LOS MICROBIOS, LOUIS PASTEUR Y ODILON REDON
"Puede establecerse un paralelismo muy instructivo entre los demonios caldeos de las enfermedades y nuestros microbios; aquéllos estaban especializados por partes del cuerpo, éstos están especializados por enfermedades, pero la acción es idéntica; fuerzas mágicas o toxinas, ¿qué más da? Se trata de una misma idea, una idea antiquísima, que reaparece entre nosotros traducida del orden espiritual al orden material.Esto daba lugar también allí a una terapéutica complicada y precisa, solamente que de carácter religioso y mágico, como la nuestra es de carácter científico, y a procedimientos profilácticos de purificación, que se parecen extraordinariamente a nuestros procedimientos de asepsia y antisepsia."
Los viruses y kakunas siguen estando de moda esta temporada, y eso me da pie para hablar de uno de los artistas más enigmáticos y originales del siglo XIX. Me refiero al pintor, grabador y dibujante francés Odilon Redon (1840-1916) uno de los representantes más destacados del Simbolismo, una corriente artística y literaria heredera del romanticismo que pretendía resistir a la ola del naturalismo y el materialismo imperantes, buscando la espiritualidad por diversos medios. El propósito de estos simbolistas era expresar, al modo platónico, las ideas mediante las formas y sentían gran fascinación por todo lo mágico, lo fantástico y lo misterioso de las cosas. En concreto, Redon tenía la intención "de producir en el espectador una especie de difusa y dominante atracción hacia el oscuro mundo de lo indeterminado."
Pero en su caso, esto se combinaba con un paradójico interés por los descubrimientos científicos que se estaban produciendo en su tiempo, y que de alguna manera se reflejan en su obra. A diferencia de otros simbolistas, no hay constancia de que se afiliara a ningún círculo esotérico o rosacruciano, siendo más bien un asiduo de las conferencias que se impartían en la Facultad de Medicina de París y en el Museo de Historia natural. Muy especialmente acusará la influencia del evolucionismo de Charles Darwin y del mundo microbiano de Louis Pasteur.
Se dice que este último llegó a decir, ya que al parecer ambos se profesaban mutua admiración, que las las monstruosas criaturas de Redon "eran viables". Y es que el método de nuestro artista consistía en aplicar la lógica de lo visible al servicio de lo invisible, o como él mismo decía: "Toda mi originalidad consiste en dar vida, a la manera humana, a seres imposibles de acuerdo con las leyes de la posibilidad."
El mentor de Redon en estos temas científicos fue su amigo y paisano de Burdeos, el profesor de botánica Armand Clavaud, quien introdujo al pintor en los secretos de la biología, ciencia a la que recurriría a menudo para sus extrapolaciones fantásticas. El propio Clavaud era un minucioso dibujante que reproducía las especies botánicas en copiosos herbolarios y en láminas que ilustraban sus observaciones al microscopio. Ambos se sentían atraídos además por el panteísmo de Spinoza, por la literatura hindú y budista, y por la Naturphilosophie alemana, que postulaba la creencia espiritualista en la interconexión de todos los seres vivos. Todo esto se combinaba en la imaginación de Redon con las teorías evolucionistas de Darwin y con los descubrimientos contemporáneos de Pasteur en el mundo de lo infinitamente pequeño.
Estamos en la época de los grandes avances científicos y técnicos, como los dispositivos ópticos, y de las novelas de Julio Verne, cuando tras la guerra franco-prusiana y el desastre de la Comuna, la anticlerical Tercera República francesa confiaba en la ciencia progresista como una inyección de optimismo y para buscar una salida a una nación derrotada. La obra de Redon está a caballo entre esa fascinación por el cientifismo y la resistencia ante el materialismo y el triunfo absoluto de la técnica.
En el complejo clima filosófico y científico del París decimonónico cabría citar a Hippolyte Taine, filósofo naturalista influido por Darwin y profesor de estética, quien afirmaba que el arte de los países debe entenderse como el producto de circunstancias ambientales específicas. Es decir, que a una época de miseria, despoblación y decadencia le correspondería un arte de la melancolía. El salvajismo de la Comuna indujo a algunos al pesimismo biológico, ya que la furia arrolladora de los supuestos representantes del proletariado despertó el fatalismo atávico, al tiempo que la burguesía manifestaba los síntomas del debilitamiento racial. En la obra temprana de Redon (sus "cuadros negros" al carboncillo, inspirados por Goya y en sus series de litografías) aparecen referencias constantes a la teoría de la evolución, pero en sentido negativo, refiriéndose más bien a la involución o degeneración. Nos topamos con frecuencia con formas mutantes o híbridas (a los que él llamaba sus "monstruos") basadas en el transformismo: hombres-pez, plantas con rostros humanos, hombres-mono, etc.
