viernes, 28 de diciembre de 2018

FELICES FIESTAS, MUY BIEN, GRACIAS, PERO SIN TANTOS MELINDRES

"Una saga nórdica" por Konstantin Vasiliev (1974)
Hartos estamos de que se confunda la Navidad con la orgía consumista de todos los años o con las ocurrencias de algunos alcaldes dispuestos a convertir "sus" ciudades en una especie de sucursal de Las Vegas, compitiendo por ver quién tiene más luces (a falta de las otras, las de la inteligencia) o quién enseña el "árbol" más grande.
También estamos hartos de otros infames políticos que quieren aniquilar la Navidad, a la que consideran un residuo de la cultura judeocristiana y heteropatriarcal, llegando a prohibir los belenes en "sus" ciudades o convirtiendo las cabalgatas de Reyes en un remedo del Día del Orgullo Gay.
Todos ellos, por diversas razones, odian la Navidad, su auténtico significado.
Ya sabemos que los Testigos de Jehová, los mormones y otras sectas protestantes no la celebran ni para cantar villancicos con la familia ¿será que todas ellas proceden de la Masonería (la Madre de todas las Sectas) que, como decía el hermano Voltaire, aborrece de todo lo que tenga que ver con "el Infame"?
Otro presunto masón, el expresidente Zapatero, felicitó una vez las fiestas con un "feliz solsticio de invierno", algo que sonaba como muy pagano e identitario, aunque me imagino que en su caso lo emplearía como sustituto de la fastidiosa, para él, felicitación cristiana o como un tributo a la Wicca de las neobrujas, vaya usted a saber.
Lo que es casi seguro es que ese papanatas, y muchos como él cortados por el mismo patrón, desconocen que incluso para los antiguos paganos, los que adoraban al Sol Invictus, el solsticio tenía también su significado, no muy diferente del que llegó a tener para los cristianos que adoptaron más tarde su fiesta. Significaba sobre todo la esperanza, la Luz que va resurgiendo día a día entre las más oscuras tinieblas del invierno, abriéndose paso, a pesar de todos los obstáculos, para traer el calor y la vida a los humanos. Nada tiene de reprobable esta creencia ni de incompatible con las tradiciones cristianas, por eso fue posible que ambas armonizaran perfectamente en la vieja Europa.
Hay mucho que celebrar en estos días, pero sin caer por ello en la trampa del consumo, ni en la sensiblería barata, y sin bajar la guardia, por si hay moros en la costa. Seamos como ese anciano del cuadro de Vasiliev, que no pierde de vista el hacha ni en Navidad. Y no como los lamentables militares de la Guardia Nacional rusa, cantando el "Last Christmas" de George Michael. Me imagino que el lobby sorosiano se la ha colado esta vez a Putin, porque si no estaríamos ante una muy mala señal. Un indicio de "apertura" en el Kremlin para el año próximo ¿qué sería lo siguiente? ¿La celebración de la semana del orgullo en la Plaza Roja, con sodomización del oso de Yaroslav incluida? Cuidado Vladimir, que por ahí se empieza...


"Natividad de Cristo" de Andrei Ruvlev (1405)

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