jueves, 16 de diciembre de 2021

 POR SUS OBRAS SATÁNICAS LOS CONOCERÉIS


El "alabrije" o la Gran Bestia de las Naciones Unidas

Qué tiempos aquellos en que los poderosos que rendían culto a Lucifer  se conformaban con estampar alguna marca por aquí y otra por allá con el símbolo de la escuadra y del compás, o disimulaban el ojo de Horus en el billete del dólar, a modo de filigrana ornamental. Ahora ya vemos como no se cortan ni un pelo, y ya hay hasta algún alcalde satánico que coloca luces con forma de cruces invertidas, a guisa de original adorno navideño.
Nada puede sorprendernos de unos mandamases que están siendo capaces de seguir adelante con  el holocausto de la Plandemia sin inmutarse ni compadecerse lo más mínimo por la suerte que corra la gente que está a su cargo. Ya adoren a Belcebú (el señor de las moscas) o a Mammón (el demonio de la avaricia) ellos siguen a lo suyo, y que allá se las den todas.
Se ha armado estos días un cierto revuelo por la colocación de una estatua mexicana en la plaza de los Visitantes de las Naciones Unidas (Nueva York) que representa, dicen, al "Guardián de la paz y la seguridad". Todo el mundo sabe que la ideología que destilan estos prohombres de la ONU apesta bastante a azufre, y cuando se representan a sí mismos con un engendro de aspecto  tan demoníaco como este, es normal que se enciendan todas las alarmas.
Oficialmente se trata de una donación del gobierno de Oaxaca, estado que a su vez pertenece  a la nación que preside el muy lacayo  López Obrador; sí, el mismo que se dedica a loar las excelencias del canibalismo azteca, y que debe de estar muy agradecido por lo bien que protegen ahora  Biden y Kamala Harris la frontera norte de su país. 
Sus autores, los artistas, Jacobo y María Ángeles, curiosos nombres estos, han fusionado la figura de un jaguar y de un águila para crear una criatura fantástica, al estilo de los "alabrijes", tan populares desde hace años entre los artesanos zapotecas. El iniciador de este estilo fue un tal Pedro Linares, un escultor que trabajaba con el cartón, y que hacia 1936 empezó a imaginar este tipo de criaturas híbridas, tras unas alucinaciones provocadas por unas fiebres. Hay no obstante quien relaciona estas imágenes de los alabrijes con la santería, las celebraciones del Día de los Muertos, y con cierto simbolismo pagano y oculto.
El caso es que resulta ciertamente chocante que se haya escogido un monstruo como este para representar "la paz y la seguridad", sobre todo si pensamos que en nuestra tradición occidental la paz se suele simbolizar con una paloma blanca, la del Espíritu Santo. Pero claro, no tardarán los defensores del monumento en replicar que hay que apostar por el multiculturalismo, que hay que superar los estereotipos etnocéntricos y abrazar otras tradiciones supuestamente milenarias, aunque se hayan inventado no hace tanto tiempo, como en este caso. Esta gentuza tiene una habilidad especial para metérsela doblada a los incautos, que son la mayoría de la gente de nuestro tiempo.
Pero si se analiza con más detalle esta efigie, como se ha hecho desde algunos círculos tradicionalistas católicos o evangélicos, resulta inequívoca su semejanza con la Bestia descrita por San Juan en el Apocalipsis 13:2: "Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su propia fuerza y ​​gran poder “.

También se menciona una Bestia parecida en el libro de Daniel 7:2-4. Si nos fijamos bien en la cola y en el aspecto escamoso de la epidermis, resalta más su parecido con un dragón. Y las patas, ciertamente, contrastan con el resto del cuerpo por tener un color diferente. Es decir, todo parece apuntar que esta obra se trata de un encargo, y que los escultores oaxaqueños se limitaron a seguir unas instrucciones muy precisas, una especie de programa, dictado por alguien de las Naciones Unidas.  Y vale la pena recordar que en Tesalonicenses 5:2-3, San Pablo vaticinó que "los incrédulos pedirán paz y seguridad" justo antes del rapto de la Iglesia y de la gran destrucción de la humanidad. Ahora con la Plandemia estamos comprobando como la gente es capaz de sacrificar cualquier cosa, incluida su libertad, su dignidad, la salud y la vida (la suya propia y la de sus  hijos) a cambio de una presunta seguridad: la inmunidad prometida por las "vacunas", que se está comprobando además que no existe.



El Bafomet del Capitolio de Arkansas


Las instituciones de las democracias woke y posmodernas no dejan de favorecer a los artistas que son de su propia cuerda. Recientemente hemos visto como nuestro muy "preparado" monarca Letizio VI le otorgaba el Premio Princesa de Asturias de las Artes a la bruja satánica serbia Marina Abramovic, sin duda en agradecimiento de algún servicio prestado a la castuza que nos gobierna. 
También se autorizó en los Estados Unidos por parte de la gobernadora del Estado de Michigan al Templo Satánico de turno para que erigiera en un edificio céntrico de Detroit una imponente escultura de bronce de casi una tonelada de peso y tres metros de altura representando a un Satanás sedente, en actitud de admonición como un Pantocrator , y acompañado por dos niños pequeños, todo un guiño a las aficiones pederásticas de las élites oscuras.
 El mismo año, en 2015, se inauguró en la plaza pública de Marble Arch, en Londres, una extraña y colosal escultura de once metros de altura, llamada "She Guardian" (La Guardiana). Se trata de una "perra" alada y monstruosa de aspecto demoníaco, obra del artista ruso Dashi Namdakov que,  a decir de su autor "simboliza la fuerza femenina y su deseo de cuidar de los jóvenes". Algunos advirtieron con perspicacia que en vez de cuidarlos, parecería más bien querer despedazarlos y devorarlos, como una especie de moderno Moloch. Estamos, a todas luces y digan lo que quieran, ante el guardián de las puertas del infierno. Pero, ¿qué demonios pinta (nunca mejor dicho) en una plaza de Londres? ¿Y qué pinta, me atrevería a decir, en la plaza de los Visitantes de Naciones Unidas?
Más recientemente, en agosto de 2018, se volvió a erigir en el terreno público del Capitolio de Little Rock y con permiso de las autoridades de Arkansas, otro monumento a Satanás en forma de macho cabrío, réplica exacta de su hermano gemelo de Detroit. Ambas piezas fueron  iniciativas de los respectivos templos satánicos locales para confrontar con otros monumentos dedicados a los Diez Mandamientos, emplazándolos muy cerca de ellos. Esa es la versión oficial, porque nada demuestra que esos templos satánicos no  sean otra cosa  que meras tapaderas del poder en la sombra.
Y toda este afán constructivo se produjo muy poco antes de que estallara la extraña fiebre iconoclasta de los Black Lives Matter y compañía. ¿Se debe a una simple casualidad?
Y ahora veremos qué piensan hacer las autoridades civiles  (y las religiosas) con la restauración, o más bien la deconstrucción, de la catedral de Notre- Dame de París. Todo parece indicar que piensan convertirla en una especie de parque temático a la mayor gloria del hermano Macron, sustituyendo la imaginería antigua por obras de arte (satánico) contemporáneo, y por "capillas ecológicas", "espacios emocionales" y otros espectáculos de luz y color. Una burla más de los satanistas, un esperpento vomitivo que sin duda recibirá las bendiciones de Bergoglius I, el antipapa de la Agenda 2030.


La Guardiana de London


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