miércoles, 15 de mayo de 2013


UN REPASO A LOS MURALISTAS MEXICANOS (y 2)

"La Civilización Totonaca" (1950). Por frescos como estos merece figurar Rivera en la Historia del Arte

 

Diego Rivera: entre Carlos Marx y Huitzilopochtli

En 1921 el filósofo José de Vasconcelos es nombrado por Obregón secretario de Educación Pública en México. Este es un hecho trascendental para el arte mexicano, porque desde su puesto en el gobierno Vasconcelos impulsará la educación como factor de transformación social , y hará un llamamiento a intelectuales y artistas para que se unan a su programa propagandístico-pedagógico. Se dirigirá al Centro Artístico fundado por el Doctor Atl y allí encontrará a los "tres grandes" del muralismo mexicano: Orozco, Siqueiros y Rivera.


Autorretrato de Diego Rivera, también conocido como el "Sapo-Rana"

El más famoso de todos ellos, Diego Rivera (1887-1957) había nacido en Guanajuato, cuna del pueblo azteca con el que se sentía identificado (a pesar de que él tiraba más bien a mestizo), hasta el extremo de presumir ante sus amigos de haber consumido carne humana, como sus supuestos antepasados. En 1907, gracias a una pensión del gobierno de Porfirio Díaz, pudo viajar a España y estudiar pintura con el retratista Eduardo Chicharro, pero lejos de agradecer esta enseñanza y lo bien que lo recibieron en la "Madre Patria", sería años más tarde un destacado cultivador del odio hacia todo lo español.
Entre 1909 y 1916 llevará una vida itinerante entre Europa e Hispanoamérica, "perdiéndose" la mayor parte de los sangrientos acontecimientos de su pais, aunque luego se forjaría la leyenda del Rivera "revolucionario". En realidad, el chamaco estaba por entonces ocupado codeándose con la crème de Montparnasse o de la bohemia madrileña, y asimilando las influencias del postimpresionismo y del cubismo. En 1920 viaja a Italia para estudiar a Giotto, Masaccio, Paolo Uccello y el gran arte mural del Renacimiento, en sintonía con el "retorno al orden" preconizado por De Chirico, Carrá y otros post-cubistas. Y es poco después que regresa a México y es reclutado por Vasconcelos para sus campañas de arte monumental y social.

"Desnudo con alcatraces" (1944) un hermoso cuadro de Rivera

Vasconcelos, dicho sea de paso, fue un personaje fuera de lo común con vocación de reformador casi místico, impulsando las Misiones Culturales a cargo de los profesores rurales, y que luego serían plagiadas en España durante la 2ª República. Exaltador de la cultura mestiza como base de lo mexicano en su obra "La Raza Cósmica"(1925) y sin embargo más tarde cercano, como el Doctor Atl , al fascismo y al nazismo cuando editó la Revista Continental Timón en 1940.
En 1922 Rivera realiza su primer mural "La Creación" en la Escuela Preparatoria, al tiempo que se produce su progresivo acercamiento a la ideología comunista. Firma con Siqueiros una "Declaración social, política y estética" en nombre del Sindicato de obreros, técnicos, pintores y escultores, en línea con el Proletkult soviético; e ingresa poco después en el PC mexicano. En 1927 irá a Moscú para asistir a las celebraciones por el 10º aniversario de la Revolución Bolchevique.


Detalle del mural  del Palacio de Cortés en Cuernavaca

Entretanto, la situación política en México había cambiado. ahora estaba de presidente el "jefe máximo" Plutarco Calles, que tras una etapa de tensión con los USA por la cuestión petrolífera, se volverá más "amistoso" con el gran vecino del Norte, representado por el embajador Dwight W. Morrow. Este financiará los murales de Rivera para el Palacio de Cortés en Cuernavaca (pintados entre 1927 y 1930), primera y no última vez que nuestro "comunista" cobrará en dólares yankees, y en los que se emplea a fondo para denigrar la Conquista española con todos los tópicos de la Leyenda negra y del victimismo indígena. No deja de ser simbólico que este acto propagandístico se perpetrase en la que fuera residencia del Marqués del Valle, tal vez siguiendo instrucciones del Tío Sam para contrarrestar la influencia hispánica, confabulado con un gobierno francmasón que con sus torpezas anticlericales desató la sangrienta Rebelión de los Cristeros. Por cierto, también se especula sobre la pertenencia del propio Rivera a la masonería y la presencia de símbología masónica en su obra.

