miércoles, 16 de enero de 2013

LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO

No es que os hayáis equivocado y estéis ante un blog dedicado al misticismo.Este sigue siendo un espacio dedicado sobre todo a las artes plásticas pero, qué le vamos a hacer, la historia el arte europeo es inseparable, para bien o para mal, de una cultura ligada al cristianismo durante casi dos mil años. Este ha proporcionado temas que han inspirado a los maestros durante siglos para crear grandes obras de arte, como las que vamos a comentar en esta entrada. Y como se podrá ver, se trata de composiciones donde no faltan la fantasía y la diversión, precisamente. De hecho, gran parte de las producciones hollywoodienses actuales recurren a criaturas infernales recreadas con efectos más o menos sofisticados, y que le deben mucho al Bosco o a Grünewald (pensemos en el "Alien " de H.R. Giger, por ejemplo).
Afrodita, Pan y Eros (hacia 150 a. de C., autor desconocido) Museo Arqueológico Nacional, Atenas




La vida de san Antonio Abad (siglo IV d. C.), el primer religioso cristiano que se retiró como eremita a los desiertos de la Tebaida (Egipto), transcurrió entre la leyenda y la realidad, y fue  narrada por san Atanasio y san Jerónimo, y más tarde recopilada por Santiago de la Vorágine en "La Leyenda Dorada" (siglo XIII). El episodio en el que, a semejanza de Cristo, fue tentado en el desierto por los demonios, sirvió a la Iglesia para ofrecer un modelo de santo varón capaz de resistir, con la fortaleza de su Fe, a las asechanzas del mundo, el demonio y la carne, los siete pecados capitales, y todo lo que le echaran encima.Curiosamente esta historia tiene su paralelismo en Oriente, con el ciclo de las tentaciones del Buda, que también dio lugar a una amplia iconografía.
Las representaciones más antiguas que se conservan de esta leyenda corresponden a pinturas al fresco italianas que se remontan al siglo X. En estas obras se empieza a desarrollar una iconografía medieval del demonio como una criatura cornuda y repelente, y más que de tentaciones cabría hablar de tormentos del pobre san Antonio. Un ejemplo tardío (entrado ya el Quattrocento) de esta tradición meriodional lo encontramos en un cuadro de Bernardo Parentino (1450-1500), en el que vemos al santo recibiendo en su cueva la "visita" de unos simpáticos embajadores del Infierno. Puede que esta pintura sirviera de inspiración a los artistas nórdicos que tantas veces representaron el tema de las Tentaciones y de los que más tarde hablaremos.
Bernardo Parentino (1494) Gallería Doria Pamphili, Roma
 
