lunes, 31 de marzo de 2014

UN ALQUIMISTA NEERLANDÉS EN LA ITALIA DEL DUCE

"San Francisco predicando a los pájaros". Grabado en madera (1922)

La obra gráfica del artista holandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972) es, sin duda, una de las más asombrosas y fascinantes del pasado siglo. Las incursiones que realizó por los vericuetos de las paradojas matemáticas , y su recreación de mundos imposibles, desafiando los modos de representación convencionales, nos han legado un muestrario de imágenes insólitas que plantean cada una de ellas un interrogante al observador. Por eso su fama no ha dejado de incrementarse en los últimos tiempos, cimentada por una aureola de mago o de místico, y sus grabados aparecen reproducidos por doquier, como si fueran artículos de consumo.
 Tal vez no sea tan conocido que este genial artista, tras una etapa de formación en su país de nacimiento,  Holanda , maduró como artista en Italia, fuente de inspiración además de buena parte de su obra; allí fue donde residió durante más de una década, se casó y formó una familia. Y tal vez esta etapa italiana sea la más interesante, aunque no la más célebre, porque en ella podemos apreciar la evolución que le llevó desde una representación más o menos naturalista del paisaje, a la búsqueda de un estilo cada vez más personal, y  a volcarse en ese "realismo-mágico" que le caracterizaría más tarde.


Escher llegó por vez primera a Italia tras abandonar los estudios en la Escuela de Arquitectura y artes decorativas de Haarlem, y aprender artes gráficas de su maestro Jessurum de Mesquitas. Corría 1922, el mismo año en que Benito Mussolini y los "camisas negras" se habían hecho con las riendas del estado, tras la "Marcha sobre Roma".  Tras varias estancias esporádicas en las que realiza gran cantidad de bocetos de paisajes y alguna xilografía (Ravello), se enamora tanto del país meridional  que en 1923 decide establecerse allí definitivamente. En una pensión conocerá a la que sería su futura esposa, la suiza Jetta Umiker, con la que se muda a Roma (1) donde ya vivían los padres de ella. En 1926 nacerá su primer hijo.
 Algunos de los grabados de este período inicial se inspiraban en temas bíblicos, como la Torre de Babel, el Sexto día de la Creación o la Caída del hombre. Poco a poco se irá especializando en la representación del paisaje italiano, donde iremos apreciando cada vez más su peculiar estilo.


"Roma". Gabado en madera (1927)

El caso de Escher es similar al de tantos artistas nórdicos, fascinados por el sol y los paisajes del Mediterráneo, y por la huella de las antiguas culturas que en sus orillas florecieron. Baste recordar a su otro compatriota Vincent Van Gogh, cautivado por la radiante luz de la Provenza. Además, en Escher hay que tener en cuenta la arquitectura como un motivo más de fascinación, ya que en localidades como Ravello pudo estudiar esa increíble mezcolanza de estilos griegos, romanos y sarracenos, que forman parte del patrimonio histórico del lugar.

Cada año, por primavera, Escher realizaba un viaje con la mochila a cuestas por el vasto territorio italiano, casi siempre en compañía de otros dos artistas suizos amigos suyos, Giusseppe Haas Tiverio y Robert Schiess (este último miembro de la guardia suiza del papa). En estas turnés, Escher recogía gran cantidad de bocetos y apuntes que luego utilizaba en sus composiciones y  grabados.



"La Torre de Babel". Xilografía (1928)

Hasta 1935 recorrieron de esa guisa los Abruzzos, la Campaña, Calabria, Sicilia, Córcega, Malta, etc. Son viajes repletos de inolvidables anécdotas, ya que los forasteros no siempre eran bien recibidos al principio por los huraños pobladores de la Italia rural. Una vez en un mesón de Calabria a punto estuvieron de ser linchados por los desconfiados paisanos. Afortunadamente se salvaron porque la maestría con la que Schiess tocaba la cítara consiguió romper el hielo y entusiasmar a los parroquianos, que acabaron bebiendo vino en compañía de sus extraños visitantes. No lejos de allí fueron recibidos también en casa de un vinicultor, que les ofreció  hospitalidad y una visita exhaustiva a las bodegas de las que era propietario.


"Castrovalva". Litografía (1930)

En 1929 Escher viaja en solitario a los Abruzos (Castrovalva) y allí es víctima de una confusión, ya que un día antes el rey Víctor Manuel había sufrido un atentado en Turín, y la gente del país, al detectar la presencia del extranjero, sospecharon inmediatamente que él podía estar implicado en todo aquello. Además se daba la circunstancia, "a todas luces punible", de que aquel señor tan raro no había participado en la procesión del pueblo de la tarde anterior. Esto le valió a Escher pasar algunas horas en el calabozo con los carabinieri, hasta que al final todo el embrollo fue aclarado.
Precisamente, a raíz de esta visita a Castrovalva, Escher realizó la primera lámina que le hizo célebre, un paisaje muy descriptivo sobre el que sobrevuela una nota fantástica.