También hay que nombrar a Geoffroy Saint-Hilaire, padre de la embriología (otra vez el microscopio) que aseguraba que el feto humano seguía la evolución de todo el reino animal. De ahí la creencia en la interconexión de todos los seres vivientes y de la presencia de lo humano también en las formas animales y vegetales. El propio Clavaud, el botánico erudito amigo de Redon, había dedicado gran parte de su vida al estudio de las algas, una forma de vida a mitad de camino entre el reino de los animales y las plantas.
El escritor simbolista J.-K. Huysmans decía de las figuras de Redon en su novela "Al revés",que parecían "arrancadas de las pesadillas de la ciencia(...) una fantasía de enfermedad y delirio, como los recuerdos de una fiebre tifoidea".
Y desde luego muchas criaturas que Redon evocaba en aquella época también revelaban su interés por el mundo microscópico; algunos tienen el aspecto de bacilos, otros de espermatozoides... Él mismo decía: "En una gota de agua surge el espectáculo de gigantes de un horror apasionante y una naturaleza espantosa y depredadora".
Cartel de un espectáculo "científico-maravilloso" de la época |
En sus comienzos Redon se dedicó a traducir en imágenes la literatura de Poe, Baudelaire y Flaubert entre otros, escritores que también estaban interesados como él por todo lo morboso y lo enfermizo, además de por el uso de las drogas y sus efectos sobre la psique. La enfermedad estaba muy presente en aquellos tiempos, coincidiendo con los inicios de la industrialización, que obviamente trajo como resultado la contaminación , el hacinamiento de la población más pobre en los suburbios de las grandes ciudades y el empeoramiento de sus condiciones de vida en general (hambre, miseria, explotación laboral, falta de higiene, epidemias, etc.).
La lucha contra los gérmenes patógenos, a los que se responsabilizaba de las enfermedades contagiosas, se convirtió en una cruzada de la que pronto se aprovecharon las instituciones, que echarían la culpa de todos los males a unos entes microscópicos recientemente descubiertos: los microbios. El primero que los observó con un microscopio fabricado por él fue el holandés Leeuwenhoek, en el siglo XVII, y más tarde el italiano Spallanzani proseguiría sus investigaciones. A finales del siglo XVIII el médico inglés Edward Jenner realizó sus primeros experimentos con la vacuna de la viruela, no dudando en utilizar como cobayas a seres humanos, como al niño de ocho años James Phipps y a muchos otros. Aparentemente estas primeras campañas de vacunación fueron exitosas, ya que coincidieron con un descenso de los casos de viruela, aunque pronto hubo detractores que atribuyeron este descenso a otras causas.
El caso es que se estaban sentando las bases para la moderna teoría microbiana, y fueron el francés Louis Pasteur y el alemán Robert Koch sus grandes paladines, y los descubridores de los bacilos o bacterias, criaturas que se consideraban todas ellas malignas por definición. Y se impuso la atribución de cada enfermedad (tuberculosis, rabia, cólera, tifus, sífilis...) a un tipo diferente y especializado de bacilo. Francia y Alemania, las dos naciones rivales en lo político y en lo militar del continente europeo, lo fueron también en el campo de la bacteriología y de las inoculaciones. Sea como fuere, se iniciaba la edad de oro para las vacunas y los fármacos, los grandes remedios que la ciencia moderna ofrecía para salvar los cuerpos, como antaño los sacramentos administrados por la Iglesia pretendían salvar las ánimas.
Lámina de "Las tentaciones de San Antonio" |
A finales del siglo XIX se fundó la Asociación Americana de Medicina, que estableció estándares obligatorios para ser médico, lo que dio comienzo a lo que se conoce hoy como medicina convencional o alopática. Muy poco después se produjo el desarrollo de la farmaindustria, de la mano de John D. Rockefeller y Andrew Carnegie, los cuales vieron el negocio de aprovechar los derivados petroquímicos de la Standard Oil para producir fármacos al por mayor y con muy pocos escrúpulos. De hecho se llegó a comercializar el Nujol, un "medicamento" para curar el cáncer y que en realidad era un frasco que contenía petróleo puro. Ellos crearon el Instituto para la Investigación Médica en 1901, dirigido entre otros por Simon Flexner, que con la excusa del bien público pretendía eliminar todo aquello que no fuera la farmacología y las drogas controladas por ellos: las curas naturales, el nutricionismo, la fitoterapia, la homeopatía, etc.
