jueves, 18 de febrero de 2016

  DESLUMBRADOS POR EL AFRO-AMERICAN DREAM

 

 

  "Desde las oprobiosas cadenas de la esclavitud hasta la cima de la nación más poderosa de la Tierra". Ese bien podría  ser el título o el lema de la azarosa historia de los afroamericanos en los Estados Unidos, una carrera llena de obstáculos y  de sufrimientos sin cuento,  que se inició en los infames Campos de Algodón del Old Dixie Land, y que felizmente ha culminado con la actual Era del gran Barack Obama. Esta es la gloriosa etapa que ahora disfruta la Humanidad en su conjunto, en la que se están sembrando las semillas de un brillante porvenir y, aunque esté a punto de concluir ya, todavía resulta demasiado pronto para que podamos ofrecer una idea cabal de todo su enorme alcance y trascendencia. El hecho de que los Estados Unidos de América hayan tenido por vez primera la enorme suerte de ser dirigidos por un presidente de color (en América ya hubo antes otro gran pionero, el insigne haitiano Toussaint Louverture) debería haber supuesto cambios notables y significativos, al menos en la apreciación de las valiosísimas contribuciones que los afroestadounidenses han aportado al acervo cultural de la Humanidad entera, sobre todo en los últimos tiempos. Eso es lo lógico, lo que todos esperaríamos; pero por desgracia, no ha sido así. La ignominiosa decisión de la Academia de Hollywood de no nominar ni un solo actor afroamericano, de los muchos y talentosos que hay,  a los Oscar de 2016 demuestra una vez más que la discriminación y la xenofobia siguen imperando a todos los niveles lamentablemente, también entre las artes y la cultura ¿Hasta cuándo?



  A pesar de que el gran presidente Abraham Lincoln decretara en 1863 la emancipación de los esclavos y la igualdad de los derechos, lo cierto es que a los afroestadounidenses aún les quedaría un largo calvario por recorrer, en los ghettos de las ciudades norteñas. Y lo peor es que la imagen que los blancos tenían de los afroamericanos no podía ser más decepcionante, a lo largo de todo el siglo XIX y comienzos de la pasada centuria. Y así aparecían representados en el arte demasiado menudo, como una especie de primates subdesarrollados o de deficientes mentales. Recordemos los Minstrel Shows, ese género de teatro musical típicamente americano, en el que los blancos se pintarrajeaban y se disfrazaban de nigers para interpretar papeles de bufón, y cuyo recuerdo llegaría en el tiempo hasta la primera película con banda sonora de la historia del cine ("El cantor de jazz" de 1927).

 

Odioso cartel nazi de 1938

Detalle de "A la belleza" (1922) de Dix

Como demuestran los dibujos animados de la Merrie Melodies, especialmente el famoso "Coal Black and the Sebben Dwarfs" de 1943, una obra maestra del cine de animación pero profundamente racista, y que merece muy bien figurar en la lista de los "censored eleven" por su impresentable contenido xenófobo, esta era la idea que los blancos tenían comúnmente de los afroestadounidenses y que tanto impactaría a los europeos del período de entreguerras. De hecho, se llegó a identificar la cultura americana con esta imagen lúdica y festiva, asociada al jazz y los ritmos africanos tan de moda entonces; y en adelante se puede decir que lo afro está muy presente en el imaginario colectivo a la hora de hablar de y/o calibrar la Cultura Nortamericana (para los efectos, se suele tener menos en cuenta a un Henry James, un Faulkner o un Hawthorne y  mucho más el blues, la salsa,  el rock and roll o el rap). Pero, como contrapartida los ciudadanos afroamericanos figuraban casi siempre con connotaciones desagradables, vinculadas al estereotipo racial de seres primitivos, vitalistas y joviales eso sí, pero un poco holgazanes y más aptos como cantarines y bailaores que para desempeñar actividades que requirieran un mayor uso del raciocinio o un elevado coeficiente intelectual.


 



Otra visión frecuente del  afroamericano se relaciona con el espanto que suscitaba su misteriosa espiritualidad, ya que en el área del Caribe y sur de los Estados Unidos existían, y aún sobreviven, los cultos sincréticos como el vudú. Relatos como los de H.P. Lovecraft y películas como la genial "I walked with a zombie" (1943) de Jacques Tourneaur nos muestran el terror que los blancos proyectaban sobre los hombres de color, a los que se vinculaba con toda clase de extraños y salvajes ritos y supersticiones. En este vídeo podéis ver algunos de los magníficos fotogramas de ese filme, con la canción que el psicodélico Rocky Erickson (miembro de los míticos The 13th Floor Elevators) y su banda The Aliens compusieron, inspirándose en la obra de Tourneaur. De nuevo vemos como una magnífica película se echa a perder por la falta de sensibilidad multicultural al abordar el tema de la religiosidad afroamericana, presentándonos personajes grotescos como el zombie Carrefour, que a su vez han servido de molde para otras criaturas de ficción, y que han desacreditado la bellísimas ceremonias y la elevada espiritualidad de los afroamericanos. No sé a qué esperan para que esta película desaparezca de circulación, como debería ocurrir con Gone with the wind, porque seguro que ofende muy profundamente  la sensibilidad de los hombres de color y, por extensión, de todos los hombres de bien.




