JOSÉ LUIS SALINAS: EL GRAN MAESTRO ARGENTINO
Los norteamericanos pasan por ser los inventores de la historieta y algunos de los mejores exponentes de este arte, sin duda, se han dado en aquel país. Pero no siendo tan conocido como los grandes clásicos del cómic useño, José Luis Salinas merece figurar entre los mejores autores de la historieta a nivel mundial. Formó parte de ese selecto grupo de dibujantes argentinos que llegaron a ser figuras de primer orden, como Alberto Breccia o Bruno Premiani, aunque sin duda Salinas descuella por encima de todos ellos por méritos propios. Se le puede considerar algo así como el patriarca de los magníficos ilustradores de su país, y hasta de los autores españoles e italianos que vinieron después. El propio Breccia llegó a afirmar de él: "Salinas fue bueno desde el principio".
Nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1908, Salinas fue un artista autodidacta, que empezó trabajando en el campo de la publicidad para la Editorial Columba y la revista El Tony, donde hacía de todo, desde el diseño de letras hasta el acabado de los dibujos a tinta. Aprendió muy pronto a imitar el estilo de los grandes ilustradores de comienzos del siglo XX, como el norteamericano Charles Dana Gibson o el argentino de origen español Alejandro Sirio.
Pero no sería hasta 1936 que dio comienzo a su exitosa carrera como dibujante de cómics en la revista "Patoruzú" de la Editorial Dante Quinterno, iniciando para esta publicación una serie de aventuras de corte realista, la primera de este tipo en su país, titulada "Hernán el Corsario", con guiones del propio dibujante. El propósito del editor era competir con el diario "El Mundo", donde se publicaba otra historieta de época con protagonista juvenil, "Quique, el niño pirata" de Luis Cazeneuve.
Salinas estuvo desde el principio muy influido por el estilo clásico del genial Harold Foster, el autor del Príncipe Valiente. "Hernán" fue una historieta pionera en su género, tanto en Argentina como a nivel mundial, en la que es posible apreciar la evolución del autor, que empezó planificando muy a la manera de las tiras diarias, planteando una simple sucesión de viñetas, para ir hacia una composición de la página mucho más compleja, parecida a la de las planchas dominicales de aquellos autores norteamericanos a los que tanto admiraba (Foster, Alex Raymond o Stan Drake) y más apropiada para desplegar la acción que necesitaban sus historias.
Tanto el personaje de Hernán como los argumentos están bastante inspirados en las novelas de aventuras de Emilio Salgari, como el "Corsario Negro", y en las de otros autores folletinescos. Muy pronto Salinas destacó como un autor de vanguardia, desarrollando un estilo propio y demostrando una prodigiosa soltura en el manejo de la tinta para el negro pleno, la distribución de grises a base de pincel seco y el plumeado de rayas, para representar tanto la figura humana como los animales, los detalles del vestuario, la ambientación histórica, etc. Tanto es así que se ha afirmado que llegó a superar en este dominio técnico al propio Alex Raymond.
También adoptó con gran habilidad los recursos del reciente lenguaje cinematográfico, la planificación de las páginas, los encuadres, las perspectivas en picado, etc. causando un fuerte impacto entre sus lectores. La serie continuó sin interrupciones, salvo un breve lapso, hasta el año 1942.
Es posible que inspirara en España al famoso "Cachorro" de Iranzo, aunque los registros de estilo y argumentales de este último autor sean muy diferentes a los del maestro argentino.
Años antes, en 1937 empezó para la revista "El Hogar" su brillante serie de adaptaciones al cómic de diez novelas de aventuras de autores diversos. Las primeras, "El Capitán Tormenta" de Emilio Salgari y "Miguel Strogoff" de Julio Verne se resienten, por imposición del editor, de un exceso de texto, ya que el dibujo sólo acompañaba a una especie de resumen literario. Más adelante Salinas se fue liberando de este tipo de trabas para desarrollar de una forma mucho más creativa las historias, apoyándose sobre todo en el dibujo. Es más, el procedimiento de trabajo era bastante original, porque era el propio dibujante el que escogía los títulos y las escenas más significativas que quería adaptar y realizaba los dibujos, siendo posteriormente el crítico literario José de España el encargado de añadir los guiones y los textos de apoyo, a veces un tanto extensos.
Con todo, en estos trabajos se aprecia cada vez más el predominio del elemento gráfico, siendo los bocadillos de texto utilizados muy rara vez y como un elemento más bien decorativo. Esta serie se prolongó en el tiempo hasta 1947, y constituye un ejemplo del buen hacer de su autor, al que le importaba sobre todo que en su obra prevaleciera la calidad, y no tanto la cantidad, criterio opuesto al que progresivamente fue imponiéndose en la industria del cómic norteamericano.
Tras Salgari y Verne siguieron "Los Tres Mosqueteros" de Alejandro Dumas, "La Costa de Marfil", otra vez de Emilio Salgari, "Ella" de H. Rider Haggard, y "La Pimpinela Escarlata" de la baronesa de Orczy. Después vendrían sin duda sus mejores trabajos: las adaptaciones de "El Último de los Mohicanos" de Fenimore Cooper, "El libro de la las Selvas Vírgenes" de Rudyard Kipling (su favorito) "Ayesha", la continuación de "Ella" de Rider Haggard y por último "Las minas del Rey Salomón", de ese mismo autor. Especialmente en "El libro de la las Selvas Vírgenes" y en "La Costa de Marfil", Salinas dio rienda suelta a su fértil imaginación a la hora de dibujar selvas de una espesura lujuriante y de captar el movimiento y el carácter de los animales salvajes, con gran realismo y belleza.