A finales de la Edad Media la figura de san Antonio cobró plena vigencia, debido a la actividad desplegada por los monjes antonianos, ocupados de mantener a los enfermos de un extraño mal conocido como el "Fuego de san Antonio". Hoy se supone que se producía por una intoxicación alimentaria muy común en los paises nórdicos, donde los campesinos pobres sustituían el pan de trigo por el de centeno, que a su vez estaba contaminado por un hongo venenoso (el cornezuelo) cuyo consumo a largo plazo  puede acarrear la muerte, entre grandes sufrimientos. Los primeros síntomas de esta enfermedad, identificada como el ergotismo, solían ir acompañados de alucinaciones similares a las de una ingestión salvaje de LSD. Consumido por los ardores , el afectado se veía asediado por criaturas horribles, que hacían recordar a los demonios que habían atormentado al santo eremita. Los monjes antonianos solicitaban a sus protectores que sufragaran obras de arte religioso (retablos, casi siempre) dando gracias al santo patrono por su intercesión en pro de los enfermos que tenían a su cargo
Hieronymus Bosch. Museo del Prado
  Precisamente con hábito de antoniano (lleva bordada en la capa la letra Tau, el símbolo de la orden) se nos presenta el encapuchado san Antonio de esta versión de las Tentaciones, pintada con maestría por El Bosco (1450?-1516).
Jerónimo Bosch fue un artista célebre en vida y uno de los pocos de su tiempo que podía permitirse el lujo de escoger sus encargos y dar a los temas que pintaba un tratamiento original. Y parece ser que sentía una especial predilección por el asunto de las tentaciones, porque existen muchas otras versiones debidas a su pincel, destacando el tríptico que se conserva en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. Pero esta del Museo del Prado es una de mis obras favoritas de este artista, ya que se trata de una composición más sencilla y serena, representando un paraje casi idílico y a pleno sol. Aquí los diablillos no pasan de ser unos simpáticos duendes a los que un anciano de aspecto campestre, apoyado en su bastón, contempla entre curioso y divertido. Le acompaña como "mascota" un cochino, animal a cuya cría también se dedicaba la orden de los antonianos porque se creía que su manteca servía para tratar a los enfermos de ergotismo (Por extensión, san Antonio es el santo protector de los animales).
Hieronymus Bosch. Museu Nacional de Arte Antiga.Lisboa
 Volviendo al tríptico de Lisboa, ésta es la obra que mejor recoge todos los aspectos de la leyenda del santo, además de llevar hasta el delirio la capacidad del Bosco para ingeniar monstruosidades (aparentemente caprichosas, pues en su mayoría poseen un significado moral o alquímico).El tema principal lo vemos en el panel del centro donde está orando el santo entre las ruinas de un sepulcro, mientras es asediado por los demonios que llegan en tropel por tierra, cielo y mar. Se nos advierte sobre los engaños de Satanás, y san Antonio nos mira con la firmeza que conduce a la victoria sobre la corrupción y la idolatría.San Antonio acepta voluntariamente las pruebas y tribulaciones porque sabe que le acercan más a Dios.
 En el panel izquierdo vemos dos momentos de una misma escena, en la que el santo es arrastrado en volandas a lo lejos por los demonios, que lo dejan caer luego desmayado. Unos monjes y otras personas caritativas lo ponen a salvo, atravesando un puente que conduce a la salvación espiritual, si se cruza en el sentido correcto, a la perdición si se pasa a la inversa. Estamos ante una referencia sobre las actividades caritativas de la orden de los antonianos. Por último, el panel de la derecha nos narra el encuentro de san Antonio con una bella princesa (que representa a la lujuria y la falsa caridad) mientras aquella se baña desnuda en un río. Las muecas de los monos que figuran en el cuadro simbolizan los deseos culpables que le sobrevenían al santo.

Grabado de Martin Schongauer. Museo del Louvre.
A diferencia del maestro flamenco, los "primitivos" alemanes se complacen en  representar a san Antonio mientras es agredido físicamente por los demonios,quienes celebran a su alrededor una especie de aquelarre salvaje, y no nos  dan muchas pistas sobre cual va a ser el resultado final de esa lucha. Por ejemplo, el grabador Martín Schongauer (1448-1491) que tenía su taller en Colmar, donde existía una de las casas matrices de los antonianos. En esta xilografía el santo aparece torturado por unos diablos voladores que combinan formas diversas (de insectos, reptiles , monos y murciélagos). Es la misma escena de san Antonio llevado por los aires que vimos en el tríptico del Bosco, sólo que aquí nos la muestra con todo detalle, en el momento en el que el ermitaño las está pasando moradas. Parece, según los exégetas, que las fuerzas del mal le quieren tentar esta vez mediante el pecado del orgullo, haciéndole creer que basta con ser elevado al Cielo para ser digno de él.

 Matthias Grünewald. Detalle del retablo de Isenheim (1512-1516). Museo de Unterlinden ,  Colmar.
También en Colmar vivió y trabajó Matthias Grünewald (1470-1528) en cuya obra maestra, el altar de Isemheim, aparece una de las tentaciones de san Antonio más alucinantes de la historia de la pintura. Las figuras destacan sobre un fondo paisajístico donde descuellan unas montañas majestuosas, pero también se ven los restos calcinados de la choza del santo. Estos demonios son monstruos repelentes y muy agresivos que están a punto de aplastar al eremita, uno con forma de tortuga y pico de pájaro le muerde la mano, mientras que otro con aspecto de águila está a punto de asestarle un golpe mortal con una estaca. Y otro también esgrime una quijada, en recuerdo del crimen de Caín. Hay otras figuras infernales cornudas, entre ellas una con cabeza de toro que me recuerda a las pinturas del románico español. Y en primer término vemos a un personaje lleno de pústulas, con el vientre hinchado y los pies palmeados, que según algunos representaría al demonio de la peste.  Grünewald fue un genio absoluto de la historia del arte, cuya influencia se dejó sentir incluso en el siglo XX, cuando lo redescubrieron los pintores alemanes de la corriente expresionista.
Pieter Brueghel el Viejo
Pieter Brueghel el Viejo(1552).National Gallery, Washington