"Zapata" (1930-31)  revolucionario y  gran devoto de la Guadalupana

De ahí al estrellato. Al pintor se le abren de par en par las puertas de los Estados Unidos, donde viajará con su nueva esposa, la también pintora  Frida Kahlo, heroina para las feministas aunque fuera una mujer acomplejada que siempre vivió, artísticamente hablando y en todos los sentidos, a la sombra de su marido, mucho más talentoso que ella. Allí coincidirá de nuevo con Orozco y Siqueiros que se encuentran, al contrario que él, en calidad de exiliados políticos. En esta etapa pinta para la Escuela de Arte de San Francisco, el Instituto de Artes de Detroit y su famoso fresco para el Rockefeller Center, del que ya hemos hablado en otra ocasión..
Cuando regresa a México en 1934 es  Lázaro Cárdenas quien, tras desterrar a su predecesor, ha tomado las riendas de la revolución, imprimiéndole un giro más próximo al "socialismo".  Rivera vuelve a pintar el mural de Rockefeller en el Palacio de Bellas Artes, desplegando toda la simbología comunista posible, y reanuda los frescos del Palacio Nacional que había interrumpido en 1929, concebidos como un ciclo narrativo sobre la Historia de México. Para hacerse perdonar su "colaboracionismo" con Calles, representa su mandato como una época socialmente convulsa y de sometimiento a las directrices de Wall Street, con un estilo que recuerda a Otto Dix y a otros representantes de la Nueva Objetividad alemana, pero plagándolo todo de símbología comunista. Coincidirá con la época de los devaneos del pintor entre el trostkismo y el estalinismo, y su decantamiento final por la ortodoxia soviética (renegando de Trotsky y casi celebrando su asesinato), aunque su reingreso en el PC mexicano no se formalizaría hasta 1955.
Se puede considerar el conjunto de los frescos del Palacio Nacional como la obra cumbre de Rivera, ya que a él corresponden algunas de sus más notables creaciones, especialmente las representaciones de las culturas precortesianas (tarasca, zapateca, totonaca y azteca), en las que se dejan ver influencias de Gauguin y Rousseau, pero sobre todo un sentido monumental inspirado en el arte amerindio. Es admirable su visión de La Gran Tenochtitlan (1945) a pesar de que ofrece una imagen en exceso idealizada del urbanismo y la sociedad aztecas, omitiendo cuidadosamente los aspectos negativos de esa cultura (canibalismo, sacrificios humanos, opresión sobre otros pueblos sometidos, esclavitud) para servir al gran mito del  México revolucionario. De todas formas, podemos ver como uno de los personajes le ofrece como regalo un brazo humano arrancado a una cortesana, un "detalle" de autenticidad en medio de esa Arcadia de fábula.
Frida Kahlo, como cortesana azteca en "La Gran Tenochtitlan"

Por el contrario, en el "Desembarco de Cortés en Veracruz" (1951) Rivera vuelve  a cargar las tintas contra los españoles, que parece  no aportaron nada positivo a la historia de México, sólo dolor y explotación. Todo el veneno satírico que el "Sapo-rana" podía destilar se concentró en la efigie de Hernán Cortés, que es transformado en un grotesco jorobado, y aparece varias veces repetida en el mural, incluso en la grisalla del zócalo. Esta imagen oprobiosa del gran conquistador español, fruto del resentimiento, se quiso justificar en base a los estudios de unos restos humanos exhumados en 1946 y que se identificaron con muy poco rigor con los de Cortés, y que correspondían a un sujeto afectado por la sífilis (enfermedad típicamente americana, como se sabe, producto del trato íntimo entre indígenas y camélidos). Claro que Rivera no cayó en la cuenta del siguiente razonamiento: si tal alfeñique infrahumano y sus patibularios secuaces fueron "los conquistadores", ¿en qué lugar quedan los aún más impresentables nativos que fueron derrotados por ellos? Como  alguien dijo una vez : "la grandeza de un pueblo se mide por la grandeza de sus enemigos", o al menos así lo creyeron los cronistas de Indias, que desde Bernal Díaz del Castillo, pasando por Cieza de León y hasta llegar a  Alonso de Ercilla no escatimaron elogios, en ocasiones inmerecidos, a los pueblos conquistados por los españoles. Pero, ¿cómo podía caer en la cuenta de todo esto alguien capaz de incubar tanta mezquindad y tanto odio?
Rivera volvió a "retratar" a Cortés de esta guisa una vez más, pocos años antes de morir, en el fresco que sirvió de modelo para el mosaico del Teatro de los Sublevados, poniendo de manifiesto que aún siendo un artista admirable en muchos aspectos, era como persona lo más parecido a un "tschandala".


"Desembarco de Cortés en Veracruz", por Rivera. Los pinceles al servicio del odio.