Por fortuna, las cosas fueron cambiando, a medida que el gusto por las modas musicales afroamericanas se fue abriendo paso entre el público blanco de uno y otro lado del océano. A ello contribuyeron poderosamente ciertos empresarios del pueblo de Israel que ya controlaban los clubes de música de los barrios negros de las ciudades americanas, y que tuvieron el monopolio del Tin Pan Alley de la industria musical durante décadas (algunos artistas difusores del jazz, como Harold Arlen, George Gershwin o Vernon Duke eran asimismo hebreos). También las compañías de blues pertenecían a fraternidades yiddish, que hicieron mucho por difundir esta clase de música entre blancos, aunque también se dedicaban a estafar un poco a los artistas afroamericanos, una constante en el mundillo de las discográficas (ya se sabe que el negocio es el negocio). Pero a la larga los beneficios compensarían estos sinsabores. Sería a partir de la década de los 50 del siglo pasado, cuando se produjo la gran revolución del rock and roll, a la que también echaron una mano grandes personalidades del pueblo de Israel como el DJ Alan Freed  o el cantante y gran imitador del estilo afroamericano Elvis Aaron Presley.  Gracias a su labor fueron reputados e imitados por los blancos grandes artistas de la canción como Chuck Berry, Little Richard, y más tarde Jimmy Hendrix, Bob Marley, Michael Jackson y otros genios de la música que, además de desplazar merecidamente a los Mozart, Beethoven, Verdi  y compañía en el favor del público, han sido todos ellos modelos de virtudes éticas, gente sana y que han contribuido sobremanera al perfeccionamiento humano.

El estilo afroamericano, decíamos, fue ampliamente imitado por los jóvenes blancos, no sin resistencias de algunos sectores reaccionarios que veían con escándalo como sus hijos se dejaban arrastrar por convulsiones histéricas y balbuceos demenciales y estúpidos (be bop a lula,  a whop bop a loom a whop a lop bam boom, y todo eso). Fue creciendo así la autoestima de los afroestadounidenses, reforzada por las luchas contra la segregación racial y por los derechos civiles, encabezadas por grandes líderes como el Doctor Martin Luther King o Malcolm X, los Panteras Negras,etc. Todo esto posibilitó el ascenso social de este colectivo en los años siguientes, al menos en su forma más virtual y Matrix. En el cine irán apareciendo grandes estrellas de color como Sidney Poitier (con afán deseperado por parecer "blanco y distinguido") o Morgan Freeman (especializado en interpretaciones de sabio o intelectual afroamericano) que poco a poco irán sacando a estos actores de los papeles en los que los tenían encasillados (de graciosillos y bufones, principalmente). Bueno, no del todo si recordamos las películas de Eddy Murphy o series de televisión no tan añejas como El Príncipe de Bel-Air, Arnold o La Hora de Bill Crosby.

The Notorious B.I.G.
Snoop Dogg

Pero el gran revulsivo se produjo en la década de los ochenta, y de nuevo sería un hebreo emprendedor el que le daría  impulso, Howie Klein, el manager del primer grupo de gansta rap NWA. Así se gestó todo un fenómeno generacional y toda una Cultura con mayúsculas, la del Hip-Hop, que algún día se considerará como una auténtica Edad de Oro, una revolución y un renacimiento de las artes en todos los sentidos: en la música (el rap y todas sus variantes), las artes escénicas, la plástica (el graffiti), la moda, la literatura, los estilos de vida, la gestualidad, la señaléctica, etc. El elenco de artistas y finos poetas de exquisita sensibilidad que ha producido el rap desde entonces es interminable: The Notorious B.I.G. (tristemente desaparecido), Snoop Dogg, Public Enemy...todos ellos han contribuido y contribuyen enormemente al enriquecimiento y perfeccionamiento del género humano, sin lugar a dudas. Los valores que difunden en sus letras de respeto al prójimo, tolerancia, autocontrol, hábitos de consumo sanos, buen gusto, etc., etc. son de sobra conocidos por todo el mundo para ser ponderados aquí. Su estilo de vida sano y ejemplar constituye un modelo a seguir por la juventud actual a escala planetaria, que en esto imita a los afroamericanos raperos como antes imitaban a los que hacían rock and roll. Ahí tenemos el caso de un artista talentoso como Eminem y muchos otros raperos blancos. Y especialmente en nuestro país, siempre  a la cabeza de las vanguardias, donde hay muchos y muy notables ejemplos, uno de ellos sin ir más lejos el  grandioso y polifacético Antón Reixa, uno de los pioneros de este estilo en los años 80. Es una lástima, sin embargo, que haya todavía quien no comprenda la envergadura de esta auténtica revolución de las conciencias y se atreva a decir cosas como estas:
 "Antes en la tele escuchabas conciertos sinfónicos, ahora han ido suprimiéndose porque es propio de élites y te ponen una danza que recuerda a los chimpancés, con la gente levantando los brazos. O a Bob Dylan. Una cultura macarra. Pero se trata de que la gente vaya y haga algo" (De una entrevista a Gustavo Bueno, titulada "En España tenemos el cerebro hecho polvo")
En fin, siempre habrá intelectuales plastas que no saben lo que se dicen...


