jueves, 6 de junio de 2013


¡LÁSTIMA QUE NO SE PUEDA SEPULTAR A LOS AUTORES BAJO SUS "OBRAS"!

 

D.R. HABLA CLARO ACERCA DEL ARTE ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

  Por lo visto, ya pueden caer las Siete Plagas bíblicas sobre nuestra patria que las viejas costumbres nunca cambiarán, como la afición de nuestros gobernantes por los fastos y el boato, y por malgastar los dineros públicos subvencionando gilipolleces. Uno de los ejemplos más conspicuos  y sangrantes de esto que decimos lo representa, para nuestra desgracia,  el llamado "arte contemporáneo", que ha vuelto a dar una muestra de su abyección con la escombrera que se ha exhibido estos días en el Pabellón español de la Bienal de Venecia. La "obra" ha dispuesto de un presupuesto de unos 400.000 euros, una "ganga" en comparación con lo que costó el proyecto presentado en la feria del año pasado "¡Que la orgía continúe mientras dure!", así deben pensar los majaderos de nuestros políticos y prohombres de la "cultura", mientras el país se va al caraho y hay 12 millones de compatriotas en situación de pobreza o exclusión social. Cedamos de nuevo la palabra a nuestro líder, el generalísimo Dagga- Ramba.

 

  El papel que han jugado los gobernantes en la promoción del "arte contemporáneo" español viene de hace mucho tiempo, de antes incluso que nos convirtiéramos en un país de nuevos ricos, con sus "burbujas", "pelotazos" y demás. Ya el régimen de Franco había intentado legitimar a los artistas del informalismo para ofrecer en el extranjero una imagen moderna de la "Marca España" (la Primera Bienal de Arte Hispanoamericano data de 1951). Y aquí tendríamos que hablar sobre todo de la aportación de Cataluña, región especialmente beneficiada en lo económico por el franquismo, tras concertar una alianza de conveniencia con la burguesía nacionalista, a la que salvó de la furia miliciana en el 36. Barcelona era entonces la puerta de entrada de todas las novedades, y en lo artístico poco a poco fue emergiendo la figura de Antonio Tàpies, un típico hijo de esa burguesía nacionalista y adinerada  (lo que ya tiene de por sí bastante delito) acomodada durante el franquismo, pero que supo jugar muy bien sus cartas para pasar (como tantos otros) por un "opositor" cuando el Invicto estaba agonizando.
De sus comienzos como dibujante surrealista en el grupo Deu al Set, se pasó a la "pintura matérica", es decir al uso de toda clase de porquerías o material de deshecho para hacer "arte" (arena, cuerdas, trapos viejos) con la intención de recrearse en los aspectos más repulsivos y desagradables, y defendiendo incluso la descomposición de las obras como un reflejo del paso del tiempo, y parte del "proceso" crativo.
Llegó el momento de darle un barniz intelectual a sus fechorías y no cesaba de citar a filósofos como Schopenhauer, Nietzsche, el budismo zen, la música de Wagner... y todo para justificar sus mamarrachadas.
En los 90 este miembro de la "gauche divine" vio recompensada su devoción nacionalista y le llovieron los encargos institucionales por parte de la "Generalitat". Ahí están sus "pintadas" para la Sala Tarradellas del Palacio de la Generalitat, ese grafiti cutre para el Pabellón de Cataluña de la Expo de Sevilla, la decoración de la capilla de la Universidad Pompeu Fabra... Hasta que al hombre se le fue la olla y presentó su famoso "calcetín" para la Sala Oval del Museo Nacional de Arte de Cataluña, un esperpento pseudoescultórico que debería medir 18 metros de altura y que el artista justificó diciendo que "representaba la importancia en el orden cósmico de las cosas pequeñas". La idea era que tal adefesio hiciera compañía a las pinturas románicas de San Clemente de Tahull, por poner un ejemplo. Con buen juicio se rechazó su proyecto, y hubo de contentarse con una versión a escala reducida de 2,75 m., que hoy se exhibe en la Fundación Tàpies.
A pesar de todo lo nacionalista que era, al hombre le gustaban los honores y no tuvo inconveniente en que el rey Juan Carlos le concediese el título de marqués de Tàpies en 2010.
Su fallecimiento el año pasado (requiescat in pace) fue aprovechado por Artur Mas, cómo no, para usarlo políticamente en su campaña soberanista, llegando a decir de él que fue "el artista más radicalmente catalán" y que tuvo "una forma especialmente genuina de expresar la catalanidad" (le damos la razón en todo, como a los locos, y hasta con gusto se lo regalamos al Tàpies a los independentistas, con su precinto y todo). Lástima que el diario "Liberation" se hiciera eco en el país galo de esta noticia, haciendo comentarios sobre el "nacionalismo provinciano" que predomina actualmente en el panorama artístico y cultural de Cataluña (mala imagen internacional para el proyecto del señor Mas)