Pieter Brueghel el Joven


El asunto de las tentaciones siguió ofreciendo material para otros maestros, como el flamenco  Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569), continuador de la obra del Bosco en sus aspectos formales. Mostramos aquí un boceto preparatorio de uno de sus grabados, y en el que podemos descubrir una gran cantidad de elementos que nos recuerdan a los trabajos del gran Jerónimo(como los edificios antropomorfos, el árbol habitado, el huevo alquímico, los objetos animados o las criaturas híbridas o "grillos") y otros que se deben a la inventiva de Brueghel, como el enorme pez hueco de la figura central. En la misma línea, aunque esta vez predominando un magnífico paisaje boscoso, tenemos el cuadro de la National Gallery . En este cuadro las figuras grotescas van surgiendo aquí y allá, escondidas en la floresta. Todavía el hijo de Pieter, Brueghel el Joven (1564-1638) siguió sacándole partido al tema, antes de que los nuevos vientos del racionalismo cartesiano que estaban soplando en Europa llevasen al arte y la cultura por otros derroteros.Uno de los mejores ejemplos de mediados del siglo XVII es el cuadro del italiano Salvator Rosa (1615-1673), cuyos monstruosas apariciones anticipan el surrealismo de Dalí.
Salvator Rosa (1645) Palacio Pitti, Florencia

 Los avances de la medicina, y la confianza en la ciencia para tratar las enfermedades combatiendo los agentes patógenos, hizo que el encargo de esta clase de obras perdiera su razón de ser original, que era la de servir como exvotos o incluso como talismanes para practicar exorcismos y luchar contra las fuerzas del mal.El médico aspira a sustituir con más éxito al brujo y al sacerdote en su lucha contra los demonios, que ahora se llaman virus y microbios, aunque el Mal nunca desaparezca del todo, y en lugar de la lepra y el ergotismo ahora tengamos el cáncer, el sida y otros horrores por descubrir.  La Iglesia, principal mecenas de los artistas del medievo, fue perdiendo progresivamente su influencia a medida que iban ganando terreno el protestantismo y las reformas de los ilustrados, que no hacían más que ridiculizarla y acusarla de "superstición". La nobleza, cada vez más alejada del pueblo llano, tanto en sus gustos como en su mentalidad, prefería un arte academicista, inspirado en la mitología clásica grecorromana, y ya no patrocinaba estos temas piadosos.