Los laboratorios de Rockefeller llegaron a contar con un presupuesto colosal, aprovechándose de las patentes y de los privilegios otorgados por los gobiernos (ya se sabe que las multinacionales y los grandes estados se retroalimentan y caminan de la mano). Y así, poco a poco la Big Pharma se ha ido convirtiendo en el gigantesco negocio que es en la actualidad, siendo las niñas bonitas de los inversores en bolsa. Y eso a pesar del fraude masivo, cuando no las consecuencias letales que para la población tenían (y tienen) muchos de sus productos.
Por citar sólo algunos de ellos, los laboratorios norteamericanos Pfizer han inventado una amplia gama de "medicamentos" mortíferos o con efectos secundarios devastadores: Lipitor, Lyrica, Neurontin, etc... Otras empresas alemanas no se quedan atrás, como la famosa Bayer (actual propietaria de Monsanto) o Grünenthal GmbH, la fabricante de la siniestra talidomina, que causó estragos entre las embarazadas y sus retoños. Y hay muchos más nombres: Vioxx, Tamiflu (fármaco que salió al mercado en el 2006, cuando la gripe aviar), etc, etc.
"Sobre el fondo de nuestras noches" |
Con el paso del tiempo, hubo que reconocer que no todas las bacterias son malas, sino incluso que algunas son altamente beneficiosas y necesarias para la vida de los seres humanos. El pleomorfismo, que tanto había combatido Pasteur, es decir la capacidad de algunos microorganismos para alterar su morfología, funciones biológicas o modos reproductivos en respuesta a determinadas condiciones ambientales, parece que se cumplía en bastantes casos. Pero entonces aparecieron en escena los virus (unos entes "invisibles", no se sabe si vivos o muertos, de cuya naturaleza no se sabe prácticamente nada) a los que la virología actual adjudica el papel de villanos y causantes de las epidemias.
A medida que se fabricaban más y más vacunas se iban descubriendo más y más patógenos a los que había que "combatir" constantemente, porque eran los causantes oficiales de todas las enfermedades, descartando cualquier otra posible causa: toxemia, nutrición, modos de vida malsanos, etc. Se fue consolidando un discurso único, auspiciado por organizaciones como la OMS, que preconizaba las vacunaciones masivas, sobre todo de niños, contra todo tipo de enfermedades, al mismo tiempo que se negaba cualquier efecto adverso que esas mismas vacunas pudieran producir.
En los últimos tiempos han surgido en el campo científico investigadores independientes como Stefan Lanka que han refutado los principios en los que descansa la virología, como por ejemplo los postulados de Koch, ya que nunca han existido, a su parecer, experimentos de control para aislar los virus patógenos. por contra, los medios oficialistas y la Wikipedia se encargan de desacreditar estas investigaciones, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta las montañas de dinero que mueven hoy por hoy las vacunas.
Algunos casos de fraude con las vacunas, y en los que se vio involucrada la OMS, fueron destapados poco antes de que estallara todo esto de la "plandemia". El más conocido es el turbio negocio que se hizo en torno al supuesto brote de gripe A del 2009, pero también se puso en entredicho la versión oficial sobre el SIDA del doctor Robert Gallo, sobre el ébola, el zika, etc. El tifus, una supuesta epidemia causada por una bacteria a través de los piojos, y que fue instrumentalizada políticamente por los nazis contra los judíos, también tuvo su vacuna que producía graves efectos secundarios. Desapareció en cuanto se empezaron a fabricar las lavadoras. Algunos acusados de "conspiracionistas" atribuyen la mal llamada "gripe española" a una campaña de vacunación contra la meningitis, promovida por el abuelo de Bill Gates. Más verosímil parece ser la relación directa entre la polio y el uso a mansalva de insecticidas como el DDT, y sin embargo se acusó también a un virus de ser el culpable, y se vacunó a mucha gente contra él.
Volviendo a Bill Gates, GAVI y sus campañas de vacunación en Kenia y la India que han causado la esterilidad de muchísimas mujeres, quizás sean la punta del iceberg de incontables experimentos llevados a cabo con seres humanos desde hace lustros por las farmacéuticas en países de África, Asia, Sudamérica, etc.
Y así llegamos a los actuales viales que pretenden combatir el virus del cáncer, la esclerosis, etc. Y a los experimentos masivos usando como cobayas a la población mundial con ARN-m. que todos bien conocemos, por desgracia.
Hoy más que nunca estamos viendo que las "pesadillas de la ciencia" que imaginó Odilon Redon se están haciendo realidad, pero no son tanto esas grotescas criaturas microscópicas que imaginaron nuestros abuelos, sino las pesadillas transhumanistas (mejor dicho, infrahumanistas) de nuestra "élite" de tarados mentales.
Podríamos decir con Goya, nuestro paisano tan admirado por Redon, que "el sueño de la disciplina virológica produce monstruos".
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