El "calcetín" de Tàpies

Otro espécimen, este todavía en activo (aunque sus adicciones pueden pasarle factura cualquier día de estos) es el pirata mallorquín Miguel Barceló, un tipo que empezó a despuntar en los años 80, en plena "movida barcelonesa", en la que además de pintar se dedicó al tráfico de drogas durante algunos años y al consumo de LSD. Su pintura era en aquel tiempo de estilo "expresionista" ( que se dice cuando alguien no domina la técnica todavía y no sabe pintar bien). Luego le pegó a lo matérico, con obras compuestas de ingredientes orgánicos  como granos de arroz y cosas así que se iban deteriorando con el  paso del tiempo, y que al igual que Tàpies él justificaba (tras cobrarle un pastón al cliente "primo" de turno) con los consabidos rolletes sobre la representación de lo efímero, dejar al descubierto las entrañas del cuadro, etc.
En aquella época, junto a otros personajillos de mala catadura, fue catapultado por los suplementos de El País como joven artista revelación, y eso le sirvió para ser presentado por Rudi Fuchs en la 7ª edición de la Documenta de Kassel.
En 1988 le entró la vena primitivista y se fue a Malí (¿a quién se le ocurre largarse al desierto? Gauguin sí que sabía dónde buscar la inspiración). Y ojalá se hubiera quedado para siempre en esas latitudes, pero tuvo que regresar envuelto de un aura mística y ungido con plenos poderes para acometer proyectos oficiales y de gran calado. Era el momento oportuno para colar cualquier clase de estafa, con Zapatero en el poder, y en 2007, tras endirgarle una capilla de arcilla al cabildo de la catedral de Mallorca (que los feligreses tengan cuidado, no vaya a caer el cielo sobre sus cabezas) inició su gran "obra maestra": la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos y la Alianza de Civilizaciones de la ONU, para el Palacio de las Naciones de Ginebra. El tinglado fue inaugurado solemnemente por Juan Carlos y Zapatero en 2008 y consiste en 1400 metros cuadrados de pegotes de pintura colgando (amenazadores) del techo, representando al decir del autor una metáfora de las Naciones Unidas y del planeta tierra como una especie de cueva del Drach. La broma costó más de 20 millones de euros, una parte retirada de los Fondos de Ayuda al Desarrollo y el 60% aportado por el Estado Español y empresas privadas. Barceló se embolsó unos 6 millones de euros, y por lo visto parte de la obra ya se está cayendo a cachos (según publica la Tribuna de los Derechos Humanos), pero la ONU se obstina en tapar el asunto, comprensiblemente porque no quiere reconocer que han hecho el "primo". Aunque bien pensado, no estaría mal que les cayese en el coco alguna  afilada estalactita a más de un dignatario de los que asisten a las sesiones celebradas allí.



La cúpula de Barceló


Y llegamos por último a la nueva "lumbrera" del arte conceptual cañí, una artista-mujer claro está, porque ahora las feministas se empeñan en demostrar que pueden perpetrar la misma clase de cagadas que sus colegas varones, pero con más sentido reivindicativo (faltaría más). Laura Almarcegui ha tenido la "genial" idea de "deconstruir" el edificio del pabellón español de la Bienal de Venecia (ay, si Benito levantara la cabeza y viera en qué se ha convertido el evento que él tanto impulsó con la mejor de las intenciones,  en los años 30). Y para ello se le ha ocurrido colocar dentro una "instalación" con varios montones de cascotes de cemento, escayola, grava, madera, acero, cristal... es decir, una escombrera (fiel imagen de la España actual) de 4 metros de altura y 500 m cúbicos de volumen, con los materiales que componen el edificio.
Mucho protestaron los "peperos" cuando se produjo el atentado de Barceló, tachándolo de "inmoral" y de derroche del dinero público, pero los 400.000 euros que se han desembolsado para pagar esta maravilla ¿de dónde creen que han salido? Del contribuyente, por supuesto.... y coincidiendo con el peor momento para la economía española. Si es que hay cosas que nunca cambiarán, a menos que alguien con redaños se atreva a dar un golpe de timón y ponga orden a tanto desmadre.

                                             DAGGA RAMBA DIXIT



La escombrera de la Biennale










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