Felicien Rops (1878) Bibliothéque Royale Albert Ier, Bruselas
 Pero el Romanticismo vino a cambiar de nuevo las tornas , ya que los artistas se cansaron de tanto racionalismo y tanta Academia, que habían encorsetado el arte con reglas y temáticas algo sosainas, y volvieron sus ojos hacia la Edad Media, donde encontraron gran cantidad de material para la fantasía. Flaubert encontró inspiración literaria en los cuadros de Brueghel para escribir su drama "Las tentaciones de san Antonio", una de las obras más raras de este autor. Y otros románticos y simbolistas del siglo XIX  hicieron lo propio, como el novelista y crítico de arte J.K. Huysmans quien, impresionado por la fuerza del dibujo y del color de la obra de Grünewald escribió su novela de temática satanista "Allá Abajo" (1891), donde narra las impresiones que en él se suscitaron al contemplar el retablo de Isenheim. Otro artista favorito de Huysmans fue su contemporáneo Felicien Rops (1833-1898), dibujante y grabador belga, maestro de lo grotesco, que con buenas dosis de cinismo representa a san Antonio como un patético vejete que se resiste como puede a las provocaciones de un demonio femenino, manifestándose ante él en una pose blasfema. Sigmund Freud comentó este grabado, interpretándolo en clave psicoanalítica como el retorno de los deseos reprimidos, y lo cierto es que nos hace recordar la máxima de Oscar Wilde: "la mejor forma de evitar la tentación es caer en ella". Wilde y  otros estetas y decadentes británicos de la época victoriana pasaron del Romanticismo (o prerrafaelismo) al modernismo directamente, sin  "mancharse" con etapas intermedias, dejándose influir por la moda artística y literaria de París. En su aristocratismo,  prefirieron aislarse en sus torres de marfil para escapar de una realidad social (caracterizada por las chimeneas de las fábricas y la cochambre de la explotada clase obrera inglesa) que cada vez les gustaba menos. El caso de Rops, como el de Huysmans y otros simbolistas del área francófona , es el de autores que son hijos del realismo y materialismo del siglo XIX,  y que habiendo cultivado el naturalismo en todas sus formas, hartos de tanta mugre socialista y proletaria, optaron por buscar temas nuevos oscilando entre el esoterismo rosacruciano y la magia negra... Todos ellos pecaban bastante de cinismo, combinado con ocasionales arrebatos de éxtasis místico, por lo que no es de extrañar que a veces se fueran por los cerros de Úbeda, como en este caso.
Max Ernst (1945) Wilhelm- Lembruch Museum, Duisburg

Mucho más desquiciados fueron, ya en el siglo XX, los representantes del surrealismo, quienes también se interesaron por las Tentaciones de san Antonio para ilustrar las teorías del subconsciente de Freud (y saqueando de paso todo el trabajo de sus precursores simbolistas). Vamos a mencionar a dos de ellos, Dalí y Max Ernst, quienes protagonizaron un singular duelo artístico motivado por un concurso de pintura organizado por una compañía de cine norteamericana, al término la Segunda Guerra Mundial. Resultó vencedor el alemán Max Ernst (1891-1976), representando el tema muy en la línea de Grünewald, con un santo a punto de ser despedazado por toda clase de abominables criaturas del inframundo, y todo ello desarrollándose en un paisaje fantasmagórico, donde el pintor pudo aplicar a gusto su peculiar técnica a base de decalcomanías (manchas dejadas azarosamente sobre la superficie del cuadro y que crean singulares estructuras que estimulan la imaginación). El mismo Max Ernst dejó escrito un comentario sobre su obra, donde refleja sus motivaciones en consonancia con el credo psicoanalítico: "El agua estancada simboliza el alma enfermiza de san Antonio, que pide socorro y luz , y recibe como respuesta el eco de su miedo y las carcajadas de los monstruos que brotan de la imaginación del santo". Una vez más se habla de la represión de los deseos libidinosos (reduciendo las tentaciones del santo ermitaño únicamente a las que se refieren al sexo mandamiento), postulando la alternativa que luego han seguido todos los "progres" que en el mundo han sido: la deshinibición más absoluta de los instintos.
Salvador Dalí (1946) Museo Real de Bellas Artes, Bruselas