Desiderio Hernández: el cronista de Tlaxcala

Muy distinto es el caso de Desiderio Hernandez Xochitiotzin (1922-2007), el pintor de la nación tlaxcalteca, también llamado el "último gran muralista al fresco".  Perteneciente a una generación posterior de muralistas mexicanos, para nada identificados con la ideología comunista de sus predecesores, como evidencia la actitud de un Rufino Tamayo, entre otros. Si bien, en el caso de Desiderio Hernández se reconoce la influencia del estilo de Diego Rivera, al que estudió y admiró, al igual que a José Guadalupe Posada, Goitia, Arrieta, Orozco y otros artistas de su pais.
Nació en San Bernardino Contla (Estado de Tlaxcala) en el seno de una familia de artesanos (su madre era tejedora de sarapes y su padre se dedicaba a la herrería artística). De tal manera que encontró un ambiente propicio en su círculo familiar para conocer a fondo el genuino arte popular mexicano.

El héroe tlaxcalteca Tlahuicole, sometido al sacrificio gladiatorio por los aztecas
Desde niño se traslada con los suyos a Puebla, y estudiará en la Academia de Bellas Artes de dicha localidad. En 1940 funda con otros artistas la Unión de Artes Plásticas de Puebla, y en 1947 toma la decisión de dedicarse profesionalmente a la pintura. Entre 1953 y 1957 viajó por Europa, al igual que Rivera y otros artistas mexicanos,  para completar su formación.
  Además de gran pintor fue grabador, escritor, investigador de la antropología e historia de su pueblo (el tlaxcalteca) y restaurador, sobre todo de piezas de arte religioso. Sintió siempre un gran interés por la arquitectura, y aunque no pudo acabar sus estudios en la universidad, recibió el título de arquitecto Honoris Causa, por sus aportaciones en este campo.
La obra que nos dejó es muy extensa y variada (murales, pintura de caballete, dibujos, grabados), pero el proyecto de su vida, y que él llamó "su sacrificio y su gloria",  fueron los frescos para el Palacio del Gobierno de Tlaxcala, que empezó a pintar en 1957 y que siguió pintando hasta poco antes de su fallecimiento. Allí desarrolló un amplio programa iconográfico, "La Historia de Tlaxcala y su contribución a lo mexicano a través de los tiempos", organizado en 24 segmentos y ocupando una superficie de más de 450 m2. En esta obra se nos narra la historia verdadera del pueblo tlaxcalteca (el gran "olvidado" por Rivera en los murales del Palacio Nacional), una nación valiente que siempre mantuvo con orgullo su independencia frente a los intentos anexionistas del Imperio azteca. A la llegada de los españoles, al principio los tlaxcaltecas les hicieron frente, pero luego Hernán Cortés negoció con ellos una alianza para derrotar a sus sempiternos enemigos de Tenochtitlán. La colaboración de los tlaxcaltecas (además de la brindada por otros pueblos indígenas, hartos ya de la tiranía del tlatoani Moctezuma) fue clave para el éxito de los españoles en la campaña de México.


Quetzalcóatl, el dios blanco de Mesoamérica, con quien fue identificado Hernán Cortés

Como resultado de esta alianza entre españoles y tlaxcaltecas, estos últimos disfrutaron de ciertos privilegios, que al menos se respetaron mientras duró la dinastía de los Austrias: independencia administrativa, exención de tributos, títulos de hidalguía, permiso para montar a caballo y portar armas, etc. Muchos tlaxcaltecas participaron a finales del siglo XVI en la colonización de la Gran Chichimeca, al norte de Tenochtitlán.
Desiderio Hernández nos explica la historia de su raza con gran fidelidad documental, no en vano recorrió Europa años después en calidad de Embajador de la cultura tlaxcalteca, desplegando una gran actividad como catedrático y como conferenciante, y recibiendo el reconocimiento de la Universidad de la Sorbona y de la Universidad de Estocolmo.
Documenta el pasado de Tlaxcala, en relación con el de México, desde la triple perspectiva civil, militar y religiosa, y con el propósito de dignificar la historia de su pueblo. En su obra representa a tlaxcaltecas y españoles sin idealizaciones ni deformaciones grotescas, con enorme respeto por la verdad histórica y por cada uno de los componentes que integran la actual realidad mexicana. Este gran artista fue un ejemplo de honestidad y de buen hacer, que honra a su país de nacimiento (México) y en concreto al Estado de Tlaxcala, del que él se sentía tan orgulloso. Cuando la muerte le sorprendió a los 85 años, todavía seguía trabajando en sus murales representando a los Reyes Católicos y el Descubrimiento de Cristobal Colón, obra que no pudo concluir y que ojalá , como era su expreso deseo, logre acabar su hijo  algún día.



Encuentro amistoso entre Cortés y Xicoténcatl "el Viejo", que sellaría su alianza contra el yugo azteca
"La obra de arte debe estar a la altura de todos, debe ser como el aire que respiramos y debe ser saludable. La obra de arte debe ser comunicación, tiene la responsabilidad de decir la verdad, ser hermosa y real, legal, circunstancial, porque lo sublime es lo superior a lo humano. Yo entiendo el arte como sacerdocio, que sea útil a todos".
 (Desiderio Hernández Xochitiotzin)

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