a los lectores interesados en profundizar más en el asunto de las relaciones entre el cine y la pintura al siguiente enlace : http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/pintura_cine_influencia.htm

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