 Su competidor, el pintor español Salvador Dalí (1904-1988), enfocó el mismo asunto de un modo diferente, en uno de sus mejores lienzos según mi humilde opinión. .Representa al santo como una figura descarnada, que nos recuerda al protagonista de la película de su colega Luis Buñuel "Simón del desierto" (1965), pero aunque las obsesiones sexuales de los surrealistas están aquí presentes, y su tratamiento formal es arriesgado y por completo "moderno", Dalí ofrece una interpretación más fiel al espíritu de la leyenda, tal como la cuenta Santiago de la Vorágine. En primer lugar san Antonio aparece en actitud de resistente, esgrimiendo con firmeza la cruz, frente a las Fuerzas del Mal que se le echan encima revistiendo las más alucinantes formas. Se apoya en una roca (¿la Iglesia?) de la que parece tomar su fuerza, y tiene delante una calavera humana. Encabeza la procesión diabólica un equino zancudo y enloquecido, que tal vez representa la tentación del triunfo o la soberbia. Continúa el desfile una serie de elefantes, con las patas alargadas como los insectos, que llevan cada uno a cuestas una tentación: una mujer desnuda (la lujuria), una pirámide de oro y una mansión muy ornamentada y pomposa (la vanidad y la avaricia). Al fondo se ve otro elefante que carga una enorme y pesada atalaya (puede que represente la pereza) y un castillo sobre las nubes,cuyo significado se me escapa... al igual que el de los otros personajes diminutos que deambulan por el paisaje desértico.
Otto Dix (1937). Zeppelin Museum
Terminamos este recorrido por las principales manifestaciones plásticas del tema de "las tentaciones" con un cuadro pintado por el alemán Otto Dix (1891-1969). Pertenece a la época en la que, tras apropiarse de las técnicas pictóricas de los maestros antiguos, recurre a los temas tratados por ellos (arquetipos e iconografía cristiana), reinterpretándolos a su manera. Esta obra puede verse como un autorretrato del artista, que se presenta como "artista-eremita", en lucha contra las tribulaciones del presente. Dix tuvo problemas con las autoridades nazis por no haber mostrado una imagen complaciente de la guerra  y por representar con crudeza las lacras de la posguerra en sus trabajos, y haberse mantenido alejado de la política en una época en la que las ideologías aspiraban a configurar a las sociedades de un modo totalitario.Desposeido de su magisterio, de buena parte de su obra y de los cliente que le encargaban sus retratos, se refugió en el paisaje y en esta clase de pintura alegórica, convirtiéndose en uno de los artistas religiosos más importantes del siglo XX. Curiosamente, él nunca se consideró un creyente, pues en cierta ocasión afirmó: "No soy cristiano, porque no puedo ni quiero cumplir la gran y esencial exigencia: Seguidme".
Pero en la forma y en el espíritu está mucho más cerca del Bosco o Grünewald que cualquier otro artista de su tiempo.Él también pretende conjurar y resistir a través de su obra a las fuerzas "oscuras" que se estaban desencadenando.
San Antonio se halla al borde de un acantilado, tanto en sentido literal como figurado, en un paraje desértico que destaca en primer término (aunque al fondo se adivina un paisaje típicamente germano, en concreto el lago Constanza, donde Dix vivió retirado durante esos años). Está arrodillado, implorando ayuda a un Crucificado arbóreo (cuyo rostro podemos ver flotando en una nube protectora sobre el santo), e intenta ignorar a los seres malignos que tiene a sus espaldas. Estos avanzan hacia él en procesión, moviéndose de derecha a izquierda como los personajes de su otro cuadro "Los Siete Pecados Capitales" (1932).
Una mujer exhuberante y desnuda (por fin una tentación agradable) aunque con matices venenosos,encabeza al grupo de demonios como personificación de la Lujuria, pisoteando en señal de triunfo la capa del santo.Hay entendidos que han visto camuflada, entre los muslos y el manto de la diablesa, una esvástica nazi, dando a entender que Dix pretendía representar al regímen como un ente destructivo a la vez que seductor. De hecho la mujer recuerda al prototipo de la raza aria exaltada por Hitler, y podríamos recordar a las feministas actuales que el partido contó con muchas simpatizantes entre las féminas alemanas (y algunas podrían pasar por pioneras de la "emancipación" como la escritora Thea von Harbou, la guionista de "Metropolis", o la cineasta Leni Riefenstahl). Además, el acceso al derecho al voto de las mujeres durante la República de Weimar,  fue un factor importante para el irresistible ascenso al poder del nacional-socialismo.
El resto de la cohorte es  bastante menos agradable, y personifican vicios y corrupciones varias. Hay un monstruoso bebé de ojos acuosos y una boca que rezuma sangre y veneno. Una zombi verdosa que extiende sus putrefactos brazos para atrapar al ermitaño. Un sapito humanoide  susurra en su oido obscenidades con su viscosa lengua. Un diablillo docto, el que se encarga de poseer a tantos intelectuales endemoniados, se aplica a la lectura de un grueso volumen. Y detrás de todos ellos aguarda con las fauces abiertas el gran dragón, Satanás, siempre dispuesto a devorar el alma de los mortales. Sirva como colofón una cita del propio Otto Dix:"estoy obsesionado con el diablo, hasta donde pueda conocerlo en este mundo".

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