Basquiat y una de sus hermosas obras


Dentro de la cultura hip-hop habría que encuadrar la obra de ese gran artista plástico, poeta, músico (hombre del Renacimiento, en suma) afroestadounidense de origen haitiano, Jean Michel Basquiat, discípulo del no menos egregio Andy Warhol, quien supo llevar la estética del graffiti a sus lienzos como nadie.Un auténtico icono de los 80 y tristemente fallecido, como muchos otros, por culpa del azote del AIDS. Afortunadamente este consumado pintor nos dejó una obra magnífica, en la que podemos apreciar su exquisita sensibilidad y una belleza plástica inigualable, a la altura de cualquier Vermeer, Rembrandt o Velázquez, pero con la ventaja de que nos habla en un lenguaje contemporáneo que todos podemos entender y disfrutar. Él sin duda representa la mayor aportación de los afroamericanos a la historia universal de la pintura.

Para terminar, y volviendo al mundo del cine, no cabe duda que ahora vivimos una auténtica edad dorada del 7º arte gracias al público afroamericano. Ahora sus gustos se tienen mucho más en cuenta, proliferando los directores y actores de color, e incluso hay directores blancos como el insigne Quentin Tarantino (el que pergeñó ese peliculón titulado Malditos Bastardos) muy conocido por los valores éticos que promueve en sus películas, que se atreven por fin a poner las cosas en su sitio y a hacer justicia. En una de sus últimas obras maestras, Django desencadenado, este magnífico director les enseña a los blancos como los afroamericanos pueden permitirse el lujo de ser vengativos con ellos, racistas y sanguinarios, porque tienen contraída una deuda histórica y están en su derecho a cobrársela a tiro limpio, sí señor
Por eso, resulta incomprensible que siendo la industria de Hollywood un  negocio donde se habla mayoritariamente yiddish, se esté dispensando un trato tan afrentoso a los actores afroamericanos. Personalmente, estoy convencido de que  el pueblo hebreo, habiendo sufrido también el azote de la xenofobia y la persecución como ningún otro, sabrá rectificar muy pronto este error imperdonable. Ellos tienen grandes directores como Woody Allen o Steven Spielberg, pero Speke Lee o Steve McQueen tampoco son moco de pavo. Los hebreos tienen con orgullo a Harrison Ford o a Scarleth Johansson, pero los afroestadounidenses pueden presumir de una Whoopi Goldberg o un Forest Whitaker, por ejemplo. Debería existir una cuota proporcional para nominar actores de color a los Oscar. Y premiar con una estatuilla la promoción de los derechos de los afroamericanos en el séptimo arte. Claro que los hebreos deberían de jugar otra vez un importante papel en estas justas reivindicaciones, teniendo en cuenta el escaso peso que tiene el lobby afro en comparación con el lobby judío, cuando se trata de abordar las grandes decisiones. ¿O es que el mundo de las estrellas de Hollywood tiene que seguir siendo un coto cerrado, donde para entrar se exija un análisis completo del ADN, lo mismo que para ser declarado ciudadano del Estado de Israel? ¿O es que los afroamericanos sólo son útiles como goyim (ganado) para seguir siendo explotados y ordeñados por las grandes compañías discográficas?



Excelente cómic de Horacio Altuna sobre los disturbios raciales de Los Ángeles de 1992, en los que a punto estuvieron de arder los estudios de  Hollywood. Aunque sin alcanzar la intensidad ni los tintes apocalípticos de aquel episodio, desde que Obama está en la presidencia de los USA  han proliferado como nunca los estallidos de este tipo ( los últimos tuvieron lugar en Ferguson, en Baltimore,etc.)



Y concluímos este repaso a la influencia de la cultura afroamericana y de la música rap con una de las mejores interpretaciones (y esta vez no es broma) que hemos podido encontrar de este estilo en nuestro país. Vosotros mismos podréis apreciar de qué manera los valores del multiculturalismo han arraigado felizmente en nuestra sociedad. Atención a la letra, que no tiene desperdicio:






 

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