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Viñeta de "La Costa de Marfil" |
La revista "Patoruzú" en la que seguía publicando "Hernán el Corsario" pasó muy pronto, y en gran medida gracias a él, de una periodicidad quincenal a otra semanal, y esto produjo cierta sobrecarga de trabajo, que a la larga Salinas no fue capaz de gestionar. Además por aquellos mismos años también dibujaba de forma simultánea para esta misma revista otra serie humorística, titulada "Ellos", bajo el seudónimo de Joseph Louis.
Esto hizo que se planteara mejorar sus condiciones de trabajo, y que ya en 1941estableciera sus primeros contactos con el mercado norteamericano, a través de Percy Foster, el representante de la King Features Syndicate en Argentina. Llegó a presentar algunas muestras de su trabajo a los editores yanquis, recibiendo no pocos elogios de su parte. Sin embargo, la entrada de los USA en la Segunda Guerra Mundial no era la circunstancia más favorable para el contrato de artistas extranjeros, por lo que aún hubo de esperar hasta 1949. En ese mismo año decidió realizar un "viaje de prospección" a Nueva York, para conocer de primera mano la todopoderosa industria del cómic norteamericano. Allí empezó desde lo más básico, incorporándose como si fuera un principiante más en la "cadena de montaje", recortando y pegando dibujos, para adaptar las tiras originales a otros formatos, etc.
Pero en muy poco tiempo consiguió hacerse valer, hasta el punto de que la KFS le contrató para dibujar una tira de distribución internacional, que llegó a publicarse durante casi veinte años en más de 300 periódicos de todo el mundo: "Cisco Kid".
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Fotografía promocional para la King Feature Syndicate |
En esta serie asistimos a las aventuras de un caballero andante mexicano, defensor de los oprimidos y luchador contra el crimen, que recorre los parajes de Nuevo México deshaciendo entuertos, acompañado de su inseparable "escudero" Pancho. Unos años antes, Burne Hogarth había creado un personaje bastante similar, "Drago el gaucho ", que no obtuvo el éxito entre el público que hubiera deseado su autor.
Los guiones de "Cisco Kid" no eran sin embargo de Salinas, sino que corrieron a cargo de Rod Reed. Destaca la galería de villanos carismáticos que se suceden a lo largo de la serie, como Red Riata o "Cuatro Hojas" Clover.
El origen del personaje parece que hay que buscarlo en un relato del célebre escritor norteamericano O. Henry (William Sidney Porter) "The caballero's Way" de 1907, en el que aparece un pistolero forajido de ese mismo nombre, pero que nada tiene que ver con lo que luego serían sus adaptaciones para el cine y la televisión. Muy populares se hicieron las películas protagonizadas primero por César Romero y Gilbert Roland, y más tarde por Duncan Reinaldo, encarnando el prototipo de galante caballero "latino", y a este patrón algo edulcorado hubo de ajustarse Salinas, que en un principio había pensado en representarlo con unos rasgos más rudos, atendiendo a sus antecedentes literarios y aventureros.
No obstante, tras haber entrado por la puerta grande, Salinas decidió regresar a la Argentina tras pasar sólo nueve meses viviendo en los Estados Unidos, ya que si seguía residiendo allí era bastante probable que corriera el riesgo de que su hijo Alberto terminara siendo alistado para ir a luchar en la Guerra de Corea. Pero siguió trabajando en la serie hasta 1968, enviando los originales de las páginas desde su propio país.
Más tarde su hijo Alberto Salinas se convirtió también en un gran ilustrador y dibujante de cómics, llegando a colaborar con su padre en diversos proyectos, como "La historia del traje" o "Rurik el Vikingo". Durante algunos años trabajó para la editorial inglesa Fleetway. y para García Ferré ("Fábulas ilustradas"). En 1971 Salinas inició otra serie de éxito también para la King Features Syndicate llamada "Gunner", conocida en los países hispanohablantes como "Dirk el Artillero", basada en guiones de Alfredo Julio Grassi. Las aventuras de este personaje giraban en torno a temas deportivos y policiacos. Concluido este trabajo en 1974, pareció retirarse definitivamente del mundo del cómic para dedicarse en exclusiva a la pintura y la ilustración, para tratar sus temas favoritos: los animales y los uniformes militares. Pero en 1979 volvió a dibujar con guiones de Carlos Trillo algunos trabajos como "Ser un Héroe" o "Dos Enemigos" (ambientada en la Guerra de Secesión) y poco antes de su fallecimiento, que acaeció en 1985, realizó para la editorial española Ikusager una última historieta, "La Batalla de Vitoria", en la que recrea un episodio de la Guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón. En este trabajo póstumo se puede apreciar su gusto por los temas militares y por el dibujo de los caballos, aunque ya por entonces el artista empezaba a tener problemas de visión que afectaban a un menor detalle en los acabados.
En resumen, se puede decir que el legado de Salinas fue enorme y constituye un ejemplo de que el cómic puede aportar obras de un gran nivel de calidad artística si se lo propone.
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