"Palma". Grabado en madera (1933)

Escher era un hombre entregado al arte y a su universo fantástico, por lo que no sentía ninguna atracción especial por la política. El régimen fascista de Mussolini, ese "socialista heterodoxo", no supuso sin embargo para él un estorbo en los primeros años, siendo al principio algo menos represivo que otras dictaduras de la época. Pudo, al igual que muchos artistas, crear con una relativa libertad sin apenas injerencias ni presiones del aparato del estado, al contrario de lo que pasaría en el Tercer Reich alemán o en la URSS (2). Al fin y al cabo el Duce, a pesar de los aspectos esperpénticos y brutales de los que se revestía el fascismo (¿acaso ha habido o hay alguna revolución que esté libre de pecado?)  estaba consiguiendo modernizar Italia, una vez superada la conflictividad social de la inmediata posguerra; impulsando las obras públicas; desecando los pantanos que ocasionaban la malaria y otras enfermedades endémicas, en lugares tales como las lagunas Pontinas; y, sobre todo, castigando a los capos de la Cosa Nostra, que huyeron en masa a los Estados Unidos, en busca de un clima más favorable para sus negocios (más tarde Lucky Luciano se encargaría de "agradecérselo"con su peculiar estilo, colaborando en el desembarco de los yankis en Sicilia). La autarquía económica impulsada por el régimen logró paliar los efectos del famoso crack del 29, lo que le valió cierto prestigio a Mussolini y las alabanzas de muchos estadistas de su tiempo (Winston Churchill  entre otros).


"Sacerdotes momificados en Gangi (Sicilia)". Litografía (1932)


En el mundo de la cultura también se vivía en aquellos años una especie de efervescencia en Italia. Bastaría mencionar los nombres de  D'Annunzio, Pirandello, Papini, Malaparte, Mascagni, etc para demostrar que el período fascista no fue precisamente un "páramo cultural", nos guste o no. El gran poeta norteamericano Ezra Pound, uno de los escritores más influyentes del siglo XX y padre de la "generación perdida", también escogió en aquellos años Italia como patria de adopción. La escena artística estaba presidida por los "futuristas" (algunos, como Marinetti y Carrá, muy comprometidos con el régimen), los pintores "metafísicos" (el filosófico Giorgio de Chirico, cuyas arquitecturas imposibles y enigmáticas tanto debieron influir en el joven Escher) y el llamado "grupo de los siete" que daría lugar al Novecentismo (los Bucci, Oppi, Sironi,etc).


"Plaza de Italia" de Giorgio de Chirico


 
Pero esta situación cambiaría drásticamente en 1935, cuando a raíz de un episodio fronterizo con Eritrea los italianos invaden Etiopía, lo que los imperios británico y francés consideran una maniobra geopolítica que les puede hacer la competencia en el continente negro. Aunque Haile Selassie (el dios de los rastafaris) era un déspota que esclavizaba a su pueblo, recibió el apoyo incondicional de la Sociedad de Naciones y, en especial, del Reino Unido . Entre el terror que les inspiraba su Negus, un títere corrupto en manos del Imperio Británico (3), y las divisiones aéreas del Duce, los pobres abisinios estaban atrapados entre la espada y la pared.


Monumento al Duce erigido en Etiopía. Un delirio faraónico que podría haber imaginado el propio Escher


  Esta confrontación con las principales potencias occidentales supuso la condena del fascismo, al que se llegó a acusar del uso de armas químicas contra la población abisinia (lo que se convertirá desde entonces en un lugar común, empleado contra aquellos gobiernos que, por una u otra razón, colisionan con los intereses angloamericanos). El régimen se volvió más intransigente entonces, más "totalitario", aunque sin alcanzar las cotas de Alemania y la URSS, y sin perder el favor de las masas, más bien lo contrario. La actitud hacia los extranjeros que vivían o visitaban Italia se hizo más hostil, sobre todo hacia aquellos que no acababan de definirse políticamente, como fue el caso de Escher.

"Templo de Segeste (Sicilia)" Grabado sobre madera (1932)

Cuando su hijo fue obligado a llevar el uniforme de "balilla" (la organización juvenil del régimen), lo consideró algo intolerable (no se sabe si también por razones estéticas) y tomó la decisión de marcharse con su familia, en busca de un ambiente más grato. Probaron suerte en Suiza, pero el artista no encontró allí la inspiración que antaño le había proporcionado la tierra del Dante. Durante algún tiempo, entre 1936 y 1937, en plena guerra civil, viajó por el sur de España y allí, fascinado por la Alhambra de Granada, pudo estudiar los motivos ornamentales y la partición periódica de la superficie que tanto influirían en su obra posterior. Finalmente en 1941 regresaría de nuevo a su Holanda natal, y ya para entonces la guerra  se había encargado de sacar las cosas de quicio en Europa entera.

NOTAS:

(1) Roma es el gran referente de nuestras raíces europeas, como sugiere la recién estrenada película  "La Gran Belleza", de Paolo Sorrentino, un ejemplo actual (aunque algo pedante) que nos demuestra que el mito continúa vivo, a pesar de todo.

(2) En los países anglosajones, los grupos de presión puritanos, sionistas, etc. también practicaban - y practican- la censura artística (en literatura, cine, teatro, etc), al igual que magnates como Rockefeller, más poderosos que muchos estadistas. Baste recordar el episodio de los frescos de Diego Rivera.

(3) Leer el capítulo que le dedica el antropólogo Albert Sánchez Piñol en su obra "Payasos y Monstruos" (Editorial Aguilar).






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